EL GRAN AVANCE
por Ray C. Stedman
En el capítulo 4 de Apocalipsis el apóstol Juan se ve
trasladado a la presencia de Dios en el cielo, donde vio el trono de Dios y
la corte celestial. Aunque la escena del capítulo 5 sigue estando en los
cielos, el tema cambia de la alabanza al Creador a la alabanza al Redentor.
Ambos temas se reflejan con frecuencia en los himnos
cristianos. Una de mis alabanzas favoritas alaba a Dios por su sabiduría
creadora y dice:
Canto al maravilloso poder creador de Dios, Que hizo que
surgiesen las montañas, que extendió por doquier los mares, y creó las
grandes extensiones del cielo. Canto a la sabiduría que ordenó, que el cielo
hoy gobernase. La luna brilla llena porque él lo mandó y las estrellas
le obedecen.
Es al mismo tiempo nuestra obligación y nuestro privilegio
alabar al Creador por todo cuanto tenemos, la vida, nuestros talentos y
habilidades, todo ello procede de su poder creativo.
Pero el tema más importante en las Escrituras es el amor
redentor y esto es algo que debiéramos de reflejar también con
frecuencia:
Me glorío en la cruz de Cristo, que se yergue sobre la ruina
del tiempo. Toda la luz de la sagrada historia, gira sublime alrededor de su
cabeza.
En el capítulo 5 la mirada de Juan se posa nuevamente sobre el
trono de Dios y contempla una extraña visión que describe en estos primeros
versículos:
"Vi en la mano derecha del que estaba
sentado sobre el trono, un libro escrito por dentro y por
fuera, sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso
que proclamaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el
libro y de desatar sus sellos?, Pero ninguno, ni en el
cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el
libro; ni siquiera mirarlo. Y yo lloraba mucho, porque
ninguno fue hallado digno de abrir el libro, ni siquiera
de mirarlo."
Lógicamente al leer este pasaje se suscitan interrogantes como
las siguientes: ¿Qué representa el libro? ¿Por qué está sellado? ¿Qué se
necesita para poder abrir el libro? En realidad no es un libro, sino un
pergamino, un rollo de papel o de pergamino con siete sellos al final, de
modo que al romperse los sellos se desenrolla el pergamino y se puede leer la
escritura sobre él. Cuando lleguemos la semana que viene al capítulo 6, el
abrir estos sellos y desenrollar el pergamino revelará ciertos
acontecimientos de gran importancia, que habrán de suceder en la tierra.
Entonces sabremos exactamente lo que significa el pergamino. Al ir
desenrrollandose vamos del capítulo 6 hasta el 9 y no es hasta el capítulo 10
donde encontramos el pergamino completamente desenrrollado y termina con el
sonido de las siete trompetas, que se revelan al romperse el séptimo sello.
En el capítulo 10, versículo 7, se nos da una clave en cuanto
al significado del pergamino. En él se le dice a Juan:
"Sino que en los días de la voz del séptimo
ángel, cuando él esté por tocar la trompeta, también será
consumado el misterio de Dios, como él lo anuncia a sus
siervos los profetas."
De modo que este pergamino es un libro de "misterio, el
Misterio de Dios, que responde a las preguntas que se han estado haciendo los
hombres durante generaciones enteras y que nadie ha podido contestar. ¿Por
qué no podemos resolver los grandes interrogantes de la humanidad? En la
actualidad oímos hablar mucho acerca de los progresos conseguidos por la
humanidad, los tremendos avances tecnológicos, las maravillas que ha
producido la ciencia y nos golpeamos en la espalda y nos decimos: "estamos a
punto de alcanzar la perfección. Pero si echamos un vistazo atrás a la
historia nos encontramos con que los problemas realmente
importantes, aquellos con los que nos debatimos todos los días, siguen siendo
los mismos con los que se han venido encontrando hombres y mujeres desde el
amanecer de los tiempos: el problema de la guerra, de los conflictos entre
los seres humanos, los problemas del crimen, del mal, de los prejuicios.
