El indeciso nos impacienta porque nos estorba. Sin embargo, el
indeciso hace uso de su libertad. En efecto, la libertad no consiste sólo en
tomar decisiones pese a las presiones del entorno: también consiste en la
posibilidad de no tomar decisiones. Además, paradójicamente, los indecisos pueden
ser tantos que decidan el resultado de las acciones de los demás. De modo, pues,
que debiéramos decidir escuchar al indeciso.
Siempre se nos exige que tomemos decisiones, y que lo hagamos en
seguida. El apremio de la vida moderna es tal, que los indecisos suelen ser mal
mirados. Suele preferirse un decisor rápido a uno lento, independientemente de la
calidad de las decisiones que tomen uno y otro.
La impaciencia para con los
indecisos es comprensible. Ellos entorpecen el tráfico de todo, confunden, y
hacen perder el tiempo de las personas serias, que siempre toman decisiones
firmes. Decididamente, la indecisión es una plaga.
La importancia de la
toma de decisiones en todos los órdenes de la vida es tal, que se ha construido
toda una teoría acerca de ella. Desgraciadamente, se puede probar que esta teoría
no sirve sino para ganarse la vida enseñándola en
alguna facultad.
Además, dicha teoría da por sentado que no hay lugar
para la indecisión ni, por lo tanto, para la inacción. Pero que lo hay, lo hay,
como se diría en una zarzuela.
Si la libertad no consiste en poder decidir
lo que uno quiera
¿qué es?
la libertad es el poder de no tomar
una decisión cuando uno no desee tomarla.
Es decir, ser libre es poder
ser indeciso cuando a uno se le antoje, con razón o sin ella. .
Ejemplos
de libertad negativa: estar
libre de compromisos, de habitar en una villa miseria, de no trabajar, de
morirse de hambre, y abstenerse de tomar decisiones.
Ejemplos de libertad
positiva: ser libre para tomar decisiones, trabar amistades, amar, hablar,
trabajar, mercar, asociarse, protestar, y actuar en política.
Sugiero que
la libertad plena es tanto positiva como negativa.
Sin embargo, de hecho la
libertad total es ilusoria. Sólo podemos aspirar a gozar de libertades limitadas,
porque la pertenecía a cualquier círculo o sistema social impone obligaciones.
Recordemos dos máximas morales pertinentes.
Una de ellas es "Tu libertad
termina donde empieza la mía". O sea, tienes derechos, pero no éstos no son
irrestrictos, sino que están limitados por los derechos ajenos. Este principio
limita la libertad positiva. Impide que los derechos se conviertan en
privilegios.
El segundo principio limita la libertad negativa. Reza así:
"Todo derecho implica un deber". Por ejemplo, mi derecho a transitar por la acera
acarrea el deber de no ensuciarla, para que otros puedan ejercer el mismo
derecho. Y mi derecho a votar implica el deber de emitir un voto informado. El
motivo es claro: mi voto puede influir el resultado de las elecciones, el que a
su vez afectará a otros.
El ejercicio de la libertad negativa involucra
el derecho a la indecisión. En cambio, el ejercicio de la libertad positiva
involucra el deber de tomar decisiones. ¿Cómo se compaginan ese derecho y esta
obligación?
¡Ah! No me pidan que tome una decisión sobre esta cuestión, porque por el
momento no tengo ganas ni me alcanza el conocimiento. Ella podría ser motivo de
un segundo cursillo. Nótese que digo "podría ser", no "será". Quiero conservar mi
libertad de no tomar decisiones