De agobios y
depresiones
(Mt
11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que
estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera».
La realidad cruda y dura
es esa: que el agobio y la fatiga están a la orden del día en los seres humanos.
La vida de cada día produce estrés. Son muchos los problemas y dificultades o
tropiezos a los que nos vemos obligados ir sorteando en nuestro camino. Unas
veces vienen del exterior: de nuestro entorno más cercano como puede ser la
familia, los amigos cuando se producen faltas de entendimiento, roces,
desavenencias, incomprensiones. Otras del trabajo, donde se dan injusticias,
faltas de estima, inconsideraciones, envidias, pequeñeces que de repetidas se
hacen grandes y aprietan el espíritu interior de cada uno. Está también las
enfermedades, la muerte, …
Otras veces vienen de
nosotros mismos, donde también encontramos esos escollos que hacen que
sostengamos una lucha interior por permanecer fieles a nuestras normas y
criterios, por seguir con generosidad las llamadas interiores que implican
negación y suponen verdaderas batallas.
Cada día la depresión,
los estados de ansiedad causan más bajas laborales en el mundo del trabajo.
Están a la orden del día. Y frente a ellos acudimos unas veces a la química,
otras a la terapia psicológica. Y no están nada mal. Para eso son los
profesionales de la medicina. Para el creyente además Jesús nos da una pequeña
receta, sin compromiso y gratuita: que vayamos a El todos, sean cuales fueren
nuestros cansancios y agobios, que El nos dará el descanso que necesitamos. Ahí
está también la piedra de toque de nuestra condición creyente: comprobar qué
significa Jesús para nosotros, en la realidad que cada momento nos toca vivir,
pues no podemos nunca analizarlo ideológica o abstractamente, sino en el terreno
experiencial. Porque habremos de comprobar que esos agobios y tropiezos no son
una carga, sino piedras en el camino que nos permitirán, con su ayuda,
experimentarlos como ligeros pues El nos hará
descansar.
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
http://buscandolaluz.zoomblog.com/
19 07 07