Todos estos problemas nos han venido acompañando. Por muy atrás que
volvamos en la historia nadie ha sido capaz de avanzar en su resolución y los
seguimos teniendo, tal y como sucedía en el principio. ¿Por qué no podemos
por lo menos resolver estas cosas? ¿Por qué no somos capaces de hallar
soluciones a estos problemas? El pergamino nos ofrece la respuesta a esta
pregunta.
Annie Dillard, una de las escritoras de nuestros días, y hace
lo que considera "la principal pregunta teológica de todos los tiempos: "¿qué
demonios está pasando, que me lo expliquen? ¿Se siente usted alguna vez así?
Hay cosas que suceden en su vida y usted no las comprende y parece que no
tienen ni significado ni razón de ser. Usted se dice a sí mismo disgustado:
"¿Qué es lo que está pasando aquí? Esa es la pregunta a la que contesta el
pergamino. ¿Cómo se las arreglará Dios para enderezar todos estos líos y
cumplir la promesa de una edad dorada, para que los hombres puedan vivir en
un mundo sin guerras, sin derramamiento de sangre, sin odio, sin prejuicios,
cuando desaparecerán el dolor, la muerte y las lágrimas? ¿De qué modo
se conseguirá esto? Los hombres han estado soñando con un mundo en paz, una
utopía en la tierra, durante siglos, pero nadie ha encontrado la respuesta.
La semana pasada mi esposa se encontró en una revista
contemporánea la descripción de lo que un escritor considera el mundo
perfecto. He aquí lo que dice:
Un mundo sin tareas en el hogar. Donde no exista el abuso de
las drogas. Sin prejuicios. Una relación que funcione. Más tiempo con nuestra
familia. Una educación decente para todos. Aire y agua limpia. La píldora
para el control de la natalidad para hombres. Un coche realmente fabricado
para familias. Salud (sin que exista el SIDA). La felicidad (sin que exista la
guerra). Un lugar de trabajo de cara a la familia y la amistad. ¡Ese sería un
mundo perfecto!
Evidentemente esta persona no espera que Dios tenga mucho que
hacer a la hora de conseguir que esto suceda, pero eso es lo que han estado
esperando los hombres. Es el propósito de este pergamino desvelar la manera
en que Dios va a hacer realidad estas cosas y de eso se trata el libro de
Apocalipsis.
Juan dice que este pergamino, estaba escrito tanto por dentro
como por fuera. Los antiguos rara vez escribía en ambos lados de un pergamino
porque normalmente uno de los lados era duro y desigual y generalmente se
suavizaba uno de los lados para poder escribir sobre él. Cuando ambos lados
de un pergamino estaban escritos era indicación de un mensaje completo
e importante y es lo que parece indicarnos aquí, que lo que se dispone a
revelar, según iremos viendo, es un relato complejo y complicado y, como
veremos, eso es cierto. Se escribió a fin de indicar que no había manera
alguna de cambiarlo. Dios lo había escrito y no había posibilidad de que
nadie lo cambiase. Hay una famosa línea del Rubaiyat de Omar Khayyam que dice:
El dedo que se mueve ha escrito y habiéndolo hecho Sigue
adelante; ni toda la piedad ni la inteligencia Podrán eliminar ni media línea
escrita, Ni podrán todas tus lágrimas borrar una palabra de
ella.
Como dijo Pilato acerca de lo que había escrito en la cruz:
"lo que he escrito, escrito está y nada puede cambiarlo.
Ahora Juan oye la invitación hecha a todo el universo,
proclamada por un poderoso ángel, diciendo que si alguien puede abrir el
libro que de un paso al frente. "¿Quién es digno de abrir el libro? Es la
pregunta la que forma la base de toda la política. En cada uno de los
años electorales es eso, precisamente, lo que preguntamos ¿no es cierto?
