Ser coherentes
Jn 14,1-6: En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría
dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado
un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también
vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a
dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino,
la Verdad y
la Vida. Nadie va al Padre sino
por mí».
Ocasiones,
momentos, circunstancias en la vida para estar turbados, preocupados, inquietos
no faltan a nadie. Ni a los discípulos en aquellos momentos, ni a nosotros hoy
en los nuestros, los que nos toca a vivir a todos y también los de cada uno. Y
en esos momentos de turbación y de inquietud no viene mal recordar que nuestra
vida está en manos de Dios, y que nadie mejor que El sabe de los recovecos o
caminos que debemos seguir para lograr la felicidad y la paz interior. Por eso,
la recomendación de Jesús: “No se les turbe el corazón, no se mortifiquen… Yo
estoy con ustedes, siendo el camino a
seguir”.
Estas palabras de
hoy son una promesa en toda regla; tenemos ya nuestro lugar en la casa del
Padre. Nos lo ha dicho Jesús: estaremos donde El está. Sólo tenemos que
creer en ello y obrar, por lo tanto, de acuerdo con nuestra fe.
Aquí puede estar el gran problema de la actualidad.
¡¡Somos tantos los creyentes...!! ¡Cuántas religiones y cuántas maneras, por lo
tanto, de creer en Dios...! Y sin embargo, cuántas guerras... cuántos
crímenes... cuántas injusticias... cuánta hambre... cuánta pobreza... cuánta
crueldad... cuánta falta de amor... Esto sí que debería ser motivo de turbación
y de inquietud tanto personal como
colectiva.
Hemos querido hacerlo compatible y se vive como si lo
fuera; como si se pudiera creer y obrar como si no creyéramos. No solo a
niveles personales, sino también descubrimos como jefes de naciones parecen
tomar decisiones en contra de otros pueblos en el nombre de Dios. De una u otra
religión. Da lo mismo. Pues es el mismo
Dios.
Y nos conformamos
diciéndonos a nosotros mismos, que son realidades a las que no podemos llegar, y
optamos por lamentarlas y nada más. Sin sembrar la paz a nuestro alrededor, sin
repartir nuestro pan (hay mil maneras de hacerlo), sin luchar por la justicia,
ayudando a salvar diferencias, acogiendo a todos, sembrando amor que es amar.
Hoy es Tomás el que da lugar a que el Maestro nos diga
cómo llegar a esa morada que nos ha prometido, y lo hace llamándose a Si mismo
CAMINO, que es tanto como decirnos, que sigamos sus pasos; VERDAD, que obremos
en concordancia con nuestra fe, y VIDA, que es la que El ha dado por nosotros.
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
04 05 07
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