La mediocridad del "casi".
La
diferencia entre una persona exitosa y una mediocre es que uno logra lo
que desea y el otro casi. Y si le preguntas al que casi lo logró,
siempre tendrá una enorme cantidad de pretextos que explicarán y
justificarán el por que no lo logró, pero auto-complaciéndose con el
bálsamo que para la mente del mediocre resulta el “casi”.
El mediocre se
siente satisfactoriamente bien con haberlo intentado, aunque no haya
logrado lo que se propuso. El exitoso jamás se sentirá bien hasta
lograrlo. A un exitoso le preguntas qué pasó y qué hizo para lograr su
cometido y se remite a decir: “Lo logré”. Punto. No hay más explicación
de nada. Y es que un exitoso jamás acepta ese “casi”, porque simplemente
para la mente de un exitoso el casi es algo que no existe, es un estado
mental que no existe en la realidad tangible, observable, medible y
cuantificable. Para la mente del exitoso solo hay dos opciones: lo logré
o no. El casi es un mito del logro en el que cree el mediocre.
¿Por qué existe la mediocridad del
“casi”? Porque habitamos en un inconciente colectivo donde se
cree que lo completo no existe salvo como privilegio exclusivo de
algunas personas con suerte, donde una calificación muy baja se percibe
con el gran agrado de aprobado, donde el 51% es la mayoría que se
necesita, donde la comodidad más elemental es suficiente, donde pasar a
cuartos de final se cree ya como nivel exitoso, donde estar cerca del
peso ideal es creer que ya se está en el peso ideal. Esa mentalidad es
la que genera la mediocridad del “casi”, es una forma de pensar. ¿Cuál
sería la solución para eliminar esa mediocridad? Una Nueva Conciencia.
Otro tipo de mentalidad, otra forma de pensamiento, una donde a la
persona le surja el pleno compromiso con su implícito coraje,
determinación y arrojo para ponerse una meta y no cejar en el empeño
hasta cumplirla en su totalidad más plena; con una Nueva Conciencia así,
es imposible parar antes. Y ésta, es la mentalidad que ha caracterizado
a toda persona exitosa. Una sana obsesión por alcanzar el logro total y
pleno hasta descansar en su conquista absoluta, y es que no se puede
descansar de verdad antes.
Un exitoso puede no lograr algo. Sí.
Pero del no logro gana la experiencia de saber lo que hizo y no le dio
resultado para no volverlo a hacer e de inmediato vuelve a emprender la
acción con nuevas estrategias ¡hasta lograrlo! El mediocre puede no
lograr algo. Sí. Pero ahí para. El mediocre siente con el no logro que
lo que busca es algo que quizá no es para el, que las circunstancias lo
condicionan y limitan. El exitoso crea las circunstancias, si así fuera
necesario, para lograr lo que quiere además de hacer lo que sea
necesario para lograr eso que quiere. El mediocre del “casi” siente
una comodidad y cierto placer por el mero hecho de haberlo intentado con
todas sus fuerzas y su mejor disposición. El exitoso jamás siente
comodidad alguna, ni la más mínima, hasta que lo logra, y ahí, la
magnitud de comodidad y placer del exitoso es inmensamente mayor a la
comodidad más grande que pueda percibir el mediocre. Por eso, si de
buscar total comodidad y máximo placer se trata, nada como ser exitoso.
Recuerdo como si fuera ayer a uno de
mis más exitosos seguidores, un joven líder emprendedor que una vez me
platicó lo que algunos de sus familiares y amigos le comentaban cuando
lo veían entregarse tanto a un proyecto hasta altas horas de la noche y
donde incluso varios días no dormía en absoluto. Me comentaba que le
decían: “¡Ya deja eso! Descansa. Si sigues así te vas a enfermar”. Y él
me decía que lo que escuchaba en su interior era: “¡Es al revés! ¡Si lo
dejo a medias, incluso para descansar, me enfermo! Me enfermo mínimo de
ansiedad por saber que aún no lo he terminado y así es imposible irse a
descansar. Imposible conciliar el sueño cuando se sabe que algo no se ha
terminado como se debe, por lo menos en la parte que corresponde bajo
el análisis de los tiempos que quedan”. ¡Así piensa naturalmente alguien
de éxito. Esa frase de mi alumno me remontó a mi primaria y a mi
secundaria. Yo nunca pude dormir si no había acabado totalmente mi tarea
y haciéndola perfectamente bien. Y una de mis sorpresas más grandes me
las llevaba al día siguiente en la escuela cuando al llegar, alguno -o
varios- de mis compañeros me decía que si le prestaba la tarea para
copiarla porque no la había hecho ya que le había ganado el sueño.
