Asunto: | EL ESCÉPTICO DIGITAL - Edición 2005 - Número 13 | Fecha: | Sabado, 31 de Diciembre, 2005 14:10:10 (+0000) | Autor: | Luis Javier Capote Pérez <lcapote @...........com>
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EL ESCÉPTICO DIGITAL
Boletín electrónico de Ciencia, Escepticismo y Crítica a la
Pseudociencia
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Edición 2005 - Número 13 ESPECIAL UN AÑO DE ESCÉPTICO DIGITAL - 31 de
diciembre de 2005
=== SUMARIO
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EDITORIAL
ARTÍCULOS
1.- ENERO 2005: APUNTES PARA UN ANIVERSARIO
Félix Ares de Blas
2.- FEBRERO 2005: ENTREVISTA. PROGRAMA "CIENCIA VIVA"
Sergio Gil Abán
3.- MARZO 2005: REFLEXIONES DE UN ASTRÓNOMO AFICIONADO
Ismael Pérez Fernández
4.- ABRIL 2005: ASTRÓNOMOS, Y NO ASTRÓLOGOS, EN EL PAÍS
Javier Armentia Fructuoso
5.- MAYO 2005: CINCO AÑOS SEPARANDO CIENCIA Y PSEUDOCIENCIAS
Luis Javier Capote Pérez
6.- JUNIO 2005: CARTA A UNA DEFENSORA DE LA ACUPUNTURA
Jorge J. Frías
7.- JULIO 2005: ¿HAY CULTURA SIN CIENCIA?
Teresa González de la Fe
8.- AGOSTO 2005: EL NUEVO SOLÓN
Fernando L. Frías
9.- SEPTIEMBRE 2005: CARDENALES Y EVOLUCIÓN
Joan Alòs
10.- OCTUBRE 2005: NO HAY CURAS MILAGROSAS
Aldo A. González Brito
11.- NOVIEMBRE 2005: ENRIQUE MELÉNDEZ HEVIA, ESE CURANDERO
Francisco Javier Corzo Varillas
12.- DICIEMBRE 2005: CARTA A UN DEFENSOR DE LA HOMEOPATÍA
Basilio Ruiz Cobo
ENLACES
=== EDITORIAL
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El año se ha terminado y nadie sabe como ha sido. Y toca decir aquello de
"parece que fue ayer" cuando arrancaba 2005, como es uso y
costumbre, lleno de curiosidad por lo que estaba por venir y con una
nueva etapa para este boletín digital. Como lo primero es lo primero, es
necesario agradecer a todas aquellas personas que, de una forma u otra
han colaborado con sus artículos -inéditos o no- el envío de noticias,
traducciones varias, recomendaciones, consejos y collejas varias para que
esta nuestra publicación saliera adelante. Sin todos ustedes no habrían
sido posibles estos doce números. Como resumen del año, queda una
selección de los trabajos publicados a lo largo de estos meses, que
intenta ser reflejo de los temas surgidos a lo largo de los mismos.
Muchas gracias por estar ahí, justo al otro lado. Un abrazo, feliz año
nuevo y prósperos carnavales.
EPÍLOGO: El primer artículo de todos salió publicado originalmente en el
número de marzo, pero consideramos que la conmemoración del vigésimo
aniversario de la casa bien merecía presidir este número
especial.
ULTÍLOGO: El número dedicado al manifiesto por una cultura veraz verá la
luz en breve. Rogamos disculpen las molestias.
=== ARTÍCULOS
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1.- ENERO 2005: APUNTES PARA UN ANIVERSARIO
Félix Ares de Blas
(Nota de la redacción: este artículo fue escrito con ocasión del décimo
quinto aniversario de la
asociación, pero entendemos que sus planteamientos siguen siendo tan
válidos como entonces.)
15 años del nacimiento de ARP
Corría la década de los sesenta. Una de las consecuencias curiosas de la
falta de libertades franquista
era que las pseudociencias estaban prácticamente ausentes de los medios.
Cuando como pueblerinos maravillados cruzábamos la frontera francesa y
nos sentíamos en Europa,
nos llamaban la atención las sex-shop, el cine porno, los anuncios de
parapsicólogos y que en las farmacias
pusieran homéopathie.
Pero una pseudociencia que se les coló de rondón: los ovnis y la creencia
en que seres extraterrestres
visitaban la tierra.
La astrología, el espiritismo, el trot, habían sido rechazados por la
Iglesia y por tanto prácticamente excluido
de la programación de los medios; pero de los extraterrestres la Iglesia
nunca los había prohibido, así que
era campo libre, donde los medios podían decir lo que quisieran. Y
quisieron darle una gran publicidad.
Al final de la década, ligado con la llegada del ser humano a la Luna,
programas y artículos sobre ovnis
surgieron como hongos.
En el primer quinquenio de los setenta, el aumento de libertades
tardo-franquistas trajo como consecuencia
un aumento de lo esotérico en los medios.
En Francia, donde el esoterismo no estaba prohibido, videntes,
cartoamntes y homeçopatas se anunciaban
libremente, pero su daño era pequeño porque la sociedad había
desarrollado sus defensas -sus "anticuerpos"
"-y mayoritariamente el público sabía de qué se trataba de temas
acientíficos, de sencillas creencias.
En España, la prohibición franquista había prohibido la publicidad del
esoterismo y por ello la sociedad
no tenía "anticuerpos".
Muerto Franco, los medios se lanzan con avidez al recién descubierto
filón del esoterismo.
La falta de "anticuerpos" se tradujo en auténticos estragos.
Por ejemplo, en un programa de
televisión de debate serio, hoy podía hablar un ministro de economía y
mañana un astrólogo o un tarotista.
Los dos al mismo nivel.
Extravagantes chiflados con peregrinas ideas tenían los medios a su
disposición, incluso en
programas y periódicos serios.
Es la época de los debates a dos bandas. El presentador quiere que se
vean las dos posturas.
Debe haber un incrédulo enterado del tema. Pero los únicos que saben de
esos temas son los que
creen en ellos, por tanto, los debates dan auténtica risa; si los
crédulos dicen que hay telepatía
entre todos los seres vivos, entre los humanos y las cucarachas, por
ejemplo, los incrédulos dicen
que lo único demostrado científicamente es entre los mamíferos y cosas
así de peregrinas.
A finales de los setenta, cuando los medios se lanzan indiscriminadamente
al esoterismo,
hay un tema antiguo, para el que ya empieza a haber
"anticuerpos": los ovnis.
En los debates sobre extraterrestres empieza a haber una auténtica
oposición. Personas
que saben de qué va el tema y presentan una postura escéptica. En aquel
momento descubrimos
algo sorprendente, bastaba la presencia e un escéptico en los debates
para que estos fueron mucho
más racionales. No hacía falta que el escéptico hablase, bastaba su
presencia.
En la primera mitad de los años ochenta un grupo de personas estábamos
haciendo un estudio
sistemático de los casos de ovnis que se producían en nuestras
proximidades. Queríamos estudiarlos
de un modo serio, sin excluir ninguna hipótesis a priori.
Caso tras caso fuimos encontrando la explicación mundana: confusión con
planeta venus, con
la Luna, con trenes, venganza...
Esto no era nuevo y lo esperábamos. Para lo que no estábamos preparados
era para descubrir
que cuando presentábamos todas las pruebas de la naturaleza fraudulenta
de un caso, incluso con
la confesión de los supuestos testigos, no sólo no se nos aceptaban las
pruebas sino que en vez
de atacarlas, atacaban a nuestras personas.
Aquello, más que cualquiera de los estudios que habíamos hecho
anteriormente, nos mostró
claramente que tras el fenómeno ovno se escondía una religión, que
algunos vivían con un fanatismo
que nos asustó.
Nos asustó y nos obligó a meditar sobre nosotros mismos --¿No seremos
como esos irracionales?
-y sobre el origen de nuestro interés por los ovnis. ¿Por qué nos había
interesado el tema? Básicamente
por qué teníamos preguntas sin repuestas: ¿estamos solos en el universo?
¿Los ovnis son las naves con
las que nos visitan? ¿Los ovnis son un fenómeno natural todavía no bien
entendido?
Éramos curiosos y teníamos un asunto sin explicar. Queríamos
contribuir a descubrir su naturaleza.
Ese había sido el origen de nuestro interés. Luego, al ir avanzando
nuestro conocimiento descubrimos
que los maestros del tema nos habían engañado. Sus libros eran pura
bazofia, plagados de inexactitudes
y de mentiras. Mentiras que ya había sido denunciadas en Estados Unidos
hacía muchos años. Pero
nosotros no lo supimos hasta entonces.
Cuando descubrimos la literatura ovni estadounidense escéptica, vimos que
habíamos perseguido
una quimera durante muchos años de nuestras vidas sencillamente porque no
habíamos tenido acceso
a la literatura crítica. En España nunca nadie había publicado o
insinuado su existencia. La decepción
fue grande.
Nos marcamos un objetivo: dar a conocer a la sociedad española que en los
temas paranormales
había una postura crítica. Queríamos que aquellos jóvenes que se
acercaban a estos temas con
ganas de saber, tuvieran la ocasión de ver las dos caras de la moneda y
que, después, eligieran en
libertad lo que considerasen oportuno.
Así nació ARP hace quince años, como una Alternativa, desde el punto de
vista Racional,
a los desvaríos de las Pseudociencias.
Poco después descubrimos que la Unión Racionalista Francesa, entre otras
muchas cosas,
también tenía un frente con unos objetivos similares y algo más tarde
supimos que en Estados Unidos
existía una organización, llamada CSICOP, con fines muy
similares.
Al conocer estas sociedades nuestra alegría fue inmensa, por fin
descubrimos que
¡no estábamos solos en el universo!
2.- FEBRERO 2005: ENTREVISTA. PROGRAMA "CIENCIA VIVA"
Sergio Gil Abán
En las aulas aragonesas se está realizando un Programa educativo y
divulgativo llamado "Ciencia Viva".
Su coordinador, Miguel Carreras Ezquerra, ha accedido amablemente a
responder a una entrevista que
le hemos realizado, para dar difusión a esta idea, que nos parece
realmente necesaria en el sistema educativo
actual.
Miguel Carreras es natural de Peñalba de Monegros, provincia de Huesca,
aunque reside desde
hace tiempo en Zaragoza, donde estudió Ciencias Químicas y,
posteriormente, Historia de la Ciencia.
Ha desarrollado una extensa labor docente en diversos institutos públicos
de Lérida y Zaragoza, pero
desde hace ya trece años es profesor de Física y Química en el IES José
Manuel Blecua de la capital maña.
Coordina, desde el año 1990 el programa "Ciencia Viva", objeto
principal de esta entrevista y
fue director de la Revista homónima, de la que actualmente es
coordinador. Combina estas actividades
de carácter educativo con participaciones como director en diversos
cursos de formación permanente
del profesorado de ciencias en Zaragoza y Alcañiz (Teruel). Tiene también
amplia experiencia como
divulgador científico escolar, con participaciones en las publicaciones
"Tercer Milenio" y "Heraldo Escolar",
ambas pertenecientes a "Heraldo de Aragón".
La entrevista fue realizada a través del correo electrónico y éste es el
resultado:
(Pregunta) El programa que usted dirige se denomina "Ciencia
Viva". Este nombre nos puede inducir
a creer que la ciencia está en peligro de ser considerada algo muerto,
anacrónico o quizá en peligro.
¿Por qué cree que es necesario recordar a los jóvenes estudiantes que la
ciencia sigue estando activa?
(Respuesta) El nombre surgió en 1991 como resultado de una consulta a los
alumnos. Se
adaptaba a los propósitos del programa de mostrar, con la presencia de
quienes hacen ciencia
-científicos e investigadores- y con la visita a los lugares donde
trabajan -instituciones científicas
y centros de investigación-, que la Ciencia era algo que no sólo estaba
en los libros y que la sociedad
y, por tanto los alumnos, debían estar informados. En la actualidad, por
distintos motivos, la Ciencia
está devaluada y nos esforzamos modestamente en
revitalizarla.
(P) Para aquellos que desconocen completamente el programa, ¿Podría
decirnos en qué consiste,
a quién va dirigido y cuántos docentes lo llevan a cabo?
(R) El lema de C.V. es acercar la actualidad científica a los alumnos de
Secundaria. Para ello
realizamos conferencias impartidas por científicos y divulgadores,
visitamos instalaciones y museos
científicos y organizamos actividades expositivas e interactivas. Además
tenemos unas "Hojas de Ciencia",
que en un principio fueron monográficas y, en la actualidad, con el
nombre "A Ciencia Cierta",
cuentan con mayor participación de profesores y alumnos. En este curso
son 34 los centros de
todo Aragón que forman parte de C.V.
(P) La denominación "Ciencia" engloba una gran cantidad de
disciplinas y campos de estudio.
¿Cuáles son las ciencias en las que ustedes hacen más hincapié y por qué
éstas y no otras?
(R) Salvo ocasionalmente, como el Año Mundial de las Matemáticas,
cubrimos las Ciencias
de la Naturaleza (Física, Biología, Química, Geología..) y en menor
medida la Medicina
y la Historia de la Ciencia.
(P) A la luz de su experiencia, ¿cuáles son las ramas de la ciencia que
con más facilidad
atraen la curiosidad del alumno y cuáles las que menos? ¿Aventuraría
usted alguna razón
para esta división de gustos?
(R) La Paleontología y los orígenes (Universo, Vida, Hombre...), los
viajes espaciales, alguna
vertiente de la Astrofísica y la nueva Biología . Los motivos del
alumnado pueden ser el impacto
mediático de esos temas así como sus preocupaciones , inquietudes y
vivencias.
