Para Meditar
Mucho leemos, escuchamos y hablamos acerca de que la
mente es quien maneja nuestras acciones, o reacciones. Lo sabemos. "La
mente puede ser nuestra mejor amiga, o nuestra peor enemiga", explica
Krshna en el Bhagavad Gita.
Aún cuando sé que es así, la mayor parte del tiempo -de
manera inconsciente- permito que la mente (en su rol de enemiga), guíe
muchas de mis acciones. Esto es así porque mi conocimiento es intelectual,
y es un paso adelante mientras estoy al aguardo de la realización.
Me doy cuenta; todo tiene que ver con mi ego falso. Falso
porque es el que lleva consigo toda su carga de resentimiento, egoísmo,
orgullo, ira y demás, falso porque es impermanente. Ese es el traje, el
disfráz del verdadero Ser quien soy. El verdadero ego es el Ser, y cada
vez que no actúo desde esa plataforma, pues me voy a cualquier parte. Todo
ello deriva en una lucha con los demás y conmigo misma, por supuesto.
En mi intento de salirme del sufrimiento que me provoca mi
querida mente, trabajo para ser cada vez más consciente. Más consciente en
el momento preciso. La conciencia es así la luz, la soga que te saca del
abismo cuando caes, o estás a punto de caer.
¿Te pasa a veces que te
sientes bien y de repente se cuela un pensamiento que no tiene nada que
ver con lo que estás viviendo? Puede ser un pensamiento de tristeza,
egoísmo, u otro que puede cambiar tu vibración en un instante. Es como una
saeta, o una sutil puñalada artera que viene a perturbarte. Eso fue lo que
sentí anoche, en un momento en que nada parecía perturbar mi paz. Vino el
pensamiento y sentí el aguijón, quiso instalarse transformándose en un
débil sentimiento de soledad, abandono y rabia. Atento el corazón ya se
arrugaba en una lágrima. Pero allí estaba guardiana la conciencia.
Inmediatamente tomó la delantera y obligó a la mente a mostrar un
pensamiento de fortaleza, y generosidad. ¿Porqué sentirme insegura, o
débil? El cuerpo, donde se alojan los sentimientos, respondió, y así como
estuvo a punto de "hablar" con una lágrima, ahora habló casi con un
respingo que me hizo levantar la cabeza sintiendo que una energía
indescriptible me invadiera. Y un sentimiento de seguridad y plenitud me
alivió, poniendo casi alas a mis pies.
Estoy segura, no fue un consuelo momentáneo, fue algo
fuerte: la contundencia de la actividad de la conciencia. Así vine a
realizar en fracción de segundos de qué modo la mente trata de manejarme y
qué sucede cuando tomo YO la dirección.
Aporte
de Grace Fdez