El Estatuto
y la abstención
El referéndum del 18 de Febrero
ha supuesto la aprobación definitiva de la Reforma del Estatuto de Autonomía para
Andalucía; un estatuto que hemos denominado de la Dependencia y cuyo
significado y contenido político hemos combatido. Será el Estatuto legalmente
vigente en próximos días. Este resultado supone una derrota
política, nacional y de clase; para Andalucía y para la izquierda
andaluza.
Es una derrota, primero, porque
bajo un Estatuto que valorábamos negativo se regulará el destino de nuestro
país durante años. Segundo y
también, por la forma en que se ha producido su
aprobación.
Veamos los
datos.
El Estatuto andaluz, apoyado
por PSOE, PP y PCE-IU, se ha refrendado con un 63,72% de abstención.
Sólo ha votado el 36,28% del censo; menos aun que los que lo hicieron
en 2005 en el plebiscito sobre la Constitución europea (40,30%).
El porcentaje de participación ha sido inferior al del Estatut catalán de 2006
(49,4%) y sólo superior al del refrendo del Estatuto de Galicia de 1980, en el
que sólo votó el 28,2%.
Con un censo que sumaba cerca
de millón y medio de electores más que su precedente de 1981 –cuyo referéndum
tuvo un 53,49% de participación- el nuevo Estatuto ha recibido incluso en
cifras absolutas, 272.711 votos afirmativos menos que el que viene a
sustituir. Los 1.899.860 síes -el 87,45% de los
votantes- sólo representan el 31,42% del censo; 341.620 votos menos que
los obtenidos sólo por el PSOE –una de las tres fuerzas parlamentarias
impulsoras- en las ultimas elecciones autonómicas de 2004.
Los resultados del 18-f ofrecen
pues un déficit de legitimidad potencial. Pueden constituirse en un
futuro en sostén argumental en Andalucía de un cuestionamiento político
del Régimen de dependencia; pero sólo si existe una fuerza política y
social que lo estructura y organiza. Al momento presente, ante la
inexistencia de esa fuerza, el nuevo Estatuto no sufre de deslegitimación
social o popular significativa.
Para ver los términos en que
hoy se formula políticamente la cuestión, basta recuperar la interpretación de
los datos realizada por la dirección estatal del PSOE, que el diario EL PAÍS
recoge en su edición del martes 20 de Febrero. Allí, bajo el titular
“Zapatero cree que la abstención andaluza es una muestra de desgana pero no
de malestar”, se dice “Tanto Zapatero como otros miembros de la
Ejecutiva desarrollaron la tesis de que los ciudadanos usan con frecuencia los
referendos para castigar a los gobernantes. De la misma dedujeron que los
andaluces han mostrado ‘desgana’ o ‘indiferencia’ ante este referéndum pero no
han trasladado ‘malestar’ o ‘crispación’. Si en el seno de la sociedad
andaluza existieran esos sentimientos, la participación habría sido alta y
destinada a votar no. Un no contra el Gobierno”. Muy posiblemente el
‘malestar’ exista, aunque desarticulado y recluido en las catacumbas
sociales –y en eso se equivoca la dirección del PSOE- pero desde luego acierta
en que no se ha socializado ni ha sido capaz siquiera de elevarse a expresión
genérica de rechazo.
Ciertamente, la alta abstención
–mayor de la prevista- ha molestado a los impulsores del SI y singularmente a
las direcciones de PSOE-IU. De ahí que se haya recurrido a variadas excusas
para explicarla: falta de información sobre lo que se votaba; ausencia de
tensión sobre el resultado por la previsible victoria del ‘sí’ combinada con
desmovilización de los electorados del PSOE e IU ante su coincidencia con el
PP, que privaba de sentido al ‘voto a la contra’; indiferencia por
ausencia de demanda social o por considerar que el Estatuto no afecta a la
vida cotidiana.
La izquierda andaluza –es
decir, la izquierda independentista- cometería un error si se limitara a
seguirles el hilo a estas justificaciones, restringiéndose a descalificarlas
en su mismo plano de argumentación sin a la vez añadirles las necesarias
reflexiones autocríticas.