(P) ¿Cómo han escogido los contenidos a tratar en el programa? ¿Se ha
consultado a alguien
externo al programa para saber dónde es más conveniente incidir?
(R) Los contenidos y desarrollo de nuestras actividades son competencia y
responsabilidad exclusiva
de la coordinación de C.V. Naturalmente recogemos sugerencias de
profesores, alumnos, científicos
que nos visitan y de profesionales de la divulgación de la
Ciencia.
(P) Cuando en la escuela hay una actividad fuera de lo común, los alumnos
tienden a considerarlo
algo banal y a tomarse poco interés por ello, ¿qué estrategias siguen
para motivar a los asistentes?
¿Participan sus profesores en esta labor motivadora?
(R) Los alumnos reciben información previa tanto de la charlas como de
otras actividades, mediante
dossieres elaborados por la coordinación y los profesores colaboradores.
En cada centro hay un
profesor colaborador que hace un seguimiento de los actos que allí tienen
lugar. Su labor es muy
importante.
(P) El proyecto, por sus propias características, ha de englobar
actividades diferentes a las vistas
cotidianamente en el aula. ¿Qué clase de experiencias realizan? ¿Cree que
deberían reproducirse
cotidianamente en el aula estas dinámicas en lugar de ser relegadas a una
actividad extraordinaria?
(R) Nuestro programa es eminentemente de comunicación de la Ciencia. No
es pues un proyecto de
Didáctica de las Ciencias. Cierto que algunas de nuestras actuaciones,
las que denominamos exposiciones,
pueden llevarse al aula- laboratorio y los contenidos de algunas
conferencias están relacionados con la
programación reglada y pueden enriquecerla .
(P) Los medios de comunicación tienden a informar confusa y vagamente
sobre los recientes
descubrimientos y líneas de investigación de la ciencia actual, ¿cómo se
puede contrarrestar
esa desinformación desde el aula?
(R) Afortunadamente, desde hace un tiempo, los medios escritos están
apostando por una comunicación
científica rigurosa y asequible. Probablemente todavía falten
profesionalización y mayor sensibilidad en la
comunidad científica , pero vamos mejorando. No sucede lo mismo con las
televisiones, donde los espacios
científicos son testimoniales, siendo sin embargo, campo abonado de las
pseudociencias, verdadera lacra en
esos medios. Este es un hecho especialmente ostensible en los de
titularidad privada. Aquí no estamos a la
altura del nivel que se nos supone.
(P) Los alumnos suelen aducir que las clases de ciencias son aburridas e
incomprensibles, habida cuenta
de que existe este problema, ¿qué tipo de didáctica cree que es más
adecuada para inducir en los alumnos
pasión por el conocimiento científico?
(R) En los últimos planes de estudios no universitarios las Ciencias han
sido incomprensiblemente desconsideradas.
Los resultados ahí están; el demoledor informe Pisa lo pone de
manifiesto. Pero no sólo eso: desde distintas
instancias se viene advirtiendo desde hace tiempo de nuestras carencias,
presentando alternativas, sin éxito.
Y no vale tomar leves decisiones correctoras en Matemáticas; estamos
hablando de las Ciencias.
Un aumento de la experimentalidad en todos los niveles, incremento
apreciable de contenidos científicos
en el currículo de Primaria y en la ESO, e implantación de materias
relativas a cultura científica de forma
general en esta última etapa podrían ser algunas medidas a tomar. Sin
olvidar la formación e incentivación
del profesorado.
(P) A modo de autocrítica, ¿cómo valoran ustedes la actitud de los
alumnos? ¿Cuál es su grado de
participación y cuál su satisfacción final?
(R) Nuestro proyecto va dirigido a la totalidad del alumnado de
"Ciencias", con participación
en ocasiones de los de "Letras". No es sólo para alumnos
aventajados, aunque también les prestamos
atención adecuada. Eso tiene sus riesgos que asumimos. De un tiempo a
esta parte hemos
detectado una menor participación en los coloquios que siguen a las
charlas y hemos arbitrado
procedimientos correctores con desigual éxito. Probablemente algo haya
del ya tópico problema del esfuerzo.
(P) De todas las materias que componen su programa, ¿cuál cree que
es la que más cuesta entender
al alumno medio y por qué?
(R) Algunos temas de las grandes teorías de la Física, donde no es fácil
compatibilizar en su divulgación
accesibilidad, atractivo y rigor .
(P) Como resumen de lo anterior y desde su punto de vista, ¿cuál es el
nivel de analfabetismo científico
en los alumnos de la ESO? (Entiéndase analfabetismo científico como la
incapacidad para comprender
los más rudimentarios mecanismos de la ciencia, no solamente los
conceptos científicos, sino también
sus objetivos y su proceder).
(R) Dado el escaso peso de las materias científicas en los
curricula de Primaria y Secundaria, hablar de
analfabetismo científico tal vez resulte un poco fuerte, pero no cabe
duda que si no se toman medidas urgentes,
llegaremos pronto a esa situación.
(P) Astrología, parapsicología, homeopatía, ufología... son
pseudociencias que atraen la atención de
las personas. Casi todos los periódicos tienen su columna diaria dedicada
al horóscopo. ¿Cuál cree
que es el motivo por el que la razón y el rigor científico tengan tan
poco que hacer frente a la irracionalidad
de estas disciplinas?
(R) Ya he comentado algo anteriormente. No voy a descubrir nada nuevo.
Estoy de acuerdo con los que
piensan en que la edad de nuestro alumnado y su proceso de
maduracíon, la crisis de las ideologías y la
necesidad de creencias, unido a un mayor esfuerzo de reflexión que supone
el conocimiento racional que da
la Ciencia, pueden ser factores que expliquen ese hecho, además de la
irresponsabilidad consciente o
inconsciente de los medios de comunicación. Con nuestro programa queremos
contribuir a poner las cosas
en su sitio: dar a conocer la racionalidad, sin dogmatismos, de la
Ciencia y denunciar y fustigar a las
pseudociencias.
(P) ¿Cómo se evalúa la eficacia o conveniencia de un proyecto semejante?
¿Qué criterios siguen para saber
si hay que cambiar alguna parte del mismo?
(R) Los profesores de C.V. constituimos un Seminario permanente y
mantenemos reuniones periódicas para
intercambiar documentación y debatir propuestas y críticas buscando
optimizar los resultados de nuestras
actividades. Al final de cada curso presentamos una memoria a la
Dirección General de Política Educativa
de la Consejería de Educación del Gobierno de Aragón, que promueve el
programa, donde hacemos balance
y evaluación y planificamos actuaciones futuras.
(P) Por último, ¿realmente la ciencia sigue viva o necesita de algún tipo
de cambio? ¿Debe la ciencia cambiar
sus criterios y su metodología para hacer frente a las corrientes
sociales contrarias a éstas (relativismo cultural,
religión, corrientes postmodernistas, de la Nueva Era, etc).
(R) Una de las prioridades de la Ciencia y la comunidad científica podría
ser darse a conocer a la sociedad
que la sufraga. Los poderes públicos deberían promocionar eficazmente la
difusión de la Ciencia que se hace
en el país. Con mayores conocimientos científicos, la ciudadanía sería
menos manipulable.
La Ciencia, en cierto modo, es únicamente pasión por conocer y paciencia
por afirmar. Más importante
que los conocimientos propiamente dichos, son los procedimientos que hay
que seguir para adquirirlos.
Más importante que el contenido es, pues, el modo en que el ser humano,
con todas sus limitaciones, ha
conseguido superar la barrera de lo ignoto. En los currículos oficiales
se ha atacado directamente a la enseñanza
de esos procedimientos. En estos planes de estudio se atiende a una
demanda de conocimientos de carácter
concreto y puntual, conocimientos que permiten al alumno saber mucho
sobre el Qué y el Quién, pero muy poco
sobre el Cómo, ni sobre el Cuándo, ni el Por Qué. Tan importante es
conocer las Tres Leyes de Kepler como
saber en qué modo esas leyes ayudaron a transformar el mundo y cómo se
enlazan esas Leyes con la
Gravitación Universal, la Relatividad y la carrera espacial. Quizá lo que
no se halle en la escuela haya de
buscarse en programas como "Ciencia Viva", que tratan de llevar
la misma ciencia a las escuelas, pero de
un modo diferente y más dinámico. La carencia en los currículos oficiales
de un tratamiento adecuado para la
ciencia, que incluya procedimientos y experimentación, hace que personas
como Miguel hayan tenido que
formar programas como el que os hemos presentado.
Mientras esperamos a que alguien se dé cuenta del grave error que supone
discriminar los conocimientos
científicos en los currículos, deberíamos trabajar porque proyectos de
este tipo proliferasen por todo el territorio
español, remendando así las rasgaduras de nuestro sistema
educativo.
3.- MARZO 2005: REFLEXIONES DE UN ASTRÓNOMO AFICIONADO
Ismael Pérez Fernández
<<William James solía predicar la "voluntad de creer".
Yo, por mi parte, quisiera predicar
la "voluntad de dudar"... Lo que se persigue no es la voluntad
de creer, sino el deseo de
descubrir, que es exactamente lo opuesto.>>
Bertrand Russell.
Imagino que lo que aquí voy a contar no sólo les sucede a los aficionados
sino también a los
profesionales y apostaría que a ellos les ha pasado más a menudo
que a los que simplemente somos
aficionados.
Seguramente, a todo astrónomo, ya sea profesional o aficionado, estando
en alguna conversación,
le ha sucedido algo parecido a esto: "Perdón, ¿dices que eres
astrónomo? Dime ¿qué sabes de los cáncer?"
Y a uno, al menos a mí me pasa, se le empieza a calentar la sangre.
Bueno, buscas en tus reservas de
paciencia, después de todo la gente no suele estar versada en astronomía.
Así pues, con toda tu buena
voluntad y paciencia, procedes a explicar algunos hechos básicos de la
astronomía para que la persona
en cuestión se dé cuenta que está en un error. Sin realizar aquí un
análisis exhaustivo, podemos mostrar
algunos de esos hechos que prueban que la astrología es simple y
llanamente falsa.
Lo primero sería aclarar que son los signos del zodiaco. Como todo el
mundo sabe la Tierra gira
alrededor del Sol. Evidentemente detrás del Sol aunque muy lejos, hay
estrellas, no las vemos porque
el Sol que también es una estrella, está muy cerca de nosotros y su
brillo nos impide ver las estrellas
que están detrás. Por ejemplo si cuando nace una persona, detrás del Sol
está el grupo de estrellas que
llamamos constelación de Leo, entonces los astrólogos dicen que el signo
de esa persona es Leo.
Así pues, los signos del zodiaco son simplemente la constelación que está
detrás del Sol en el momento
en el que nace la persona. Es decir, los signos son una simple cuestión
de perspectiva. Ahora bien,
la Tierra además de girar sobre si misma y alrededor del Sol tiene otro
movimiento más.
¿Han visto alguna vez girar una peonza? La peonza además de girar sobre
si misma y desplazarse, tiene cierto
cabeceo, su eje de rotación cambia de inclinación constantemente. Pues el
movimiento adicional que tiene la
Tierra es algo similar. El eje de rotación de la Tierra va cambiando su
posición con el paso del tiempo,
a este movimiento se le llama precesión de los equinoccios y tiene un
periodo de 26000 años. Debido
a este movimiento las constelaciones que aparecen detrás del Sol a lo
largo del año son las siguientes:
Constelación-La constelación empieza a estar detrás del Sol el:-La
constelación deja de estar detrás del Sol el:
Aries
18 de
Abril
13 de Mayo
Tauro
13 de
Mayo
20 de Junio
Géminis
20 de
Junio
19 de Julio
Cáncer
19 de
Julio
9 de Agosto
Leo
9 de
Agosto
15 de Septiembre
Virgo
15 de
Septiembre
30 de
Octubre
Libra
30 de
Octubre
22 de Noviembre
Scorpio
22 de
Noviembre
29 de Noviembre
Ophiuchus
29 de
Noviembre
15 de
Diciembre
Sagitario
15 de
Diciembre
19 de Enero
Capricornio
19 de
Enero
16 de
Febrero
Acuario
16 de
Febrero
11 de Marzo
Piscis
11 de
Marzo
27 de Marzo sobre las 14 horas
Cetus
27 de Marzo sobre las 14
horas
28 de Marzo sobre las 2horas
Piscis
28 de Marzo sobre las
2h
18 de
Abril
Como pueden observar, las fechas no coinciden con las que usan los
astrólogos, incluso aparecen
dos constelaciones que los astrólogos no tienen en cuenta ¿alguien ha
oído hablar del signo de Ophiuchus?
¿Y del signo de Cetus? Esto pone de manifiesto que lo que nos han
contando toda la vida de los doce signos
del zodiaco y cuando hay que nacer para ser tal o cual signo es
totalmente falso. Ante esto, ¿qué credibilidad
puede tener la astrología? Los astrólogos dicen que pueden predecir el
futuro y la personalidad de las personas
con las estrellas, ¡pero por lo visto no observan lo que hay más arriba
de sus cabezas!
¿Se han fijado en las definiciones que hacen los astrólogos de las
personalidades de los distintos signos?
