Asunto: | [brisasrenovadoras] Fw: Para Brisas: Si quieres, puedes | Fecha: | Domingo, 13 de Enero, 2008 00:23:17 (-0300) | Autor: | Gladys Enciso <gladysenciso @.........ar>
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----- Original Message -----
Sent: Friday, January 11, 2008 10:48 AM
Subject: Para Brisas: Si quieres, puedes
Si
quieres, puedes
(Lc
5,12-16): Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre
cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó
diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó, y
dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le
ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y
haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de
testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía
para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares
solitarios, donde oraba.
La misma
dinámica, las mismas actitudes por parte de Jesús: actúa, cura enfermos, lucha
contra el mal, coloca el bien donde está el mal, y se retira a orar. La misma
dinámica por sus verdaderos seguidores: se acercan a El con fe y con humildad,
“si quieres, puedes curarme”. Seguro que al leproso le habían llegado
comentarios de las acciones buenas que hacía Jesús, sabía por tanto que podía
curarle, las noticias se divulgaban como al son de un tambor. Pero se acerca con
confianza, sí, pero sin exigencias. Si quieres…, puedes curarme. Era consciente
de su debilidad. Es un leproso, y sabía que su enfermedad lleva consigo la
expulsión de la sociedad, el alejamiento de todos los demás. Eran unas leyes
severas. Por eso, porque ya estaría señalado para la expulsión Jesús le
recomienda que cumpla con lo previsto por la ley para que ya nadie piense en su
exclusión.
Muchas
enseñanzas de un texto repetido: ¿Extendemos la fama de Jesús en nuestros
ambientes? ¿Acogemos a los demás como El nos acoge a nosotros? ¿Tenemos en
cuenta la manera de cambiar las leyes excluyentes que pudieran existir en
nuestra sociedad? ¿Pasamos por encima de esas leyes y ponemos a las personas por
delante, antes que las normas? ¿Nos acercamos a El con confianza y humildad, o
prima la rutina en nuestra relación personal con el Maestro? ¿Nuestros
encuentros con Jesús producen en nosotros el mismo efecto que al leproso:
quedamos limpios, empezamos una nueva vida y sabemos agradecer? ¿Nos retiramos
de vez en cuando, apartados de la bulla de la calle o de la tele, para esos
encuentros interpersonales con el Maestro? ¿…?
María
Consuelo Mas y Armando Quintana
http://buscandolaluz.zoomblog.com/
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Un profeta de
verdad
(Jn
3,22-30): En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos a la región
de Judea, donde pasó algún tiempo con ellos, bautizando. También Juan estaba
bautizando en Enón, cerca de Salim, donde había mucha agua. La gente acudía y
era bautizada. Esto sucedió antes que metieran a Juan en la
cárcel.
Por entonces,
algunos de los seguidores de Juan comenzaron a discutir con un judío sobre la
cuestión de las purificaciones, y fueron a decirle a Juan: «Maestro, el que
estaba contigo al oriente del Jordán, aquel de quien nos hablaste, ahora está
bautizando y todos le siguen». Juan les dijo: «Nadie puede tener nada si Dios no
se lo da. Vosotros mismos me habéis oído decir claramente que yo no soy el
Mesías, sino que he sido enviado por Dios delante de él. En una boda, el que
tiene a la novia es el novio; y el amigo del novio, que está allí y le escucha,
se llena de alegría al oírle hablar. Por eso, también mi alegría es ahora
completa. Él ha de ir aumentando en importancia, y yo,
disminuyendo».
El comienzo de la actividad pública de Jesús va en paralelo
con los avatares y sufrimientos de Juan el Bautista que, sufriendo la
persecución de Herodes, pasa sus días en la cárcel. ¿Hay muchos profetas que
antes, después o ahora no hayan pasado o estén pasando contratiempos y problemas
con los poderes sociales o el ambiente social de su tiempo?
Juan es un profeta de verdad. Acepta las consecuencias de su
misión. Y no es celoso de que venga Alguien detrás de si haciendo lo mismo y
mejor que el mismo. Y así se lo aclara a sus discípulos que ven en Jesús un
posible competidor. Al contrario, conviene, antes y ahora, que El crezca y el
que anuncia disminuya. A veces nos contrariamos con el hecho de personas que
habiéndose acercado al Evangelio a través nuestro no nos pongan en el centro de
sus vidas y estén todos los días manifestando nuestra gratitud. Nos hemos
olvidado que en nuestra acción como creyentes Jesús ha de aumentar en
importancia y nosotros ir disminuyendo. Y es que siempre que se nos habla de
Juan en el Evangelio deja tras de sí el aroma de una profunda humildad. Es
consciente de que no es el novio, no es el que hace la fiesta, sino el amigo del
novio, el que le ha ayudado a entregar unas cuantas invitaciones. Y dice
claramente a los suyos una verdad incuestionable que se desprende de todo el
mensaje revelado: “Nadie puede tener nada si Dios no se lo da”
Llamaban al Bautismo como una purificación. Y realmente es
así, es como nacer un hombre nuevo. Prácticamente todos nosotros lo hemos sido
de pequeños, cuando no nos dábamos cuenta. En estos días es la ocasión de renovarlo
como adultos, hacer consciente en nosotros lo que significa estar bautizado. Y
renovar el “Sí, creo”. Que es como decir “sí, quiero”, “si, lo acepto”, “sí, lo
sigo”. Es justamente a partir del Bautismo como Dios ha puesto a nuestra
disposición una abundancia de dones para que los repartamos entre los hermanos.
No son nuestros, es un regalo suyo, para que los hagamos fructificar y repartir
con alegría. ¿Sabemos dónde están y tenemos nuestros dones? Rebusquemos bien si no los encontramos,
porque hay mucha gente necesitada de ellos, muchos que todavía andan tristes por
la vida o pasan momentos de tristeza y angustia. Entre otras cosas nos ha dado
comprensión y solidaridad para repartirla entre aquellos que no la encuentran en
la sociedad, a veces ni siquiera en la familia.
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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