Es verdad que ha faltado
información sobre el Estatuto (y los embustes con que iba acompañado) pero
también es verdad que esa carencia no se ha cubierto tampoco socialmente desde
las fuerzas del NO y en especial desde la izquierda. Es verdad también que el
Estatuto propuesto significaba, en tanto estafa política, primordialmente
continuidad y por tanto no mejoraba la cotidianidad social pero también lo es
que su elaboración ofrecía una oportunidad para plantear y plasmar
alternativas y reivindicaciones y que la no
percepción de esta ‘ventana de abertura’ evidencia no sólo el
conformismo social sino también el escaso eco, implantación y credibilidad
social de quienes rechazábamos con el Estatuto el modelo nacional y social
vigente y explicábamos que la satisfacción de las demandas nacionales y
sociales esenciales requerían la construcción de un marco político nacional
distinto.
La tan reiterada acusación
sobre la “falta de demanda social” referida al nuevo Estatuto
-especialmente desde la derecha extrema españolista del PP- sólo ha sido y es
otra forma demagógica de expresar la defensa de la continuidad del orden
presente. En ultima instancia, no ha habido “demanda social” por las
mismas razones que tampoco ha existido “demanda social” para oponerse a
otras agresiones como, por ejemplo, la ampliación del periodo de
cotización exigible para tener derecho a jubilación, que España aprobaba
simbólicamente el viernes víspera del referéndum andaluz.
Lo que hemos de retener de los
resultados del 18-f es el cuadro general que nos ofrecen del país, la
sociedad y la clase obrera que tenemos. Un país, una sociedad y una clase obrera, atomizadas,
desestructuradas, impotentes; sin vanguardias sólidas, sin programa nacional y
proyecto global alternativo.
Quienes desde autoadscripciones
de izquierda hacen lectura positiva de la abstención del 18-f bien
sufren de alucinaciones, bien hacen de la necesidad virtud y elevan a teoría
su aislamiento y marginalidad. Aún con toda la diversidad propia de los
plebiscitos y la pluralidad inherente a cada una de las opciones propuestas
–si o no- no se pueden sumar entre si una expresión de rechazo como el NO y
una aceptación pasiva como ha sido socialmente la abstención. No estaremos
mejor creyéndonos falsamente más de lo que somos.
La abstención del 18-f no tiene
nada en común siquiera con la histórica abstención libertaria, con todas las
limitaciones políticas que esta conllevaba. En esos tiempos ya lejanos, cuando
la CNT-FAI decidía propugnar efectivamente la abstención –porque en otras
ocasiones, conviene también recordarlo, dejaba de hecho bajomano vía libre a
votar por los republicanos liberales- no se encubría simplemente bajo el manto
de la pasividad sino que se dedicaba a difundir la necesidad de la
insurrección y aún la preparaba. Nada que ver con lo ocurrido ahora.
La abstención andaluza del 18-f
tiene mucha más relación con el fatalismo, la ignorancia o la despolitización
que con la rebeldía. Su referente no es el boicot activo sino el sometimiento
pasivo. De existir un modelo social que la explique es el de los Estados
Unidos, donde históricamente el sistema se asienta sobre el abstencionismo y
la división popular.
Intentar justificarla como
presunta opción antagonista encubriéndose tras la adjudicación en exclusiva de
la defensa del NO al Partido
Andalucista es un recurso torpe y cobarde. No sólo porque empíricamente el
NO de izquierdas e independentista haya precedido al
NO andalucista en tiempos y argumentos sino porque incluso de no haber
sido así, la batalla política por protagonizar el NO estaba abierta desde el
mismo inicio del proceso estatutario. Refugiarse en la abstención es pues sólo
un recurso estético para quienes han renunciado a desarrollar esa pelea antes
del 18-f y después del 18-f quieren eludir la evidencia de que comparten la
derrota del NO, que es también objetivamente su derrota -como la de todos
aquellos que en Andalucía apuestan por otro modelo político y social-
diluyéndose y camuflándose bajo el aparentemente más potente manto
abstencionista.
El alcance político de la
abstención del 18-f podrá comprobarse muy pronto. Llegaran las elecciones
municipales en Mayo (y luego sucesivos comicios) y el 63,72% disminuirá
dramáticamente. ¿En que quedaran entonces todas sus
excusas?.
Limites y carencias del NO
El no obtuvo en el referéndum
del 18-f, 206.001 votos, el 9,48% de los votantes.
