Sal y luz del
mundo
Mt
5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros
sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya
no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima
de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín,
sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos».
Una comida sosa y desabrida no tiene gusto, no sabe a nada, no se
puede disfrutar, parecen iguales unas a otras. Una casa a oscuras y en noche
cerrada, por mucho que uno la conozca, es andar a tientas, tropezando con todo,
intentando evitar obstáculos sin dejar de darse uno con ellos. No hay nada como
la sal que sazona y conserva los alimentos. No hay nada como la luz que alumbra
nuestros pasos con seguridad y firmeza.
Hoy nos acercamos a Ti, Padre bueno, para darte gracias por
hacernos sal que sazona, que da buen sabor, que cura y cicatriza. Gracias por
hacernos luz que disipa las tinieblas, muestra caminos al andar, calienta a los
que están con frío y conforta a los que tropiezan en el camino. Gracias por
decirnos que “somos” y no “seremos”. Gracias porque has tenido la suficiente
confianza para darnos tu testigo y que nosotros lo sigamos de esa
manera.
Danos coraje y valor para no hacernos insípidos o velas mortecinas,
pues para nada serviríamos y dejaríamos de iluminar. Gracias por esta misión que
has puesto en nuestra vida, por fiarte de nosotros, por darnos fuerzas día a día
para cumplir esa misión y no defraudar tus deseos. Gracias de verdad por
ponernos en el mundo como un eco tuyo que vaya dando sabor y color a cuanto
encontremos en nuestro camino. Es una forma de luchar contra el mal de nuestra
sociedad, contra sus tinieblas y sus sopores, contra todo lo que pueda
corromperse o esté corrupto, porque para eso nos has hecho así: sal y luz del
mundo. Adviértenos cuando nos despistemos, de forma que al primer despiste
volvamos a sazonar y dar luz.
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
12 06 07
http://buscandolaluz.zoomblog.com/