Asunto: | [brisasrenovadoras] Revista de Poesía: la iguana 78 | Fecha: | Lunes, 1 de Octubre, 2007 18:50:23 (-0300) | Autor: | Gladys Enciso <gladysenciso @.........ar>
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----- Original Message -----
Sent: Friday, September 28, 2007 10:39 PM
Subject: la iguana 78
LA IGUANA

revista de
poesía
año 4
número 78 30
de septiembre de 2007
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en este número :leyenda
guaraní : el chajá, alejandro haddad ( argentina ); leonardo zapata
almaguer (cuba); dylan (gran bs as, argentina ); gabriela bruch ( gran bs as,
arg),alfredo lavergne (chile); acerca del concurso
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El Chajá Leyenda
Guaraní
El anciano Aguará era el
Cacique de una tribu guaraní. En su juventud, el valor y la fortaleza lo
distinguieron entre todos; pero ahora, débil y enfermo, buscaba el consejo y
el apoyo de su única hija, Taca, que con decisión acompañaba al padre en sus
tareas de jefe.
Taca manejaba el arco con toda maestría, y en las
partidas de caza, a ella correspondían las mejores piezas, constituyendo el
trofeo de su arrojo ante el peligro. Todos la admiraban por su destreza y la
querían por su bondad. Muchas veces había salvado a la tribu en momentos de
peligro, reemplazando al padre que, por la edad y por la salud resentida,
estaba incapacitado para hacerlo.
Aparte de todas estas
condiciones, Taca era muy bella. De color moreno cobrizo su piel, tenía ojos
negros y expresivos, y en su boca, de gesto decidido y enérgico, siempre
brillaba una sonrisa. Dos largas trenzas negras le caían a los lados del
rostro. Un tipoy cubría su cuerpo hasta los tobillos, y con una faja de
colores que los guaraníes llamaban chumbé, lo ceñía a la
cintura.
Las madres de la tribu acudían a ella cuando sus hijos
se hallaban en peligro, seguras de encontrar el remedio que los salvara. Era
la protectora dispuesta siempre a sacrificarse en beneficio de la
tribu.
Los jóvenes admiraban su bondad y su belleza, y muchos
solicitaron al Cacique el honor de casarse con tan hermosa doncella. Pero Taca
rechazaba a todos. Su corazón no le pertenecía.
Ará-Naró, un
valiente guerrero que en esos momentos se hallaba cazando en las selvas del
norte, era su novio y pensaban casarse cuando él regresara. Entonces el viejo
Cacique tendría, en su nuevo hijo, quien lo reemplazase en las tareas de
jefe.
La vida de la tribu transcurría serena; pero un día, tres
jóvenes: Petig, Carumbé y Pindó, que salieron en busca de miel de lechiguana,
volvieron azorados trayendo una horrible noticia. Al llegar al bosque en busca
de panales, cada uno de ellos había tomado una dirección distinta. Se hallaban
entregados a la tarea, cuando oyeron gritos desgarradores. Era Petig, que, sin
tiempo ni armas para defenderse, había sido atacado por un jaguar cebado con
carne humana y nada pudieron hacer los compañeros para salvarlo, pues ya era
tarde. El jaguar había dado muerte al indio y lo destrozaba con sus garras.
Carumbé y Pindó no tuvieron más remedio que huir y ponerse a salvo. Así habían
llegado, jadeantes y sudorosos, a dar cuenta de lo sucedido.
Esta
noticia causó estupor y miedo en la tribu, pues hasta entonces ningún animal
salvaje se había acercado al bosque donde ellos acostumbraban ir a buscar
frutos de banano, de algarrobo y de mburucuyá, que les servían de
alimento.
Desde ese día no hubo tranquilidad en la tribu. Se
tomaron precauciones; pero el jaguar merodeaba continuamente y muchas fueron
las víctimas del sanguinario animal.
El Consejo de Ancianos se
reunió para tomar una determinación que pusiera fin a semejante amenaza de
peligro para todos.
Y decidieron: era necesario dar muerte a
quien tantas muertes había producido.
Para conseguirlo, un grupo
de valientes debía buscar y hacer frente a la terrible fiera, hasta terminar
con ella.
El Cacique aprobó la determinación de los Ancianos.
Pidió a los jóvenes de la tribu que quisieran llevar a cabo esta empresa, se
presentaran ante él.
Grande fue la sorpresa del jefe cuando vio
aparecer en su toldo a un solo muchacho: Pirá-U.
De los demás,
ninguno quiso exponer su vida.