“¡¿Qué?!” -pensaba yo.
De verdad casi se me exorbitaban los ojos al
intentar entender cómo había logrado dormir tan tranquilo sabiendo que
no había hecho la tarea. Claro que se la prestaba, a mí qué. Solo
recuerdo que durante largo rato no dejaba de admirarme en cómo pudo
dormir. Yo recuerdo que con cansancio alguna vez, sin acabar bien mi
tarea, me iba a la cama... ¡y me era imposible conciliar el sueño!
Simplemente no podía por esa ansiedad generada por la falta del deber a
cumplir. Hoy que ha pasado casi 30 años de aquella época,
esporádicamente me he vuelto a encontrar por ahí caminando por la calle o
en el súper con algunos de mis compañeros de aquella etapa... ¡y a
todas luces refulgentes y de neón se nota la diferencia! Y hoy sé que es
mera consecuencia. El tiempo levanta un muro de ceguera entre nuestros
actos y sus consecuencias cuando intentamos ver desde el acto, pero ese
muro se cae dejando ver con abrumadora lógica claridad cuando observamos
desde la consecuencia.
Más adelante ya como empresario, si
algo me generó frustración en mi pasado fue armar equipos con los que,
luego de un tiempo, descubrí que no tenían mentalidad de éxito al mismo
grado de compromiso que yo. Hasta cierto punto lógico porque el nivel de
compromiso de un dueño nunca será el mismo que el de un empleado, salvo
que se suceda una bendita excepción: en la que ambos encuentran su
pasión haciendo lo que hacen. Pero bueno, en mi pasado no tuve el tino
de hoy para contar con gente cuya misión existencial casara con su
quehacer cotidiano. Y ahí, la mediocridad del “casi” era una norma. Tuve
dos opciones: entrenar, educar y cultivar a mi gente para transformarla
en gente exitosa, o bien, contratar a otros que lo fueran. Dos opciones
que me podrían llevar a mi meta de equipo. Realicé los dos. El segundo
siempre fue más eficaz en virtud de los tiempos requeridos para la
primera opción y con los que muchas veces no se cuenta cuando vas
cabalgando en caballo de hacienda a alto galope. El mediocre siempre
querrá que lo esperen. El exitoso no tiene mucho tiempo disponible para
sentarse a esperar.
Lo que hoy ha surgido como manantial
de ideas mientras escribo en un momento de inspiración no fue otra cosa
mas que detectar mediocridad en mí mismo. Me detuve a pensar y deduje lo
que hoy estoy plasmando aquí. Así suelo escribir, para mí mismo, con el
benéfico accidente para algunos donde encuentran ayuda y reflexión al
leer varios de mis procesos. En mi vida reciente he logrado transformar
mi salud para bien en forma extraordinaria. Bajé casi 30 kilos de peso y
en la manera más saludable que he conocido. Bajar de peso así no se
limita a los kilos menos, sino en la bendición de toda una
transformación de creencias multifacéticas de la vida misma. Es una
bendición y dicha tan soberbias que jamás nunca podrá entender en su más
mínima expresión aquel o aquella que “casi” logran un cambio así en sus
vidas. Sin embargo, la auto-complacencia llegó a mí en este más
reciente mes y me percaté de subir 4 kilos. Lo peor: todo empezó con 200
gramos... a los que no hice casi porque “casi” ya estoy en el peso que
es el más saludable para mí. Hoy que me di cuenta a donde te puede
arrastrar la mediocridad del “casi”, y con alarma me detuve y emprendí
una de las acciones más empoderantes que he detectado en mi vida:
escribir al respecto. Escribir me confronta. Escribir me fuerza a
analizar profundamente. Escribir me conecta.
