Lo quiero con la
sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el
aliento, con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,
y con el sueño
fatalmente obseso de este amor que me copa el
sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.
Mi vida es de tu
vida tributaria, ya te parezca tumulto, o
solitaria, como una sola flor desesperada.
Depende de él
como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra
sobre el muro, que solo en él respira
levantada. |