COMO ORABA JESUS
por Ray C. Stedman
Aconteció que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de
sus discípulos le dijo: --Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a
sus discípulos. (Lucas 11:1, Versión Reina Valera Actualizada)
Jesús era motivo de continuo asombro para sus propios discípulos. La vida
junto a él resultaba una interminable experiencia de gozo y de perplejidad y
ellos estaban continuamente intentando explicarse a Jesús a su propia
satisfacción. Habían viajado con él a lo largo y ancho de la tierra de Israel
y había sido como una gran campaña militar. Presenciaron incursiones en contra
de los oscuros poderes de la enfermedad, la muerte y la desesperación, por
toda la tierra y los discípulos no pudieron olvidar las poderosas
demostraciones de su poder. Recordaban la gratitud reflejada en los ojos de
los que habían estado inválidos, ciegos, enfermos, mudos y sordos, así como
de los afligidos, de los que habían sido sanados y liberados, enviados
de vuelta junto a sus seres amados. Estaban continuamente asombrados por la
sabiduría de la que Jesús hacía gala, contemplandole siempre fijamente,
preguntándose cuál sería el secreto de su sabiduría y de su poder. Cuando él
comía, dormía, enseñaba y viajaba, ellos le observaban sin cesar y aquí Lucas
nos dice, que Jesús estaba orando y cuando hubo acabado, uno de ellos
le habló. Los discípulos le estaban observando y al hacerlo de repente uno de
ellos, cuyo nombre no se menciona, cayó en la cuenta, en su corazón, de que
de algún modo aquel asombroso poder de Jesús estaba relacionado con su vida
de oración. Cuando hubo acabado, uno de ellos, hablando en nombre de todos
los discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar.
Esta es una petición muy significativa porque, sin duda, estos discípulos
debían ser hombres de oración y cuando le dijeron: "Señor, enséñanos a orar,
como también Juan enseñó a sus discípulos no estaban dando a entender que
Juan poseyese una escuela con un ministerio superior. No estaban diciendo:
"En ese ministerio ambulante que Juan lleva a cabo ofrece un curso acerca de
la oración, pero tú aún no nos has dicho nada al respecto. Lo que querían
decir era "hubo un tiempo en que algunos de nosotros fuimos discípulos de
Juan y él nos enseñaba cómo orar, pero Señor, te hemos estado observando, y
vemos que eres un maestro de la oración. Ahora bien, del mismo modo que hubo
un tiempo en que Juan nos enseñó a orar, ¿podrías tu impartirnos esa
enseñanza y descubrirnos los secretos de cómo orar? Porque al observarte, nos
hemos dado cuenta de que, de algun modo, la maravilla y el misterio de
tu carácter tienen están relacionados con tu vida de oración y ha hecho que
seamos conscientes de que sabemos realmente muy poco acerca de la oración.
Señor, ¿podrías enseñarnos cómo orar?
Si hay una oración por encima de cualquier otra, por la que sienta profundo
anhelo en mi propio corazón, es que cada uno de nosotros en la Iglesia
Peninsula Bible podamos llegar a ese punto en el que, con toda sencillez y
profundamente conscientes de nuestra gran necesidad en este sentido, clamemos
como lo hizo este discípulo, con urgencia, y digamos: "Señor, enséñanos
a orar. Porque el hecho crudo y duro es que realmente no tenemos ni idea de
cómo orar, ni como individuos ni corporalmente, como iglesia y la prueba de
que no sabemos hacerlo está en la gran cantidad de personas que tenemos a
nuestro alrededor que desfallecen. En nuestros anteriores estudios acerca de
la oración, nos encontramos con las palabras de nuestro Señor, en el sentido
de que es preciso que los hombres oren y no desmayen. Es decir, o bien oramos
o desmayamos, una de dos. El dijo que la vida acontece de tal manera que los
hombres o bien descrubren el poderoso ministerio de la oración o se dejan
arrastrar por el desanimo y la frustración de una vida debil, carente de todo
poder, inútil y sin fruto. Y la evidencia de que las personas no están orando
la hallamos en el desfallecimiento que abunda entre nosotros, el desanimo, la
ansiedad, el temor, la culpabilidad y desesperación, en ese pátetico ir a
tientas, a la deriva, que hallamos en muchas vidas.