Es llamativo que se corresponda con las cualidades humanas que
normalmente atribuimos a los animales u objetos
que representan dichos signos. La astrología en el fondo no es más que un
simbolismo barato, cuyas raíces se
hunden en la mitología, como mostrare unas líneas más abajo. Por ejemplo,
de los libra suelen decir que son justos
y equilibrados ¿acaso no son esas las propiedades que atribuimos a una
balanza? Los géminis son ambivalentes
¿qué cabria esperar, si el símbolo de su signo es de unos gemelos?¿No
deberían tener tendencia a la doble
personalidad? De los acuarios suelen decir que tienen una inteligencia
transparente, como transparente es el agua
que sale del ánfora que aparece en el símbolo que lo representa. Claro
que uno no sabe muy bien si con esto les
están llamando inteligentes o tontos. Porque la verdad es que no queda
muy claro. Todos estos signos y los símbolos
que los representas provienen de la mitología griega. Fueron los griegos
los que agruparon las estrellas en constelaciones
para que formaran las figuras de sus héroes y dioses. La astrología
traspasa las cualidades de esos mitos y dioses
a las supuestas influencias astrales. Por ejemplo, si estas bajo la
"influencia" de Marte, estarás irascible y
probablemente tendrás conflictos con las personas que te rodean. Lógico,
Marte en la mitología era el dios de
la guerra. Pero el dios de la guerra no existe, y Marte es simplemente un
planeta más del Sistema Solar.
Llegados a este punto, podemos recurrir a la mitología para averiguar
como seria la personalidad de por
ejemplo, Cetus. Que es uno de esos signos que los astrólogos parecen
desconocer. Cetus, es el monstruo del mar.
Neptuno, el dios del mar, estaba ofendido por Cassiopea ya que esta había
asegurado que su hija Andrómeda era
más bella que las ninfas marinas. Para solventar semejante agravio,
Andrómeda se ofreció en sacrificio a Cetus,
quedando así satisfecho Neptuno. Pero Cetus no llego a devorar a
Andrómeda, ya que por allí paso Perseo que dio
muerte a Cetus antes de que este pudiera realizar su cometido. Así pues,
ya podemos proceder a realizar el cuadro
de la personalidad de los nacidos bajo el signo de Cetus:
"Los Cetus son unos abusones que tienen tendencia a aprovecharse del
más débil. Además no tienen personalidad
ya que acatan cualquier orden que se les dé por desagradable u horrible
que esta sea. Y para terminar, son unos
enclenques, ya que en cuanto alguien un poquito fuerte les planta cara se
vienen abajo."
Hagan la prueba, busquen las raíces mitológicas de los signos zodiacales,
y descubrirán como las
personalidades que le atribuyen los astrólogos son una simple
transposición de las cualidades y acciones de
esos mitos y leyendas.
Por si esto no fuera suficiente, podemos ir a las raíces de la propia
astrología y ver que también son erróneas.
Lo cual hará que la astrología se derrumbe como un castillo de naipes
ante una ráfaga de viento, si es que no se
había derrumbado ya. Las raíces de la astrología descansan en la
concepción que tenia Aristóteles del universo.
Aristóteles fue un gran filosofo, pero hasta los más grandes se
equivocan. Según Aristóteles el universo está
lleno de una única sustancia, el éter. En concreto estaría formado por
cincuenta y cinco esferas homocéntricas
de éter, siete de las cuales contendrían a Mercurio, Venus, Marte,
Júpiter, Saturno, el Sol y la Luna. Todas las
esferas estarían en contacto entre si, y el frotamiento de unas con otras
sería lo que transmitiría el movimiento.
De este modo Aristóteles introdujo un mecanismo físico mediante el cual
los cuerpos celestes podrían efectuar
cambios sobre la Tierra. Por lo tanto es plausible que se intentara
predecir el futuro de las personas mediante el
estudio de los cuerpos celestes. Pero hoy en día sabemos gracias al
experimento que Michelson y Morley
llevaron acabo que el éter no existe. Y las esferas que utilizaba
Aristóteles para explicar los movimientos, tampoco
existen. ¿La prueba? Pues es bien sencilla, hemos enviado sondas
espaciales a la Luna, Venus, Marte, Júpiter,
Saturno etc. Y ninguna se ha estrellado contra ninguna esfera.
Sólo comentare otro par de hechos más. Recordemos que las constelaciones
no son más que agrupaciones
arbitrarias llevadas acabo por la civilización helénica, con la única
intención de ver en ellas a sus mitos. Las
estrellas que forman una constelación no tienen nada que ver unas con
otros. Basta coger un par de estrellas de
cualquier constelación y ver a que distancia se encuentran de nosotros.
Por ejemplo, las estrellas Aldebarán y
Elnath de la constelación de Tauro se encuentran a 68 y 130 años luz de
nosotros respectivamente. Como se
puede observar no están a la misma distancia, por lo que no pueden estar
juntas. Pero más relevante aun, es que
hay estrellas que presentan una separación menor de las estrellas
principales de otra constelación que de las de
la suya propia. Por ejemplo, la estrella designada por la letra griega
Theta de la constelación de libra está a 13,37º
de Zuben Elakrab que es de las estrellas principales de dicha
constelación la que tiene más próxima, y en cambio
esta a tan sólo 6,27º de Graffías una de las estrellas principales de la
constelación de Scorpio.
El otro hecho al que voy hacer referencia es más cotidiano y del cual
casi todos tenemos constancia.
A veces, al nacer un par de gemelos uno de ellos muere mientras que el
otro tiene una larga vida. Pero si la
astrología es cierta ¿no deberían haber tenido destinos tremendamente
similares ya que ambos serian del mismo
signo y nacieron con escasos minutos de diferencia?
Recapitulemos, para empezar, la realidad del firmamento no se corresponde
con lo que sostiene la
astrología, sus bases aristotélicas han sido refutadas, las
constelaciones no son entes reales sino agrupaciones
arbitrarias de estrellas realizadas por una antigua civilización humana y
por ultimo, hechos cotidianos como el
que acabamos de mencionar en el párrafo anterior dejan claramente
al descubierto la falsedad de la misma.
Se podría seguir mostrando hechos que refutan la astrología. Pero como he
dicho más arriba, no es mi intención
realizar aquí un análisis exhaustivo.
El problema viene cuando, aun explicándole a la gente porque la
astrología no puede funcionar, ésta
insiste en creer. Bueno, y si sólo fuera eso no habría mucho problema.
¡Allá cada cuál con sus creencias!
Pero además no dudan en llamarle a uno negativista, escéptico con tono
despectivo o el tan consabido cabeza
cuadriculada y estrecho de miras. Y por supuesto no dudan en argumentar
que si mucha gente cree en ello
será por algo, ¿pero desde cuando el numero de creyentes es prueba de
veracidad? De ser así, la Tierra seguiría
siendo plana, las brujas existirían y así ad infinitum. Aquí hay algo
para reflexionar, ¿por qué la gente prefiere
la creencia a la sabiduría? Puedo entender que ciertas creencias resulten
esperanzadoras o consoladoras,
por ejemplo, puedo entender que haya gente que le guste creer que existe
algún Dios bueno y justo que nos
compensará en otra vida, o que la vida no acaba con la muerte, sería tan
gratificante que volviéramos a ver a
nuestros seres queridos. ¿A quién no le gustaría que estas cosas fueran
ciertas? A mí personalmente me
encantaría, sería tan reconfortante, pero por todo lo que sé, éstos sólo
son simples anhelos o deseos, no hechos
probados como verídicos, y todo parece indicar que estas creencias no se
corresponden con la realidad de
cómo es el mundo y engañarnos a nosotros mismos es hacernos un flaco
favor. ¿Pero que hay de gratificante
o de bello en la astrología? Yo no le veo nada, ¿qué hay de bello en
reducir la riqueza de la psicología humana
a doce arquetipos simples? ¿Qué hay de bello y consolador en creer que tu
vida ya está programada?
¿En que tú no eliges nada, sino que todo está escrito en las estrellas?
¿Qué hay de consolador en creer que
no se es libre? Renegar de la libertad es renegar de lo que nos hace
humanos. Los humanos nos caracterizamos
porque podemos elegir, a veces las opciones que tenemos no nos gustan,
pero siempre se puede elegir.
Siempre, por difícil que nos resulte, tenemos la libertad de tomar una
decisión u otra, esto es algo característico
de los humanos, es nuestra libertad de acción. Creer que no es así, que
nuestra vida está escrita en las estrellas
o de forma más general, que existe un destino en el que todo está
escrito, es renunciar a lo que nos hace humanos.
En las personas con este tipo de creencias se detecta una doble moral que
espero no adopten de forma
consciente. Es curioso, que cuando algo les sale bien es mérito suyo,
pero si sale mal, entonces es que estaba
escrito en las estrellas, en los posos del café, en el tarot o en lo que
se tercie. Me pregunto ¿acaso detrás de
estas creencias no se esconde cierto miedo a la libertad? ¿No será que se
tiene miedo de lo que implica ser humano?
Y es que la libertad no viene sola, tiene una inseparable amiga, cuyo
nombre es responsabilidad. Si somos
libres de elegir, entonces las consecuencias de nuestras elecciones son
en última instancia y en mayor o
menor medida, nuestras. Tener miedo de la responsabilidad que implica el
ser libre y camuflarlo bajo una
creencia pseudocientífica no nos ayuda en nada, tal vez parezca
consolador, pero es sólo eso, una apariencia.
En cambio, si aceptamos esa responsabilidad, ésta nos empujará a tomar
las decisiones con sumo cuidado,
tendremos que pensar muy bien las consecuencias de nuestras acciones
antes de elegir. Tal vez pueda
parecer banal, pero pienso que eso nos ayuda a ser mejores personas.
Olvídense de horóscopos y destinos,
valoren su libertad, que es lo que les hace humanos.
4.- ABRIL 2005: ASTRÓNOMOS, Y NO ASTRÓLOGOS, EN EL PAÍS
Javier Armentia Fructuoso
El pasado domingo 6 de marzo, en la portada del periódico EL PAÍS, y del
suplemento EP[S] se deslizaban
idénticas erratas: lo que era una llamada a un artículo sobre la búsqueda
de exoplanetas por parte de los
astrónomos se convertía en “astrólogos que rastrean el Universo en busca
de mundos desconocidos”.
¡En la portada y por partida doble! Lo cierto es que más allá de la
errata, o del “lapsus calami” (como lo
denominó el jefe de sección del suplemento, Gregorio Rodríguez) esta
notoria confusión evidenciaba qué fácilmente
se confunden ciencias con pseudociencias.
De hecho, desde el mismo sábado sabíamos que el error se iba a perpetrar,
y por ello, en la listas electrónicas
de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico se mandó un aviso
temprano. No éramos los únicos:
muchos lectores se sintieron también llamados a ejercer una protesta, y
entre ellos varios profesionales de la
astrofísica, los más implicados por la confusión (no es lo mismo un
Hawking que un Rappel, comentaba alguien).
En la lista de correo de la Sociedad Española de Astronomía también se
comentó con bastante indignación
el escaso cariño de quienes debían haber revisado el texto erróneo en las
portadas.
El mismo lunes 7, en la edición diaria, “El País” introducía una fe de
erratas al respecto. Ya de por sí era un
detalle: muchos medios meten la pata de manera notoria y pocas veces
llegan a reconocerlo (es cierto que
en general los lectores somos demasiado complacientes, o tenemos poca
esperanza de ver escuchadas
nuestras quejas, así que muchas veces estas pifias pasan sin mayor
protesta. Ya que abrí paréntesis aprovecho
para animar a los lectores, escuchantes o televidentes a ejercer ese
derecho tan importante: las “cartas al director”,
aunque luego no salgan publicadas, se leen en las redacciones, y siempre
tienen un efecto, quizá no tanto como
para evitar que una y otra vez se vuelva a meter la pata; pero desde
luego si no se hace un poco de presión,
malamente cambiarán las tornas. Y cierrro paréntesis).
Afortunadamente, el Defensor del Lector de “El País”, Sebastián Serrano,
también recibió algunas de esas cartas,
y decidió hacerse eco de la protesta en su comentario semanal de los
domingos. Así fue: el domingo 13 aparecía
su texto “Los astrónomos protestan”, en el que se hacía eco de la
protesta de varios astrónomos:
“La utilización del término astrólogos en lugar de astrónomos en las dos
primeras páginas citadas ha llevado
a una docena de científicos a expresar su protesta mediante mensajes
remitidos al Defensor del Lector, de los
que he seleccionado cuatro. Todos ellos se han sentido
insultados.”
Luego pasaba a narrar los comentarios de Gerardo Pedrós Pérez,
astrofísico de la Universidad de Córdoba
(“en nuestro gremio se considera de lo más ofensivo llamar astrólogo a un
astrofísico o a un astrónomo. Sería equivalente
a llamar curandero a un médico”); también de Benjamín Montesinos, del
LAEF (Laboratorio de Astrofísica Espacial
y Física Fundamental), quien se lamentaba: "Parece que los
astrónomos tenemos la batalla perdida en este terreno
(...) Con una frecuencia que llega a ser irritante, se nos confunde en
los medios de comunicación a los astrónomos
o astrofísicos (científicos que nos dedicamos a estudiar los diversos
objetos del universo, el Sol, los planetas, las
estrellas, las galaxias, etcétera), con los astrólogos, que a lo único
que se dedican es a hacer horóscopos, cartas
astrales y a ganar un dinero fácil a través de predicciones cuya falta de
fundamento está más que probada". También
se citaba a Esteban Ribas, un profesor de ciencias de secundaria (“ Si
uno de mis alumnos cometiera un error así
en un ejercicio escrito, tendría una seria charla con él/ella. Si ese
error se hubiese deslizado en el contenido del
reportaje (por otra parte muy interesante), le habría echado la culpa al
famoso duende. Pero quiero creer que la portada
de una revista que leen (¿cuánto era? ¿más de dos millones de personas?)
pasa diversos controles de calidad
antes de permitir una metedura de pata de tal calibre”). Y a José Carlos
del Toro Iniesta, del IAA (Instituto de Astrofísica
de Andalucía).
Sebastián Serrano se dirigió al jefe de sección de EPS, Gerardo
Rodríguez, que admitía el descuido a la hora de
titular. Explicaba: “Una vez terminados los textos aplicamos los
mecanismos de control habituales en EPS.
