Quiero pecar. De loco. De iluso. De todo
aquello que se parezca a tener sueños, delirio, esperanza. Quiero ser el
pecador unívoco del azul que todavía existe en la utopía. Quiero pecar de
soberbio por creer que hay muchos como yo, que dan la mano doliente y
desarmada para que –quizá- le corten el vuelo de un tirón con la cordial
guadaña de la indolencia. Quiero pecar de estúpido si esa estupidez me
lleva a los ojos alegres de un ser humano que esté viviendo sus últimos
minutos. Quiera Dios, el diablo, el bien o el mal o lo que fuere, que el
arrancar una risa cristalina sea el peor de los pecados. Hay tantos santos
de biblioteca, inoperantes en su limbo de auras blancas, que yo prefiero
calcinarme en el fuego malsano de la vida, siempre imponente cuando se lo
mira con los ojos húmedos.
© Juan José
Mestre