Pirá-U sentía gran admiración y un
gran reconocimiento hacia el viejo Cacique. En cierta ocasión, hacía muchos
años, Aguará había salvado la vida de su padre, de quien era gran amigo. Fue
un verdadero acto de heroísmo el cumplido por el valiente Cacique, con peligro
de su propia vida.
Desde entonces, nada había que Pirá-U,
agradecido, no hiciera por el viejo Aguará. Por eso, ésta era una espléndida
oportunidad para demostrarlo. Él sería el encargado de librar a la tribu de
tan terrible amenaza. Así fue que Pirá-Ú, sin ayuda de nadie, confiando en su
valor y en la fuerza que le prestaba el agradecimiento, partió a cumplir tan
temeraria empresa. Gran ansiedad reinó en la tribu al siguiente día. Todos
esperaban al valiente muchacho, deseosos de verlo llegar con la piel del feroz
enemigo.
Pero las esperanzas se desvanecieron. Pasó ese día y
otros más y Pirá-U no regresó.
Había sido una nueva víctima del
jaguar. Nuevamente se reunió el Consejo y nuevamente se pidió la ayuda de los
jóvenes guerreros. Pero esta vez nadie respondió... nadie se presentó ante el
Cacique. Era increíble que ellos que habían dado tantas veces pruebas de valor
y de audacia, se mostraran tan cobardes en esta ocasión.
Taca,
indignada, reunió al pueblo, y en términos duros y con ademán enérgico, les
dijo:
Me avergüenzo de pertenecer a esta tribu de cobardes.
Segura estoy de que si Ará-Naró estuviera entre nosotros, él se encargaría de
dar muerte al sanguinario animal. Pero en vista de que ninguno de vosotros es
capaz de hacerlo, yo iré al bosque y yo traeré su piel. Vergüenza os dará
reconocer que una mujer tuvo más valor que vosotros,
cobardes!
Así diciendo entró en su toldo. El padre, que se
hallaba postrado por la enfermedad, se oponía a que su hija llevara a cabo una
empresa tan peligrosa.
- Hija mía -le dijo- tu decisión me honra
y me demuestra una vez más que eres digna de tus antepasados. Mi orgullo
de padre es muy grande. Te quiero y te admiro; pero la tribu te necesita. Mi
salud no me permite ser como antes y sin tu apoyo no podría
gobernar.
Padre, los dioses me ayudarán y yo volveré triunfante.
Si permitimos que el sanguinario animal continúe con sus desmanes no podremos
llegar al bosquecillo en busca de alimentos, y la vida aquí será
imposible.
Hija mía; otros deben dar muerte al jaguar. Tú eres
necesaria en la tribu y no es muy seguro que te libres de morir entre las
garras de la fiera.
Padre... tus súbditos han demostrado ser unos
cobardes. Creen que el yaguareté es un enviado de Añá para terminar con
nosotros, y temen enfrentarlo. Yo debo salvar a la tribu. ¡Permite que vaya,
padre mío!
El anciano tuvo que acceder. Las razones que le daba
su hija eran justas y claras y no había otra manera de librarse de
enemigo tan cruel.
Y Taca empezó los preparativos para ponerse en
viaje ese mismo día al atardecer.
Cuando se disponía a partir,
varios jóvenes trajeron la noticia de que los cazadores que partieran hacía
una luna, se acercaban. Estaban a corta distancia de los
toldos.
Fue para Taca una noticia que la lleno de placer y de
esperanza. Entre los cazadores venía Ará-Ñaro, su novio, y él podría
acompañarla para dar muerte al jaguar. Impacientes esperaban la llegada de los
bravos cazadores, los que se presentaron cargados de innumerables animales
muertos, pieles y plumas, conseguidos después de tantos sacrificios y de
tantos peligros.
Fueron recibidos con gritos de alegría y de
entusiasmo por toda la tribu que se había reunido cerca del toldo del Cacique.
Junto a la entrada se encontraba éste con su hija Taca, rodeados por los
ancianos del Consejo.
El viejo Aguará saludó con todo cariño a
los valientes muchachos, que se apresuraron a poner a sus pies las piezas más
hermosas.
- Ará-Naró, después de agasajar al Jefe, se dirigió a
Taca, y como una prueba de su gran amor, le ofreció el presente que le tenía
dedicado: una colección de las más vistosas y brillantes plumas de aves del
paraíso, de tucán, de cisne, de garza y de flamenco. El gozo y la satisfacción
se pintaron en el rostro de la doncella, que con una suave sonrisa agradeció
el obsequio.
