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¿Avergonzarse del Evangelio?
¿Cómo avergonzarse de una buena nueva? El Evangelio (literalmente: la
buena nueva) no está reservado a retrasados; el apóstol Pablo es un
ejemplo de ello. Educado en la mejor escuela rabínica de su época, pudo
dar testimonio de su total transformación mejor que cualquier otro,
cuando Jesucristo lo encontró en el camino a Damasco (Hechos 9:1-22).
Ese día ese campeón del judaísmo fue alcanzado por el poder de Dios.
Ese poder es capaz de tocar los corazones, cambiar y transformar
completamente las vidas.
Dios no quiere aplastarnos, al contrario, quiere salvarnos en
espíritu, alma y cuerpo. ¿Quién podría decir que no necesita salvación,
liberación y perdón?
El Evangelio no está reservado a algunas personas en particular,
sino que es ofrecido a todos, a usted y a mí. Ya que todos somos
pecadores ante Dios, todos necesitamos la salvación (Romanos 3:22-23).
Al empezar su ministerio en Galilea, Jesús decía a todos: “Arrepentíos,
y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
Para ser liberados de nuestros pecados y recibir la vida eterna
desde ahora mismo es necesario reconocerse pecador, arrepentirse y
creer lo que Dios dice en su Palabra respecto a nosotros y a Jesús, el
Salvador del mundo.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a
todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los
deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”
(Tito 2:11-12).
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