Cuántas veces nos hemos encontrado en "momentos críticos"..! Al
menos yo sí. Son esos
momentos en que uno se detiene y se pregunta: ¿Qué estoy
haciendo? Y por lo general no
encuentra respuesta, esos instantes en que uno sabe que está
andando a tientas, casi a
ciegas, que sólo sigue porque sabe que detenerse es peor. Allí
donde hasta la fe tambalea
y ni
siquiera sabe si decir, "Señor, sálvame que perezco", resultará efectivo.
Son
esos tiempos en que nos sentimos olvidados, y hasta separados de la compañía
de
Dios, en que deseamos intensamente ver un ángel o algo
sobrenatural que nos despierte y
nos
empuje, y solo vemos la oscuridad de la noche sin ni siquiera una estrella,
por eso yo
los
llamo: "momentos críticos".
Allí
uno se pregunta, se analiza, se arrepiente, se reconcilia y se atreve a abrir
la puerta de
las
miserias de su alma donde se ve tal cual es. Son momentos decisivos en cada
uno de
nosotros y aunque parezca que no, la vida esta plagada de esos
momentos.
A
veces los llamo baches de humanidad, donde la realidad de nuestra naturaleza
nos
golpea con furia, pero al fin son los momentos del crisol, allí
más que nunca Dios con su
gran
amor nos forma y moldea, nos limpia y nos pule, saca a relucir de nosotros
esos
trozos de diamante en bruto que necesitan ser cortados para
dejar de ser tan solo un trozo
de
vidrio opaco y sin precio.
Al
pasar el tiempo me he dado cuenta que en esos momentos es cuando "El" está más
cerca mío, como cuando era niño y mi papá me arrojaba al aire y
la primera impresión era
horrible, sentirme desprotegido de sus brazos, solo y cayendo
como una roca contra el
piso; hasta que hallaba sus brazos conteniéndome y abrazándome
y además con besos y
caricias. Fueron momentos de incertidumbre pero también de
enseñanza, allí aprendí que
sus
brazos siempre estarían para recibirme y hasta se hizo divertido jugar así con
él.
También con Dios me pasó lo mismo, a través de esos baches de
humanidad donde
parecía que era despedido al vacío sin haber quién me sostenga
y en medio de mi
desesperación al fin siempre sus brazos estaban allí para
sostenerme y levantarme.
Tal
vez lo mejor de esos momentos es cuando sus caricias se dejan sentir y casi se
perciben sus besos, besos de brisa tibia de primavera mezclada
con perfumes de amor y
misericordia, donde me siento más hijo que nunca y, a veces,
cuando estoy en un buen
tiempo de trabajo con Él, extraño esos baches,... no por ser
masoquista, sino por querer
sentir sus caricias y besos. ...no sé, al fin es solo ser hijo y sentirlo...
Autor Desconocido