Después... cada uno se retiró a su toldo. Aguará,
Taca y Ará-Naró quedaron solos. El sol se había ocultado detrás de los árboles
del bosquecillo cercano. Un reflejo rojo y oro teñía las nubes, y como venido
de lejos se oyó el grito lastimero del urutaú.
En ese momento, el
viejo Cacique comunicó a Ará-Naró la decisión de su hija.
-Hijo
mío- le dijo - un jaguar cebado con sangre humana ha hecho muchas víctimas
entre nuestro pueblo. El primero fue Petig, que tomado desprevenido, murió
deshecho por la fiera. Después Saeyú y otros que, confiados, fueron al bosque
en busca de alimentos. Se decidió dar muerte al sanguinario animal; pero
Pirá-Ú, encargado de ello, no ha vuelto. Fue, sin duda, una víctima más... Y
ahora nadie quiere hacer frente a tan terrible enemigo. Todos le temen
creyéndolo un enviado de Añá, imposible de vencer.
Taca, por su
parte, ha decidido ser ella quien termine con el jaguar, y piensa partir ahora
mismo.
-Taca, eso no es posible- dijo resuelto Ara-Ñaro-. Esa no
es empresa para ti. Y los guerreros de nuestra tribu: ¿qué hacen? ¿Cómo
permiten que una doncella los aventaje en valor y los reemplace en sus
obligaciones?. -Los jóvenes temen a Añá, y no quieren atacar a quien creen su
enviado. -Taca, ¡no irás! Seré yo quien dé muerte al jaguar, y su piel será
una ofrenda más de mi amor hacia ti.
-No podrá ser, Ará-Ñaró. ¡He
dado mi palabra y voy a cumplirla!... Dentro de un instante saldré en busca
del jaguar, y cuando vuelva gritaré una vez más su cobardía a los súbditos del
valiente Aguará.
-No has de ir sola, Taca. Espera unos instantes
y yo te acompañaré.
Ya debo partir, Ará-Ñaro; “yahá!”…,
“yahá!”…(¡vamos!, ¡vamos!).
Pronto se reunió Ará-Ñaró a su
prometida, y cuando la luna envió su luz sobre la tierra, ellos marchaban en
pos del enemigo de la tribu. La esperanza de terminar con él los alentaba.
Cuando llegaron al bosque, Ará-Ñaró aconsejó prudencìa a su compañera, pero
ella, en el deseo de terminar de una vez por todas con el carnívoro,
adelantándose, lo animaba:
- “yahá!”…,
“yahá!”…
Cerca de un ñandubay se detuvieron. Habían oído un
rozamiento en la hierba. Supusieron que el jaguar estaba cerca. Y no se
equivocaban. Saliendo de un matorral vieron dos puntos luminosos que parecían
despedir fuego. Eran los ojos de la fiera, que buscaba a quienes pretendían
hacerle frente. Con paso felino se iba acercando, cuando AraNaró,
haciendo a un lado a su novia y obligándola á guarecerse detrás de un añoso
árbol, se dirigió, decidido, hacia la fiera.
Fueron momentos
trágicos los que se sucedieron. ¡El hombre y la fiera luchando por su vida!
Ará-Naró era fuerte y valiente, pero el jaguar, con toda fiereza, lanzó un
rugido salvaje. Taca, que desde su escondite seguía con ansiedad una lucha tan
desigual, se estremeció.
Un zarpazo desgarró el cuello del
valiente indio y lo arrojó a tierra. Con él rodó la fiera enfurecida y
poderosa.
Taca dio un grito, y de un salto estuvo al lado del
animal ensangrentado, que se trabó en pelea con su nueva
atacante.
Pero fue en vano. En esa prueba de valientes, ninguno
salió triunfante.
Taca, Ará-Ñaró y el jaguar pagaron con su vida
el heroísmo que los llevó a la lucha.
Pasaron los días. En la
tribu se tuvo el convencimiento de la muerte de los jóvenes
prometidos.
-El viejo Cacique, cuya tristeza era cada vez mayor,
fue consumiéndose día a día, hasta que Tupá, condolido de su desventura, le
quitó la vida.
Todos lloraron al anciano Aguará, que había sido
bueno y valiente, y de quien la tribu recibiera tantos
beneficios.
Prepararon una gran urna de barro, y después de
colocar en ella el cuerpo del Cacique, pusieron sus prendas y, como era
costumbre, provisiones de comida y bebida.
