10 de Diciembre: Día
de los derechos humanos

Mensaje de
la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Louise
Arbour, con motivo del Día de los Derechos Humanos. "Los estados y
la Comunidad
Internacional tienen el deber de luchar contra la
pobreza".
La conciencia del impacto de la
pobreza sobre millones de hombres, mujeres y niños alrededor del mundo, y de
cómo este estado de privación y miseria compromete nuestro futuro común, nunca
ha sido mayor. Sin embargo, a pesar de que se ha logrado una comprensión cada
vez más sofisticada de la complejidad de los factores que intervienen en la
pobreza, que van desde la exclusión y la discriminación hasta los desequilibrios
del sistema de comercio internacional, los enfoques frente a la reducción de la
pobreza con frecuencia siguen incluyendo llamados a la caridad o al
altruismo.
En este Día de los Derechos Humanos
reafirmamos que vivir libres de carencias es un derecho, y no simplemente un
problema de compasión. Luchar contra la pobreza es un deber que obliga a los
gobernantes tanto como el deber de garantizar que todas las personas puedan
expresarse libremente, elegir a sus líderes y practicar sus credos como quiera
que sus conciencias les dicten.
Todos los países,
independientemente de su riqueza nacional, pueden adoptar medidas inmediatas
para luchar contra la pobreza, basadas en los derechos humanos. Poner fin a la
discriminación, por ejemplo, permite en muchos casos eliminar las barreras de
acceso a un trabajo digno y les permite a las mujeres y a las minorías tener
acceso a servicios esenciales. Mejorar la distribución de los recursos
colectivos y fortalecer el buen gobierno a través de la lucha contra la
corrupción y la garantía del Estado de Derecho, son medidas que están al alcance
de todos los Estados.
Así como los Estados tienen la
responsabilidad primaria frente a su propio desarrollo, la comunidad
internacional también debe cumplir los compromisos que ha adquirido para apoyar
los esfuerzos de los países en desarrollo. Muchos países ricos aún tienen el
reto de cumplir las metas de ayuda al desarrollo con las que se han
comprometido, y sin embargo continúan invirtiendo diez veces más en presupuestos
militares. Al mismo tiempo, gastan cerca de cuatro veces su presupuesto de ayuda
al desarrollo –suma casi igual al total del producto nacional bruto de los
países africanos- en subsidios para sus propios productores agrícolas. La
indiferencia y las visiones estrechas de los intereses nacionales por parte de
los países prósperos obstaculizan los derechos humanos y el desarrollo de una
manera tan nociva como la discriminación a nivel local.
En la Cumbre Mundial del
año 2005, los líderes del mundo reconocieron que el desarrollo, la paz, la
seguridad y los derechos humanos se refuerzan de manera recíproca. En un mundo
en donde una de cada siete personas continúa padeciendo de hambre crónica y en
donde las desigualdades dentro y entre los países crecen, nuestra capacidad de
alcanzar los objetivos que la
Cumbre reafirmó con el fin de "convertir la pobreza en
historia" seguirá seriamente cuestionada, si no enfrentamos la pobreza como un
problema de justicia y derechos humanos.