Esto significa el 3,40% sobre el censo global, cifra esta ultima que
nunca debemos olvidar y que describe bien sus limites. Propugnaron el NO, el
Partido Andalucista (5 diputados, 6,20% en las elecciones de 2004), más
soberanistas e independentistas
andaluces y una parte de la extrema izquierda española (no toda; por ejemplo,
los microsindicatos ideológicos anarquistas, CNT y CGT, o pidieron la
abstención o hicieron mutis; que a efectos prácticos es lo
mismo).
En la clausura de la campaña
andalucista previa al 18-f, su secretario general Julián Álvarez -en un
ejercicio de inteligencia política- subrayaba que el NO trascendía los
estrechos márgenes de su electorado estricto y agradecía expresamente la
contribución de otras fuerzas, colectivos y personas para el NO. Tenía razones
para ello.
El ‘Voto NO’ no
fue sólo un voto PA. Ni cuantitativa ni cualitativamente. De hecho, fueron los
otros componentes del NO quienes le dieron fundamentalmente credibilidad y
argumentación al rechazo al Estatuto y consiguieron –al menos
significativamente- convertirlo en algo más que una mera traslación del voto
andalucista.
El triunfalismo del PA en la
noche electoral ante los resultados del referéndum puede entenderse como
muestra de alivio del momento y como reacción al acoso político y mediático
sufrido a manos del bloque del sí, especialmente del PSOE/IU. Sin embargo,
haría bien la dirección andalucista constatando tanto la escasa magnitud
general del rechazo activo al Estatuto como el hecho específico de que no es
políticamente ‘propietaria’ de ese voto NO. Citar –como ha hecho para
responder a los ataques- los datos de localidades “como San Fernando, con un
16,16% de votos ‘no’; Cabra, con un 15,32; Niebla, con un 15,51 o Vera,
Ubrique, Zahara, Écija. Coín o Ronda” no puede esconder ni el problema
general que manifiesta la ausencia
de correlación nacional entre voto NO y electorado andalucista ni otras
sonoras fugas locales en particular; tanto si comparan resultados del no con
votaciones del PA en elecciones autonómicas y mucho más si se hace con
municipales.
El Partido Andalucista
–conviene recordarlo- obtuvo en las elecciones autonómicas de 2004
275.940 votos. Esto significa que como mínimo –incluso adjudicándole el
100% del NO, lo que es a todas luces insostenible- al menos un 25% del
electorado andalucista no siguió sus consignas partidarias en una
consulta relacionada con el núcleo vital de su existencia y personalidad
políticas. También resulta significativo apuntar que el NO obtuvo más votos en
datos absolutos en las circunscripciones de Almería y Granada que sufragios
recibió el PA en anteriores elecciones.
Políticamente, puede
concluirse que optar en la campaña andalucista por “la versión blanda”
en propaganda y discurso –el énfasis en los ‘60.000 millones’, las
referencias a Cataluña en clave de agravio comparativo o sobre todo la omisión
de la reivindicación de nación- fue un error (que quizá sólo puede
explicarse por razones de equilibrios internos). No evitó la indisciplina de
voto del sector más regionalista y
moderado de su base electoral –y su reflejo cuantitativo- y a la vez debilitó
el impacto político de su discurso y de su resultado. Resulta evidente que si
el PA hubiera remachado y destacado en campaña, por ejemplo, la no definición
de Andalucía como Nación como elemento central de su rechazo al Estatuto –tal
y como hicimos los independentistas, junto a otras razones- las prefabricadas
disputas postelectorales sobre procedencias de voto desde el bloque del SI no
se hubieran siquiera planteado, porque no hubiera sido creíble ni siquiera
aducir, ni a modo de cortina de humo, trasvases puntuales de voto
ultraespañolista a un NO identificado en su totalidad, al menos, con la
afirmación de Andalucía como nación.
Sociológicamente, es verdad que
ese ultimo pase posiblemente se ha producido, pero en cuantía global muy
reducida y muy restringido geográficamente a algunos barrios centrales o
residenciales de algunas grandes ciudades. De igual modo que seguramente ha
habido algunos despistados que se han podido creer, por ejemplo, el presunto
discurso andalucista proSÍ del PSA. Estos episodios son propios de las
consultas plebiscitarias y no afectan al sentido político general de los
resultados. El NO plural -política, social y electoralmente- es políticamente
de quienes lo han trabajado y reivindicado y sobre todo de quienes pueden
desarrollarlo –en un sentido u otro- en el futuro; lo que en el caso del 18-f
lo adjudica en sentido amplio –aún en proporciones desiguales- al andalucismo
genérico y al soberanismo e independentismo.
