El 10 de Abril a las 18.00 hs. en la
Secretaría de Medio Ambiente, San Martín 451, Ciudad de Buenos Aires, se
presentará el libro “Historia ecológica de
Iberoamérica” de
los Mayas al Quijote, de Antonio Elio
Brailovsky.
Hablarán:
Antonio Elio Brailovsky
Autor del
libro.
Homero Bibiloni
Subsecretario de
Recursos Naturales, Normativa, Investigación y Relaciones Institucionales de la
Nación Argentina.
Carlos
Gabetta
Director de Le
Monde Diplomatique.
Carlos
Rivas
Director de
Ediciones Kaicron.
LOS
CULTIVOS FLOTANTES (CHINAMPAS) EN EL VALLE DE
MÉXICO
Por
Antonio Elio Brailovsky (*)
Sabemos de la sorpresa de
los españoles ante el oro y los templos que encontraron en América. Hay, sin
embargo, un deslumbramiento menos conocido, y es el de los espacios verdes. Para
ellos, que venían del hacinamiento de las ciudades europeas, fue un impacto
especial ver las enormes plazas de Tenochtitlán, ubicada en lo que hoy es Ciudad
de México, y, muy especialmente, las huertas y jardines. Los conquistadores
españoles quedaron muy impresionados por los jardines y espacios verdes de
Tenochtitlán y así lo expresan en sus crónicas. Lo dice Hernán Cortés, que quedó
tan admirado por las plantas como por el oro.
"Tiene muchos cuartos altos
y bajos -dice Hernán Cortés de una casa azteca en 1520-, jardines muy frescos de
muchos árboles y rosas olorosas; asimismo albercas de agua dulce muy bien
labradas, con sus escaleras hasta lo hondo. Tiene una muy grande huerta junto a
la casa, y sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y salas, y dentro de
la huerta una muy grande alberca de agua dulce, muy cuadrada, y las paredes de
gentil cantería, y alrededor de ella un andén de muy buen suelo ladrillado, tan
ancho que pueden ir por él cuatro paseándose".
"Y tiene de cuadra
cuatrocientos pasos, que son en torno mil y seiscientos; de la otra parte del
andén hacia la pared de la huerta va todo labrado de cañas con unas vergas, y
detrás de ellas todo de arboledas y hierbas olorosas, y dentro de la alberca hay
mucho pescado y muchas aves de agua, tantas que muchas veces casi cubren el
agua"[i].
Bernal Díaz del
Castillo, que escribió para desmentir a Cortés, coincide en descripciones
semejantes: "Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y
en tierra firme otras grandes poblaciones (en la capital azteca) (...) nos
quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que
cuentan en el libro de Amadís (...) Fuimos a la huerta e jardín, que fue cosa
muy admirable vello y paseallo, que no me hartaba de mirar la diversidad de
árboles y los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas y
flores, y muchos frutales y rosales de la tierra, y un estanque de agua dulce, y
otra cosa de ver: que podían entrar en el vergel grandes canoas desde la laguna
por una abertura que tenían hecha, sin saltar en tierra, e todo muy encalado y
lucido, de muchas maneras de piedras y pinturas en ellas que había harto de
ponderar, y de las aves de muchas diversidades y raleas que entraban en el
estanque"[ii]
.
En 1519 la cuenca de México
sostenía una población de 1,5 millones de personas, con muy alta densidad (200
habitantes por kilómetro cuadrado). Esto era posible gracias a un sistema de
cultivo extraordinariamente intensivo, con una cantidad de técnicas
especializadas.
El sistema de chinampas fue
aplicado originariamente en el lago Chalco, con tanto éxito que continuaron en
la laguna Texcoco. Se basan en la construcción de islas artificiales de
vegetación, de muy alta productividad. A punto tal, que actualmente se hacen
experiencias para producir alimentos por ese sistema. Es la base de sustentación
de Tenochtitlán.
Pero lo más sugestivo es que
no se trata solamente de un desarrollo agrario. La ciudad misma había sido
construida sobre un ecosistema artificial. Los dioses les habían ordenado buscar
un cactus sobre el que un águila estuviera devorando a una serpiente. Los
encontraron a orillas de una laguna y se quedaron allí.
Como los venecianos, los
aztecas eligieron construir sobre el agua porque eran débiles y ésa era una
defensa ante enemigos poderosos. Y como los venecianos, cuando llegaron a ser
poderosos se volvieron extraordinariamente crueles, como veremos al hablar del
canibalismo ritual.
