El
otoño pasado hice algo que hacía muchos años que no hacía: me dejé el reloj en
casa y pasé todo un día sin controlar la hora. En lugar de vivir a golpe
de reloj y planificar todo lo que tenía que hacer ese día, sencillamente viví el
momento e hice lo que me apetecía. Me convertí en un verdadero ser humano
viviente en lugar de ser un humano ejecutente.
Por
la mañana temprano, salí a dar un paseo por el bosque, una de mis actividades
favoritas. Conmigo llevaba un gastado ejemplar en rústica de Walden, del
filósofo social Henry David Thoreau, un libro que ha llegado a apreciar
mucho. Después de buscar un bonito rincón para sentarme y leer,
experimenté uno de esos momentos de sincronía durante los cuales sucede algo
perfecto en el momento justo. En mi caso, abrí el libro al azar y encontré
el siguiente párrafo ante mis ojos:
Salí a
los bosques porque deseaba vivir plenamente, afrontar solo los hechos esenciales
de la vida y ver si podía aprender lo que esta hubiera de enseñarme, en lugar
de, cuando llegara el momento de morir, descubrir que no había vivido. No
deseaba vivir lo que no fuera la vida, la vida es tan querida; ni deseaba
practicar la resignación, a menos que fuera absolutamente necesaria.
Quería vivir plenamente y sorber el tuétano de la vida, vivir resulta y
espartadamente para poner en fuga todo lo que no fuera vida….
Reflexioné
en las palabras de este gran hombre y me empecé de la belleza milagrosa de la
escena que me rodeaba. Pasé el resto del día en una librería, viendo Toy
Store con mis hijos, relajándome con mi familia en el patio y escuchando mis
piezas musicales favoritas. Nada claro. Nada complicado, pero
absolutamente divertido.
Robin
S. Sharma
" Lecciones
sobre la vida del monje que vendió su Ferrari
"