Asunto: | [brisasrenovadoras] Fw: Para Brisas:... elegidos por Dios y otros ... | Fecha: | Jueves, 3 de Enero, 2008 16:16:35 (-0300) | Autor: | Gladys Enciso <gladysenciso @.........ar>
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----- Original Message -----
Sent: Thursday, January 03, 2008 7:51 AM
Subject: Para Brisas:...y elegidos por Dios
…y elegidos por
Dios
(Jn
1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He
ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo
dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque
existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua
para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto
al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no
le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre
quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con
Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de
Dios».
Es un honor
ser elegido por Dios y al mismo tiempo es una responsabilidad. Suponemos es lo
que siente Jesús cuando sabe que lo proclaman así. Por eso porque necesita
fortaleza para ello baja el Espíritu para
confortarlo.
Nosotros, por
el Bautismo, también somos elegidos de Dios. No solo por el Bautismo sino por los múltiples mensajes
que han llegado a nuestra vida a través de la Palabra escuchada, del testimonio de
familia y educadores, de otros amigos y compañeros, de un texto que leemos, de
unas imágenes que contemplamos, de un poema que nos hace reflexionar… A través de muchas cosas podemos
escuchar su llamada. Sería bueno que ahora que estamos empezando el año nos
paráramos a pensar si realmente nos sentimos elegidos de Dios, y que escuchemos
en el silencio de nuestro corazón esa llamada. ¿La sentimos?. Siempre tenemos un
recurso: rogar que el Espíritu venga sobre nosotros e ilumine nuestro interior.
Nos dará luz, seguro, y abrirá nuestros oídos. Y empezaremos, o volveremos, a
sentir ese honor y esa responsabilidad de sabernos elegidos. Y surgirá de nuevo
la alegría en nosotros que nos impulsará a caminar con la frente levantada
sintiéndonos sus testigos, como comentábamos
ayer.
María
Consuelo Mas y Armando Quintana
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03 01
08
Seguimos siendo sus
testigos
(Jn
1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron
adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién
eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le
preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el
profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que
demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él:
«Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como
dijo el profeta Isaías».
Los enviados eran
fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo
ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en
medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien
yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania,
al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Con la verdad por delante. “Yo no soy el Cristo, solo la voz que
clama en el desierto” preparando su camino. Es lo que intentaba Juan: que
descubriéramos a uno que estaba – que está- en medio de nosotros. La misión de
Juan sigue, pues, siendo actual. La realizan otros para nosotros, la realizamos
nosotros para otros. Seguimos siendo sus testigos, pues hay algo que no debemos
olvidar y es que “una imagen vale más que mil palabras”. Nuestra imagen,
nuestras acciones, nuestros comportamientos hacen hoy en el mundo el papel que
en otro momento realizó el Bautista. Sin hacernos los gallitos, sin pensar que
estamos haciendo el no va más. No somos el Cristo, somos la voz que clama en el
desierto. Es una invitación permanente la que en este sentido nos hace el
Evangelio: Ser sus testigos. Y al comienzo de un año nos recuerda nuestra tarea
en los días cuyas páginas nos quedan por llenar. Testigos del
Evangelio.
“Evangelio como sinónimo de buena noticia, nosotros los creyentes
somos testigos de Aquel que es para nosotros Buena Noticia, que sigue actuando y
de su Espíritu que mueve a: tantas personas comprometidas con los pobres, a
padres entregados a sus hijos, a hijos entregados a sus padres mayores, a
profesionales que buscan en el ejercicio de su profesión algo más que un sueldo,
a tantas personas que hacen de su vida un ejercicio de descentramiento poniendo
al otro en el centro de su vida.” (Francisco Zamora). En esta línea seguiremos
este nuevo año, recordando aquello de Teresa de Calcuta: “El bien que hagas hoy,
puede ser olvidado mañana… Aún así, haz el bien. Da al mundo lo mejor de ti,
aunque eso pueda nunca ser suficiente”
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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02 01 08
Madre de Dios y comienzo de
año
(Lc
2,16-21): En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa, y encontraron
a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer
lo que les habían dicho acerca de aquel Niño; y todos los que lo oyeron se
maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba
todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a
lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para
circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser
concebido en el seno.
