Aquí me tienes Señor,
parándome,
después de la centésima caída.
Agradeciendo tu amor infinito,
en la
misericordia de tu centenaria acogida.
Vengo a pedirte perdón
urgente,
por las mil veces que reduje el amor,
al círculo de mis
cercanos.
Por ignorar, indolente,
lo bueno
de mis hermanos.
Por recordar con afectuoso
sentimiento
sólo a quienes alimentaron mi ego
en algún generoso
momento.
Por las veces que pude hacer algo
más y mejor,
y me auto disculpé con débil argumento.
Por haber extinguido el grato
recuerdo,
de tantos miles que en la vida me han ayudado
Por creer que siempre tenía la
razón
en mis acciones y razonamientos.
Perdón, Señor, por mis caprichos
personales,
que impuse a los demás sin esperar consentimiento.
Por la rebeldía interior no
expresada,
que disfracé en una acción obediente.
Por amar, sin demostrar el
sentimiento.
Por las veces que mi amor urgente hacia ti,
no se detuvo en
mis hermanos.
Creyendo, ingenuamente,
que llegaría veloz,
sin fraternal
aditamento.
Por la cobardía de no cambiar lo
suficiente
cuando una palabra o gesto lo advirtió.
Y por las veces que no
tuve,
la valentía de señalar el error,
al hermano
fraternalmente.
Por no alinear la proa de mi débil
barca
hacia el temporal violento,
cuando tú me llamas a maravillosa
singladura,
que durará eternamente.
Finalmente, perdóname, Señor
Por
pedirte hoy público perdón,
cuando mis hermanos ya lo hicieron en
silencio.
AMEN