NUNCA PEDISTE PERMISO
Sepulté los besos más
audaces
aquella maldita mañana cuando
dijiste
que no creías en tanto amor.
Habíamos desafiado la
fatalidad
incólumes a las utopías en
azabache.
Fuimos el intrépido fulgor
en el rescoldo de noches
abiertas
que trascendía el conjuro
con un gemido inspirador de lo
sublime.
Y éramos parábolas de
caricias
que se adentraban únicas
en océanos de fuego.
Hoy,
confinada y sin albores
escribo mis últimos versos
pues mi amor
no es poesía sin tu piel...
02/02
Geo