"¿Quién es digno? ¿Quién de entre nosotros es capaz de guiarnos a fin de
encontrar soluciones a los problemas que hace siglos que tenemos? ¿Quién es
suficientemente listo? ¿Quién es lo bastante moral? ¿Quién es digno? A lo
largo de los siglos hemos contado con muchos voluntarios. Nabucodonosor, en
el Antiguo Testamento, afirmó ser capaz de conseguirlo, presumiendo de la
manera tan inteligente como había construido la gran ciudad de Babilonia,
pero no tardó su imperio en venirse abajo. Alejandro el Grande creía haberlo
logrado y a la edad de 32 años lloró porque no le quedaban más mundos por
conquistar, pero unos pocos meses después se envenenó con una bebida
y también desapareció su imperio. Julio César condujo a las legiones de Roma
por toda la faz de Europa, intentando establecer un mundo en el cual
prevaleciese la paz romana. Pero a la postre también cayó bajo el asalto de
los bárbaros del norte. Carlomagno en Francia intentó hacer lo mismo y
también Napoleón. Hitler, en sus días, pensó que estaba estableciendo un Reich
de mil años de duración que gobernaría el mundo, pero todo fracasó y fracasó
de modo espantoso.
Ni siquiera los mejores hombres entre nosotros podría
conseguirlo. Reverenciamos el nombre de George Washington y la sabiduría de
nuestro primer Presidente, pero no fue capaz de conseguir un mundo en paz. Ni
siquiera Abraham Lincoln, con su gran corazón, lleno de compasión tanto por
el norte como por el sur, pudo resolver los problemas básicos de
la humanidad. ¿A quién deberíamos añadir a la lista? He leído hace poco que
hay un movimiento por ahí, cuyo propósito es añadir a Ronald Reagan al Monte
Rushmore. No creo que lo consiga, pero ni siquiera los cuatro rostros que
allí se encuentran pudieron resolver los problemas de
la historia.
¡No es de sorprender que Juan llorase! Lloró de manera
inconsolable, nos dice, porque nadie podía quitar los sellos del libro para
ver lo que había en su interior y nadie sabía cómo hacerlo. Ninguno de los
dirigentes de la tierra tiene ni la menor idea de cómo resolver los temas
que dividen al hombre y que impiden que nos amemos los unos a los otros.
Pero Juan se entera de que el problema ya está resuelto. Los
24 ángeles, el consejo celestial alrededor del trono de Dios, conoce la
respuesta. Uno de ellos le dijo:
"Y uno de los ancianos me dijo: No llores.
He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha
venido para abrir el libro y sus siete sellos."
"El León de la tribu de Judá y "la Raíz de David son ambos
títulos judíos, que se refieren a las profecías del Antiguo Testamento, que
predicen que habría uno de la tribu de Judá y de la familia de David que por
fin gobernaría sobre la tierra y resolvería sus problemas. Por lo
tanto, estos títulos se refieren al Rey de los Judíos, el mismo título que
Pilato inscribió en la cruz de Jesús. ¡El Rey de los Judíos! El es el que
triunfa sobre su muerte y puede traer el reino de Dios al mundo.
¡Pero cuando Juan se vuelve para contemplar al León de Judá,
al que ve es al Redentor del mundo, al que mataron! "Y vi a un Cordero de
pie, como inmolado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete
Espíritus de Dios enviados a toda la tierra.
Esperaba ver a un León, pero lo que vio fue un Cordero, con
las marcas de la muerte aun sobre él. Uno de los himnos más conmovedores, que
jamás ha escrito la ciega Fanny Crosby, dice:
Le conoceré, le conoceré, como redimido junto a El estaré, Le
conoceré, le conoceré, ¡por las huellas de los clavos en sus manos! Esas
marcas de la muerte se encuentran aun en el Cordero y lo estarán por toda la
eternidad. En estos dos símbolos, el León de Judá y el Cordero como inmolado,
Juan ve la unión de dos temas que aparecen por toda la Biblia, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento. ¡Los leones son un símbolo de majestad,
de poder, de gobierno y de autoridad. Los leones conquistan, los corderos se
someten! Aquí nos presentan a Uno que conquista sometiéndose. Los símbolos
unen las promesas terrenales hechas a Israel y el llamamiento celestial hecho
a la iglesia.