Sé que existen honrosas excepciones, en este sentido, y le doy gracias a
Dios por ellas, y que hay algunos entre nosotros que hemos aprendido algo
acerca del fortaleciente ministerio de la oración en la vida individual, algo
perfectamente evidente. Hay aquellos que poseen un gozo y un brillo en su
existencia que resulta imposible negar, que se enfrentan con cada
circunstancia con ese triunfo imponente e irresistible, que caracteriza la
auténtica fe cristiana, y el ministerio de la oración es muy evidente en sus
vidas, pero debemos admitir que también son muchos los que se sienten
desfallecer, tanto entre la juventud como entre las personas de mas edad y
esto demuestra una considerable falta de la auténtica oración. Existe una
extraña resistencia a participar activamente en lo relacionado con el
ministerio y el servicio, un temor a atrevernos a hacerlo y a arriesgar
nuestras vidas en alguna empresa o un ministerio que precise un compromiso
por nuestra parte. Existe un patético esfuerzo por defendernos a nosotros
mismos, en este sentido, por excusar nuestra falta de deseo, por no estar
dispuestos. Una vez mas, existen honrosas excepciones también en este caso, y
le doy gracias a Dios por ellas, pero entre nosotros la falta de oración
sigue siendo evidente.
La prueba de que no oramos como un cuerpo, como iglesia, es el debil
rendimiento en este sentido. Debo confesar que no lo entiendo, pero parece
existir una conspiración silenciosa por evitar las reuniones de oración.
Estoy hablando con toda sinceridad, pero hay algo que debo añadir a fin de
aclarar que no es mi intención, ni mucho menos, herir a nadie. No es
mi intención machacaros, acusar o criticar severamente a nadie desde el
púlpito. No pretendo crear una especie de asistencia obligatoria a las
reuniones de oración, aunque en ocasiones he sentido el deseo de hacerlo,
pero debo afrontar un hecho ineludible y es que si, en este sentido de vital
importancia, nosotros los que somos cristianos estamos fallando, es
sencillamente porque aún no hemos visto lo que es la oración y el papel que
representa en la vida cristiana. De algun modo el enemigo ha cegado nuestros
sentidos y ha empañado nuestros ojos, para que no podamos ver esto con toda
claridad. Es con la esperanza de que estos mensajes puedan ayudar a cubrir
esa falta y aclarar esta necesidad, por lo que he creado esta serie acerca de
la oración. Me gustaría pedir que cada uno de nosotros se uniese a este
discípulo, al que no se menciona por nombre, que clamemos con desesperación,
con verdadero anhelo, con nuestras vidas carentes de poder, y que digamos:
"Señor, enséñanos a orar.
Hay algo que resulta inmediatamente evidente. Cuando pronunciamos estas
palabras, con corazones sinceros, hemos dado ya el primer y el mas importante
paso por descubrir el poder de la oración. Cuando decimos "enséñanos a orar
lo estamos haciendo por un sentido de necesidad y la oración no es otra cosa
que la expresión de la necesidad humana a un Padre anhelante. La oración es
el clamor de un hijo amado a un Padre, que tiene un corazón de padre, que
está dispuesto a derramar todo cuanto tiene para darnos, y cuando hacemos esta
oración: "Señor, enséñanos a orar estamos clamando por un sentido de
necesidad.
Cuando llegue el momento examinaremos lo que dijo nuestro Señor a estos
discípulos en respuesta a su petición, pero por el momento baste con
preguntar: "¿qué es lo que vieron ellos en la vida de Jesús como para que
hiciese brotar ese clamor de sus corazones? ¿Qué fue lo que les impresionó al
contemplar a Jesús orando y lo que les convenció de que su vida de
oración, su asombroso poder y sabiduría estaban de algun modo
relacionados?
