Con las alas al viento

Conocer el significado de la libertad implica mucho más que la
facilidad para trasladarse de un lugar a otro, requiere mucho más que la
posibilidad de hablar y ser escuchada(o), necesita mucho más que dinero
en el bolsillo para vivir la vida, precisa mucho más de lo que
imaginamos. Un ser humano comienza a experimentar la libertad cuando
adquiere conocimiento, cuando busca la forma de iluminar las áreas de su
vida que se encuentran oscurecidas por las huellas de un pasado que no
se quiere marchar.
Vinimos a este lugar para sanar un
sentimiento que proviene del pasado; se trata de la culpa. La última vez
que hablé sobre esto, las personas que me escuchaban, lloraban al
comprender cuál era el origen de su eterno sufrir y la razón por la cual
todos sus esfuerzos por ser felices parecían inútiles, sin sentido. Eso
me motivó a escribir este artículo para ti, porque sé que desde hace
mucho tiempo llevas contigo para todos lados la duda de si lo hiciste
bien o no, la pregunta de por qué no te detuviste cuando era el momento,
te cuestionas el por qué estuviste en ese lugar cuando no debías, o el
por qué no dijiste la palabra correcta, también te preguntas por qué
dejaste que esa persona se fuera, te lastimas una y otra vez
preguntándote por qué dejaste ir esa oportunidad, ese sueño, ese amor,
ese dinero, ese ser querido, ese trabajo, ese país, esa
noche.
Sé que no ha sido fácil. Vinimos a este
mundo sintiendo culpa por hacer sufrir a nuestra madre en el parto y
desde ahí se nos hizo entender que la vida funcionaba a base de
recompensas al “buen comportamiento” y de castigos al “mal
comportamiento”. Fuimos educados para sentir culpa por existir y ahora
estamos empezando a corregirlo. Este es el momento, ni antes ni después.
Acepta esto ahora sin pensarlo tanto, por favor. Elegiste esta realidad
para modificar un pensamiento que se te ha salido de control, ese
pensamiento es el que te ha hecho sentir culpable siempre. De ese
sentimiento proviene el auto castigo con el que generalmente “pagamos”
por estar vivos. Pagamos con nuestros cuerpos físicos, con nuestras
relaciones, pagamos con nuestras pertenencias. Pagamos también con un
sistema de creencias que es obsoleto.
La carencia llega a tu vida, cuando crees
que te hace falta algo y entre más necesites de ese algo, más parecerá
alejarse de ti. Así mismo, entre más culpable te sientas, así mismo
tendrás más necesidad de crear situaciones que te hagan sufrir, porque así
crees inconscientemente que estás dando algo a cambio. Algo que puede
arrojar luz sobre estos sentimientos inútiles es el hecho de comprender
que estás aquí para hacer válidos algunos “contratos emocionales” (Leer el
artículo llamado Contrato emocional en este blog), que incluyen tus
relaciones con algunas personas y que por lo tanto esas otras personas a
las cuales crees haberle hecho daño son parte de un pacto para crecer, son
parte de un trato, en el cual podrán experimentarse de diferente manera
para conocer así el propósito de estar aquí. Tú eres parte de ese
propósito y eres responsable de él, más no culpable.
La culpa es pariente del miedo y se expresa
de muchas formas. En ocasiones ni siquiera tenemos tiempo para pensar en
los por qué y sólo necesitamos enfocarnos en sanar nuestros miedos ante la
vida, omitiendo un poco la lógica para no perdernos en sus conceptos.
Cuando naces diferente estás asumiendo un reto con el cual podrás
lastimarte por el resto de tus días o con el que también podrás iluminarte
para apoyar a quienes se sientan igual que tú alguna vez. Creo que todos
sufrimos de odio hacia nosotros mismos en pequeñas o grandes dosis, en el
fondo nos odiamos por considerarnos malos, in-merecedores de momentos
felices, in- merecedores del amor, del dinero, de paz y así con todo esto
en nuestra conciencia, creamos situaciones que reflejen ese odio, creamos
enfermedad, dolor, carencia, muerte.
En ocasiones no hay espacio para las
preguntas ni para las respuestas, sólo hay cabida para el amor, para
reconstruir esa relación que has perdido contigo, para irradiar luz en
todas las direcciones hacia donde la vida te lleve, para sonreír ante los
retos. Puede ser que en este momento surjan muchas preguntas que nadie te
ha contestado, pero la cuestión es: ¿te dedicarás a buscar las respuestas?
O comenzarás a pensar que sólo tienes este instante para rehacer tu vida y
para decirte que te amas, porque eres inocente de todo lo que te acusas.
Recuerdo que hace algún tiempo leía a Elizabeth Kübler Ross en uno de sus
libros sobre la muerte y ella me hizo reaccionar, al mencionar en él, que
en una ocasión anduvo por las calles tan muerta de hambre que había estado
dispuesta a arrebatarle un pedazo de pan a cualquier niño hambriento que
hubiera visto. Eso me hizo comprender aún más una frase que mi papá me
enseñó: “Somos un poco de todo”.
Entonces, si yo hubiera sido educada como
tú, si hubiera tenido tus mismas experiencias, si hubiera elegido tus
mismas vivencias, habría actuado exactamente igual que tú. Generalmente el
ser humano es producto del medio en el cual se desarrolla, así que tú y yo
somos parte de lo mismo, estamos en capacidad de hacer lo mismo por
hambre, por sed, por miedo y por amor.
Quiero pedirte por favor que medites en la
afirmación que quiero regalarte y que tomé del libro de Sondra Ray llamado
“Relaciones con amor”. Date la oportunidad de sentir tu voz interior por
medio de este artículo y re construye tu vida, tu mundo, pensando:
“Yo (tu nombre) Soy inocente. Merezco
amor, dinero, salud (o lo que quieras agregarle).
Por último, perdónate. Si no eres
indulgente contigo, entonces ¿Quién lo será? Recuerda que siempre,
siempre, siempre, eres inocente. El amor es inocente. El dinero también lo
es. Eres inocente, responsable, jamás eres culpable. Eres parte del plan
de alguien, eres parte del plan universal y por eso todos en el universo
celebramos que estés aquí. A esto le llamo libertad. Estás aprendiendo a
volar, con tus alas al viento, elige conocer la vida, conocer al amor,
elige conocer a Dios.
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