La portada pasó por cinco personas diferentes antes de ser enviada a
fotomecánica. La volvimos a revisar, una
vez más, con la prueba de color. Nadie se dio cuenta del error.
Increíble, pero cierto”. ¿Cinco personas? Podemos
añadir otras tantas para la portada del periódico... Notable falta de
visión, desde luego. Aparte de eso, Rodríguez
se justificaba diciendo que la astrofísica es materia bien tratada en el
suplemento, es decir, que sí son conscientes
de la diferencia y que la confusión no era intencionada.
Algo que, evidentemente, nadie dudaba. En mi carta al Defensor, escrita
el domingo 6, había comentado:
“Si alguien pretende decir que la confusión viene de la similitud (u
homofonía) de los términos "astrología" y
"astronomía", que piense cuántas veces confunde
"poder" con "joder", palabras de hecho mucho más
similares
y posiblemente menos distantes en significado”. Algo tan patente en el
caso del “poder” no lo resulta e
n el caso de “astrónomo”. ¿Por qué?
El Defensor del Lector se puso en contacto conmigo el pasado miércoles,
comentándome que en el diario se
creía un tanto exagerada la reacción que había sucedido. Para poder
contraponer esa sensación por parte de
los periodistas, me solicitaba un texto del que poder extraer alguna
cita, para “contextualizar el incidente” (como
él mismo dice en su columna de “El País”). Conozco personalmente a
Sebastián Serrano, y tuve el placer el
pasado verano de ser profesor en un curso de periodismo científico que él
codirige para la Escuela de Periodismo
de “El País”. Aunque el tema de la jornada era la astrofísica y las
ciencias del espacio, lo cierto es que también
hablamos largo y tendido de las pseudociencias y de cómo entran tan
impunemente en los medios de comunicación.
Me tenía a mano, porque me consta que cualquier colega (en el
escepticismo, en la astronomía y en el periodismo
científico) podría haber realizado interesantes comentarios. A
continuación copio ese texto, del que se recogieron
los primeros párrafos en el artículo de Serrano, para que el
razonamiento quede completo:
<<
Puede parecer que la confusión en un titular entre “astronomía” y
“astrología” es una simple errata entre dos términos
parecidos y que no tiene mayor trascendencia. No lo es, y no solamente
porque un celo profesional por parte de la
ciencia exija no ser tomados por charlatanes, adivinos o
pseudocientíficos. Ciertamente, la confusión parece dar
una respetabilidad a algo que no lo tiene, aunque en el artículo de
Mónica Salomone queda claro que esos
/cazadores de planetas/ son científicos que intentan avanzar en el
conocimiento del Universo y no gente
que se enriquece con líneas 806.
Se podría achacar la confusión a que realmente ambos términos tienen una
historia común. Pero desde los
tiempos del nacimiento de la ciencia en el Renacimiento, la confrontación
entre astrología y astronomía ha sido
clara y no hay tratado de historia de la ciencia que no ponga de
manifiesto la radical diferencia entre lo que es una
adivinación sin base real y una ciencia. ¿Por qué se mantiene, sin
embargo, la creencia? En 1976, fueron 180
(entre ellos 20 premios Nobel) los científicos que suscribieron un
manifiesto titulado “Objeciones a la astrología),
anunciando:"Es sencillamente un error imaginarse que las fuerzas
ejercidas por las estrellas y los planetas
en el momento del nacimiento puedan determinar de manera alguna nuestro
futuro. Tampoco es cierto que la
posición de los lejanos astros determine que ciertos días o períodos sean
más favorables para ciertas acciones,
o que el signo bajo el cual se nace decida la compatibilidad o
incompatibilidad con otras personas".
(Este manifiesto fue objeto de una campaña en nuestro país en 1990,
siendo más de 250 los astrónomos
y científicos de otras áreas los firmantes). No hay un sólo intento de
demostrar la validez de la astrología
que haya salido bien parado en la arena de la discusión
científica.
¿Por qué tanta gente cree en algo así? Hay una importante responsabilidad
de los medios de comunicación
en ello. Como en otras creencias supersticiosas, cabe aplicar el análisis
que John Burnham, catedrático
de Historia de la Universidad del Estado de Ohio realizaba en su libro
“How Superstition Won and Science Lost”
(Prometheus, 1981). Para Burnham, la manera en que estos temas se
presentan en los medios de comunicación,
de forma acrítica y normalmente sesgada hacia lo “sobrenatural” ha hecho
que generaciones enteras de
lectores de periódicos crean que muchos de estos temas tienen
respetabilidad. Como lo describe Carlos Elías:
“Para John C. Burnham (...) existe aún una falta de cultura científica
entre los periodistas estadounidenses,
sobre todo en los redactores de los periódicos pequeños, lo cual ha
propiciado que en sus informaciones
científicas predominen el sensacionalismo, la visión social y el fenómeno
de la "agenda setting", hechos
todos que han contribuido, en su opinión, a que la superstición haya
ganado la victoria a la información
científica y a que la ciencia esté cada día más descalificada. “ (en la
Revista Latina de Comunicación
Social, no 20, 1999)
En “Ciencia y Pseudociencia: realidades y mitos” (E. Sirius, 2004),
Manuel Calvo Hernando comenta en
un ensayo titulado “Las falsas ciencias y el periodismo científico”:
“[las falsas ciencias] Se aprovechan del
prestigio de las oficiales o académicas, disponen de medios eficaces de
persuasión, explotan el vocabulario
especializado y encuentran un excelente campo de cultivo en la
ignorancia, el esnobismo y, en una época
secularizada, en el deseo de creer en algo maravilloso e incomprensible”.
Hace mención a un mensaje
presentado en el V Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico de
Valencia (1990): “Los periodistas
científicos y los científicos que escriben para el público en general,
cumplen un papel importante al ayudar
a que la gente entienda qué es y qué no es la ciencia.”
En este caso, la confusión permite, una vez más, que la pseudociencia
quede -para el lector no avisado- como
algo serio y que proporciona conocimentos científicos. Cuando no lo es,
ni nunca lo ha hecho.
>>
Serrano reconoce en su artículo: “ poco puede decir el Defensor del
Lector, salvo reclamar más diligencia
a quienes revisan las páginas”. Y concluye: “Vale la pena, pues,
esmerarse en evitar que la astrología y los
astrólogos sigan medrando”.
Coincido con él: poco más se puede decir que exigir profesionalidad en
los medios de comunicación. Si un
criterio estricto se aplicara siempre, las noticias pseudocientíficas,
los sesgos irracionalistas y la propaganda
paranormal tendrían difícil cabida en los medios serios. También es
pertinte la alusión al “negocio” que todo
ello supone, que quizá debería ser objeto de otro artículo más en
profundidad.
Por el momento, y aunque siempre sabe a poco -para una vez que se
reconoce la necesidad del pensamiento
crítico en la prensa apetece más...- el comentario de Serrano queda como
un ejercicio de honradez y de
reconocimiento sincero. Algo que es de agradecer. Ese “tironcillo de
orejas” del Defensor del Lector siempre
quedará, y esperamos que la lección cuaje.
Sería más que deseable que en otros medios existieran mecanismos como
éste que tiene “El País”
(y muy pocos más... por lo que me consta, y perdón si me equivoco, sólo
“La Voz de Galicia”, “La Vanguardia”
y “Radio Televisión de Andalucía” tienen esta figura en nómina), para
poder realizar una autocrítica muy
necesaria de la labor periodística. Un tema también interesante: ¿no lo
consideran necesario los principales
medios de comunicación españoles? Posiblemente, esto se debe a lo que ya
comentábamos: los usuarios
de los medios somos demasiado complacientes. El paso dado por Serrano es
sólo un pequeño paso, pero
es de agradecer que sea en el buen sentido.
5.- MAYO 2005: CINCO AÑOS SEPARANDO CIENCIA Y PSEUDOCIENCIAS
Luis Javier Capote Pérez
El pasado 28 de abril concluyó en la Facultad de Psicología de la
Universidad de La Laguna el segundo módulo
del curso "Ciencia e irracionalidad en la cultura
contemporánea", denominación que acuñaba la quinta edición
del curso sobre ciencia y pseudociencias que desde 2001 viene organizando
un nutrido grupo de docentes
pertenecientes a la institución académica.
Dirigido en esta ocasión por el Dr. Luis Vega Martín, Profesor Titular de
Física Fundamental, el curso ha vuelto
a ser, pese a algunas dificultades y contratiempos, el que ha contado con
mayor número de matriculados de
entre todos los que conformaban la oferta interdisciplinar de la
universidad tinerfeña. Estudiantes y no estudiantes
de la casa se acercaron para conocer algo más y mejor algunos pormenores
de la ciencia en la actualidad (en el
primer módulo, "Un panorama de la ciencia contemporánea") y
otros, vinculados al mundo de las creencias y las
supercherías (en el segundo, "El individuo, la sociedad y las
pseudociencias")
Como en todas las ediciones, el curso contó con la participación de
ponentes invitados provenientes de otras
instituciones y de reconocido prestigio en el campo de la divulgación de
la ciencia. En esta ocasión, acudieron
María Dolores Garralda, Profesor Titular del Departamento de Zoología y
Antropología de la Universidad Complutense
de Madrid (que habló precisamente sobre Paleoantropología); Luis
Alfonso Gámez Domínguez, periodista del periódico
El Correo (que trató el mito de la Atlántida en un lugar donde tal
historia ha sido esgrimida como origen del mismo);
Félix Ares de Blas, Presidente de ARP-SAPC (que dio una sesión de
ilusionismo que habría de repetir posteriormente
en el Museo de la Ciencia y el Cosmos de La Laguna, para desmontar todos
los fraudes habituales que aparecen en
el mundillo paranormal) y repitiendo nuevamente, Javier Armentia
Fructuoso, Director del Planetario de Pamplona
(que hizo un breve y contundente repaso de algunos de los más clamorosos
elementos paranormales que salpican
la iconografía católica.) Los tres últimos ponentes dejaron constancia
sonora del contenido de sus ponencias en el
programa de la emisora Radio Campus, "Autopista a la Ciencia: La
Hora de ACDC". Quienes quieran escucharlas
sólo tienen que descargar la grabación de la misma en el siguiente
enlace:
http://online.rcampus.net/diferido/autopistaalaciencia.ogg
A partir del viernes, 6 de mayo, estará disponible la entrevista a
Luis Alfonso Gámez Domínguez
A partir del viernes, 13 de mayo, estará disponible la entrevista a
Javier Armentia Fructuoso
A partir del viernes, 20 de mayo, estará disponible la entrevista a Félix
Ares de Blas
Los responsables del curso han manifestado su intención de comenzar a
trabajar en la sexta edición de un evento
que rompe y contrapesa la lamentable introducción que en el mundo
académico están llevándose a cabo por parte
de los profesonales del misterio, en sus vanos intentos de conseguir
accesoriamente un prestigio del que por sí y
por sus actividades no son nada acreedores.
6.- JUNIO 2005: CARTA A UNA DEFENSORA DE LA ACUPUNTURA
Jorge J. Frías
La medicina es un conjunto de tecnologías y saberes tremendamente vasto.
Pensar en que se reduce a la imagen de un señor con bata en una consulta
recetando mientras escucha al paciente es ver sólo la punta de este
tremendo iceberg que está dotando de calidad y esperanza de vida al
ciudadano de forma imparable desde que encontró en la ciencia a su mejor
aliado. Pues ésta ayuda a conocer cómo funcionan nuestros aparatos,
órganos, tejidos, y toda la actividad microscópica que en ellos se
genera; a elaborar un diagnóstico que mida y localice con la mayor
exactitud las dolencias del cuerpo humano – contando con la inestimable
colaboración de la tecnología, desde un simple fonendoscopio hasta la más
moderna ecografía -. Es más, el correcto conocimiento del mismo que la
ciencia aporta permite elaborar unas directrices para la prevención de
estos males siempre que su naturaleza lo permitan.
Además, el método científico nos ha legado una forma de investigar
tratamientos adecuados, mejorar los existentes y rechazar los no válidos;
cuestión tremendamente peliaguda debida al complejo funcionamiento de
nuestro cuerpo. Es un examen tan riguroso como efectivo, que nos permite
no sólo elaborar remedios de gran eficacia y fiabilidad, sino también
conocer las posibles consecuencias no deseadas que éstos pudieran tener
en determinadas personas. A veces estos efectos secundarios son
ineludibles, pero aceptables en terapias sin otra alternativa – por
ejemplo, perder el cabello de forma temporal es un mal menor en la cura
contra el cáncer -, y por supuesto aún se pueden seguir investigando para
paliarlos. La ignorancia, la superchería y la desconfianza hacia la
medicina argumenta contra estos efectos sin tener en cuenta que el
paciente va a obtener un mayor beneficio – el máximo, la vida, en el peor
de los casos.
Como se ha dicho, la medicina moderna ha ido sometiendo los conocimientos
tradicionales al juicio científico para conocer su validez, agregarlos a
su saber en caso afirmativo, y mejorarlos. A ningún médico se le
ocurriría hacer una sangría para expulsar seres malignos de nuestro
cuerpo, ni de usar aceite de ricino para purgar el estómago, o untar con
excremento de animal el cordón umbilical de un recién nacido; puesto que
los investigadores han conseguido explicar por qué funcionaban, y
encontrar remedios alternativos en una simple cápsula o inyección.
Medicación que tiene sus efectos secundarios, pero nunca tan graves como
los que experimentaron los pacientes tan peculiares terapias – que podían
pagar incluso con la muerte.