En primer lugar fueron testigos de que, en el caso de Jesús, la oración era
una necesidad. Era algo mas que una costumbre ocasional por su parte, era una
costumbre de toda la vida, era una actitud de mente y corazón, era el
ambiente en el que vivía, era el aire mismo que respiraba. Todo cuanto hacia
tenía su origen en la oración y oraba literalmente sin cesar. El apóstol
Pablo nos anima a orar sin cesar y al contemplar estos discípulos a Jesús
vieron que oraba, efectivamente, sin cesar. Es evidente que no siempre era
una oración formal, que no se arrodillaba cada vez, aunque lo hacía en
ocasiones. No se ponía en pie, con la cabeza inclinada, en una actitud de
oración continua. De haberlo hecho, como es natural, no habría
conseguido hacer nada, pero lo sorprendente es que pudo mantener una vida de
oración en medio de un ministerio increiblemente activo y resulta realmente
asombroso la cantidad de cosas que pudo llevar a cabo en tres años. Se vio
sometido, como muchos de nosotros, a una vida de increible presión y de
continuas interrupciones y nunca se propuso hacer algo sin que le
interrumpiesen. Al llevar a cabo su ministerio tuvo que enfrentarse con una
creciente oposición, continuamente acosado y haciendo constantemente frente a
la resistencia al curso que estaba llevando, incluso por parte de sus propios
discípulos. Pero, en medio de una vida increiblemente ocupada y de tremenda
presión y continuas interrupciones, estaba en constante oración. Estaba orando
en espíritu al mismo tiempo que sus manos estaban ocupadas sanando, daba
gracias mientras partía el pan y alimentaba a los cinco mil. Junto al
sepulcro de Lázaro dio gracias al Padre abiertamente, antes de pronunciar
aquellas palabras "¡Lázaro, ven fuera! (Juan 11:43), con una dramática
manifestación de poder. Cuando vinieron los griegos, queriendo ver a Jesús,
le dieron el mensaje y su respuesta inmediata fue una de oración "Padre dijo,
"glorifica tu nombre (Juan 12:28a). Había una continua sensación de
anticipación por su parte, sabiendo que el Padre estaría obrando por medio de
él y, por lo tanto, estaba todo el tiempo en actitud de oración.
Este es el secreto de la oración y de una vida de oración. Es prácticar
esta constante actitud de expectativa, que significa que no estamos nunca
demasiado lejos del pensamiento de que Dios está obrando en nosotros tanto el
deseo como la capacidad para hacer su buena voluntad. Como es lógico, esto es
algo que pudo hacer porque creía en lo que predicaba y decía
continuamente "el Hijo no puede hacer nada de sí mismo (Juan 5:19). Esas no
eran (sencillamente) palabras y no estaba pronunciando frases piadosas, como
hacemos nosotros con frecuencia. No estaba intentando causar una buena
impresión a los que le rodeaban, sino que estaba diciendo algo que los dejó
asombrados, pero a pesar de ello, lo dijo de corazón "el Hijo no puede hacer
nada de sí mismo.
Yo nunca dejo de asombrarme ante esta afirmación tan chocante. Piense el
lector en el Hijo de Dios, el Hombre perfecto, el hombre que cumplía continua
y adecuadamente toda la expectativa de Dios para con los hombres, que era un
continuo deleite para el corazón del Padre, que hacía siempre lo que le
complacía y, pregúntese a sí mismo, ¿hasta qué punto contribuyó, como hombre,
al extraordinario programa de su poder y sabiduría, que ocuparon tres años
de ministerio? La respuesta es nada, ¡absolutamente nada! No hizo nada porque
"el Hijo no puede hacer nada de sí mismo. El afirmó repetidamente que eso era
cierto. "el Padre que mora en mí hace sus obras (Juan 14:19b). Y de este
sentido consciente y constante de la necesidad surgió la continua actitud de
oración, una continua expectativa de que si había algo que era preciso
llevar a cabo el Padre lo haría. Eso era, precisamente, lo que se hallaba en
el fondo de su su asombrosa vida de oración y lo que revela que para él la
oración era una absoluta necesidad.
