El
silencio:
Ninfa Duarte
Para la mayoría de la gente, es un
espacio que molesta, es un vasto campo que debemos llenarlo con cosas, amoblarlo
con palabras, con música estridente, con reuniones, con fiestas. No lo vemos como un consejero, un
confidente, un amigo de las cosas buenas, como nuestro verdadero Yo. Lo espantamos, porque hablar es lo mismo
que olvidar o convencerse de que no hay problemas; con palabras disfrazamos las
preocupaciones o las eludimos.
Hay silencios que nos obligan a
penetrar en nuestro interior y eso molesta. Silenciamos las cosas porque nos
aterra hablar de ellas. Silenciar no es arreglar nada. Es más bien eludir la
realidad antes que enfrentarlas.
Recuerdo las palabras de mi padre al
respecto:
- Ven hija, siéntate y hablemos.
Mírame a los ojos y háblame desde tu corazón... ¡cómo olvidarlo!! Y al terminar venía
siempre, el abrazo y el silencio. Cada uno en su
cuarto.
¡Qué sabio mensaje podemos captar
en el silencio! Tengo tiernos
recuerdos de esos encuentros en que todo se solucionaba, después de escuchar la
voz de mi interior y reconocer el error.
Hay cosas que no se compran. El
silencio no se compra, existe en nosotros, sólo si nosotros lo hacemos, si
modelamos los caminos que nos llevan a él. En silencio, el aliento de Dios
prepara la creación, es como decir, el silencio es el umbral de la existencia
misma. El silencio precedió por muchos siglos a la Creación, y ésta fue
maravillosa, incomparable.
El silencio no es estar callados
solamente. Se calla de afuera para adentro, esto es
silenciar.
Hago silencio de palabras o ruidos,
cuando me pongo en condiciones de escuchar mi voz interior. Primero me callo,
luego me propongo, respiro profundamente, me aíslo de los ruidos de afuera,
espanto las imágenes que me rodean y voy penetrando donde no hay intromisiones y
me dispongo a escuchar, con mi oído mental, con el oído del corazón, allí está
la verdad. No mi verdad, sino la verdad universal y yo sentada para ver dónde me
instalo.
Es un momento intenso y
gratificante. Es el único momento en que uno se encuentra con Dios y consigo
mismo en una dimensión interpersonal. Es la hora de lo definitivo, de lo real,
de lo que quedará plasmado en el libro de la vida. Aunque no nos propongamos,
Dios hace ese momento en nuestras vidas, es la oportunidad que nos regala para
encontrarnos y encontrarlo. No pasemos por alto su llamado. Puede no
repetirse.
Hoy es el momento del silencio con
Dios!!
