El Reino
de Dios está cerca
(Mt
10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio
poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero
Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano
Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y
Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos
doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de
gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está
cerca».
Los envía uno a uno pero
todos juntos, como queriendo decirles que es una responsabilidad compartida. Es
la comunidad, la
Iglesia, un todo conjunto, no piezas separadas. Aunque cada uno
sea llamado por su nombre. Y dice los nombres de cada uno. Todos son iguales de
importantes, no solo Pedro, Santiago o Juan que parecen los más famosos, sino
también Matrero, el otro Santiago, Alfeo o el propio Judas. Cada uno como es,
con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.
Para curar toda
enfermedad y dolencia. No solo lo que llamamos en nuestro lenguaje pecados
personales, sino “toda”, es decir todo lo que personal o socialmente esté tocado
de egoísmo, injusticia, fanatismo, corrupción, intolerancia, venganza, y un
largo etcétera; es decir todo aquello donde no haya amor, fraternidad, justicia,
libertad debe ser sanado y curado por cada uno y por la comunidad. Por eso
insiste que se dirijan a las ovejas perdidas.
Y también para proclamar
el Reino de Dios. Para anunciar su presencia ya entre nosotros. Porque también
sus valores están presentes en la sociedad y hay que reconocerlos. Anunciándolos
vamos quitando la negatividad con que muchas veces se encara nuestra sociedad.
Veamos, si no, el contenido de nuestros tele-noticieros: accidentes, crímenes,
juicios, guerras. Prácticamente el 90% de lo que se nos informa es negativo. Lo
positivo, no vende. Y lo positivo existe, porque de eso se conforma el Reino de
Dios. Si no existiera lo bueno a nuestro lado, es que ninguno de nosotros hace
nada digno de consideración. Y eso es falso, porque Dios sigue actuando a través
de la humanidad.
María Consuelo Mas y Armando Quintana
http://buscandolaluz.zoomblog.com/
11 07 07