Reciben el anuncio y van solícitos, luego lo desparraman por
todas partes, no se quedan con la noticia, la cual es bien recibida por los que
la oyen. Y bendecían a Dios por lo que habían visto. María observa, silenciosa,
agradecida, con recogimiento interior, guardando dentro de sí lo que le viene,
rumiándolo por dentro y gozándolo. Por eso luego es capaz de actuar, de estar
disponible, porque es receptiva, porque ama también el silencio, porque habla
poco y ejecuta lo que en su interior le van hablando. Por algo el primer día del
año civil se comienza con la fiesta de María, como Madre de Dios. Es ejemplo a
imitar, camino a seguir. Ha sido y sigue siendo la primera creyente. Con mucha
mayor discreción, aún, está José, su compañero y padre solícito. Ambos en
actitud contemplativa. La de María aparece de forma más explícita. Guardaba las
cosas en su corazón.
Madre de Dios y madre nuestra. Desde aquel primer SI. Y en
ese contexto comenzamos un año nuevo, que se puede presentar ante nosotros con
la zozobra de lo desconocido, con la incógnita de sus días aún sin descubrir,
con la inquietud y preocupación de lo que tendrá Dios preparado para nosotros y
sobre cual puede ser nuestra respuesta o actitud. Pero desde el principio como
en el dintel de una nueva etapa aparece la figura de María, madre de Dios. Y
eso, todos los años, no solo este nuevo que está comenzando. El primer día María
aparece como diciéndonos que es un año de Dios, que hagamos lo que el nos diga
–palabras que fueron suyas un día-, y mientras nos lo dice está y permanece a
nuestro lado. Y junto a Ella tendremos más fuerzas para en este año ser testigos
vivos de su Hijo, siendo luz, sembrando paz, pregonando la justicia, dándonos a
todos sin reservas.
María, Madre de Dios y nuestra, gracias por serlo y danos tu
aliento e inspiración en nuestro caminar de cada día en el 2008
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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01 01 08
Somos Palabra, somos
Comunicación
(Jn
1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y
la Palabra era
Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no
se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de
los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
vencieron.
Hubo un hombre,
enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar
testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino
quien debía dar testimonio de la luz.
La
Palabra era la luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los
suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de
hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre,
ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su
Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio
de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto
delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido
todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto
jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha
contado.
Dios es la Palabra. Dios es
comunicación, es diálogo con las personas, con el mundo, con la sociedad, con
las instituciones. Una comunicación que trae vida y luz. Es para alumbrar y dar
fuerzas en el camino. Para orientar en el sendero. Ha sido anunciado, y
preparado por múltiples profetas, entre ellos Juan, el mayor de todos. Ha estado
y sigue estando con nosotros. Acampa en este mundo donde ha puesto su morada.
Unos se dan cuenta, otros no. Unos pasamos de largo, otros nos paramos a
entablar la comunicación que quiere. ¿En qué lado estamos nosotros? El mundo
solo puede caminar, las personas solo podemos entendernos a través de la
palabra, del diálogo, de la comunicación. Por eso, El se ha hecho todo
eso.
En este año 2007 que acaba
todos hemos vuelto a recibir ese don de la
Palabra. Es hora de hacer balance sobre
nuestra acogida de la misma. Es hora también de hacer proyectos sobre nuestro
compromiso futuro en la línea del doble diálogo: con Dios y con la realidad
cotidiana, pues nosotros también tenemos aquí nuestra
morada.
Así nos lo cuenta Juan al
comenzar su Evangelio, recordándonos en un pequeño trozo la historia de
la Palabra
hecha carne, pasando por el rechazo de los suyos a su glorificación. En este
momento de fin de año ponemos nuestros ojos en lo que hemos vivido. Fácilmente
descubrimos los momentos de oscuridad y silencio. Pero ha habido también muchos
momentos de luz, que son los que conviene sacar hoy a relucir para dar gracias,
y para, con pensamiento positivo, tomar fuerzas en el caminar del año próximo.