El binomio político-sindical
CUT-BAI y SOC era otra fuerza que defendía el NO. CUT-BAI ha aportado el único
triunfo local del NO a escala nacional en Marinaleda (censo 2.067;
participación 64,01%; NO, 59,63%) y un digno resultado del NO en El
Coronil (censo 3.983; participación, 45,49%; NO, 28,56%).
Dicho esto, el referéndum del
18-f ha puesto de manifiesto la existencia en CUT-BAI de un serio problema
político interno ya que en el resto de localidades donde tiene
presencia significativa -incluso institucional a nivel municipal- su
existencia y trabajo se ha constatado irrelevante a la hora de los
resultados del NO, con porcentajes en la media o incluso por
debajo.
El fenómeno sólo cabe
entenderse atendiendo a dos líneas de explicación, ambas muy preocupantes y
que deberían motivar una seria reflexión, toda vez que en la Asamblea Nacional
de CUT-BAI la petición del voto NO obtuvo un 95% de apoyo frente a sólo un 5%
de abstenciones. 1ª. Se ha hecho campaña por el NO, pero sus
militantes, simpatizantes o votantes no han seguido sus recomendaciones;
2ª. En los pueblos aludidos (que son prácticamente todos, menos
Marinaleda y El Coronil) se ha desconocido localmente su decisión y
orientación nacional y no se ha propugnado el NO.
Resulta razonable presumir que
la ambivalente actuación de CUT-BAI en el proceso interno de IU durante toda
la tramitación estatutaria, más el nefasto “pacto de caballeros” con la
dirección de IU de reparto de zonas y no agresión –ya reconocido públicamente
por Sánchez Gordillo: "El PCA se dedicaba a sus pueblos y nosotros a los
nuestros"- han contribuido a generar desorientación política y pasividad
militante, exacerbando los efectos desmoralizadores de la ya prolongada
permanencia de CUT-BAI en el seno de IU.
Llegados a un momento político
crucial, situados en medio de una contradicción evidente entre su posición
política como organización y la postura de la coalición que les da acceso a
representación institucional, los hechos parecen acreditar que -sea por no
entender la entidad política de la cuestión o aún entendiéndola, por
minusvalorarla o por compartir en realidad la posición del PCE-IU; sea por
evitarse conflictos locales con las elecciones municipales en lontananza- la
inmensa mayoría de las organizaciones locales de CUT-BAI (con las dos
excepciones citadas) han optado de hecho por asimilarse en la practica al
resto de IU.
La implicación personal de Juan
Manuel Sánchez Gordillo –alcalde de Marinaleda y coordinador general de
CUT-BAI- en la campaña del NO a nivel nacional no le resta –sino al contrario-
importancia política al dato.
Aun con una relevancia política
obviamente menor, también ha de constatarse entre los resultados que en
Brenes (censo 8.977), única localidad andaluza con alcaldía del PCPE
–una pequeña organización de origen brezneviano que también pedía el NO- el
voto NO –con una abstención del 57,16%- se ha limitado a un 3,13%, o lo
que es lo mismo: un 6,07% menos de apoyo al NO que la media
provincial de Sevilla o un 6,35% menos que la media
nacional.
Visto en general el
NO ha tenido una gestación y expresión molecular; deudora de la muy débil
implantación militante a escala nacional de las fuerzas que lo han
impulsado.
Nuestro balance particular
Por lo que a Andalucía
Libre respecta estamos satisfechos del trabajo realizado en nuestro
ámbito específico de actuación activista como boletín digital, es decir,
como instrumento de formación, agitación y propaganda independentista.
Desde un principio afrontamos
la batalla del Estatuto como algo que iba más allá de la campaña de un
referéndum; como un escenario en donde contraponer visiones y proyectos posibles para Andalucía.
Siempre hemos trabajado con la perspectiva de sembrar para el
futuro, dando argumentos para el rechazo y también testimonio de
oposición.