La ciudad estaba en el medio
de la laguna, llena de islas construidas especialmente. Las llamadas chinampas o
jardines flotantes son islas pequeñas, artificiales, estacionarias, construidas
en un lago con propósito agrícola. Se construye una cantidad de pequeñas islas
de 6 a 10 metros por 100 a 200 metros de largo, fertilizadas artificialmente.
Las chinampas son bases de troncos flotantes cubiertos con tierra para sembrar
allí hortalizas. A menudo, no usaban troncos, sino que empleaban una especie de
colchón flotante de plantas acuáticas, parecido a los camalotes del río Paraná[iii].
De un espesor que varía
entre 20 centímetros y un metro, este colchón puede soportar el peso de animales
grandes o de personas. En esto también se parecen a los camalotes, que a veces
eran tan grandes que transportaban jaguares. Después plantaron sauces sobre las
islas flotantes para que sus raíces llegaran al fondo de la laguna y las fijaran
en su lugar.
El problema de las malezas
fue resuelto de una forma muy sencilla: comiéndoselas. La mayor parte de estas
plantas inútiles o perjudiciales son comestibles en sus primeros estadios de
desarrollo. Esto requería una continua recolección de dichas plántulas, que
fueron incorporadas a la dieta con un nombre genérico: los quelites.
La técnica es muy antigua y
es probable que haya llegado a México desde el Asia, a través del Pacífico. Las
primeras chinampas conocidas aparecen en el valle de Cachemira, en la India. De
allí se van hasta el sur de Birmania y también a Malasia, donde se las utiliza
en la producción de arroz. ¿Fueron quizás los legendarios navegantes malayos
quienes llevaron a Mesoamérica la técnica de construir islas artificiales para
cultivo?[iv],
[v]
.
La existencia de grandes
poblaciones en el Valle de México en la época de la conquista sólo se puede
explicar por la gran productividad de las chinampas. Una chinampa no necesita
descanso y está siempre en producción. Su fertilidad se mantiene mediante un
alto uso de abonos que hace posible que esté dando cultivo tras cultivo. Es
claro que esto sólo puede hacerse en un lugar en el que la temperatura se
mantenga constante durante todo el año; es decir, en el trópico.
Estas islas artificiales son
alargadas y dejan canales para navegar entre ellas. Las góndolas de este lugar
se llaman trajineras, unas barcas de fondo chato, impulsadas con palos que se
apoyan en el lecho de la laguna. Aún hoy son una de las áreas de
producción de hortalizas y flores para Ciudad de México, y una importante
atracción turística. Xochimilco ("País de las Flores"), un lugar en que las
orquestas de mariachis cantan sin llorar, porque el canto alegra los corazones,
es hoy el último resto de las chinampas aztecas.
El vínculo con la naturaleza
tiene una particular importancia en la cultura azteca. En el siguiente texto
tradicional, se menciona la actividad agraria como una de las cosas que dan fama
a un hombre. Se trata de la voz de los ancianos, que exigen del joven azteca una
conducta tan rígida como la que en su momento se exigió a los jóvenes romanos:
"Ten cuidado de las cosas de la tierra: haz algo, corta leña, labra la tierra,
planta nopales, planta magueyes. Tendrás que beber, que comer, que vestir. Con
eso estarás en pie. Serás verdadero. Con eso andarás. Con eso se hablará de ti.
Se te alabará. Con eso te darás a conocer"[vi].
[i] Cortés,
Hernán: "Cartas de relación",
México, ed. Porrúa, 1960.
[ii] Díaz
del Castillo, Bernal: "Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España", Buenos Aires, Austral,
1952.
[iii] "Las chinampas, campos de cultivo
flotantes", en: varios autores: "Obras hidráulicas en América
colonial", Madrid, Centro de Estudios de Obras Públicas y Urbanismo,
1993.
[iv] Ibarra
Grasso, Dick Edgar: "América en la
prehistoria mundial", Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1982.
Este autor hace el seguimiento de las chinampas asiáticas y muestra un grabado
de ellas.
[v] Romanini, Caudio: “Ecotécnicas para el trópico
húmedo”, Centro de Ecodesarrollo, Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente, México, 1976.
[vi] Huehuetlatolli,
cit. en los muros del Museo Nacional de Antropología, Ciudad de
México.
(*) Del Libro "Historia Ecológica de
Iberoamérica".