En el momento de
enterrarlo, en el lugar que le había servido de vivienda, una pareja de aves,
hasta entonces desconocidas, hizo su aparición gritando: -- “yahá!”…,
“yahá!”…
Eran Taca y Ará-Naró, que convertidos en aves por Tupá,
volvían a la tribu de sus hermanos.
Ellos los habían librado del
feroz enemigo, y desde ahora serían sus eternos guardianes, encargados de
vigilar y dar aviso cuando vieran acercarse algún peligro.
Por
eso, el chajá, como le decimos ahora, sigue cumpliendo el designio que le
impusiera Tupá, y cuando advierte algo extraño, levanta el vuelo y da el grito
de alerta: ; "Yahá!..., " "Yahá!"...
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La Zamba
Ellas que bailan zamba,
bailan las miradas esas
que se sueñan en su danza
libres en las cabelleras.
Ellas que bailan zamba
libres en las cabelleras.
Observan, y son miradas,
y el mirar tiene un deseo:
/las mujeres y ese aura
mientras guardan el secreto./
Observan, y son miradas,
mientras guardan el secreto.
Esa noche se harán luna
marchándose a otro cielo.
Otro patio, otra fortuna,
sin hombres sobre sus cuellos.
Esa noche se harán luna
sin hombres sobre sus cuellos.
Son extrañas en el baile
y en el polvo de la tierra.
En la bocanada de aire
que humedece ojos y piernas.
Son extrañas en el baile
que humedece ojos y piernas.
El beso de aroma a postre
asoma el final del cuento.
Ellas que se van al borde
de un labio que sabe a muerto.
El beso de aroma a postre
de un labio que sabe a muerto.
Ellas que bailan sin nombres,
bailan solas y desnudas,
y un mensaje en los pezones:
"no hay espacio para dudas".
Ellas echan a los hombres
cuando un beso las enviuda.
alejandro haddad
julio 2007
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¿fue anoche
que
tu cuerpo
cabalgaba al punto de
extenuarse
y
retenía colores
mientras se licuaba en el
aíre
con
todas sus bocas abiertas
junto al caballo fantasma?
DYLAN PENA
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19
un baile de negros , o una bailanta, o un bar de los
suburbios fronterizos , de méxico o
estados unidos
eso es lo que quiero
un par de cervezas, bailar hasta el amanecer,
con la ropa rasgada
un auto medio roto, al borde de la ruta, una estación
de servicio,
un motel para pasar la noche siguiente, un
gasolinero
tatuado que se quiere quedar con el vuelto pero
no
un gasolinero tatuado un gasolinero
tatuado
bendito film de clase B, bendito film de clase
GABRIELA BRUCH
 gracias Clevane ! G.B.
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INGENIO
Frente
al espejo,
quién
es ese hombre
que
ningún otro mortal
aunque
se atreva
puede
avergonzarlo,
colgarlo
y luego
matarlo.
Sublévate,
tan
pronto se ría
y
te hable
con
voz de rey,
arrójale
piedras
hasta
el día de su muerte,
y
aún castrado en su tumba
róbale
su espejo.
Leonardo Zapata Almaguer
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Turquía
En la terraza del Bogaz Hatti, se junta con colegas a trabajar,
cambiar periódicos, intercambiar informaciones locales, comentar internacionales
y beber un áspero café turco.
Todas las mañanas en la vereda del frente
al abrigo de una de las pocas sombras del lugar, con un harapo alrededor de su
cabeza se instala un mendigo a pedir algunos dinares de lata y dormitar. Es de
los que de vez en cuando segrega del paladar a la tierra el hilo de la libertad
primaria despreciada por los transeúntes.
Hace tres días no lo observa
porque se ha dedicado a captar aquellos que no lo ven, a los que le dicen loco,
que le gritan tonto, que lo saludan como retardado, que violentamente empujan,
que asustados lanzan pequeñas monedas y a los corresponsales que lo comparan con
diálogos políticos del país.
ALFREDO LAVERGNE
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acerca del concurso: debido a la gran cantidad de trabajos
recibidos y a pedido de los lectores iguaneros, se extiende el plazo de
recepción de obras hasta el 30 de noviembre. Consultar bases
aquí.
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espera:
responsable de
este reptil saurio propio de las regiones de américa : gabriela
bruch
Del Sur del Mundo al
Mundo
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Seguí de cerca a la Selección Argentina de
Rugby en el Mundial de Francia
2007. http://ar.sports.yahoo.com/mundialderugby |
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