Otras prácticas ni siquiera han quedado obsoletas. Simplemente son un
fraude. Por ejemplo, en la edad media se practicaba la técnica de la
extracción de la piedra de la locura – reflejada magistralmente por El
Bosco – no era más que una farsa en la que se hacía creer al paciente que
se le extirpaba del cráneo un maligno tumor causante de sus desgracias.
Estas prácticas denunciadas por la ciencia aún perduran gracias a la
ingenuidad del ser humano, que hace cola en consultas de supuestos
curanderos que, con burdos trucos, hacen creer que operan con las manos
mostrando como resultado de la operación vísceras de animales.
Sin embargo, existe un amplio espectro de mal llamadas “medicinas
alternativas”, fuera del rigor científico, que incluso se expenden en
farmacias. Si la gente la compra ¿Dónde está su supuesta eficacia?
Precisamente en que “parece” que cura. El doctor Barry L. Beyerstein
argumenta que muchas enfermedades tienen una duración determinada hasta
que el cuerpo consigue superarlas con sus propias defensas, o bien
adquieren procesos cíclicos de manifestación. Por ello la mayoría de
estas supuestas medicinas se recetan en catarros, dolencias pasajeras,
alergias, problemas gastrointestinales, dolores de regla, y un amplio
abanico de afecciones similares. También la mente del sujeto tiene mucho
que ver, puesto que el paciente tiende a sugestionarse bien con la
verborrea de quien dispensa el tratamiento, bien engañándose a sí mismo,
bien por el efecto placebo. Por último es posible que el milagro obre en
un paciente con una enfermedad mal diagnosticada – algo fácil de pensar
viendo el desconocimiento de quiénes le tratan.
Algunas terapias se basan en la dificultad de medir ciertas afecciones.
Es el caso de la acupuntura, cuya práctica de clavar agujas en centros
nerviosos tiene mucho que ver con una sensación muy difícil de medir
objetivamente: el dolor. Es más, ni siquiera se puede demostrar la
existencia de las fuerzas “ying” y “yang”, o las energías “qui” sobre las
que supuestamente actúa. Todo ello, unido a la complejidad del sistema
nervioso humano, facilita la confusión y el intento de legitimar esta
terapia. Eso sí, se han medido las respuestas de nuestro cuerpo ante
estos pinchazos, que a veces actúan como atenuantes del dolor, segregando
analgésicos naturales u obstaculizando la transmisión de señales
nerviosas; y otras con efectos no deseados, como la liberación de hormona
ACTH que puede resultar fatal en fetos – amén de reacciones alérgicas al
acero, infecciones, daño con agujas en mal estado, etc.
En resumen, la medicina científica nos permite localizar, medir,
diagnosticar y tratar las enfermedades con gran rigor, no exenta de
efectos secundarios menores o eventualidades externas a este ámbito –
funcionamiento de la institución sanitaria, errores humanos, etc -. Sin
embargo, la ignorancia, la superchería o simplemente la desesperación
lleva a mucha gente a desconfiar de la medicina y recurrir a supuestas
terapias “alternativas” cuya efectividad deja mucho que desear. Tanta que
incluso reniegan de la ciencia para no quedar en evidencia ante su clara
falta de rigor y pretenden dar una imagen maligna de quiénes realmente
los delatan.
De sentido común es pensar que cualquier terapia que sea eficaz no puede
quedar oculta por mucho tiempo. Démosle la vuelta a la tortilla y no
afirmemos que una terapia es buena por el mero hecho de ser “milenaria”,
pensemos en su deficiencia de no haber sabido adaptarse a la medicina con
tantos años que lleva ahí, a pesar de que otras prácticas más jóvenes han
crecido desmesuradamente en mucho menos tiempo. Tampoco es lógico
sospechar que los médicos están a merced de sus proveedores mientras que
los otros no, cuando precisamente éstos últimos han de justificar
productos de dudosa fabricación, máxime cuando se están llevando a cabo
políticas sanitarias de administración de medicamentos genéricos con
independencia del laboratorio que los elabore. Realmente ante la
enfermedad la única alternativa válida es la medicina científica, el
resto son “cuentos chinos”.
7.- JULIO 2005: ¿HAY CULTURA SIN CIENCIA?
Teresa González de la Fe
La pregunta de la mesa redonda puede contestarse con un sí y con un no,
lo que no es buen síntoma desde el punto de vista de la lógica, aunque lo
sea desde otras perspectivas. Para responderla, quizás antes debamos
hacer otras preguntas: ¿Cómo entendemos la palabra cultura? ¿Se entiende
por cultura sólo el conjunto de cosas las bellas artes principalmente que
caen dentro de las competencias de ministerios, consejerías,
departamentos y concejalías que llevan la etiqueta de cultura? ¿O se
entiende por cultura, como hacen las ciencias sociales, el conjunto de
herramientas de adaptación de grupos y sociedades humanas basadas en el
lenguaje y la comunicación, lo que incluye no sólo conocimientos, valores
y creencias, sino también artefactos, recetas y utensilios? ¿Y qué
entendemos con la palabra ciencia? ¿entendemos por ciencia el conjunto de
actividades destinadas a obtener conocimiento certero y certificado sobre
la realidad, usando métodos replicables y contrastables para probar sus
afirmaciones, que empiezan a desarrollarse en el siglo XVII en Europa y
van creciendo paulatinamente en los siglos XVIII el siglo de las luces o
Ilustración y XIX, para explosionar de forma notable a partir de la
segunda mitad del siglo XX, en las numerosas actividades y conocimientos
que conocemos como ciencias y tecnologías? ¿o la entendemos, de forma más
general, como una búsqueda racional de la verdad basada en la
experiencia, lo que permite hablar de diversas clases de ciencias (como
las ciencias sociales, la ciencia jurídica o la ciencia de la religión) y
de etnociencias?
Según como las entendamos, podemos contestar sí o no a la pregunta de la
mesa. Podríamos decir que sí hay cultura sin ciencia porque la ciencia
misma es producto de la cultura, de una cultura determinada en una época
histórica determinada, por lo que durante milenios las culturas humanas
funcionaron sin ciencia e incluso hay amplios sectores de la cultura (o
subculturas) de nuestras sociedades modernas que funcionan sin referentes
científicos. Pero también podemos decir que no hay cultura sin ciencia en
la sociedad mundializada del siglo XXI, aunque la ciencia esté ausente de
los ministerios y consejerias de cultura y aún se considere
que los intelectuales son exclusivamente los de “letras” o “humanidades”.
Hoy, en una sociedad que se autocalifica de sociedad del conocimiento,
las ciencias y las tecnologías son las protagonistas principales del
cambio social, de múltiples cambios sociales. Sin embargo, en los medios
de comunicación y en el sistema educativo se sigue excluyendo a los
científicos de las
cuestiones relacionadas con la 'alta' cultura o de las cuestiones
importantes de la vida humana y la filosofía.
Como se ha señalado tantas veces, muchos intelectuales siguen presumiendo
de no saber matemáticas o de ser ignorantes en cuestiones de ciencia, sin
que por ello se dude de que sean cultos o educados. ¿Pueden seguir los
intelectuales humanísticos siendo ajenos a las ciencias e ignorantes
respecto a las implicaciones de los conocimientos científicos sobre el
universo, sobre la vida y sobre la naturaleza humana? ¿Se puede seguir
siendo culto sin saber ciencias? El Romanticismo, la filosofía
fenomenológica y existencialista y el rechazo a los métodos
científiconaturales por parte de sectores importantes de los científicos
sociales a principios del siglo XX, y de la filosofía y las ciencias
sociales postmodernas a finales de ese siglo, han contribuido a esta
situación problemática de las relaciones de la ciencia, de las ciencias
más bien, con la cultura.
El Romanticismo del siglo XIX fue una reacción a la Ilustración, a la
sociedad industrial y al creciente prestigio de los conocimientos
científicos. Las ciencias parecían monopolizar el campo mismo de la
verdad, de tal modo que la verdad era la verdad científica o probada con
métodos científicos. Los románticos consideraban que la Ilustración, con
su énfasis en la Razón y en las capacidades racionales, habían dejado de
lado los sentimientos y las cosas importantes de la vida, y que la
ciencia no tiene respuesta para las grandes preguntas sobre el sentido de
la vida: ¿quienes somos?, ¿de donde venimos? y ¿adonde vamos?.
El debate sobre el positivismo en la llamadas 'ciencias del espíritu' en
Alemania es parte de esa reacción. El 'positivismo' suele entenderse como
la defensa de las tesis de Auguste Comte, creador del término sociología
y uno de los “padres fundadores” de esta ciencia social. Comte,
identificando la historia intelectual de Francia con la de la Humanidad
(así con mayúsculas), afirmaba que la evolución de la humanidad se medía
en términos de conocimiento; que a un conocimiento religioso primario o
etapa teológica, le sigue un conocimiento filosófico crítico que niega la
etapa anterior y sustituye a los dioses por abstracciones, que es la
etapa metafísica,
que a su vez se verá superada por el conocimiento científico, la etapa
positiva, en la que se producirá conocimiento cierto y probado sobre el
mundo. Este conocimiento será la base de una nueva forma de sociedad
científicamente organizada. Para Comte, el único conocimiento fiable y
cierto era el aportado por las ciencias y que él llamaba positivo para
recalcar su diferencia con la etapa anterior, que negaba y críticaba,
mientras que el conocimiento científico afirma y prueba. Comte no pudo
superar la deriva religiosa (tan común a los proyectos políticos de
reforma o cambio social, especialmente los que implican un alto coste de
sufrimientos y violencia) y acabó
proponiendo una absurda religión positiva calcada del
catolicismo.
De ahí que los positivistas sean los defensores de métodos científicos de
obtención de conocimiento. Especialmente los que tratan de aplicar
métodos científicos en las ciencias sociales. En éstas, el debate se
salda con el establecimiento de la tesis del doble método
científico: los métodos explicativos para el mundo natural y los métodos
comprensivos o hermenéuticos para el mundo social. Este debate sigue
abierto y mientras que las humanidades y las ciencias naturales han
seguido sus actividades de forma separada, unas ajenas a las otras, las
ciencias sociales no han logrado aún convencer de su eficacia para
aplicar los métodos de la ciencia natural a los asuntos de los que hasta
entonces se habían ocupado las humanidades. Pese a ello, las ciencias
sociales elaboran conocimientos
sistemáticos sobre las modernas sociedades complejas y su éxito mundano
es incontestable. Gracias a la aplicación de métodos rigurosos a los
fenómenos sociales, hoy sabemos mucho más sobre las causas de la pobreza,
sobre los efectos de las políticas educativas, sobre las desigualdades
sociales, sobre las nuevas formas familiares, sobre el comportamiento de
los poderes públicos y los partidos políticos, sobre las creencias
religiosas de la población y sobre muchísimas otras cosas más.
Del romanticismo y del rechazo al positivismo surge la idea de que los
filósofos, literatos, historiadores y artistas de todo tipo son los
intelectuales, los 'hombres de letras' y se deja a las ciencias fuera de
la intelectualidad y de la cultura. Edmundo Husserl es el filósofo más
importante de esta tendencia y sus ideas ejercerán una profunda
influencia en la cultura europea, especialmente a través del
existencialismo, tanto en su variante de izquierdas con Sartre, como de
derechas con Heiddegger.
Ello da lugar a la situación que detectó en 1959 Snow, en su ensayo sobre
“Las dos culturas”: la profunda escisión entre las ciencias y las letras
y el desprecio por la ciencia que sienten los “hombres de letras”, sean
filósofos, literatos o escritores, periodistas, poetas o ensayistas. Esta
escisión se retroalimenta y se reproduce sistemáticamente en el sistema
educativo, que permite trayectorias curriculares en las que no aparecen
contenidos científicos y que produce importantes contigentes de población
ignorante respecto a la ciencia.
El aumento de los conocimientos científicos en diversos campos está
permitiendo a las ciencias dar respuestas a preguntas a las que
tradicionalmente respondían literatos, teólogos y filósofos: quiénes
somos, de donde venimos y adonde vamos. Están también respondiendo a los
clásicos temas románticos de los sentimientos y la razón, el cuerpo y el
alma, la vida y la muerte. El éxito de obras de divulgación literaria de
los conocimientos científicos muestra que hay un público que demanda
nuevas explicaciones de la naturaleza, del universo y de la especie
humana que estén soportadas por avales científicos, que sean objetivas y
estén probadas. El abismo o cisma entre las ciencias y las letras no se
ha salvado mediante una síntesis entre ambas. Más bien, algunos
científicos están empezando a trasladar sus conocimientos a los temas
tradicionales de las humanidades.
Este es el caso del movimiento conocido como la Tercera Cultura,
compuesto por científicos y pensadores que a través de sus escritos están
reemplazando a los intelectuales tradicionales en dar explicaciones para
las grandes preguntas filosóficas sobre el origen del universo, sobre la
naturaleza humana o sobre el origen de la vida.John Brockman, su
fundador, afirma que la Tercera Cultura está redefiniendo quiénes y qué
somos (Third Culture: Beyond the Scientific Revolution).
La filosofía, las ciencias sociales y las humanidades postmodernas
han ido cuestionando y erosionando la credibilidad y el prestigio de las
ciencias. Por una parte, relativizando sus conocimientos, al
considerarlos como construcciones sociales como discursos o narrativas en
pie de igualdad respecto a otras alternativas cognoscitivas como las
religiones o las ideologías. Por otra, cuestionando seriamente sus
fundamentos epistemológicos y su objetividad.
A esta situación ha contribuido el importante papel de las ciencias y las
tecnologías en las sociedades actuales, que son dependientes de los
conocimientos científicotécnicos para la supervivencia, y el auge de las
industrias del conocimiento, la explotación comercial de los
conocimientos científicos, la necesidad de disponer de conocimientos para
la toma de decisiones políticas, etc.