Descubramos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros, y como hemos sido
también palabra que da vida y luz a nuestro lado a través de la comunicación
interpersonal sobre todo. Ser agradecidos será una forma positiva de acabar el
año y comenzar otro. Porque lo que importa es nuestra intención, nuestro
esfuerzo, nuestras luchas, hayamos conseguido o no lo que nos proponíamos. Algo
hemos hecho. Hoy es la hora, como nos lo ha recordado los textos evangélicos
después de Navidad, del “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o del “A Ti,
Señor, damos gracias”, o del “Bendito seas, Señor, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los sencillos”. Y
es también el momento de las promesas, no tanto de las nuestras personales, sino
de recoger y aceptar la promesa de la Palabra hecha carne que habla de
beneficios y dones para los que la reciben y la
siguen.
María Consuelo Mas y
Armando Quintana
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31 12
07
Una familia
original
(Mt
2,13-15.19-23): Después que se fueron los Magos, el Angel del Señor
se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su
madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a
buscar al niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre,
y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se
cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Muerto Herodes, el
Angel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate,
toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel;
pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño». El se levantó, tomó
consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de
que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir
allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en
una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas:
«Será llamado Nazareno».
Parémonos un rato ante el misterio de Belén –o Nazaret, da
lo mismo- que tenemos en casa: José, María y un niño recién nacido- Jesús-. Ahí
tenemos una familia. Y pensemos cómo sería esa familia. A veces pensamos que
todo transcurriría bien, que la felicidad y los parabienes colmaban sus vidas. Y
sí, tendrían muchos ratos buenos, de alegría compartida, de cariño mutuo, de
ratos compartidos con los vecinos, de fiestas vividas en el pueblo, de momentos
de conversación en la mesa del comedor, de risas y bromas, de consejos de los
padres al hijo, de idas y venidas al colegio. Como en todas las
familias.
Pero es también una familia con dificultades, con problemas.
El parto les pilla fuera de su casa, no encuentran una pensión ni de la más
sencilla, todo estaba ocupado, al poco de nacer el niño peligra su integridad
física y tienen que desplazarse a otro país desconocido con otras costumbres y
estilos, vuelven al suyo y tienen miedo de que los peligros se vuelvan a repetir
y se van a vivir a otra ciudad con el consiguiente problema de readaptación. No
es fácil vivir así con un niño pequeño, y sin un trabajo fijo. Por otra parte,
José, sabiendo que no es su padre biológico, hace de padre al cien por cien,
haciéndonos comprender como un ejemplo vivo que no es la sangre lo que hace la
paternidad sino el corazón. Pensemos en tantos padres biológicos hoy en día que
han abandonado a sus hijos y como muchos solo se acuerdan de enviarle una
mensualidad económica. Y pensemos también en muchos padres no biológicos que
hacen de padres de corazón educando y haciendo suyos al hijo de su mujer. Como
ayer, pasa también hoy.
Nos gusta esta familia porque es pobre, puede ser modelo
para todos, sobre todo para los más sencillos, también para las instituciones de
cualquier tipo, incluida la propia Iglesia como comunidad cristiana, que debe
ser también pobre y no llenarse de oropeles o títulos mundanos. Nos gusta por el
modelo de madre y de mujer que hallamos en María: esposada con Dios por una
parte y con un carpintero por otra, podemos ser fieles a la familia, al
matrimonio y a Dios al tiempo. Nos gusta, como hemos dicho, por el modelo de
padre que encontramos en José –de quien con frecuencia nos olvidamos y no
valoramos lo suficiente-: padre sin serlo, siéndolo. Y nos gusta sobre todo por
Jesús, con padre en el cielo y en la tierra. Una familia difícil de imitar,
desde luego, pero todo un ideal de familia.
En ella se miran hoy también la familia perseguida en muchas
regiones del mundo, el padre que tiene que huir a otro país para buscar el
sustento de los suyos y pasa años sin ver a su esposa e hijos, es la familia que
huye, la familia inmigrante tantos años separada y a quienes se les pone
dificultades para reunificarse familiarmente cuando han pasado ya años de estar
separados, como esta familia que tuvo que huir a Egipto. Y que huyó de los que
mataban niños, como Herodes. Familias que hoy tienen muchos Herodes que se
llaman la intransigencia, el hambre, la pobreza, la intolerancia, la obligación
de ser y sentir como mandan unas leyes.
