VIDA CONTEMPLATIVA, VIDA ACTIVA
EL HOMBRE MANI
Un molino de plegarias es un
instrumento ritual cilíndrico lleno de innumerables mantras e inscripciones
enrolladas en el sentido de las manecillas del reloj, alrededor de un eje
central. Algunos molinos de plegarias son tan pequeños como un arete y otros tan
grandes que ocupan la totalidad de una habitación y son movidos por peregrinos
que asiéndose de asas, los hacen girar mientras recitan sus plegarias
cotidianas. Unos son activados por el agua de ríos o cascadas, aprovechando así esta fuente
de energía natural y esparciendo sus bendiciones a través de la tierra. Otros
son movidos por el viento e inclusive en ocasiones, por pequeños motores
eléctricos. Los fieles tibetanos creen que el poner en movimiento estos molinos,
así como el colgar las tradicionales banderas de oraciones puede llevar a
actualizar los deseos y aspiraciones en estos objetos
inscritos.
La provincia de Kham se encuentra en el este del Tibet y es
similar al antiguo oeste de los Estados Unidos. Los Khampas, son grandes jinetes
que aprecian profundamente a los equinos. Hasta hace alrededor de unos 50 años,
la región de Kham estaba dividida en una variedad de pequeños reinos, cada uno
con su propio pequeño ejército.
Hace muchos años vivió un hombre en la lejana
provincia tibetana de Kham llamado el “Hombre Mani” debido al hecho de que día y
noche, podía siempre ser encontrado girando su pequeño molino de plegarias. El
cilindro estaba lleno con rollos conteniendo el mantra del gran compasivo, el
Bodisattva Avalokiteshvara, Om Mani Padme Hung. El hombre vivía con su hijo y su
fino caballo. El muchacho era el amor de su padre y la fuente de orgullo y gozo
para el hijo era su caballo.
La esposa de este hombre había ya partido hacia
mejores renacimientos tras una larga vida de servicio y virtud. Padre e
hijo vivían libres de excesivas necesidades y deseos en una de varias casas de
piedra cercanas a un río, al borde de una gran planicie.
Un buen día, su caballo
desapareció. Los vecinos lamentaron la pérdida del único valor material del
hombre, mas el estoico viejo tan solo continuó girando su molino de plegarias y
recitando el sagrado “Om Mani Padme Hung”, el mantra nacional del Tibet. A quien
fuera que preguntara o expresara sus condolencias entorno a la pérdida del bello
caballo, simplemente le respondía: “den gracias por todo, ¿Quién puede decir lo
que es bueno o malo? Veremos…
Después de algunos días, la espléndida criatura
regresó, acompañada por un par de mustangs salvajes, los cuales tanto el viejo
como su hijo, prontamente domaron. Todos cantaban canciones de celebración y
congratulaban al viejo por su inesperada buen fortuna. El hombre simplemente
sonreía sobre su molino de plegarias y decía “me encuentro agradecido…pero ¿quien
sabe?,
ya veremos”
Más tarde, mientras su hijo montaba a uno de los mustangs, fue
arrojado al suelo rompiéndose una pierna. Algunos de los vecinos lo cargaron a
casa maldiciendo al caballo salvaje y lamentándose entorno a la mala fortuna del
chico. No obstante, su padre, sentado al pie de la cama de su amado hijo,
simplemente continuó girando su molino de plegarias, mientras susurraba la
plegaria del gran compasivo. En ningún momento se quejaba ni renegaba entorno a
lo sucedido, simplemente asentía su cabeza afablemente reiterando lo que ya había
dicho anteriormente: “el Buda es bondadoso, me encuentro agradecido por la vida
de mi hijo, ya veremos”.
Al mes siguiente aparecieron en el pueblo, oficiales
del ejército, buscando a jóvenes conscriptos para atender una guerra fronteriza.
Todos los jóvenes locales fueron inmediatamente acuartelados, con excepción del
hijo convaleciente del hombre mani. Por esto, los vecinos felicitaron al viejo
por su
gran fortuna, atribuyendo el resultado, al Karma positivo acumulado por las
plegarias del viejo hombre. No obstante, este meramente continuó sonriendo y no
expresó palabra alguna.
Un día, mientras el joven y su padre observaban pastar a
sus finos corceles en los pastizales de la gran planicie, el viejo taciturno
súbitamente comenzó a cantar:
“La vida simplemente da muchas vueltas, arriba y
abajo como un molino de agua.
Nuestras vidas son como sus cubetas, siendo
llenadas y vaciadas reiteradamente.
Como el barro del alfarero, nuestras
existencias físicas son moldeadas en una forma u otra:
Estas formas son rotas y
remoldeadas una y otra vez.
Lo bajo será alto y lo alto será bajo, lo obscuro se
iluminará y el rico perderá todo.
Si tú mi hijo fueras un muchacho de talentos
extraordinarios, prontamente te llevarían al monasterio como un lama
encarnado.
Si fueras muy inteligente, hijo mío, encadenado a las disputas de
otras personas estarías
tras el escritorio de una oficina gubernamental.
Un caballo es un caballo de
problemas.
La abundancia material es buena, pero muy prontamente pierde su sabor
y puede convertirse en una carga, e inclusive al final, en una fuente de
conflicto.
Nadie sabe lo que nos depare el Karma, pero una cosa es certera, lo
que hoy plantemos será cosechado en el futuro en esta o en nuestras subsecuenters
vidas.
Así que se bondadoso con uno y con todos y no tomes preferencia basada en
la ilusión de la pérdida y la ganancia.
No tengas temores ni esperanzas,
expectativas o ansiedad.
Da gracias por todo, sea el que fuera tu destino.
Acepta
a todo; acepta a todos y sigue la infalible leí del Buda.
Se simple y sencillo,
no te preocupes en demasía, permanece naturalmente relajado y en paz.
Puedes
disparar flechas al cielo si así lo deseas, pero hijo mío, inevitablemente
volverán a la tierra”.
Mientras cantaba, las banderas de oraciones flotaban
sobre su
cabeza y el antiguo molino de plegarias, lleno de cientos de oraciones de
mantras inscritos a mano, continuaba girando. El viejo volvió entonces al
silencio.
Cortesía de Mathieu Ricard
Marco Antonio Karam
Presidente, Casa Tibet
México
www.casatibet.org.mx
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