Resulta extraño la cantidad de comentaristas del Apocalipsis
que pasan por alto el elemento judío que es evidente en estos símbolos y que
es sencillamente otra clave del hecho de que Israel va a volver a ocupar el
centro del escenario. Cuando el pergamino empieza a desenrollarse Dios está
llamando de nuevo a la nación para el cumplimiento final de promesas que han
estado esperando durante muchísimo tiempo, pero que nunca se han hecho
realidad. Ahora tenemos ante la vista la historia del mundo, y en este
momento la clave de esta historia es la nación de Israel, que se encuentra
por toda la Biblia. No habrá bendición final para toda la tierra hasta que
sea bendecida Israel. El apóstol Pablo lo declara de un modo muy evidente
en el capítulo 11 de Romanos donde dice: "Porque si la exclusión de ellos
resulta en la reconciliación del mundo, ¡qué será su readmisión, sino vida de
entre los muertos! Ha llegado el momento de la restauración de Israel, como
predijeron los profetas y como ve Juan en su visión. Esta unión del León con
el Cordero es la base de las novelas infantiles (y para los adultos que sean
como niños) escritas por C.S. Lewis, tituladas "Las Crónicas de Narnia.
Un león muy grande, llamado Aslan, gobierna de modo majestuoso y ruge en
triunfo, pero lo hace porque se somete a la muerte por causa de los
personajes malvados, controlados por la Bruja Blanca, pero al final el reino
de Narnia es liberado de su esclavitud al invierno y llega la primavera al
mundo. Todo ello es un uso precioso de estos símbolos.
Jesús gobernará el mundo como León de Judá y lo hará con vara
de hierro. De modo que el Salmo segundo declara: "¿Por qué se amotinan las
naciones y los pueblos traman cosas vanas? Se presentan los reyes de la
tierra y los gobernantes consultan unidos contra Jehová y su ungido....¡Yo he
instalado a mi rey en Sión, en mi monte santo! Sión es simbólica de Jerusalén
y en ella reinará Jesús con una vara de hierro y como vasija de alfarero la
desmenuzará si se resisten a ese reinado. Todo ello está anunciado en este
gran salmo profético.
Nuestro Señor reina como el León de Judá, pero si alguien es
débil y dubitativo, impotente o carente de esperanza, encontrará a un
Salvador compasivo, ¡porque este León es además un Cordero! Como Cordero de
Dios está lleno de misericordia y de gracia, pero si alguien abusa de esa
gracia y comienza a llevar una vida rebelde y desafiante, ¡que se ande con
cuidado porque este Cordero también es un León!
Según la visión de Juan, este Cordero tiene siete cuernos. Los
cuernos se refieren en las Escrituras al poder y el siete es el número de la
plenitud, de modo que el Cordero tiene todo el poder sobre la base de su
muerte. Recordemos de qué manera lo expresa en Hebreos: "Por esto también
puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios. Jesús
mismo declaró después de la resurrección: "Todo poder me es dado en el cielo
y en la tierra.
Los siete ojos nos hablan acerca de una inteligencia y un
discernimiento absolutos, por medio del Espíritu Santo, un entendimiento de
todos los movimientos conflictivos de la historia humana. Estos siete ojos
son los siete Espíritus de Dios que, como ya hemos visto, es un símbolo del
Espíritu Santo. En el primer capítulo del evangelio de Juan se dice, acerca de
Jesús que "no necesitaba que nadie le hablase acerca del hombre porque sabía
lo que había en él. El entiende a la humanidad y, por lo tanto, es digno de
tomar el libro y de quitarle sus sellos.
De modo que Juan le ve con el libro (o pergamino) con los
siete sellos en sus manos.
"Cuando tomó el libro, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante
del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas
de incienso, que son las oraciones de los santos. Ellos
entonaban un cántico nuevo diciendo:
¡Digno eres de tomar el libro y de abrir
sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has
redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. Tu
has constituido en un reino y sacerdotes para nuestro
Dios, y reinarán sobre la tierra!
Esta es la alabanza del cielo y todos los que están allí
comprenden el significado de la historia y la solución que forma parte del
programa de Dios. Cada uno de estos ancianos tiene un arpa y copas llenas de
incienso, fragancias que, como se nos dice, son las oraciones de los santos y
el Cordero inmolado es el centro de su alabanza.
