Asunto: | [brisasrenovadoras] Fw: Para Brisas: envios de Armando Quintana | Fecha: | Viernes, 18 de Enero, 2008 13:57:32 (-0300) | Autor: | Gladys Enciso <gladysenciso @.........ar>
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El secreto de la vida es sacar el mejor partido posible de lo que
acontece. Hacer de cada dia algo nuevo y puro. Sal en busca del
conocimiento y la experiencia. Permite que tus preguntas y tus respuestas se
reconcilien. Y haz cuanto esté a tu alcance para recordar...
La mejor
clase de aprendizaje proviene de una sonrisa con conocimiento.
Alin
Austin
----- Original Message -----
Bajo la guía del hermano mayor
(Mt
3,13-17): En aquel tiempo, Jesús vino de Galilea al Jordán donde
estaba Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo
diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?».
Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda
justicia». Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se
abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y
venía sobre Él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi Hijo amado,
en quien me complazco».
La humildad de Juan y la
disponibilidad de Jesús al plan de Dios se complementan y surge el Bautismo y,
en consecuencia, el reconocimiento por parte de Dios de que es su Hijo muy
amado. Como también en nuestro bautismo: reconocimiento oficial de que somos
hijos de Dios. Creemos que todos los somos, pero el bautismo es como si fuera
una legalización de lo que ya se nos ha dado. El ser hijo es algo así como que
el Padre se complace en El. Al igual que se complace en nosotros, como todo buen
padre con sus hijos. Los hijos son la niña de los ojos de sus padres. Es bueno
revisar si somos conscientes también de que somos la niña de los ojos de nuestro
Padre Dios, del Padre común.
Pasaje evangélico que nos es muy
familiar y que hemos visto incluso reflejado en múltiples obras artísticas. No
es nada nuevo para nosotros que el Espíritu de Dios se posa en su hijo
predilecto. Es como la investidura
solemne de su divinidad, como la declaración oficial. Así tiene el espaldarazo
para comenzar con toda autoridad su misión en la sociedad y entre las personas.
El Reino ha llegado a nosotros en su persona como hombre y como Dios. Es la
puerta que da entrada al Reino y en quien se cumplen todas las promesas. Es el
primero entre los hijos, porque nosotros, y conviene insistirlo, también lo
somos. Consecuentemente, hermanos unos de otros. Pero a la luz, y bajo la guía,
del hermano mayor, Jesús de Nazaret.
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
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13 01 08
Cambiar de
mentalidad
(Mc
1,14-20): Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y
proclamaba la Buena Nueva de Dios:
«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en
la Buena
Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el
hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les
dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al
instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a
Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca
arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras
Él.
Para que el
Reino llegue a la sociedad y a nosotros hace falta no solo creerlo sino
demostrarlo con el cambio. Esto es, la conversión. Cambiar las mentes y
actitudes personales. Cambiar el mal que existe en nuestra sociedad, esté donde
esté, comenzando con aquello que nos rodea y es cercano a nosotros. Lo vemos
también en Simón y Andrés y en los otros. Escuchan la llamada, y dejan lo que
tienen, lo que les puede atar a una vida
anterior.
Convertirse,
cambiar de vida es revisar acciones, actitudes, pensamientos, dedicaciones,
entretenimientos…, y que todo esté en la línea de los valores del Evangelio.
Convertirse es aprender a discernir en todo momento. Sin volvernos fanáticos. En
momentos puntuales, saber revisar lo que hacemos y con qué criterios. Con
normalidad. Como se revisa el trabajo en la empresa donde trabajamos a ver si
está dando resultados. Como se hace el inventario en cualquier industria para
ver de lo que disponemos. Esas revisiones de calidad que hagamos de vez en
cuando nos pondrán en la línea de cambiar de
mentalidad.