Para los críticos del orden social, las ciencias y las tecnologías forman
parte indisoluble y culpable del sistema de reparto desigual de la
riqueza, el poder y el privilegio. La 'izquierda', en el sentido vago del
término, se ha hecho anticientífica y tecnófoba, dando cabida en sus
explicaciones a planteamientos pseudoreligiosos y mimetizando el 'todo
vale' del relativismo.
El resultado ha sido diverso. Auge de las religiones en sus versiones más
fundamentalistas e integristas, que impiden cualquier espacio de debate
racional. Auge de las pseudociencias alimentadas por la necesidad de los
medios de comunicación de masas de conseguir audiencias y de explotar la
necesidad de emociones vicarias del público. La amplia aceptación del
llamado democratismo epistemológico, la falsa creencia en que todo tiene
el mismo valor de verdad y “todo vale”, es quizás el daño más importante
que los postmodernos han hecho a la credibilidad de los conocimientos
científicos entre grandes sectores de la población igorantes en ciencias.
El éxito social de las pseudomedicinas son un buen ejemplo de ello. La
cultura occidental y no sólo occidental hoy está atravesada por la
ciencia y por el impacto de los conocimientos científicos sobre todas las
facetas de nuestras vidas. Las ciencias y las tecnologías se
han desarrollado tanto y de formas tan especializadas que parece difícil
sintetizar sus diversas aportaciones en una concepción general del
universo y del papel de la especie humana en él.
Porque, además, los desarrollos de las ciencias, las cosas de las que
sabemos y las cosas que ignoramos aún, reflejan también los intereses
sociales y de los grupos de poder. Sabemos más de las enfermedades de los
ricos que de las de los pobres. Sabemos más de los campos científicos con
aplicaciones comerciales que de aquellos no rentables para el mercado. El
creciente coste de las investigaciones científicas y de la formación de
científicos hace que las decisiones sobre asignación de recursos públicos
a las ciencias y las tecnologías requiera un control democrático, que a
su vez supone una ciudadanía informada sobre el valor de los
conocimientos científicotecnológicos.
Para que las ciencias formen parte integral de la cultura en todos los
sentidos, los científicos han de hablar con el público en el lenguaje de
éste y han de hacer un esfuerzo por comunicar el valor, la utilidad y la
importancia de sus conocimientos y desarrollos. Los medios de
comunicación juegan un papel principal no sólo como espacios de
comunicación entre los científicos y la sociedad, sino como agentes
activos en la creación de opinión y de actitudes, como agentes de eso que
una vez se llamó cuarto poder, con capacidad de contrapeso y de crítica
de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial propios del orden
político. Por su parte, los poderes públicos deben empezar a ser
conscientes de sus decisiones y de su responsabilidad en lo que concierne
a la distribución social de los conocimientos científicos, que se
traducen no sólo en los recursos que aportan a la investigación lo que se
llama I+D+i, sino también en la calidad de la educación, en el fomento de
las vocaciones científicas y en el apoyo a la divulgación de las llamadas
TIC, afortunadamente, han venido a replantear las actitudes hacia las
tecnologías de los grupos y movimientos activistas, dando lugar a
diversos tipos de ciberactivismo. ciencias como parte de las actividades
culturales.
Los científicos han de salir de sus “torres de marfil” como ya han hecho
muchos de ellos. Los comunicadores han de dejar de pertenecer
exclusivamente a las “letras”. Los políticos y responsables públicos han
de invertir más en educación de calidad para toda la sociedad.
Mientras tanto sucede esto, la pregunta de esta mesa redonda sigue siendo
pertinente y puede seguir siendo contestada con un rotundo sí.
Postdata postmesa redonda: Tal como planteó en el coloquio la directora
del Museo, Dra. Inés Hidalgo, en las “torres de marfil” no sólo están los
científicos. También hay que matizar, como se hizo en el coloquio, que lo
del marfil es sumamente metafórico y quizás haya que sustituirlo por
barro.
8.- AGOSTO 2005: EL NUEVO SOLÓN
Fernando L. Frías
Como todas las disciplinas, el Derecho cuenta con sus héroes, nombres
inmortales que destacaron por su labor jurídica. Algunos de ellos fueron
grandes creadores: nuestro Ordenamiento Jurídico debe mucho, por ejemplo,
a Manuel Alonso Martínez, Francisco de Cárdenas o Eduardo García Goyena,
algunos de los ilustres juristas que a finales del siglo XIX redactaron
nuestro Código Civil. Y ese mismo Código sirvió para perpetuar la memoria
de Federico de Castro, Manuel Albaladejo o José Castán, cuyas
interpretaciones y enseñanzas sobre el Derecho Civil siguen siendo una de
las bases de la formación jurídica española. Y ahora, a esos nombres
hemos de añadir otro más: el de Bruno Cardeñosa.
Pongámonos en antecedentes. Como recordarán nuestros lectores, el número
19 de “El Escéptico Digital” se publicó un amplio informe sobre las
llamadas “Caras de Bélmez” en las que se repasaba la historia del
fenómeno y se hacía referencia a la aparición de nuevas “Caras” en otra
casa de la localidad.
Una aparición cuyas circunstancias resultaban como mínimo sorprendemente
oportunas. En efecto, tras la muerte de María Gómez, la propietaria de la
“casa de las Caras”, la alcaldesa de Bélmez había anunciado su intención
de adquirirla para instalar en ella un “centro de interpretación”, un
museo que potenciara el atractivo turístico del fenómeno y en cuya
gestión tendría un papel destacado la llamada “Sociedad Española de
Investigaciones Parapsicológicas”, la singular asociación (?) presidida
por el no menos singular Pedro Amorós. Y aunque las exigencias económicas
de los herederos de María Gómez, que pedían por la casa un precio
sencillamente astronómico, parecían haber frustrado esta operación, hete
aquí que aparecen nuevas “Caras” en una casa cuyo precio parece ser mucho
más asequible.
Un descubrimiento, además, realizado por los miembros de la SEIP justo
después de que el investigador valenciano Francisco Máñez les hubiera
enseñado, en esa misma casa, su técnica para dibujar caras. El ya
conocido como “método Máñez”, muy sencillo, se basa en humedecer el suelo
para luego remarcar las manchas que resulten parecidas a rostros, y
obtiene resultados tan espectaculares como... bueno, como las “Caras” que
aparecieron en la nueva casa.
Estos hechos tuvieron cierta repercusión en la prensa, gracias en buena
parte al bombo y platillo con el que la alcaldesa de Bélmez y el
presidente de la SEIP anunciaron el sensacional -y oportunísimo,
insistimos- descubrimiento. Los periódicos y las cadenas de televisión se
habían hecho eco del pasmoso fenómeno paranormal, así que también se
hicieron eco de estos datos que confirmaban que se trataba de un fenómeno
ciertamente pasmoso, pero probablemente muy poco paranormal.
Y entre estas informaciones periodísticas destacaron especialmente una
serie de artículos publicados en el diario “El Mundo” por Javier
Cavanilles. Cavanilles, que ya en una ocasión anterior había desvelado
que el apabullante currículum con el que se presentaba Amorós era muy
bonito, muy espectacular y muy, muy falso (véase **, en “El Escéptico
Digital” número **), no dudó en denunciar públicamente la trama de
intereses que se movían en torno a las “Caras”, la actitud del
Ayuntamiento de Bélmez y la actitud de la SEIP.
Ante lo cual Pedro Amorós no lo dudó ni un segundo: a principios de
diciembre de 2004, la página web de la SEIP anunciaba la “interposición
de medidas cautelares” (sic) contra Cavanilles, “El Mundo” y una larga
serie de periodistas y escépticos que, en su opinión, habían intentado
desprestigiarle.
Pueden ustedes suponer el escalofrío colectivo que recorrió el mundillo
de los llamados (por Amorós) “detractores”. Al fin y al cabo, Amorós ya
había narrado en alguna ocasión cómo anteriormente había demandado al
mismo Javier Cavanilles cuando éste retiró el maquillaje de su
currículum. Según Amorós, el juez había obligado al pobre Cavanilles a
retractarse. Una versión desmentida por otro comentario (de Amorós) que
aseguraba que no llegó a interponer la demanda porque Cavanilles no tenía
donde caerse muerto. Aunque quizá eso tampoco fuera cierto: según fuentes
bien informadas (concretamente, según Pedro Amorós), lo que ocurrió es
que no llegó a interponer la demanda porque se le había agotado el plazo.
Claro que siempre es posible que sea cierta otra de las versiones que
circulan por ahí: que el pobre Javier Cavanilles, arrepentidísimo, pidió
perdón públicamente a Amorós y hasta le invitó a una paella, según
dijo... sí, adivinaron, Pedro Amorós. En cuanto a Cavanilles, los
comentarios de Pedro Amorós fueron la primera noticia que tuvo sobre su
supuesta querella. Bueno, y la segunda noticia, y la tercera, y la
cuarta...
En fin, que con estos antecedentes no resultaba raro que nadie tomase muy
en serio las amenazas de Pedro y el Lobo, digo de Pedro Amorós. Máxime
cuando el plazo citado pasó, las semanas fueron corriendo, y nadie tenía
noticias de la supuesta “denuncia”. Nadie, excepto un grupo de
irreductibles galos... no, perdón, excepto nuestro insigne jurisconsulto,
el nunca bien alabado Bruno Cardeñosa.
Y es que Cardeñosa no sólo está al cabo de la calle de todo lo que
ocurre, sino que ha sido capaz de dar lecciones a abogados en ejercicio e
incluso a profesores universitarios, que humildemente hemos tenido que
reconocer la profundidad de sus conocimientos jurídicos. Una profundidad
sencillamente abismal.
Así, por ejemplo, Cardeñosa nos ha ido informando con todo lujo de
detalles de aspectos tan interesantes como que la “denuncia” se dirige
contra un numeroso grupo de demandados (más de veinte, llegaba a decir).
La dichosa “denuncia”, además, debe relatar hechos terribles, ya que
Cardeñosa nos explica que “el juzgado ha interpretado que los fundamentos
de la denuncia son indicativos de que la parte demandada ha cometido un
delito ”. Sí, sí, han leído bien: “la Justicia ha encontrado como
indicativos de delito las críticas recibidas por la alcaldesa de Bélmez y
el investigador Pedro Amorós”, lo cual es para él “una noticia
maravillosa y ejemplar”.
Y es que gracias a esto las mordaces críticas de los escépticos “se
acaban de acabar”: de hecho, la admisión a trámite de la demanda va a
suponer el “definitivo fin” del escepticismo organizado. Ná menos. Aunque
bueno, no ahora mismo: tienen que pasar también “los veinte días
pertinentes para que las muchas partes encausadas (y que según la
denuncia no sólo son las mencionadas, sino las que han utilizado la
denuncia original para arremeter contra los denunciantes) presenten su
pliego de alegaciones.” Pero bueno, eso es sólo un trámite sin
importancia: con lo que ha ocurrido “ queda claro que, por fin, no saldrá
gratis ni será un deporte, ejercer las brutales críticas de arpíos y
otros en este o en cualquier asunto relacionado con el mundo del
misterio.”
En fin, que “Algo muy grande acaba de ocurrir en este mundillo”, nos dice
Cardeñosa. Y aunque no nos aclara a qué mundillo se refiere, podemos
decirlo con toda rotundidad: en el del Derecho. Toda una revolución
jurídica.
Vamos por partes. El pasado 2 de febrero de 2005, finalmente, Pedro
Amorós interpuso una demanda frente a Javier Cavanilles, el diario “El
Mundo”, los directores de sus ediciones nacional y de la Comunidad
Valenciana, la empresa editora del periódico y la de su página web. Y sí,
digo bien: una demanda. Ni denuncia (que no tendría sentido en este caso)
ni querella (que sería la forma correcta de iniciar un procedimiento
penal): demanda. Papelito firmado por un abogado y un procurador con el
que se inicia un procedimiento civil contra alguien a quien, por esta
razón, se denomina “demandado”.
En este caso, como hemos visto, contra demandados. Seis demandados, para
ser precisos. Sí, es cierto que Cardeñosa habla de “muchos”, pero es que
para algunas personas seis son “muchos”. Por ejemplo para mi sobrino
pequeño, que aún sabe contar sólo con los dedos de una mano, de modo que
cuando cuenta cosas recita “uno, dos, tres, cuatro, cinco y
muchos”.
Pero bueno, sigamos. La demanda se presenta y, con ello, se inicia un
procedimiento civil. Me explico: nuestro Ordenamiento Jurídico se divide
en varias ramas, y una de ellas es la civil, igual que otra es la penal,
la administrativa... Pueden tener aspectos comunes, pero en general las
diferencias son bastante llamativas: la jurisdicción penal, por ejemplo,
se ocupa de enjuiciar delitos. Y la civil, en cambio, se ocupa de un
montón de cosas, pero no de delitos. De modo que si uno (pongamos por
caso, Pedro Amorós) interpone una demanda, el juzgado no va a buscar si
sus “fundamentos son indicativos de que la parte demandada ha cometido un
delito”; de eso se ocupa la justicia penal.
De hecho, la jurisdicción civil, a estas alturas, ni siquiera se va a
ocupar de buscar indicios de nada en los fundamentos de la demanda. Lo
primero que debe hacer es comprobar que se cumplen una serie de
requisitos puramente formales: que la demanda esté correctamente
redactada, que se identifique correctamente a las partes y la acción que
se ejercita, que el juzgado sea competente para tramitarla, que aparezca
la firma de un abogado, que el procurador tenga poder suficiente... cosas
así. Pero nada, absolutamente nada, de indicios no ya de delito, sino ni
siquiera de que el demandante tenga razón en lo que pide o sea un puro
disparate: si la demanda cumple con esos requisitos, el Juzgado la admite
a trámite y punto redondo. Que es, por cierto, lo que ha ocurrido en este
caso: el Juzgado ni ha encontrado “como indicativos de delito” los
hechos, ni se ha pronunciado en absoluto sobre los mismos: simplemente ha
comprobado que todos los papeles están en orden y que se puede seguir
adelante.
