Ponerme en la piel de los
demás

Lo suyo, entregarse. Ella, la última. Los demás,
primero.
A Mónica Baurier no le costó llegar a esta conclusión cuando tenía solo
15 años. Hizo lo único que le dejaban hacer
entonces:
Ser monitora de tiempo libre de niños.
Pero peleó por más. A los 17 era profesora de refuerzo escolar de hijos
de inmigrantes recién aterrizados.
A los 18, se puso en lo que ahora más le llena: participar en la
organización de campamentos de verano para adultos
minusválidos.
“Ellos ni se imaginan lo mucho que me han ayudado a mí a valorar lo que
tengo, a aceptar mis límites y a pasármelo muy bien viéndolos
felices”.
Ha tenido que aprender a tratarlos como se
merecen.
“Tuve que perder muchos miedos. La primera vez que acompañé a alguien al
lavabo, por ejemplo, fue raro. Pero cuando los dos acabamos riendo supe que ya
no me iba a costar nunca más. Ni eso ni otras muchas
cosas”.
“Pasé la adolescencia preguntándome cosas y al final encontré en la
religión herramientas para el cambio. En lugar de perderme en mis historias, me
puse a ayudar”.
Mónica es crítica con la
Iglesia –“la situación es fatal, no llegaremos a nada, es una
institución y cada vez está más lejos de la gente que es su razón de ser”-,
pero, aún así, vivirla de cerca le ayuda a encontrar otra cadencia a la
vida.
“Tengo la sensación de que la gente es muy individualista y de que todo
el mundo necesita resultados rápidos. Y lo que te enseña el cristianismo es a
actuar con otro ritmo, a buscar frutos a largo plazo. A tener paciencia y a ir a
más, pero poco a poco”.
Comenzó a estudiar Administración de Empresas, pero luego cambió a
Humanidades. Trabaja de profesora y sigue colaborando como voluntaria dando
clases de español a inmigrantes. Se reconoce, dice, “pocas cualidades”, pero al
menos las que hay son cruciales: “Tengo empatía, para mí es un ejercicio muy
santo ponerme en la piel de los demás. También soy sociable y lanzada. Me tiro a
la piscina y “si la cago” es igual. Aprenderé del error. No tengo
miedo”.
Testimonio
de Mónica Baurier, 23 años, voluntaria
vocacional.
Testimonio
recogido por Mónica Artigas
Magazine 26
05 07
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A.Quintana