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Asunto: | [brisasrenovadoras] ALEJANDRO ROZITCHNER EL HONOR Y LOS JOVENES | Fecha: | Sabado, 14 de Abril, 2007 00:22:34 (-0300) | Autor: | marias carla sobral <mariascarlas @.........ar>
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El honor y los jóvenes El honor se ha perdido. La mala conciencia
con la que el sentido común suele abordar la comprensión de los cambios de la
sociedad -es decir, el temor y el conservadurismo que determinan o abortan esa
comprensión- hace que la transformación de la moral sea percibida como una
peligrosa crisis de valores, más como una pérdida de la moral que como la
metamorfosis inevitable de la misma. Una sociedad no puede quedarse sin moral,
porque moral no quiere decir más que sistema de valores, y estos existen siempre
-aunque no sean concientes- como ejes orientativos y estructurantes de la
experiencia de vivir. ¿Por qué creer siempre que el paso del tiempo
desvirtúa esa experiencia? ¿Por qué
insistir constantemente con la glorificación de un pasado ya imposible de
retomar y no buscar la forma de un presente vivible y deseable? ¿Será porque no
sabemos ver y porque nos cuesta abandonar las formas de pensar que van muriendo,
porque -en definitiva- aplicamos un pensamiento viejo a una situación nueva y no
sabemos decir desde una perspectiva propia lo que estamos viviendo? Los
jóvenes no piensan ni creen en la idea del honor, y lo cierto es que cada vez
menos gente parece dispuesta a tomarlo en serio. ¿Qué es el honor? Un valor muy
atento a la apariencia, una noción servidora del neurótico "qué dirán", un valor
de contención y de altivez y no de búsqueda y de intimidad. Un valor dispuesto a
crear el desencuentro entre los seres, o por lo menos un valor que responde a las
limitadas posibilidades morales de las relaciones de otra época. El honor pone
entre las personas la distancia de la
representación (es decir, de trabajar una imagen para conformar la mirada de
otro), se conjuga con el deber y no con el querer. Pertenece a la serie de
valores escolares, huele a impostura moral, a militar (con todo lo que eso quiere
decir entre nosotros), a himno nacional, a patria (y no al realismo mayor de la
idea de "país"), a duelo a muerte por no tolerar el roce de la diferencia. El
honor como aspiración de un individuo lo lleva a obturar muchas preguntas y
cuestiones, es el valor de ser férreo consigo mismo, de no flaquear, de no
mostrar fisuras, es decir, de ser irreal. Un individuo de honor debe redondearse
a sí mismo con más firmeza de la que la realidad de vivir parece verdaderamente
permitir. La pérdida de la noción de honor como valor no debe por lo tanto
ser percibida como una pérdida lamentable. Ridículo sería negarle a otro tiempo
histórico la coherencia de
su estilo propio y suponer que no habría una necesidad que daba forma a la
moral que se vivía entonces. Pero ridículo sería también no percibir en la idea
del honor la virtud de un mundo ido, no sentir que la palabra no designa ya nada
valioso. ¿Es la nuestra entonces una realidad deshonrosa? No, ahora
importan otras cosas y de otra manera. Ahora hay otros valores, mejores. (Los
mismos valores pueden ser valorados, ya que son productores de realidad, dan
origen a experiencias que enriquecen o empobrecen a los individuos). La pérdida
de los viejos valores, la famosa "crisis" de valores, no es más que la aparición
de otros valores, tal vez mucho más valiosos por ser los agentes de una
sensibilidad y una realidad que nos resulta más propia, más adecuada a nuevas
necesidades y nuevos deseos. La otra posibilidad sería la de retomar la idea del
honor y redefinirla, diciendo por ejemplo que hoy el honor
no es el del buen nombre sino el que aparece en una relación de amistad y de
confianza, pero en ese intento de conciliar la terminología de tiempos distintos
suelen perderse diferencias importantes, diferencias que valdría más la pena
reconocer y promover. Olvidemos el honor, como lo estamos haciendo. Busquemos las
palabras que designan esos otros nuevos valores que arman el mundo que decimos
querer vivir. Una juventud sin honor no es necesariamente una juventud caída,
sino una que hace foco en cosas más importantes.
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