He ahí nuestro problema, pues adoptamos una inexplicable actitud de
autosuficiencia. Ya sé que hay momentos en que somos muy conscientes de
nuestra incapacidad y de nuestra necesidad y estamos dispuestos a orar.
Cuando usted se siente deprimido o se encuentra ante una circunstancia que le
exige demasiado o se siente abrumado por una catástrope inesperada,
su primera reacción, la que se produce de manera automática, es la oración.
¿Por qué? Porque tiene usted sentido de su necesidad, sabe que necesita ayuda
y la oración es la reacción inmediata en esos momentos, pero pensamos que
esta es una acción de emergencia, reservada para esas ocasiones en que nos
encontramos bajo una gran presión o estres porque durante el resto de nuestra
vida nos sentimos perfectamente competentes y nos decimos: "hay muchas cosas
que puedo hacer por mi mismo. Oraré cuando necesite ayuda, pero el resto del
tiempo me las puedo arreglar solo. El secreto de la vida de Jesús es que
nunca dijo eso y no se le ocurrió pensarlo ni una sola vez. Nunca se dijo a
sí mismo: "mi capacitación, mis antecedentes, mis conocimientos, la habilidad
que me ha dado Dios como hombre, me hacen que sea competente para hacer
ciertas cosas por mi mismo, pero para el resto dependeré del Padre. No, él dijo:
"el Hijo no puede hacer nada de sí mismo. ¡Absolutamente nada!
En una ocasión nuestro Señor le estaba hablando a una gran multitud.
Mientras hablaba la multitud le apretaba en la orilla del lago y resultó tan
numerosa que ya no se le veía ni oía con facilidad. Entonces se volvió a
Pedro, que estaba sentado en la barca a la orilla del mar, y le dijo que
remase un poco hacia el interior. Jesús subió a la barca, Pedro remó unos
cuantos metros hacia adentro, donde al Señor se le podía ver y oir mejor, y
continuó hablando. Imaginese de qué modo debió reaccionar Pedro en esa
situación. Por fin podía hacer algo por su Señor, era su barca y el Señor era
su invitado. Pedro lo sintió, consciente de que podía hacer algo por el
Mesías. El Señor había hecho tanto por él que, sin duda, Pedro debió de
regocijarse por esa oportunidad de hacer algo que el Mesías necesitaba y sin
lo cual no podría haber llevado a cabo su ministerio, pero cuando nuestro
Señor acabó su discurso ese día y mandó dispersar a la multitud, había algo
mas que tenía que hacer con Pedro.
Se volvió hacia él y le dijo: "Boga mar adentro (Lucas 5:4), es decir, boga
hacia la parte mas profunda del lago y cuando Pedro remó hasta el centro del
lago el Señor le dijo: "echad vuestras redes para pescar (Lucas 5:4b) Pedro
le miró sorprendido y hasta nos podemos imaginar esa expresión de
incredulidad en su rostro y oir el tono condescendiente en su voz al decirle:
"Maestro, toda la noche hemos esforzandonos y no hemos pescado nada. (Lucas 5:5)
Es evidente que lo que estaba pensando debio ser algo como: "Señor, sé que
eres un gran maestro y no hay duda de que sabes hablar mucho mejor que yo a
los hombres, eres un hombre extraordinario y de gran poder, posees una
increible sabiduría y evidentemente conoces los secretos acerca de los cuales
nosotros nada sabemos, pero Señor, cuando se trata de la pesca estás hablando
con todo un experto. Si quieres saber algo acerca de la pesca con mucho gusto
te enseñaré. Después de todo, Señor, me he criado en este lago, he estado
aquí toda mi vida. Sé dónde hay peces y donde no hay, sé donde pican y donde
no pican. Señor, he estado pescando toda la noche y no he cogido
absolutamente nada. Mira, Señor, sigue mi consejo, tú dedicate a predicar y
dejame a mi la pesca.