El arpa simboliza la música de la creación inanimada. No solo
es que todas las criaturas del universo alabarán a Dios y se unirán a
adorarle ante él por su amor redentor, sino que la creación misma, las rocas,
los árboles, las montañas, las colinas, el mar, todo lo que hay en la tierra,
le alabarán. Muchos de los salmos reflejan esto en preciosos pasajes. De igual
modo que las cuerdas del arpa vibran en armonía, toda la creación vibrará en
una armoniosa alabanza a Dios, cada uno de sus elementos cumpliendo la
intención que Dios le había concedido en el principio.
Además los ancianos presentan las oraciones de los santos.
¡Qué interesante que el cielo entienda que nosotros, que somos los redimidos,
también contribuimos a la obra de la redención! No podemos poner el
fundamento (cosa que Jesús ha realizado perfectamente), pero contribuimos
mediante su aplicación por toda la tierra. Pablo escribe, en su epístola a
Timoteo: "Por esto exhorto, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones,
intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres....delante de Dios
nuestro Salvador, quien quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al
conocimiento de la verdad. Eso es lo que consiguen las oraciones. Cuando
usted está preocupado por una persona y ora por ella ante el trono de
Dios está usted haciendo posible una aplicación de la obra de la redención en
ese corazón humano. Esto es algo que debiera estimularnos mucho en nuestras
oraciones, porque forman parte del programa de Dios.
Y Juan nos dice que les oyó entonar un cántico nuevo. Los 24
ancianos y las cuatro criaturas vivientes alrededor del trono están entonando
un cántico que ellos mismos no han experimentado nunca. Es algo nuevo para
ellos porque, como ángeles, no han sido nunca redimidos. Han tenido que
aprender acerca de la redención contemplando de qué modo Dios aplica su
gracia a los pecadores, voluntariosos, rebeldes, desafiantes, a los hombres y
mujeres como nosotros, que quieren hacer las cosas a su manera, pero que a
pesar de ello, Dios les llama, les perdona, les restaura y les salva. Este es
el cántico que han aprendido los ángeles de los santos.
Hay otro himno que también expresa esto. No lo cantamos mucho
estos días, pero el coro dice:
Santo, santo, santo, es lo que cantan los
ángeles
Y espero ayudarles a hacer que resuenen las
cortes celestiales.
Pero cuando cantemos la historia de la redención deberán
doblar sus alas,
porque los ángeles no sintieron nunca el gozo que produce
nuestra salvación.
Este es el motivo de la alabanza celestial: ¡es la muerte de
Jesús! No su enseñanza, ni su maravillosa vida de compasión o sus milagros y
maravillas, ni su poder, sino el derramamiento de su sangre a favor de los
pecadores de todos los tiempos. No tomo nunca la copa de la santa cena sin
pensar en las palabras de Pedro: "habéis sido rescatados de vuestra vana manera
de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles
como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero
sin mancha y sin contaminación. No conozco ningún otro pensamiento en toda la
literatura que pueda derretir el corazón humano más que el concepto de que
nosotros, que merecemos la muerte, hemos sido dados vida al precio de la
sangre de Jesús. Eso es lo que hace que brote ese nuevo cántico de redención. El
antiguo cántico es uno de creación, pero el nuevo es el canto de los
redimidos.
Hay un coro que he cantado desde que era un joven creyente y
que aun canto para mi mismo cuando me enfrento con una fuerte tentación que
me atrae y me siento tentado a dejarme arrastrar por ella y es un cántico
sencillo:
Me sacó de la arcilla cenagosa.
Colocó mis pies sobre la roca firme.
Hoy puso un canto en mi ser,
¡Un canto de alabanza, aleluya!