Con nuestra labor creemos haber
contribuido en algo a configurar el giro hacia el NO del PA (lo que no era por
cierto, conviene recordarlo, nada previsible al comienzo del proceso, dadas
sus posiciones o su carencia de ellas); haber ayudado al posicionamiento
por el NO de CUT-BAI y en general haber suministrado informaciones, análisis y
datos útiles para acercar y afianzar en el NO a personas y organizaciones de
muy diversa adscripción. A lo largo de los meses de debate estatutario nos
preocupamos especialmente de fundamentar el NO como única expresión política
de rechazo coherente, incluso si la derecha ultra españolista del PP hubiera
optado de forma oportunista por esa vía. También hemos pugnado –con desigual
suerte y escaso éxito en general- por implicar en el debate y atraer hacia el
NO activo a diversos colectivos de la llamada 'izquierda
social'.
Hemos de reconocer
que no hemos conseguido ni inclinar hacia el NO a la sucursal andaluza de IU
ni aún convertir a la hora de la verdad en pronunciamientos públicos por el NO
las comunicaciones criticas recibidas de su seno.
Durante este periodo, hemos
remachado sobre la centralidad política del proceso y hemos intentado plantear
alternativas de transición, concretas y sectoriales, con el máximo rigor y
fundamento que nos ha sido posible, para demostrar la viabilidad y necesidad
del NO, más allá de la mera enumeración de principios.
De igual modo, hemos intentado
servir de plataforma de difusión plural para las diversas expresiones del NO,
publicando sus elaboraciones. Llegada la hora de la campaña del referéndum
hemos intentado contribuir a facilitar todas las actividades del NO, al margen
de quien las impulsaba, que nos han llegado.
Con el esfuerzo realizado,
hemos querido situar especialmente al PCE-IU (y al PSA de Pacheco) frente a su
realidad, permitiendo fijar la experiencia al máximo a efectos pedagógicos cara a las
nuevas generaciones militantes, que no habían vivido traiciones precedentes.
Por contraste, lo que hemos hecho desde este modestísimo instrumento de
izquierda andaluza que es Andalucía Libre también creemos que ha
servido para colocar en su sitio a la extrema izquierda española actuante en
Andalucía.
Es el momento también de
reconocer especial y singularmente la entrega y el esfuerzo de los militantes
de Jaleo, de
Nación Andaluza, de otras organizaciones o simplemente de
andaluces de conciencia que han compartido esta causa y que nos han facilitado
la labor remitiéndonos originales o indicándonos fuentes o colaborando en la
extensión de nuestro mensaje.
Obviamente, la derrota
del NO es también nuestra derrota. Sus magros resultados los sentimos
también como nuestros. La imagen que nos proyectan de nuestra Patria nos
duele.
El Estatuto de la Dependencia
refrendado el 18-f, conviene decirlo al menos hoy, es tan reformable
legalmente en lo sustancial como la Constitución española. Es decir, nada. Si
algún día decae este Estatuto lo hará a la manera extraestatutaria en
que lo hicieron las constituciones de la III o IV Republica francesas. Ninguna
novedad. Siempre hemos sabido que la Liberación Nacional de Andalucía exigirá
para plasmarse llegada la hora, de la vía revolucionaria. No obstante, acercar
esa circunstancia implica, entre otros muchos requisitos, no perderse en
laberintos españoles, incidir incansablemente en su ilegitimidad y envolver el
proyecto de una Andalucía Libre bajo el paraguas de la exigencia de
un nuevo Estatuto.
Perspectivas desde el
NO
'¿Quien administra el
NO?'. Es una pregunta que ya emergió al final de campaña, que la
sobrevoló y que ahora impregna reflexiones y balances.
Un
principio permanente a tener presente siempre:
el enemigo de Andalucía se llama
España
Es verdad que la campaña del
Referéndum ha conllevado algunas aclaraciones conexas. Por ejemplo, ha
liquidado la disputa interna dentro del espacio andalucista en demérito del
PSA de Pedro Pacheco, cuyo SÍ lo ha dejado irreversiblemente
descalificado; retratado como un mero artificio decorativo para embellecer una
simple ambición personal.
Por lo demás, el NO no tiene
dueño; al menos a corto plazo.