Y también
como padres, como adultos, como jóvenes donde quiera que estemos podemos hacer
una tarea educativa con nuestras palabras, con nuestros diálogos, con la
exposición de reflexiones. Es necesario que poco a poco vayamos educando a
nuestro lado en un cambio de mentalidad, hacia una forma de ver las cosas más
positiva, con más dinamismo, con actitud de participación solidaria. Esto es
también cambiar de vida, convertirse, la llamada que hoy nos hace el
Evangelio
María
Consuelo Mas y Armando Quintana
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14 01
08
Enseñaba con autoridad
(Mc
1,21-28): Llegó
Jesús a Cafarnaum y el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y
quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre
poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros
contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo
de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y
agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
Todos quedaron
pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una
doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y
le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la
región de Galilea.
Enseñar con autoridad es enseñar sin dobleces, con el ejemplo,
acompañando lo que se dice a lo que se hace, y mostrando con su actitud como
está lleno de Dios. Eso es tener autoridad moral. Daba de lo que tenía y hacía
lo que predicaba. Eso es lo que tenía Jesús. Y además en una sinagoga, que se
había convertido en lugar de costumbres que no se vivían ni los que la
enseñaban. No era un tele-predicador. Por eso los autores del mal no lo podían
ver en pintura –“¿has venido a destruirnos?”-. Sabían que Jesús era un luchador
contra todo lo que encarnara la figura del mal y estuviera poseído del egoísmo,
el miedo y la tiranía, oprimiendo a las personas, como simboliza el espíritu
inmundo del Evangelio de hoy. Solo El, con esa moral, podía romper las cadenas.
Por eso, se extendió su fama por toda la región, porque era una doctrina
expuesta con autoridad. Tenía autoridad no porque gritara mucho o diera muchas
voces o ridiculizara a sus oponentes. No imponía nunca –“el que tenga oídos para
oír, que escuche”. “el que quiera seguirme que me siga”- ni atemoriza o mete
miedo con sutiles y posibles condenas. En definitiva, enseña sin crear
dependencia, sino dejándonos personas libres. Es el convencimiento de que está
transmitiendo la voluntad de Dios, un Padre que quiere lo mejor para sus hijos,
lo que también le da fuerza. Y por eso, lo hace sin coaccionar. Son propuestas
para el camino lo que va trazando a lo largo de sus enseñanzas y
acciones.
La fuerza de su Palabra sigue llegando hoy a nosotros y en la
lectura de este trozo se actualiza en nuestras vidas. ¿La solemos recibir con la
fuerza de su autoridad? ¿Nos da ello capacidad para desatar otras cadenas que
nos encontramos en nuestro caminar de cada día? ¿Creamos dependencia a nuestro
lado o generamos libertad en las personas que nos rodean?
María Consuelo Mas y Armando Quintana
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15 01 08
Hay tiempo para
todo
(Mc
1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con
Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con
fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La
fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
Al atardecer, a la
puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera
estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de
diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los
demonios, pues le conocían.
De madrugada,
cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y
allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al
encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a
los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y
recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los
demonios.
Curó a muchos, expulsó el mal,
luchaba contra el sufrimiento de las personas. Y se retiraba para recuperar
fuerzas y orar. Pero no se limita a un sitio donde ya ha estado: “vayamos a los
pueblos vecinos que para eso también he venido”. No busca que los que ya le
conocen le alaben y le hagan homenajes. Tiene prisa por llegar a otros sitios.
Contemplación y acción. Lo hemos comentado recientemente en otro texto
evangélico de hace pocos días.
Para todo debe haber tiempo. No
valen las excusas. La noche anterior ha sido larga, rodeado de gente que venía a
buscar remedio a sus males, agolpándose en su puerta. Pero se levanta de
madrugada para orar.
Es como si estuviera en todas
partes. En íntima conexión con el dolor de la gente, en íntima conexión con su
Padre.