De esta familia de Nazaret, con gozos y dificultades, con
alegrías y grandes problemas, con esperanzas y enormes sufrimientos cuando
vieron crecer a su hijo y el rumbo que tomaba su vida que seguro le conduciría a
la muerte, hemos de tomar ejemplos las familias de hoy, también con nuestros
gozos y dificultades, pero también ha de tomar ejemplo la gran familia de
la Iglesia,
que es la comunidad cristiana, más allá de las organizaciones y modelos que nos
hemos dado a lo largo de los tiempos. Pues el Jesús a quien seguimos vivió en
una familia con normas y costumbres (muy posiblemente distintas a las nuestras
de hoy pues la cultura ha cambiado, y con ella los usos y costumbres), era uno
más del pueblo, tanto que sus paisanos un día se quedarán asombrados con lo que
dice y hace pues se preguntarán: “¿No es éste el hijo de José y de
María?
En esta familia nos miramos también tantas familias del
mundo que sin los problemas y dificultades que tuvieron que pasar ellos y otros
tantos hoy en el mundo, la vida nos ha sonreído y nos han venido dificultades,
sí, pero superables y con fácil resolución. Unas y otras hemos de seguir
viviendo con alegría, aprendiendo unos de otros, queriéndonos, amando a los
demás, haciendo de nuestra casa una familia abierta, aconsejándonos, sin olvidar
nunca la preocupación que nos debemos unos a otros, vengamos de la sangre o del
corazón. Una familia original la que se nos pone como ejemplo, sí, pero una
familia unida, con la comprensión mutua por delante y el amor como
norma
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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30 12 07
Un anciano justo y
piadoso
(Lc
2,22-35): Cuando se cumplieron los días de la purificación según
la Ley de Moisés,
llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en
la Ley del Señor:
Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un
par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había
en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y
esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había
sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto
al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres
introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en
brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar
que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has
preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y
gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre
estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María,
su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para
ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a
fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos
corazones».
Están insertos en el pueblo de
Israel, y como tales, arraigados y cumplidores de sus normas y costumbres. Por
eso llevan a su hijo al templo para presentarlo al Señor. Y ,dentro de la
tradición, Simeón anuncia que la
Buena Nueva se ha cumplido, que las profecías
se han realizado, y que lo tradicional da paso a lo nuevo, porque así siempre ha
sido, no para estancarnos en el ayer sino para dar paso al hoy. Lo viejo se
cambia a nuevo, lo que ayer era norma hoy se convierte en novedad. Y ahora ya
podemos descansar, como Simeón, cuando nos adaptamos a lo nuevo que el Espíritu
va desencadenando en cada época y sentir.
Y una vez más el mismo método que utiliza
la
Revelación de Dios: el anciano Simeón, que solo tenía como
título el ser un anciano justo y piadoso, es el que a las puertas del temñplo
canta las glorias del Mesías llamándole Salvador, Luz del Mundo y Gloria de
Israel. No le han conocido ni le conocerán los sacerdotes y guardianes del
templo, porque Dios no se revela a los sabios ni a los poderosos. Busca a los
humildes para hacer grandes cosas. Al lado nuestro pueden haber otros justos,
humildes y sencillos, que día a día nos estén trayendo la luz de Dios,
despertando en nosotros actitudes de comprensión, de acogida o de
solidaridad.
Pero el mismo que glorifica al
Niño es quien profetiza a su madre que aquel niño será signo de contradicción, y
eso hará sufrir a su madre. Por eso la llamamos también Ntra Sra de los Dolores,
la
Dolorosa.
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
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29 12 07
Los santos
inocentes, de ayer y de hoy
(Mt
2,13-18): Después
que los magos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le
dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate
allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él
se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo
allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por
medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».
Entonces Herodes,
al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió
a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo,
según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el
oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y
lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no
existen».