Quien mejor lo tiene a priori para
intentar su articulación y apropiación por su condición de fuerza
parlamentaria, el Partido Andalucista, sufre aún de demasiadas limitaciones
políticas como planteárselo con éxito; por mucho que su líder Julián Álvarez
lo declarara expresamente como aspiración en su cierre de campaña (ver
Andalucía Libre nº 316), llamando a agrupar las fuerzas del NO en su torno
para construir "la alternativa a Chaves". Un llamamiento que
fundamentaba, comprometiéndose a convertir el NO estatutario en eje
central de su actuación política; erigiéndolo en condición previa no sólo
a cualquier pacto de Gobierno sino incluso a un apoyo presupuestario o
legislativo significativo.
El PA de Álvarez manifiesta signos de
evolución en relación con su pasado, ciertamente. La apuesta por el NO al
Estatuto, abriéndose así espacio político, es la mejor prueba. Su
abandono paulatino por una parte de los elementos más claramente oportunistas
y desideologizados de la fase anterior (los González, Benavides, etc)
también lo manifiesta; aunque la pasividad -cuando no directo boicoteo- de una
parte de sus cargos municipales durante la campaña estatutaria también muestra
cuan grande todavía es el fardo que arrastra.
Sin embargo, lo más significativo de la
situación es que los limites políticos de esta evolución andalucista son
demasiado notorios. El PA sigue políticamente sin superar el nivel de un
regionalismo más o menos fuerte, sin acceder a una clara definición
nacionalista y sin rechazar la españolidad andaluza. La deslealtad
constitucional está fuera de su horizonte. Sus carencias en cuadros y discurso
políticos son evidentes, incluso para quienes no conocen el trasfondo y los
intríngulis de sus sucesivos posicionamientos estatutarios. La referencia
extemporánea y por la derecha de Álvarez al caso del vasco De Juana Chaos en
su clausura de campaña -que no le aportaba nada y resultaba gratuita- denota
hasta que punto funcionan aún tics del pasado. Por otra parte, su estructura
partidaria, tradición política y formas de funcionamiento no favorecen
siquiera la generación de ilusiones de tomárselo a la manera de un posibilista
"frente nacional" provisional. Todo esto deja la oferta de Álvarez
muy reducida en la practica a un canto de sirena destinado al fichaje de
alguna 'personalidad' aislada.
Además, la cercanía de las elecciones
municipales de Mayo es el peor escenario posible para que el PA consolide
estas aspiraciones. Más aún, el PA puede dilapidar de un plumazo todo el
patrimonio ganado con el NO al Estatuto.
Bastara para ello que los resultados
permitan que se confirmen los ofrecimientos -avalados por el mismo Álvarez- de
alianza andalucista al ultraespañolista PP para desplazar al PSOE de la
alcaldía de Sevilla. Aún antes de que esta coyuntura se concrete, dependiendo
de los resultados, tras el discurso y actuación ultraespañolista del PP
durante la tramitación estatutaria resulta incoherente -incluso en el plano
municipal- una comparecencia electoral andalucista que no aclare desde un
principio, con nitidez y de antemano su rechazo nacional general a
cualquier alianza con el PP, en beneficio ajeno o propio. Porque si se ha
comprobado que PSOE, PP y PCE-IU comparten el mismo modelo político de
"Andalucía española", también resulta evidente que la forma de
desgastarlo en su conjunto comienza por aislar al eslabón más débil de la
cadena, el PP, situando a sus socios estatutarios ante el ejemplo. No hay
credibilidad nacional sin coherencia local. Nadie puede creerse un compromiso
para "liberar Andalucía" -incluso en su lectura más edulcorada
posible- yendo de la mano del PP. He aquí que muy pronto los intereses
personales inmediatos de algunos escalones del PA entraran en contradicción
con cualquier perspectiva seria de consolidarlo como proyecto nacional y está
por ver que Álvarez tenga la fuerza y la voluntad suficientes para salir
airoso de la prueba.
El NO ha sido plural, incluso si
contamos sólo su aportación extramuros del PA. Converger en el NO
-es decir, en el rechazo a un texto- no implica otras coincidencias
políticas, incluso sólo dentro del campo nacionalista. Es verdad que la
debilidad compartida empuja al agrupamiento pero también lo es que, más allá
de la unidad de acción para actividades concretas o la colaboración en
terrenos como la recuperación cultural, las diferencias de análisis,
objetivos y estrategias políticas -cuando existen y son sólidas-
terminan convirtiendo en frágil, formal o aparente cualquier atisbo unitario
que pueda plantearse sobre bases voluntaristas, provocando un efecto de
parálisis en lugar de un estimulo para la acción. Este problema político no se
arregla simplemente, considerando menores o infundadas las posiciones
ajenas y llamando a agruparse en torno a las propias.
