En un
momento crítico de la guerra civil de los Estados Unidos de
América,
una
delegación eclesiástica, bien intencionada, fue a visitar
a
Lincoln
con ánimo de darle consejos.
El
presidente contestó a las preguntas de la delegación con paciencia y
cortesía.
- Pero,
señor presidente -le preguntó uno de ellos-. ¿Está usted seguro de que Dios está
de su parte?
- No es
eso lo que me preocupa -replicó Lincoln- Lo importante es si yo estoy de parte
de Dios.
Aunque
trato siempre de estarlo
La condición
creyente consiste en plegarse al querer de Dios.
Y la tentación
es, al contrario, pretender que Dios se pliegue a mi
querer.
¿Dios de mi
parte? Eso es cosa de Dios. Lo mío es estar yo de su parte
Agustín
Filgueiras
Texto
seleccionado por ARMANDO QUINTANA
Montaje:
CAIA