Recuerdo claramente una escena de cuando me hice hombre, hace
50 años en la ciudad de Chicago. Era el Domingo de Pascua y yo vivía en una
pequeña habitación en el YMCA de la Avenida Norte. Me levanté antes del
amanecer, me vestí para asistir a un culto de amanecer en el Campo del
Soldado y mientras lo hacía mi vista se fijó en un himnario abierto sobre
la cómoda ante mi. Estaba abierto en un himno que dice: "Bajo la cruz de
Cristo. Leí las palabras de la segunda estrofa que decían:
Sobre la cruz de Jesús a veces mis ojos ven la forma moribunda
de Aquel que murió allí por mi; y desde mi corazón dolorido y con lágrimas
confieso dos maravillas-- la maravilla de su amor redentor y mi indignidad.
Sentí que mi corazón se derretía al leer aquellas palabras, pues era
plenamente consciente de mi propia indignidad, pero al pensar en la maravilla
del amor redentor sentí como si las paredes de aquella habitación
desapareciesen y también yo me encontrase con aquella enorme multitud en los
cielos, cantando acerca de la maravilla de la redención, del amor de Dios por
la humanidad, manifestado en la cruz.
Mientras Juan lo observa, todo el universo se ve envuelto en
la maravilla de ese amor sacrificado y oye el enorme volumen de aquel
sonido:
"Y miré y oí la voz de muchos ángeles
alrededor del trono y de los seres vivientes y de los
ancianos. El número de ellos era miriadas de miríadas y millares de millares
y decían a gran voz: "Digno es el Cordero, que fue
inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría,
la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
"Y oí a toda criatura que está en el cielo y sobre la tierra y
debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos
diciendo:
"Al que está sentado en el trono y al Cordero sea la bendición
y honra y la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
"Los cuatro seres vivientes decían: "¡Amen! Y los veinticuatro
ancianos se postraron y adoraron. Esta es claramente la base de los coros
finales del oratorio del "Mesías de Handel, que acaba con uno de los números
musicales más hermosos que jamás se han escrito. "Digno es el Cordero. Al
final todo el mundo se une en una declaración repetida "Amen, amen, amen.
Es una presentación conmovedora y lo más cerca que tenemos en la tierra a la
escena descrita aquí.
Reconocerá usted que esta es la misma escena que presenta el
apóstol Pablo en su epístola a los Efesios en la que dice: "Existiendo en
forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse;
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante
a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí
mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Y precisamente
por ello, "por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el
nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda
rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra
(las mismas divisiones que ve Juan) y toda lengua confiese para gloria de
Dios Padre que Jesucristo es Señor. Esa es la alabanza de todo el universo:
todo el mundo, no solamente los que están en el cielo y los que han quedado
en la tierra, sino los que están debajo de la tierra (una referencia a los
que ya han muerto en incredulidad y se encuentran en el infierno), el cielo,
la tierra y el infierno, todos juntos, reconocen el señorío de Jesús.
Algunos lo confesarán gustosamente porque han entendido y se han apropiado de
la muerte de Cristo para sí mismos. Otros reconocerán a regañadientes que es
realmente el Señor. Muchos que actualmente se burlan de las Escrituras, que
desprecian la Biblia y desafían las normas morales de Dios, admitirán por fin
que estaban equivocados y que han derrochado su vida, que han seguido una
quimera, una ilusión, una fantasía durante toda su vida, pero por fin se
eliminan las ilusiones y toda la creación reconoce el señorío de Cristo.
Juan contempla esta visión. ¡Es algo que aún no ha sucedido en
la tierra, pero sucederá! Cuando se abre del todo el libro de los siete
sellos, el cielo y la tierra se unirán en reconocerlo. Ese es el propósito de
toda la historia. Cada uno de los acontecimientos históricos durante todos
estos siglos está relacionado con y se mueve hacia esa meta final de la
historia.
Obliga a que examinemos la pregunta con la que nos tendremos
que enfrentarnos. Todo el que se encuentra en esta sala tendrá que participar
en esta alabanza, pero lo que hemos de preguntar es: ¿Estará usted junto a
los que confiesan gustosamente el señorío de Jesús o con los que reconocen a
regañadientes que él tiene razón y son ellos los que están equivocados? ¡Solo
usted puede responder a esa pregunta!
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