Sin pensárselo un momento. Tomó al niño y a su madre y salieron,
con lo puesto, huyendo a Egipto. Allí en Judea estaban siendo perseguidos, su
vida y su integridad física corrían peligro. Le perseguían por lo que
significaba, por las opciones, ideas y acciones que podía realizar contrarias al
régimen de Herodes. Son los primeros refugiados políticos. Hoy millones de
personas sufren este problema. También han de salir con lo puesto, huyendo de la
guerra, de las opciones políticas dictatoriales, por pertenecer a un sindicato
libre, del hambre, de los desastres medio ambientales. Lo recordaba el Papa
recientemente en su mensaje de Navidad mostrando su preocupación por los
refugiados en el mundo. Tienen derecho a ello. El art 15 de la Declaración
Universal de los Derechos humanos así lo confirma. Egipto fue
el primer país que dio asilo, en este caso a José, María y a su hijo Jesús. En
España cada vez ponen más dificultades para pedirlo, los devuelven a su país
antes de escucharles, y cuando lo hacen no llega al 4% aquellos que consiguen la
protección internacional en nuestro país o en Europa por sentirse perseguidos,
con el consiguiente problema de que al ser devueltos a su país de origen
correrían la suerte de caer bajo las garras de los nuevos Herodes que en el
mundo siguen habiendo. En su mensaje
navideño, Benedicto XVI denunciaba esa situación: el hecho de que cada vez hay
más inmigrantes, refugiados y deportados víctimas de las guerras, las tensiones
étnicas y el terrorismo, pero también debido a calamidades naturales, muchas de
ellas consecuencias de preocupantes desequilibrios ambientales.
Las dictaduras, las ideas fanáticas, las ambiciones de poder son
así. Degüellan a quienes les salen al paso con tal de salir ellos adelante o
quedarse arriba. Cientos de millones de inocentes han quedado en la cuneta. En
los tiempos en que nace Jesús un clamor de llanto y lamento se oyó en aquel
pueblo, eran las madres que lloraban a sus hijos, era el Herodes de entonces
matando a inocentes, eran niños que, desde su niñez, se convirtieron en mártires
y testigos, recordando hoy sangrantemente a la humanidad que no fueron los
primeros ni han sido los últimos. Hoy sigue siendo día de ellos, de los Santos
Inocentes, “es decir, de los niños esclavos, de los hambrientos, de los parados,
de los inmigrantes, de os que sufren las guerras, de los niños callejeros, de
los explotados, de los no nacidos. ¡Si….¡, de todos los niños” (S. Díaz), que
además no viven en otro planeta, sino en el nuestro, en el mismo que habitamos
cada día.
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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28 12 07
Todo un privilegiado
(Jn
20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a
Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice:
«Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los
dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y
llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no
entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las
vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas,
sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el
que había llegado el primero al sepulcro; vio y
creyó.
Navidad,
nacimiento, un niño, alegría y ternura. Ayer dolor, crisis, esfuerzo, renuncia.
Hoy, resurrección, alegría y gozo renovado, compromiso. El Evangelio es como la
vida misma, un todo integral, donde no hay nada separado, sino que cada parte
influye en el todo y según sean nuestras opciones integrales así afrontamos las
partes y los momentos de cada instante de la
vida.
El Evangelio
habla de carreras, de prisas por conocer de Jesús, por saber donde estaba.
Vieron y creyeron. Pero no solo son las prisas, es también la interioridad, la
serenidad: Dichosos los que sin ver han
creído.
Es el
testimonio de Juan, el Evangelista, el discípulo de Jesús, el que lo ha conocido
profundamente de cerca y con esa misma profundidad nos cuenta su experiencia. Es
su fiesta, la de San Juan. En el verano, el Bautista. En el invierno, el
Evangelista. Es el discípulo a quien amaba el Señor, hasta el mismo Juan habla
así de si mismo. Juan es el que sabe vivir encendidamente su amistad con Jesús.
El que reclina su cabeza sobre el pecho del Maestro. El que vela, al pie de la
cruz, la agonía de Jesús, junto a María. El que recibe a María como Madre y la
lleva a su casa. El que nos ha definido a Dios como Amor. El que nos repite el
mensaje de “Aménse…”.Es todo un
privilegiado.
María
Consuelo Mas y Armando Quintana
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27 12
07
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