Que es lo que se ha decidido ahora: a los demandados (que no
“encausados”) hay que notificarles la interposición de la demanda (que no
“denuncia”) y darles traslado de la misma para que dentro del plazo de
veinte días puedan formular contestación a la demanda (que no “pliego de
alegaciones”). Veinte días que, por cierto, son hábiles; siento darle el
disgusto a Cardeñosa, tan preocupado como decía estar por evitar que los
demandados tengan algún día de más para defenderse, pero teniendo en
cuenta que el Juzgado inició estos trámites el 30 de junio, que los
demandados viven fuera de la sede judicial (la demanda se tramita en la
localidad alicantina de San Vicente del Raspeig), y que son inhábiles los
sábados, los domingos y todo el mes de agosto, me temo que el plazo de
contestación se va a alargar hasta septiembre.
Y será a partir de ahí cuando comience el verdadero juicio. Ni siquiera
el acto del 30 de septiembre, día en que las partes han sido llamadas a
comparecer en el juzgado, tiene demasiada trascendencia: se debatirá tan
sólo sobre las medidas cautelares (sí, esas que se iban a decidir a
primeros de diciembre pasado), pero no sobre el fondo del
asunto.
Y ese sí que será el momento de la verdad. El momento en que los malvados
arpíos nos tendremos que callar la boquita y dejarnos de nuestras
brutales críticas. El momento en que se demuestre que las Caras son... lo
que sean. Porque Cardeñosa también nos aclara que “No se trata de
demostrar o no si las caras son auténticas”. Lo cual, por supuesto, es
una suerte: demostrando si las Caras son o no auténticas, si las hicieron
unos fantasmas del Más Allá o unos fantasmas del Más Acá, si estamos ante
un increíble cúmulo de afortunadas casualidades o bien si alguien ha
metido la mano (y los pinceles, y el agua, el aceite y la fregona) para
rentabilizar un reclamo que, según la propia alcaldesa, atrae a dos o
tres mil curiosos cada fin de semana... Si se demuestra la veracidad o no
de lo que dijo Cavanilles en sus artículos, sabremos si estamos ante una
información periodística amparada por los derechos constitucionales a la
libertad de expresión e información, o bien ante lo que la demanda
califica como lesión a la honorabilidad de Pedro Amorós en su condición
de “parapsicólogo de reconocido prestigio” (sí, de verdad, pone eso, juro
que no me lo invento). Y entonces, y sólo entonces, podremos saber si va
a ocurrir todo eso que dice Cardeñosa que ocurrirá.
Mientras tanto sólo sabemos una cosa: que las lecciones jurídicas que don
Bruno lleva dándonos sobre este tema tienen tanto rigor como las
investigaciones paranormales que le han llevado a la consideración de que
goza entre sus compañeros, entre los escépticos, y entre el público en
general.
Y que esas lecciones le hacen merecedor de estar entre los grandes del
Derecho. La única duda que nos queda es en qué categoría encuadrarlo: si
como creador o como intérprete.
Porque vamos, no hay forma de saber si es que se lo ha inventado, o de
verdad lo ha leído y no ha entendido una palabra.
9.- SEPTIEMBRE 2005: CARDENALES Y EVOLUCIÓN
Joan Alòs
A diferencia de lo que ocurre en los países anglosajones, donde las
Iglesias de corte protestante han adoptado firmes posturas entorno a la
Teoría de la Evolución, en los países de mayor influencia católica el
debate Creacionismo/Evolucionismo parece que no ha calado en la sociedad.
Desde mediados del pasado siglo (y bajo la influencia del teólogo y
también paleontólogo Theilard de Chardin), la Iglesia Católica Apóstólica
y Romana (ICAR) ha venido aceptando tácitamente las teorías
evolucionistas, que en su momento había condenado abiertamente. Ya en
1950, Pío XII, en la encíclica “Humani generis”, manifestaba que no veía
oposición entre el evolucionismo y doctrina católica, aunque mostraba
reservas sobre la validez científica de la “hipótesis evolucionista”.
Hubo que esperar hasta 23 de octubre de 1996 para que otro papa, Juan
Pablo II, reconociera abiertamente que, a la vista de los avances en
biología, la teoría de la evolución es “más que una hipótesis".
Sin embargo, el medio escogido para hacer esta afirmación (un anuncio en
la Academia de Ciencias Episcopales y no una encíclica o una carta
pastoral) no es el más adecuado para despejar ambigüedades. Siempre que
la ICAR entra en el terreno pantanoso de la confrontación de su doctrina
con el conocimiento científico, la postura oficial es la
ambigüedad. En lugar de tomar postura en el debate entre Creación o
Evolución, la ICAR ha apostado por jugar en los dos bandos: “Creación Y
Evolución”.
Difícilmente un católico educado en Europa aceptaría una teoría
creacionista basada en una Tierra de 6000 años de antigüedad. En una
sociedad mayoritariamente laica (al menos en la práctica), ni la ICAR ni
ninguna otra Iglesia encontraría apoyo social suficiente para extender
esa suerte de “Geología alternativa” que las Iglesias protestantes (que
cuentan con sus propias Universidades) han desarrollado en Estados Unidos
con objeto de sustentar su particular visión del Creacionismo.
La ICAR es más sutil. Aparentemente se alinea la lado de la Ciencia, de
manera que resulta difícil acusar a los pensadores católicos de
ignorancia o de tergiversar los hechos. Los fósiles son fósiles, no
engaños de Dios, y llevan ahí los millones de años que los científicos
afirman. Sin embargo, esta aceptación del hecho científico e hace de
forma ambigua, haciendo un énfasis especial en todo aquello que aún no ha
sido explicado – dejando abierta, por lo tanto, “la puerta del
misterio”. Al fin y al cabo, la Evolución es una teoría, y el
mecanismo de la selección natural a partir de mutaciones al azar aún no
se ha explicado de forma satisfactoria, es imposible producir la forma de
vida más sencilla en el laboratorio... De forma que apuntar la idea de un
Dios que vela por la “corrección” del proceso no parece descabellado a
los católicos cultos: ¿acaso ese mismo Dios no fue el que hizo estallar
el Big Bang y estableció las leyes
que mantienen a los planetas en la órbita exacta para hacer posible la
vida?
Leyendo la Biblia de forma simbólica, la Fe (esa Fe ambigua, definida
asimismo en términos de “misterio”) encaja perfectamente en los
conocimientos científicos actuales. Los días del Génesis no son días
físicos, sino períodos de duración indeterminada. La palabra de Dios
(“Hágase ...”) se convierte en un misterioso empujón del Creador para
llevar su Obra por el camino premeditado. Se sustituye “lo aún
inexplicado” de la teoría de la Evolución (es decir, el papel del azar y
las mutaciones, o al menos el papel de “algún” azar y de “algunas”
mutaciones) por otro mecanismo menos explicado aún, a saber, la
existencia y la acción de Dios. Pero para el católico ese mecanismo no
requiere explicación, pues es cuestión de Fe. Según la lógica católica,
un misterio se soluciona con otro misterio.
El “punto caliente” para la ICAR es la aparición del Hombre. Según esta
Iglesia, y como (siempre bajo su interpretación) se relata en el libro
del Génesis, el Hombre está dotado de un alma inmortal, insuflada por
Dios al primer individuo de la especie y transmitida desde entonces a las
sucesivas generaciones. Abrumado por los descubrimientos de fósiles de
homínidos y de especimenes indiscutiblemente humanos, el católico culto
no puede cerrar los ojos ante la evidencia. Aunque no hay una postura
oficial en este punto, el católico culto acepta tácitamente que Dios
preparó el camino hacia la aparición del Hombre, sea diseñando un
espécimen idóneo o, según una versión aún más “científica” si cabe,
permitiendo que las especies evolucionaran hasta alcanzar el punto
adecuado. El católico culto acepta que, en ese momento, Dios “puso” un
alma a un organismo que carecía de ella. Como era de esperar, no hay
consenso sobre si el afortunado sería un solo individuo, o una pareja, o
un grupo de hermanos... El primer humano, ¿fue hombre o mujer? No hay
duda que la teoría de la “Eva africana” puede dar mucho juego a una
inteligencia católica desbordada.
En “Los porqués de un escriba filósofo” Martin Gardner lanza una crítica
demoledora contra este punto de vista: si hubo alguna vez un primer
hombre dotado de alma, sus padres fueron sin duda una pareja de brutos
que carecían de ella. ¿No sería un acto de crueldad infinita por parte de
Dios, dar a conocer a ese Adán que ha sido “salvado”, mientras entrega a
sus progenitores no ya a una condenación eterna, sino a la nada
absoluta?
En todo caso, sería un acto de crueldad que no desmerece en nada las
crueles hazañas que el Dios Padre de los católicos realiza, por activa y
por pasiva, a lo largo de todas las páginas de Su Libro.
10.- OCTUBRE 2005: NO HAY CURAS MILAGROSAS
Aldo A. González Brito
Quizás sea el miedo atávico al dolor y la no aceptación de la muerte el
origen de la sorprendente facilidad con que el ser humano rehuye la razón
y cree desesperadamente en soluciones milagrosas que alivien sus
problemas de salud. Históricamente el sanador ha desempeñado un papel
social preponderante en todas las sociedades y culturas. En los inicios
del siglo XXI, el desarrollo científico y tecnológico de los países más
desarrollados coexiste con creencias individuales tan antiguas como la
humanidad; paradójicamente, incluso profesionales altamente cualificados
muestran una disociación alarmante entre sus conocimientos científicos y
sus actitudes y expectativas ante los problemas de salud.
Buena parte de nuestra cultura (al menos la europea) tienen una base
cristiana. El nuevo testamento está plagado de referencias a milagros del
Mesías; la mayoría de los méritos por la que han elevado a los altares a
beatos se sustentan en el etiquetado de milagro a presuntas curaciones de
enfermedades mortales. Hasta hace apenas tres generaciones, la esperanza
de superar una enfermedad mortal quedaba en manos de los mediadores ante
dios (peregrinación a Lourdes, Fátima, pedirle la curación a santos,
etc.). El mismo Vaticano tiene cada vez más dificultades para admitir
milagros basados en curaciones; ahora es una cuestión de fe…. y de
historias clínicas. No es un tema superado, todavía se encuentran en
muchas camas hospitalarias estampitas de santos y vírgenes. Cuando
la desesperanza, la enfermedad y la incultura científica se asocian, la
fe continua siendo una terapia complementaria.
La medicina basada en métodos científicos debe coexistir, y en algunos
casos competir, con las autodenominadas medicinas alternativas
(acupuntura, homeopatía y un largo etcétera de presuntas terapias). De
todas ellas, la acupuntura y la homeopatía –aparentemente las más
consolidadas- son habitualmente ejercidas por licenciados en medicina.
Resulta sorprendente que tras estudiar durante seis años el
funcionamiento del cuerpo humano en la salud y en la enfermedad, un
universitario egresado acabe practicando una medicina acientífica, basada
en presuntas teorías que no han sido contrastadas experimentalmente, y
que en modo alguno tienen que ver con su formación universitaria previa.
Los resultados de un estudio recientemente publicado prueban que los
efectos beneficiosos de la homeopatía en determinados enfermos puedan
deberse a un mecanismo de sugestión del paciente. El estudio ha sido
convencional y científicamente ortodoxo, exactamente lo contrario que la
homeopatía como “ciencia”. Si analizamos el momento en que se generó el
dogma homeopático, hemos de admitir que lo que después evolucionó a
medicina científica poco tenía que ver con lo que hoy es universalmente
conocido y aceptado. El problema ha sido la evolución; la homeopatía, a
pesar de que genera una importante industria farmacéutica, ha quedado
estancada y no utiliza el método científico para comprobar resultados,
mejorar o evolucionar como campo de conocimiento. La creencia de que
ingerir agua que ha estado en contacto con una molécula en una solución
original (pero que tras diluciones sucesivas ya no contenga rastro de la
misma), de alguna manera induzca un efecto debido a la presencia de la
molécula en la solución original, puede resultar tan absurdo e increíble
a un especialista en fisiología (ciencia que estudia del funcionamiento
del cuerpo humano), como para un físico admitir que alguien pretenda
negar –sin argumentos- la existencia de la fuerza de la gravedad. Me
permito sólo utilizar un argumento para refutar el principio homeopático:
si fuera cierto, el cuerpo humano (constituido por un 60% de agua)
estaría expuesto a una combinación indeterminada y enorme de sustancias
que han estado en contacto con ese agua. Además, los efectos de las
hormonas, fármacos y sustancias tóxicas no desaparecerían cuando se
elimina la sustancia del cuerpo, ya que siempre quedaría esa especie de
“huella” o rastro. La evidencia contra este principio es tan abrumadora,
y por el contrario, los estudios que lo avalan tan acientíficos que sólo
la fe en la homeopatía puede explicar su pervivencia. Existe un principio
básico en la medicina científica que permite distinguir si una sustancia
tiene un efecto terapéutico real, o si la mejoría del paciente se debe al
denominado efecto placebo. Consiste en estudios en que se utilizan
controles a los que no se les administra la sustancia, y que además no
saben si se les está administrando o no. De esta manera, si existe un
efecto terapéutico real no se debe ni a una remisión espontánea de los
síntomas, ni a la sugestión del paciente que, al creer que va a ser
curado, de alguna manera cambie el curso o su percepción de la
enfermedad. Un medicamento homeopático que tiene efecto en un paciente
podría ser catalogado como un efecto placebo puro: no se le administra
sustancia alguna, y además cree que se le está administrando una
sustancia que lo va a curar. El paciente que mejore sería pues el
susceptible a la sugestión, porque, ¿como demostrar lo contrario usando
el método científico?.
