El mayor milagro de la Madre Teresa
Por JAIME ALFREDO FONSECA
GUZMÁN Periódico El Heraldo de
México
La Madre Teresa de Calcuta fue incluida en el canon de las
personas de las que la Iglesia tiene certeza de que ya están en el Cielo,
intercediendo por nosotros. Se le beatificó por una curación milagrosa. Pero ése
no es su mayor milagro.
El verdadero milagro es la labor que inició con la Congregación
de los Misioneros y las Misioneras de la Caridad, a la que miles de voluntarios
en todo el mundo dedican su persona, su vida y parte de su tiempo, apoyándolos
"in situ", ya sea en el Continente africano, la India, la ciudad de Nueva York o
el Barrio de Santa Fe en la Ciudad de México, que en algunas zonas no es tan
"yuppie" como el centro comercial.
El verdadero milagro es que la difunta Princesa Diana y gente de
ese estilo, hayan buscado su amistad y la ayudaran económicamente, atraídos por
la santidad de la que se autodenominaba Servidora de los más pobres, de los más
despreciados, de los que muchos consideran la escoria de la humanidad.
A diferencia de los que malentendiendo la Opción Preferencial por
los pobres, optan por el desprecio a los ricos, la Madre Teresa de Calcuta
defendió el encuentro entre las clases, recordando a los ricos la grave
responsabilidad que tenían con sus hermanos más necesitados.
"Los pobres no tienen necesidad de nuestra compañía o de nuestra
lástima", solía decir. "Tienen necesidad de nuestra ayuda económica, de nuestra
asistencia efectiva, y de nuestro amor sincero. Nunca tengan temor de dar", dijo
una vez en Nueva York. "Den hasta que les cueste... Jamás vuelvan la espalda a
los pobres, porque al hacerlo, la vuelven a Cristo Jesús".
Teresa de Calcuta no teorizó acerca de la dignidad y los derechos
humanos, como hacen los amigos del "red set". Lucho por ellos desde el
Evangelio, amando profundamente a la Iglesia, y plenamente unida al Vicario de
Cristo.
Una vez, después de una audiencia privada con Juan Pablo II, le
preguntaron qué había dicho. Ella contestó, llena de amor y de respeto: "No
recuerdo..., sólo sé que pidió oraciones. Ninguna recuerda nada..., no hicimos
más que mirarlo".
Ante los que por su "solidaridad" con los necesitados, se olvidan
de Dios, de la Eucaristía y de la oración, la Madre Teresa de Calcuta solía
decir: "Nuestras vidas tienen que alimentarse con la meditación de la palabra de
Dios, con la Santa Misa y con la Eucaristía. Si no somos capaces de ver a Cristo
bajo las apariencias de pan, tampoco nos será posible descubrirlo bajo la
apariencia humilde de los pobres".
A quienes consideran que promoción social y evangelización están
peleados, la Madre Teresa les recuerda que siempre, con gran sorpresa de sus
hermanas, al comenzar una fundación, nadie les pidió ropa, ni medicina, ni
alimentos.
"Sólo les pidieron: Enséñennos la palabra de Dios. Aún la gente
más pobre tiene sobre todo hambre de Dios".
A las "Católicas con derecho a decidir", la Madre Teresa les dijo
en su discurso al recibir el Premio Nóbel de la Paz en 1979: "Si oyen que alguna
mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, intenten convencerla para que
me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios", sin
importar que sea producto de una violación, que tenga malformaciones congénitas,
o simplemente porque le estorba a la madre.
¿El mayor milagro de la Madre Teresa de
Calcuta? Que en estos tiempos en los que se cree que la Opción preferencial por
los Pobres implica ir en contra del Magisterio de la Iglesia, ella nos demostró
que es todo lo contrario. Y que, a pesar de ser una anciana, no renunció, ni la
dejaron renunciar.
Zulma
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