Asunto: | [brisasrenovadoras] TEORIA DEL ENTUSIASMO | Fecha: | Sabado, 14 de Abril, 2007 00:12:44 (-0300) | Autor: | marias carla sobral <mariascarlas @.........ar>
|
Teoría del entusiasmo Entusiasmarse, según Alejandro
Rozitchner, es dejarse ir, ejercer la libertad. Es la posibilidad más saludable y
plena, la felicidad en la Tierra. En función de esta idea, se esboza una
contraposición de actitudes posibles, en que el entusiasmado es quien gana la
partida. El entusiasmo es fuerza proyectada, libre, que corre como el
agua de un río. La persona entusiasmada es ella misma un cauce. O el río es la
vida y la persona
entusiasmada un bote, una lancha o una balsa, que avanza llevada según el
estilo de su querer. Con el entusiasmo se navega, se viaja, se avanza, se logran
las metamorfosis que realizan la existencia. El entusiasmo es un
desarrollo, un despliegue, una secuencia, una línea de acción. El entusiasmo es
un estar colocado en un cierto nivel de circulación de la energía o de las ondas
invisibles del sentido, que nos transforma y empuja. El entusiasmo puede
representarse con la sensación de estar adentro de las cosas. Es un
estar adentro de todo ocasionado por el mero hecho de estar involucrado de manera
especial con algo. Es un algo que te da mucho, un mucho que se reproduce en los destinos
en donde la atención propia puede ubicarse, como si las cosas que vemos
estuvieran conectadas por el otro lado, por el lado de adentro, el que no se
ve. Entusiasmarse es dejarse ir, ejercer la libertad. Estar entusiasmado es
la posición más saludable y plena, la felicidad en la Tierra. El entusiasmo es
una acción en donde los movimientos se enhebran con gracia, en donde uno se
siente arrastrado por una fuerza no intencional, pero a la que reconoce como
particularmente propia. Uno es en el entusiasmo, logra identidad a través
suyo. El entusiasmo no es más que el ser surgente, el ser géiser que emana del
verdadero sí mismo que buscamos en nosotros, del intenso, del animoso, ese
intermitente y
escurridizo. El verdadero es el personaje principal de la novela
personal que llevamos dentro. El verdadero aparece con el entusiasmo para
desaparecer enseguida, borrado de la conciencia por las mil cosas más
interesantes y concretas que el entusiasmo trae. El verdadero existe si uno logra
olvidarse de sí y meramente ser, y se traba y molesta cuando lo perseguimos
mucho. Uno no puede entusiasmarse con cualquier cosa. Ese no puedo
esperar, ese querer más, ese estar metido en algo no puede darse sino alrededor
de determinados temas o experiencias. Cada uno tiene ámbitos en los cuales el
entusiasmo es posible y ámbitos en los que jamás podría producirse; uno no elige
de qué gustar. La tarea es más bien captarse, ser capaz de detectar y
meterse en esas zonas del mundo
donde nos vemos llevados a participar. Nuestros distintos intereses son las
puertas por las que podemos entrar en distintos mundos, semillas del entusiasmo
que crecen hasta ser plantas enteras si abonamos y regamos su despliegue
problemático. Porque el entusiasmo tiene sus problemas, no por ser una
sensación feliz deja de arrastrar su complejo lastre, que no es otro que el
nuestro. ¿Por qué es difícil entusiasmarse? Porque hay que pasar en limpio
al ser, volcarlo en el mundo. El escudo crítico se desvanece, debe ser suplantado
por una operatoria de las ganas. Eso es lo que lo hace también tan criticable, al
entusiasmo. ¿Te volviste loco? ¿Estás copado con esa idiotez? Digámoslo rápido
para que no se escape: una sociedad funciona mejor cuando la gente se copa con
idioteces y no cuando estamos todos asustados mirando el centro que se
hunde. No debería haber llegado a tener un centro tan importante, no tendríamos
que habernos desecho de nuestros poderes personales para entregarlo todo a los
oficiantes. El canchero es el enemigo del entusiasmo. El entusiasmo es
candidez, disfrute de lo mínimo. Cualquier mirada torva puede describirlo como un
énfasis superfluo. El canchero está de vuelta, conoce hasta lo que no
conoce, explica las cosas reduciendo rápidamente las rarezas del mundo a una
serie de simplezas acostumbradas. El canchero sobra, el entusiasta está en
un estado de apertura que admite y se sirve de la vulnerabilidad que no necesita
eludir. El entusiasmo no es un estado de extremo cuidado, de extremo rigor, es
una participación que se deja vivir. En vez de una moral del sacrificio, una moral del entusiasmo,
que entienda que aun para el trabajo es necesario entrar por la vía del darse
gusto y no del someterse o dejarse de lado. La moral del entusiasmo exigiría que
uno se lleve siempre consigo, que no pueda fácilmente despojarse de las
características y los gustos personales para volverse formal. Llevarse a todas
partes, estar de entre casa, ponerse cómodo. La otra contrafigura del
entusiasmo es el depresivo, el desapasionado, el indiferente. ¿Existirá alguien
al que no le interese nada? Sí, los hay, gomas desinfladas. La posibilidad del
entusiasmo se origina en la existencia de una energía amorosa inicial con la que
hemos o no hemos sido cargados. Sin embargo, muchos desinflados tienen que
mantener su indiferencia haciendo fuerza. No están desprovistos de fuerza de
base, tal vez no tienen la suficiente para aceptarse, y
gastan la que poseen en contener el interés que podrían expresar. El interés
lanzado al mundo hace que uno corra muchos peligros: que sea visible, tal vez
mirado con sorna, o envidiado, o querido –otro riesgo–, o incluso puede pasar que
uno llegue a proponerse cosas que no logre y quede en evidencia. El
fracaso es un más acá del entusiasmo, porque el entusiasmado obtiene su paga en
el proceso y no sólo en el resultado. Eso es el entusiasmo, precisamente, una
complacencia en los caminos que transita una determinada actividad. El fracaso es
una figura del desinflado, con la que expresa el temor de entregarse a su
entusiasmo contenido o posible. El verdadero fracaso es no superar el temor.
¿Fracasar es que otro/a te diga que no, que algo salga mal? No, fracasar es no
haberlo intentado, no haberse animado a tratar. El entusiasmo es un
intento que ya salió bien. Un entusiasmo es una vida: nace, crece, se reproduce
y muere. Malditos seamos todos los que alguna vez hemos creído que un entusiasmo
no era verdadero por el hecho de haberse agotado. No es cierto que el entusiasmo
sea constante y permanente, es más bien cambiante y oscilatorio. Es cierto que la
inconstancia puede nacer en las normales incapacidades del sujeto de entregarse
al correr de sus emociones, del susto o de los peligros, reales o inventados.
Pero también es cierto que el entusiasmo bien vivido tiene sus límites y sus
finales. El asunto está en saber distinguirlos, sintiéndolos y pensándolos.
El entusiasmo es un amor por las cosas, un afecto por ciertos ámbitos,
personas, actividades. Un amor que realiza nuestras posibilidades, que nos acerca
a seres cuya existencia, por pertenecer precisamente a ese campo de vida
compartido, tiene sentido para nosotros. El
entusiasmo es el camino subjetivo para acceder al sentido, el punto nieve del
querer, la ebullición que nos cocina y realiza.
Preguntá. Respondé. Descubrí.
Todo lo que querías saber, y lo que ni imaginabas,
está en Yahoo! Respuestas (Beta).
Probalo ya!
|