Durante toda mi vida aparecerán y desaparecerán los desafíos, tanto en
tiempos de éxito como de contratiempos.
No obstante, es en el ir y venir de los sucesos, hábitos y actitudes como
se produce el crecimiento.
No tengo por qué sentirme angustiada por abandonar la seguridad de un
sitio familiar, la comodidad de una relación o una realidad reconfortante. Puedo mirar más allá de la seguridad
pasajera que ofrece una situación o una persona y recurrir a mi verdadera
seguridad: el Espíritu Santo. La
presencia del Espíritu Santo me acompaña a todas partes y en todo
momento.
Agradezco cada oportunidad de abandonar caminos inadecuados o que ya han
cumplido su ciclo, pues cada una me libera un poco más. Acepto situaciones nuevas con fe y buena
disposición.
Cuando recibo de buen grado la guía del Espíritu Santo, hallo la fuerza y
la sabiduría necesarias para aprovechar a fondo las oportunidades de cada
día.
Recibido de Graciela
Baquerizo