Pero el Señor le contestó: "Pedro, echa la red y sacarás. Algo en su tono
debió ser irresistible porque Pedro le respondió: "por tu palabra echaré la
red. De modo que la echó al agua y recogió una gran cantidad de peces, de tal
manera que la red comenzó a romperse al intentar meter el pescado en la
barca. Al meter Pedro todo aquel pescado en el fondo de la
barquita, encontrandose allí, en pie, con el pescado hasta la altura de sus
rodillas, alzó la vista a su Señor con doloroso asombro y le dijo: "¡Apártate
de mi, Señor, porque soy un hombre pecador! (Lucas 5:8) ¿Qué quiso decir? Lo
que quería decir era: "Señor, ya entiendo lo que quieres decir, me doy cuenta
de que incluso en aquellos aspectos de mi vida en los que me
siento perfectamente competente, te necesito.
No cabe duda alguna de que eso es, precisamente, lo que nos está enseñando
nuestro Señor. Es algo que debemos aprender, que no hay ninguna actividad en
la vida que no requiera la oración, es un sentido de expectativa ante lo que
Dios está obrando. ¿No fue acaso eso lo que sintió este discípulo (puede que
incluso fuese Pedro) al contemplar al Señor orando? Sabia que para sí mismo,
la oración no era otra cosa que una opción y oraba cuando le parecía, cuando
lo consideraba necesario, pensando que la oración había sido diseñada solo
para casos de emergencia, para los "grandes problemas de la vida. ¿No
necesitamos comenzar precisamente ahí? Esta llamada telefónica que me
dispongo a hacer, no podré hacerla bien a menos que la encomiende en oración.
No tendrá nunca el efecto que debiera tener a menos que mi corazón mire a
Dios y diga: "habla por medio de mi en esta situación. Esta carta que estoy a
punto de escribir, esto que estoy escribiendo a máquina, ¿cómo podré hacerlo
bien, cómo podré realizar mi ministerio a menos que te mire a ti, Señor, para
que lo hagas por medio de mi? "El Hijo no puede hacer nada de sí mismo. (Juan
5:19) Esta entrevista que voy a realizar, este plano que tengo que hacer para
mis estudios, este informe que debo entregar mañana, esta habitación
que estoy barriendo, este camino que debo seguir, este juego en el que me
dispongo a participar. Todas ellas son interminables necesidades de las que
brota la oración.
Alguien le preguntó a una querida hermana, que trabajaba como criada, cuál
era su método de oración y respondió:
"No sé nada acerca de un método, sencillamente oro de la
siguiente manera: cuando lavo la ropa oro diciendo: Señor,
lava mi corazón y dejalo bien limpio., Cuando plancho, le digo: Señor, dale un
planchazo a todos esos problemas que yo no soy capaz de
resolver., Cuando barro el suelo, le digo: Señor, barre
todos los rincones de mi vida, de la misma manera que
barro yo este suelo.
Esa es la verdadera oración.
La segunda cosa que vio este discípulo en Jesús fue que la oración no solo
era necesaria, sino que era además algo perfectamente natural; no había la
mas mínima lucha por su parte a la hora de orar, no tenía que obligarse a sí
mismo porque para él la oración no era un acto de autodisciplina o de
obligación. Para él no fue nunca una obligación, sino un deleite. Ahora
bien, eso no significa que nuestro Señor no necesitase tiempo para orar, ni
que no tuviese que hacer tiempo para la oración en su programa. Tenía que
tomar decisiones entre otras cosas que exigían que les dedicase un tiempo y
que amenazaban con privarle de ese tiempo para la oración. En algunas
ocasiones pasaba horas y hasta noches enteras en oración.
Ocasionalmente, cuando las multitudes resultaban demasiado numerosas y le
exigían demasiado se escabullía. Lucas deja constancia de este hecho en el
evangelio de su mismo nombre, contando que se reunió una gran multitud con el
fin de escucharle, pero él se apartó y se fue a un lugar desierto
a orar.