Escribir me compromete.
Escribir me ayuda a recordar con certeza. Por eso hoy, al detectar la
constante invitación que nos hace el satán (el oponente de la Luz), esa
parte que existe dentro nuestro y que constantemente nos habla y nos
instiga hacia el mal sin presentárnoslo como tal al maquillarlo como
demandas de nuestro ego buscando nuestro aparente beneficio, es que
decidí ponerle un alto y ponerme a pensar buscando claridad. Y es que ha
aprendido que la concentración y la claridad son los enemigos mortales
de el satán. El satán siempre nos quiere confundir vendiéndonos la idea
de diferentes medidas y magnitudes de placer a las que puedes tener
acceso. Nuestro espíritu, cuando nos concentramos y encontramos la
claridad que nos da, nos hace ver que placer sólo hay uno, en la
Totalidad, en lo Completo al 100%, en la más pura y plena consecución de
vivir nuestra divinidad. Y eso hoy he querido retomar. Sé que esos 4
kilos los bajo en menos de 10 días, de hecho... ¡no se trata del peso o
del número de kilos! Se trata de lo que haces contigo mientras logras tu
meta, cualquiera que esta sea, peso, dinero, trabajo, relación, o lo
que fuera. Es lo que sucede en ti, la transformación que opera, mientras
te fijas una meta y haces lo necesario para cumplirla. En el ejemplo
del peso, también me detengo a observar que todavía me falta mucho para
lograr mi peso ideal, que aunque he cambiado tanto -aquí estuve tentado a
escribir “tantísimo”- para bien, sigo en los linderos del “casi” y debo
llegar al otro lado de la línea divisoria de la oscuridad y la Luz, un
punto donde simple y llanamente se afirma: “Lo logré, ya estoy aquí”.
Cualquier otro punto, por nanométricamente cercano que sea a ese, no es
ese. Y saber con total claridad esto, le molesta enormemente al satán y
te dirá al oído: “Deja ya de leer esto y así como estás estás bien. Es
muy radical esto de blanco o negro cuando hay una enorme gama de grises
donde te puedes sentir bien. Tú échale ganas y nada más, porque lo que
más importa es que lo hayas intentado”. El oponente le encanta hablarte
así al oído.
He observado que sin duda hay ciertos destellos de placer
en el intento, sin duda hay comodidad cuando se reposa en saber que se
ha dado lo mejor de uno aunque no se haya logrado lo que se desea, pero
nada de eso se compara, nada, con la Luz y su plena satisfacción de
haberlo logrado. Como afirma Michael Berg -me gusta esta frase-: “O
hacemos un viaje por completo, o no llegamos a ningún lugar”.
Si lees con profunda atención lo que
hoy he escrito aquí, quizá te sorprendas, igual que yo, en que la única
diferencia es una mera forma de pensar. No son las circunstancias, no
las condiciones a favor o en contra, no las características del objetivo
o empresa, no, nada de eso. La única diferencia es... una forma de
pensar. Sólo eso hace toda la diferencia consecuente.
El bien más
grande proviene de cumplir tu propósito y misión de vida plenamente. No
antes. Debes atreverte a hacer lo que sea necesario para descubrir tu
misión y luego volverte a atrever a hacer lo que sea necesario para
lograrla, te garantizo con toda evidencia de que hacer un esfuerzo
extraordinario logra un propósito supremo y bendito. Y es supremo y
bendito porque si estás alineado con tu misión, no eres consciente de
ese esfuerzo aunque lo hagas. Es fácil rendirse, pero es divino
continuar. El placer del deber cumplido siempre será poderosa fuente de
una enorme... ¡Emoción por Existir!
Alejandro Ariza
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