He encontrado la
oveja perdida
(Lc
15,3-7): En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y
maestros de la
Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una
de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se
perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre
sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice:
‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo
que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de
conversión».
La parábola en cuestión es un ejemplo de búsqueda del otro, de
generosidad, de amor, de ir al encuentro de las personas, de que la persona es
lo realmente importante. Normalmente localizamos en el corazón como el sitio
donde radica la facultad de amar. Algo tendrá que ver este texto, aunque no
sería nada difícil buscar muchos más en todo el Evangelio, con la fiesta de hoy
dedicada al Corazón de Jesús.
En algún sitio uno de nosotros ha leído que “en el Corazón de Jesús
encuentra el cristiano el agua que puede apagar su sed, el consuelo de la
amistad, el amor del amante, la confianza en medio del caos, el alivio en la
fatiga”. Es de lo que se habla en la parábola de hoy: de un amor personal a cada
uno, individualizado, sabiendo ir en busca de una sola que se había perdido pues
es la que necesitaba del cariño. Lo de menos es por qué se ha perdido –por mal
uso de su libertad, por deseos de estar sola, por no hacer caso al silbo del
pastor, por lo que fuera-, lo importante es que estaba perdida y había que
buscarla hasta encontrarla. Es todo un detalle de un buen corazón, diríamos
nosotros en conversación popular. Es, en el fondo, una preciosa imagen del
Corazón de Jesús, cuya fiesta hoy celebramos. Eso sí, un corazón especial: ahí
cabemos todos, pues en cualquier momento podemos andar perdidos y nos andará
buscando. Y cuando estemos bien orientados, también estará ahí con nosotros. Y
ello siempre es motivo de fiesta y de contento: Alégrense conmigo, porque he
encontrado la oveja que se me había perdido
María Consuelo Mas y Armando Quintana
http://buscandolaluz.zoomblog.com/
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