No cabe duda alguna de que habría ocasiones en las que se sentiría cansado
y presionado y el orar no le resultaría la cosa más fácil del mundo en esas
circunstancias. Una vez, estando en el huerto de Getsemaní debió sentirse, al
igual que sus discípulos, cansado y soñoliento, emocionalmente y fisicamente
agotado, pero mientras ellos dormían, él oraba, como si aparentemente para
nuestro Señor no fuese un problema. No experimentó ningun sentimiento
de desgana ni sintió que fuese un requisito con el que tuviese que cumplir.
No da la impresión de que en ninguna ocasión tuviese que obligarse a sí mismo
a dejar otra cosa que estuviese haciendo a fin de poder orar. ¿Por qué no?
Porque, una vez mas, sus acciones tenían su origen en un sentido irresistible
de necesidad. Sencillamente se enfrentaba con el hecho de que sin
esta relación lo que hacía sería una pérdida de tiempo y aunque dedicase
horas enteras a la actividad, no lograría nada y, de ese sentido profundo y
urgente de continua necesidad, de su plena consciencia de que no era mas que
un canal vacio, una vasija mediante la cual el Padre realizaba la obra,
surgió esta continua oración.
A ese punto es al que tenemos que llegar, ¿no es cierto?
¡Lo que precisamos es tener un sentido de la necesidad! Si le ofrecemos un
bocadillo a un hombre que acaba de llenarse con una abundante comida tendrá
usted que valerse de su mas refinado arte de persuasión para conseguir que lo
acepte y si lo coge lo hará solo por educación y en cuanto usted le dé la
espalda se deshará de él detrás del sofá. ¿Por qué? Porque no tiene la menor
sensación de necesidad. Aunque pueda sentirse obligado a aceptarlo, no lo quiere
en realidad y no tiene el menor valor para él, pero intente ofrecerle un
bocadillo a un adolescente hambriento. ¡Y tendrá usted que preparar un
segundo antes de que coja el primero! De modo que la oración de Jesús era tan
necesario como el alimento e igualmente natural.
En ocasiones para él no era otra cosa que acción de gracias. Tenemos una
oración así en el capítulo 10 de Lucas, versículo 21:
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu
Santo y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos y las has
revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce quien es
el Hijo, sino el Padre; ni quien es el Padre, sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. (Lucas
10:21-22)
El estaba siempre dando gracias, siempre estaba diciendo: "Gracias, Padre.
Gracias por las circunstancias en las que me has colocado, gracias por lo que
has planeado hacer al respecto, gracias por la victoria que obtendremos por
medio de las circunstancias, gracias por las necesidades que están siendo
suplidas. Al partir el pan para alimentar a los cinco mil elevó los ojos al
cielo y dijo: "gracias, Padre (Mat. 14:19). Durante la Ultima Cena, mientras
estaba reunido con los suyos, en el aposento alto, tomó la copa y cuando hubo
dado gracias dijo: "tomad, comed (Mat. 26:26; Mar. 14:22) y a lo largo de
toda su vida la oración fue una expresión de gratitud.
En otras ocasiones la oración era su manera de pedir consejo al Padre.
Cuando se dispuso a escoger a sus discípulos se nos dice que pasó toda la
noche anterior en oración. ¿Qué estaba haciendo? Estaba buscando y recibiendo
iluminación y guía de parte del Padre. Sabía que su propia sabiduría era
inadecuada para esta labor, de modo que se expuso sencillamente al consejo
del Padre, y juntos repasaron la lista y hablaron acerca de cada uno de
aquellos hombres. Mientras hablaba con el Padre acerca de ellos sintió una
profunda convicción en su corazón y se dijo "este es el escogido y cuando
hubo acabado escogio a los doce, incluyendo a Judas.