Y es que bajo el sol hay un tiempo
para todo y un momento para hacer cada cosa. Tiempo para nacer y tiempo para
morir. Tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado. Tiempo para
enfermar y tiempo para curar. Tiempo para demoler y tiempo para edificar. Tiempo
para llorar y tiempo para reir. Tiempo para gemir y tiempo para bailar. Tiempo
para lanzar piedras y tiempo para recogerlas. Tiempo para los abrazos y tiempo
para retenerse a ellos. Tiempo para buscar y tiempo para perder. Tiempo para
conservar y tiempo para tirar fuera. Tiempo para rasgar y tiempo para coser.
Tiempo para callarse y tiempo para hablar. Tiempo para amar y tiempo para
sufrir. Al final ¿qué provecho saca uno de su afán? Siempre hay tiempo para
todo. Como Jesús, para actuar y para contemplar.
Como nos lo recuerda el
Eclesiastés 3,1-8:
 Hay un momento
para todo y un tiempo para cada cosa
bajo del cielo:
un tiempo para reír y un tiempo para llorar;
un tiempo para
plantar y un tiempo para arrancar lo plantado.
Un tiempo para
bailar y un tiempo para lamentarse;
un tiempo para
hablar y un tiempo para callar;
un tiempo para
dar y un tiempo para recibir...
María Consuelo Mas y Armando
Quintana
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16 01 08
Señor, si quieres puedes
limpiarnos
(Mc
1,40-45): En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y,
puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él,
extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le
desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole
severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de
testimonio».
Pero él, así que se
fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya
no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a
las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas
partes.
También Tú, Señor, si quieres puedes limpiarnos por dentro de
nuestras interioridades negativas, de aquellas lepras que aún nos quedan y que
en ocasiones hasta cultivamos.
Tú que dijiste que “no es lo que entra de fuera para adentro lo que
mancha el corazón del hombre sino lo que sale de dentro para fuera”. Limpia,
pues, el egoísmo, la maledicencia, la pereza, la discordia, la crítica sin
fundamento, las desavenencias que muchas veces anidan en nuestro corazón. Si tú
quieres, puedes limpiar esas cosas. Nosotros estamos disponibles para dejarte
actuar. Límpianos por dentro, Señor, para que realmente vayamos siendo cada días
mas conformes a la imagen y semejanza del que nos ha creado.
Haz, Señor, que con esa limpieza, vayamos, como Tu, dejando
trocitos de compasión por los caminos de nuestra vida. Cambia nuestra mentalidad
y haz que comprendamos que por encima de las normas y de las leyes está el
servicio a las personas, como lo hiciste Tú con aquel leproso a quien las leyes
impedían acercarse a donde hubiera gente y se llevó la sorpresa de que Tú le
tocaste con tus manos.
Sigue pasando, Señor, por nuestras vidas. Camina con nosotros y
haznos así mas fuertes sabiendo que Tú estás a nuestro lado en nuestros
proyectos, trabajo, casa, familia y donde quieran que andemos.
Que con esta limpieza interior que nos haces, Señor, podamos
caminar de acuerdo a nuestra conciencia, atravesando las barreras o muros que
nos impidan seguir tus normas, aunque en algunos casos no seamos entendidos y en
otros nos tachen de rebeldes o revolucionarios, estando siempre cercanos de los
más marginados, como Tú lo estuviste de aquel leproso.
Báñanos, pues, por dentro de tu Espíritu como lo fuiste tú en el
día de tu Bautismo. Que nos inunde tu Espíritu de vida y de verdad, sabiendo
tener conciencia siempre de nuestra identidad creyente. Que nos dejemos poseer
de tu Espíritu de amor dando cada día más pasos a la solidaridad, la gratuidad y
la compasión. Que venga sobre nosotros tu Espíritu de conversión, dejándonos
renacer a una nueva mentalidad.
Señor, si tu quieres, puedes limpiarnos y darnos un corazón nuevo.
Lo queremos y lo deseamos de verdad.
María Consuelo Mas y Armando Quintana
http://buscandolaluz.zoomblog.com/
17 01 08
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