From: Carlos Alberto Leos
(Aguascalientes, Mexico)
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Hace algunos años, en uno de los semáforos de la ciudad de
Monterrey se veía a una niña de aproximadamente ocho años que pedía
dinero. A cambio ofrecía un pequeño número de gimnasia: hacía unas cuantas
piruetas sujetando un listón de colores.
Marco, un amigo de la universidad, movido por una mezcla de
curiosidad y compasión, le preguntó un día su nombre. Ella respondió:
“Laura”. La niña tomó la moneda que mi amigo le ofrecía y siguió
recorriendo la fila de autos con una mano extendida para pedir dinero y
con la otra moviendo el listón de colores para llamar la atención.
Tal vez este relato no
te resulta extraño. De hecho, lo más normal es ver a mucha gente pidiendo
dinero por las calles: niños, ancianos, minusválidos, enfermos. De vez en
cuando, uno se conmueve por el hecho de verles sufrir, y trata de
ayudarlos. La respuesta más rápida es una moneda. Con ella nos quitamos el
cargo de conciencia pensando que hemos hecho algo por ellos. Pero siempre
hay algo más que se puede hacer.
Niños como Laura, quizá no tienen oportunidad de ir a la escuela,
de salir de vacaciones o de comprarse un helado. ¿Qué será de su vida?
Laura seguramente tendría varios talentos. Entre ellos, me consta que
poseía mucha creatividad: atraía la atención de la gente de una forma muy
original para pedir dinero. También era una buena gimnasta. Quizá sólo le
faltaban medios para hacer algo importante en la vida.
La mejor forma de ayudar a estos niños no es una moneda. Lo mejor
es ofrecerles oportunidades, buscando que reciban educación, que no sean
explotados. Hace falta entrar un poquito más en su mundo para poder darles
una mano.
Marco averiguó dónde vivía Laura. Descubrió que la mamá necesitaba
trabajo para que Laura pudiera volver a la escuela. Mi amigo estuvo un tiempo tratando
de ayudarle a conseguir uno. Finalmente lo logró.
Cada vez que Marco pasaba por ese semáforo, no bajaba el vidrio de
su auto para darle una moneda a Laura, sino para saludarla, sonreírle y
darle una mano. El día que ya no la encontró, mi amigo se alegró, pues
supo que la niña había regresado a la escuela.
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