La oración representaba con frecuencia intercesión para Jesús. Tenemos el
gran relato sobre ello en Juan 17, esa poderosa oración mediante la cual
pidió por cada uno de los once apóstoles y por medio de ellos por toda la
iglesia en todas las épocas. "Pero no ruego solamente por estos dijo, "sino
también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos.
(Juan 17:20) Oró por Pedro en su hora de desilusión y derrota, cuando se le
hundió el mundo, en aquellas oscuras noches en que negó al Señor, durante las
cuales salió y oró amargamente. El Señor le había conocido con anterioridad y
le había dicho: "Pedro, yo he rogado por ti, para que tu fe no falle. (Lucas
22:32). Tanto Judas como Pedro negaron a su Señor aquella noche, pero la
diferencia fundamental entre Judas y Pedro era que el Mesías había orado por
Pedro, además de que oraba por los niños e intercedía por ellos ante el
Padre. Y finalmente, su gran oración de intercesión la pronunció en la cruz
sangrienta con los brazos extendidos, orando mientras atravesaban su carne
con los clavos. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas
23:34).
Además, la oración era, sobre todo, comunión para Jesús. Oró estando en el
Monte de la Transfiguración y, mientras sus discípulos le contemplaban, fue
repentinamente transfigurado ante ellos. Mientras oraba, su rostro se
transformó y sus vestiduras se volvieron blancas y resplandecientes. Mediante
la oración experimentaba una comunión tan rica que la gloria del Padre, que
moraba en él, atravesó la tienda en la que se ocultaba y, como dice Juan: "vimos
su gloria, como del Unigenito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan
1:14)
Oró estando en el huerto de Getsemaní y experimentó una verdadera comunión
en una hora de profunda angustia de corazón, al fin de la cual apareció el
ángel que le fortaleció y le sostuvo en medio de las presiones que estaba
afrontando. Siguiendo el curso de la vida de oración de Jesús podemos ver lo
que vio este discípulo, cuyo nombre no se menciona. Para él todo era
tan necesario, tan sencillo y tan natural.
Entonces, ¿por qué nosotros nos debatimos de tal modo?
¿Por qué, de repente estamos tan ocupados, cuando se menciona el tema de la
reunión de oración? ¿Por qué estamos piadosamente a favor de la oración en
general, pero nos resistimos perversamente cuando se la menciona en concreto?
Es posible que hasta en estos momentos el enemigo nos esté ransmitiendo en
voz baja dos ideas muy astutas acerca de la oración:
1. ¿Acaso no nos está diciendo, al menos a algunos de nosotros: "claro que
Jesús oraba de ese modo, pero acaso esperas tú vivir como él lo hizo? ¿Crees
en serio que puedes alcanzar el nivel que alcanzó el Hijo de Dios? ¿Acaso no
es evidente que semejante clase de vida está muy por encima de ti? Después de
todo, tú no eres mas que un cristiano sencillo y corriente. Aquí
en Peninsula, en 1964, veinte siglos después de que Jesús orase, ¿crees tú
que puedes orar de ese modo? De la misma manera que el resto de las cosas que
nos dice el demonio, esta es una asquerosa mentira, porque el Señor Jesús
dice: "Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, (Juan
6:57). "Como me ha enviado el Padre, así también yo os envió a vosotros.
(Juan 20:21b). De igual modo que él vivía conforme a la fortaleza de su
Padre, nosotros debemos vivir conforme a la fortaleza del Hijo, manteniendo
exactamente la misma clase de relación.
2. El enemigo nos está diciendo de nuevo: "Bueno, la verdad es que Jesús
oraba como lo hacía porque tenía una sensación continua de necesidad. Ya
sabes que es fácil orar cuando se tiene una necesidad, así que ora cuando te
sientas necesitado, pero no te molestes en hacerlo, a menos que experimentes
esa sensación de necesidad. Una vez mas esa es una indicación engañosa,
que suena muy piadosa, pero que en realidad incorpora lo que se ha convertido
en una extendida filosofía sobre la oración, que consiste en decir que es
preciso seguir nuestros sentimientos. O, en otras palabras, no te molestes en
caminar por fe. La fe depende de los hechos, y el hecho que Dios nos revela
es que, tanto si sentimos la necesidad como si no la sentimos,
estamos necesitados. Tanto si nos damos cuenta como si no, tanto si nos
sentimos autosuficiente como si no es así, no lo somos. Estamos continuamente
necesitados y debemos de contar por el momento y constantemente, con la vida
del Señor Jesús que mora en nosotros para darnos la
fortaleza necesaria.