Dentro de esa pluralidad en el especifico
espacio independentista, sobrevuela desde hace tiempo el debate sobre el
presente o el futuro del BAI (o Bloque Andaluz
de Izquierdas).
El BAI es un frente compuesto formalmente
por cinco componentes, a saber: la CUT-BAI (integrada en IU), la organización
juvenil independentista Jaleo, personas sin adscripción y las sucursales
andaluzas del PCPE y
Espacio Alternativo; operativo esencialmente y en
forma desigual en las ciudades de Sevilla y Málaga.
Para cada una de estas fuerzas, el BAI ha
significado y significa algo particular y distinto. Para la CUT-BAI, una
vía de relación potencial fuera de IU, congelada hasta mejores días; para
Jaleo un marco de actuación (y esperamos y deseamos un espacio de
reclutamiento y fortalecimiento militante); para los sin-partido una
plataforma de izquierda y nacionalista y para el PCPE y EA -en diferente
proporción, según cada caso- una marca y forma de salir del aislamiento, de
relacionarse con CUT-BAI y de adquirir pedigrí verdiblanco.
Para un sector de CUT-BAI, por su parte,
el BAI cumple funciones de hipotético corredor no traumático para la siempre
aplazada salida de IU. Se trataría, según esta tesis, de que el
fortalecimiento del BAI (o la extensión del SAT) convencerían a los sectores
de CUT-BAI menos proclives a salirse de que la separación de IU podría
realizarse sin costes significativos. De ahí que el BAI debería fortalecerse
previamente a la salida de IU. Ocurre, como es lógico, que mientras tanto, al
mantenerse CUT-BAI en IU, el BAI queda en el aire, marcado por la espera al
socio que no acaba de llegar, tocado del ala por las contradicciones
políticas que amontona en su seno e imposibilitado de crecimiento y
consolidación sensible. Además, incluso de producirse esa hipotética
salida de CUT-BAI de IU, no por ello, el BAI -o lo que pudiera sustituirle-
solventaría mágicamente sus problemas o se evitaría afrontar la natural
y dura tarea de construcción pendiente.
Mientras el futuro del BAI se
mantiene en el interminable debate sobre si la CUT se irá o no de IU
y cuando, queda en segundo plano una cuestión mucho más importante:
las condiciones políticas mínimas de convergencia. La verdad es que,
previamente a todas las cuestiones posibles planteables, resalta una
precondición obvia: no tiene ahora ni puede tener en el
futuro credibilidad alguna una fuerza política pretendidamente nacional que
integra en su seno organizaciones o colectivos que, de entrada, funcionan
desde la dependencia política, organizativa o ideológica y que comparten un
proyecto de ámbito español. No se puede combatir la dependencia de la Nación
desde la propia dependencia orgánica. Este problema -que afecta a PCPE y a EA-
persistiría inhabilitando políticamente al BAI, incluso si la CUT abandonará
IU y sólo tiene solución si PCPE y EA de Andalucía, optando por un
proyecto estrategico nacional, rompieran con sus matrices españolas.
No estamos planteando que la viabilidad de
cualquier hipotético marco unitario futuro de la izquierda andaluza
tuviera a priori necesariamente una definición expresamente
independentista. Ahora bien, sí nos parece que el ámbito y compromiso político
y orgánico nacional sin dependencias españolas (lo que implica el rechazo a
toda simbología española); la defensa de la Soberanía Nacional y el derecho a
la Autodeterminación de Andalucía (sin ninguna adherencia unionista en ninguna
formula); la deslealtad política al Régimen español; la asunción de una
posición de izquierda y el respeto a la pluralidad ideológica y a los derechos
democráticos en su seno, serían requisitos mínimos necesarios para facilitar
su utilidad como instrumento y su capacidad para generar discurso y
construir un programa político adecuado.
Por lo que nos toca, ocurra lo que ocurra,
seguiremos trabajando por fortalecer en lo posible en todos los ámbitos a la
izquierda andaluza, es decir, a la izquierda independentista.