La verdad es, como hemos estado sugiriendo hasta aquí, que estamos siempre
necesitados, tanto si somos conscientes de ellos como si no. Cuando pensamos
que todo va bien, que no necesitamos la ayuda de Dios y que tenemos la vida
bajo control, somos víctimas de un engaño satánico, de una fantasia, de una
imaginación que al final nos traicionará y nos sumirá en la confusión. Lo
cierto es que la vida solo está bajo control cuando nuestra actitud es como lo
era la de Jesús, es decir, de continua necesidad y de constante expectación.
Dios es siempre igual, y sobre esa gran roca inconmovible de fe descansa
continuamente y está continuamente buscando un suministro continuo. Nosotros
debemos de estar continuamente tomando porque él está continuamente dando. El
dar es su obra y la nuestra recibir.
Por lo tanto, la oración debe ser nuestra vida y nuestra respiración, de
modo que nadie necesite animarnos a orar ya como nadie tendría que animarnos
a que respiremos o a que comamos. Sabemos que debemos de orar.
Hace aproximadamente una semana me encontraba en el Lincoln Memorial en
Washington D.C., que es mi lugar favorito en Washington. Leí una vez mas esas
asombrosas palabras grabadas en las paredes del Memorial, del discurso de
Gettysburg, que pronuncio Lincoln y en el otro lado, su segundo discurso
inaugural. Las palabras del segundo discurso inaugural me
conmovieron profundamente y produjeron un gran impacto en mí porque se
parecen mas a las palabras de un sermón que a las de un discurso político.
Hay muchas referencias a Dios, en su breve esfera de acción. Me hizo recordar
que cuando Lincoln llegó a la presidencia no era cristiano, él mismo lo dijo.
Pero al caer sobre él el terrible peso de su responsabilidad y al sentir en su
corazón el sufrimiento de la guerra, dijo al pronunciar su discurso en
Gettysburg, que al caminar entre las sepulturas de los soldados, fue de
repente consciente de que necesitaba un Salvador. Mas adelante dio testimonio
personal, diciendo que fue precisamente allí cuando se convirtió. Lincoln
aprendió a orar, y para él el propósito de la oración no era conseguir que Dios
hiciese lo que el hombre quisiese, sino colocar al hombre en el lugar en el
que pudiese descubrir los propósitos de Dios y experimentar la fortaleza de
depender de los brazos eternos. Lincoln dejó este testimonio acerca de la
oración. Dijo: "Muchas veces he sentido la necesidad de caer de rodillas ante
la poderosa convicción que no tenía ningun otro lugar a donde ir. Mediante
la fortaleza de esa continua confianza en Dios, se convirtió en uno de los
más grandes presidentes de la nación.
Oración
Padre, ¿qué podemos decir en esta hora, sino clamar como
lo hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos a orar.
Muestranos nuestra necesidad. Arranca este velo de
nuestros ojos que nos hace creer que somos
autosuficientes. Liberanos de este engaño satánico, de
esta extendida filosofía de que nuestro conocimiento, nuestros estudios,
nuestro adiestramiento pueden ser unos antecedentes
adecuados para llevar a cabo nuestra actividad. Danos mas
bien, este sentido consciente de dependencia, haz que nos
demos cuenta de que nada de lo que podamos hacer tendrá
ningun valor aparte de la dependencia en ti, que lo que no
es oro, plata ni piedras preciosas no es mas que madera, paja
y hojarasca. En el nombre de Jesús, amen.
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