Están siendo investigadas las bases científicas y los mecanismos
fisiopatológicos de este tipo de alteraciones emocionales que pueden
modificar el funcionamiento del cuerpo humano, o su respuesta a la
enfermedad. La mayor incidencia de úlceras en la mucosa bucal (aftas) o
de afecciones víricas de vías altas (catarros) en individuos sometidos a
estrés físico o emocional es un ejemplo cotidiano de tales respuestas. La
inmuno-neuro-endocrinología estudia esta interrelación existente entre el
estrés y las emociones; la respuesta hormonal al estrés, y las
alteraciones en la respuesta inmunitaria, que pueden determinar en el
paciente una disminución de la capacidad de respuesta inmune ante
afecciones virales o agravar determinadas enfermedades de base
inmunológica. Lo que hace algunas décadas parecía inexplicable ahora se
estudia en los libros de texto de medicina. Cuando hace meses un
científico español nos sorprendía realizando un salto científico al
vacío, al pasar de una fórmula matemática que explicaba los mecanismos de
crecimiento celular al tratamiento del cáncer basado en métodos
inmunológicos, no dejaba de ser un caso más de la picaresca tradicional
de nuestra cultura. Las teorías inmunológicas de la génesis del cáncer, y
el tratamiento inmunológico con éxito de algunos tipos de cánceres no
constituyen novedad científica alguna. Como si fuera un pequeño brote
epidémico, otro científico de La Universidad de La Laguna, ha pasado de
la bioquímica teórica al tratamiento de la obesidad y una larga e
indeterminada serie de enfermedades metabólicas y degenerativas. En este
caso el procedimiento terapéutico consiste en dos variantes de “fármacos”
de composición desconocida (llamémoslos polvos blancos A y B), que cual
“panacea universal” curan casi todo tipo de enfermedades. Sólo el conocer
el número de pacientes que acuden a esta especie de “paraconsulta médica”
y sobre todo, el papel relevante en la sociedad canaria y la condición de
universitarios de algunos pacientes, sorprende tanto o más que lo
insólito de la propuesta terapéutica. Argumentaré desde el conocimiento
científico a favor del posible efecto de los polvos: se ha generado una
firme creencia en sus efectos, basada más en la fe en los resultados de
la curación, que en la evidencia de la misma (no se han publicado
resultados). Análogos mecanismo de sugestión y negación de la realidad
puede ver a diario en los servicios de radioterapia de los hospitales: un
paciente de cáncer sabe perfectamente que todos los que están allí están
siendo tratados de cáncer, pero el no admite que esa es su enfermedad; a
el lo están radiando porque tiene un pequeño derrame cerebral que la
radiación va a secar, y así se lo cuenta a su familia (este ejemplo es
dolorosamente verídico). El problema principal del obeso (buena parte de
los pacientes de nuestro ya famoso sanador) es la adherencia a las dietas
y a los programas de ejercicios, y esto hace que su evolución sea un
continuo devenir de subidas y bajadas de peso hasta que abandonan y
acaban recuperando los kilos perdidos. El método más efectivo para tratar
la mayoría de los casos de obesidad (no mórbida) sería aquel que consiga
mejorar la adherencia a los tratamientos naturales (dieta más ejercicio).
La adherencia, al igual que la resistencia a la fatiga es un mecanismo
mental, y la fortaleza mental que puede hacer correr los últimos cinco
kilómetros a un maratoniano a pesar de la fatiga, también puede explicar
las diferencias en la capacidad del obeso para soportar las restricciones
dietéticas y los programas de ejercicio. Si esa sugestión es posible, y
es inducida por unos fármacos que sólo actúan como efecto placebo, los
efectos beneficiosos se suceden encadenadamente: no solo se baja de peso,
también mejoran –debido a la mejoría de la obesidad- los niveles de
lípidos en sangre, la diabetes secundaria asociada a la obesidad, la
condición física, las enfermedades degenerativas en las articulaciones de
carga, etc. Todos estos efectos se sabe que están relacionados con un
descenso de peso y grasa corporal. No se ha descubierto nada, simplemente
se está sugestionando a los pacientes, que al creer en la terapia, son
capaces de soportar la dieta y los programas de ejercicio. Lo grotesco es
que este truco de quincallero se haga desde la condición de catedrático
de universidad (puede que contribuya a aumentar la sugestión) y buscando
amparo y justificación en la ciencia y la generación de patentes.
¿Podríamos imaginar cuanto pagaría a un científico una multinacional
farmacéutica por la patente de un producto con tales efectos?.
Seguramente mucho más de los que obtiene nuestro querido científico
“vendiendo” los polvos bajo el subterfugio ético y paralegal de “donativo
para costear los gastos del estudio científico”. La evidencia de tener
que montar un “chiringuito” local en lugar de vender la patente es la más
grosera y contundente prueba de la falacia científica que ha
generado.
Si bien los dos casos citados son ejemplos burdos de cómo la ciencia
oficial puede caer, a título personal, en las alcantarillas de la ética,
debemos admitir que muchas veces la investigación científica también
vende humo a los que demandan soluciones para la curación de enfermedades
socialmente preocupantes. Que lo hagan las multinacionales médicas,
especialmente las que diseñan y comercializan fármacos, puede ser
entendido, que no justificado ni tolerado, desde la práctica y la
mecánica del mercado. Contra los estudios que avalan resultados probados
de un fármaco en determinados ensayos clínicos (como mínimo los ensayos
preceptivos por ley previos a su comercialización), se oponen los
resultados de los estudios de la llamada “medicina basada en la
evidencia”, que suponen estudios mucho más amplios y ambiciosos, ajenos
en parte a los intereses de la industria, y que a veces confirman
efectos, a veces descartan las ventajas de un fármaco sobre otro, y a
veces aportan evidencias de efectos nuevos, distintos y mejores de los
que colocaron a un fármaco en el mercado.
También la ciencia pura, la que se genera sin afán de lucro vende humo y
genera falsas expectativas entre los pacientes que esperan soluciones a
sus males. Un ejemplo preocupante es el enorme desarrollo de la biología
molecular y su aplicación a la patología médica y terapia génica. Se
descubre un gen que “puede estar relacionado” con una forma de cáncer, y
se difunde a los medios como una posible vía para curar el cáncer
(¿todos?). Se cultivan unas células que secretan insulina y ya se habla
de la curación definitiva de la diabetes. Se habla de clonación
terapéutica, de obtención de células madre… de la inmortalidad. El clon
de la oveja Dolly era genética y biológicamente tan viejo como la propia
Dolly, y murió más o menos por la misma época que hubiera muerto la oveja
clonada. La naturaleza pone las cosas en su sitio, y al ego de algunos
científicos al nivel de modestia que debe caracterizar al sabio. Hablar
de curación de las enfermedades degenerativas en abstracto, o de la
erradicación del cáncer, cada vez que se haga un pequeño avance
científico es una muestra más de que hasta la ciencia oficial esta
impregnada de ese espíritu ingenuo, algo irracional, cercano al milagro y
la superchería que se supone debería ayudar a combatir.
(Aldo A. González Brito es Profesor Titular de Fisiología de la
Universidad de La Laguna y Director del Centro de Estudios del Deporte y
Ejercicio de la misma entidad académica).
11.- NOVIEMBRE 2005: ENRIQUE MELÉNDEZ HEVIA, ESE CURANDERO
Francisco Javier Corzo Varillas
Han transcurrido ya 15 meses desde que el Dr. Enrique Meléndez anunciase,
primero
en un diario de Tenerife y posteriormente en diversas apariciones en
prensa y emisoras
de radio y televisión locales, sus descubrimientos sobre “la curación de
enfermedades
degenerativas”. Estos descubrimientos “que la humanidad había estado
esperando más
de tres mil años” son de una trascendencia tal que van a cambiar la vida
humana. En los
meses transcurridos desde ese espectacular anuncio deberían haber pasado
muchas
cosas, pero la verdad es que realmente no ha pasado casi nada.
Siguen sin ser públicos los “teoremas del metabolismo”, que supondrán
el
cambio de todo lo que sabemos o (según Meléndez, creemos saber) sobre la
nutrición.
Aparte de que se lograron “con papel y lápiz”, dato sin lugar a dudas de
extrema
relevancia, no conocemos nada más. Ni qué son exactamente, ni cual es su
rango de
aplicación, ni cómo se han deducido, ni en qué se basan, ni para qué
sirven. Desde
luego, el nombre es bonito y con garra: “Teoremas del metabolismo”. Casi
nada. Tan
esquivos como el monstruo del Lago Ness. Un Santo Grial de la Bioquímica,
que ha
sido ignorado por el resto de los bioquímicos del mundo mundial, tal vez
porque en
general usamos bolígrafo en lugar de lápiz, y que muchos esperamos
ansiosamente nos
sea revelado.
Eso sí, ya sabemos que es más adecuado comer “entre una vez a la semana
como
mínimo y una vez al día como máximo”, en vez comer varias veces al día.
Hay que
alimentarse así porque “los animales salvajes, como los leones, lo
hacen”. Clarísimo. Y
digo yo: ¿por qué fijarnos en los leones, y no en las anacondas, que
también son
animales salvajes? De este modo bastaría con comer una vez al mes.
Saldría mas
barato, aparte de suponer un ahorro de tiempo realmente impresionante.
Claro que
alguien habrá que piense que deberíamos fijarnos en los murciélagos. O,
tal vez, en los
chimpancés, que ¡vaya por Dios!, comen varias veces al día.
Claro que si el Dr. Meléndez no tiene en cuenta nuestro parentesco
evolutivo a la
hora de fijar la frecuencia óptima de nuestras comidas, sí resulta ser un
ferviente
evolucionista cuando afirma que los alimentos ricos en almidón –cereales,
papas,
legumbres- son malísimos porque “nuestras células no han evolucionado
para su uso”.
Con lo cual confunde la selección natural, la adaptación y las
posibilidades metabólicas,
todo en uno. Del mismo modo podría decir que no podemos vivir a más de
2000 m de
altura, o conducir un vehículo a más de 25 km por hora, porque nuestro
sistema
nervioso no ha evolucionado para recibir información de nuestro entorno
si circulamos a
mayor velocidad. Como se entere Fernando Alonso, se va a llevar un
disgusto.
Sigue sin decir cuales son los famosos factores 1 y 2. Lo cual resulta
algo
patético, porque el conseguir el análisis de esos “polvos” ha sido una
especie de
divertimento bioquímico durante varios meses. Conozco, al menos, tres
grupos que los
han analizado independientemente. Y todos han dado el mismo resultado: el
factor 1 es
glicina, y el 2 ácido aspártico, puros en ambos casos. El seguir
guardando un secreto tan
público es una de las encantadoras actitudes del Dr. Meléndez, no se sabe
si resultante
de su autismo hacia todo lo que no sea el reconocimiento de su
genio.
Claro que, según él, su secretismo se debe a que “lo está patentando”. No
dice
en concreto en qué consiste la patente. Patente tan, tan secreta, que
parece ser la ignoran
incluso en el US Patent Office, que es donde Meléndez afirma que ha
presentado sus
solicitudes de patente. Es verdad que el que nadie haya sido capaz de
encontrar dicha
solicitud en las bases de datos oficiales del US Patent Office no
significa
necesariamente la inexistencia de la misma, pero la historia resulta un
tanto extraña.
Primero, por la indefinición de lo patentado, ya que el Dr. Meléndez
jamás ha explicado
de un modo claro y preciso en qué consiste dicha patente. Y, segundo,
porque resulta
difícil entender el que varias personas diferentes, buscando en repetidas
ocasiones, no
hayan encontrado nada que se parezca remotamente a las famosas patentes.
Claro que a
lo mejor, dada la vertiginosa actividad que caracteriza al Dr. Meléndez,
se le ha pasado
por alto el pequeño detalle de presentarla formalmente estando él
personalmente
convencido de haberlo hecho. Desde aquí le aconsejo vivamente que
compruebe si
efectivamente existe tal solicitud, no sea que dentro de un tiempo se dé
cuenta de que le
faltaba un pequeño formulario que rellenar, y tengamos que esperar otros
dos años para
poder enterarnos de lo que está haciendo.
Sabemos que, según el Dr. Meléndez “ya podemos curar la diabetes tipo
II”.
Notorio descubrimiento que, lamentablemente, ya figuraba en los libros de
texto: la
dieta y el ejercicio funcionan para esos casos. Y para decir eso no hacen
falta teoremas
del metabolismo de ningún tipo. Y sabemos que el draconiano régimen que
propone,
basado en sus originales principios sobre la alimentación humana, hace
adelgazar al
personal. Evidentemente, claro es que se adelgaza si no se come. Y la
obesidad supone
una serie de problemas que se corrigen con la pérdida de peso. Tampoco
puede
afirmarse que eso sea un descubrimiento impactante.
Además, tenemos becas. E incluso proyectos de investigación. Es verdad
que el
plazo de solicitud se ha prorrogado dos meses, no se dice qué presupuesto
hay, ni quines
forman el comité científico, ni de donde saldrá el dinero. Pero
convocatorias, haberlas,
haylas. Y subvencionadas por un denominado “Instituto del metabolismo
celular” que,
por fin, existe. Y escribo “por fin” porque durante bastantes meses los
famosos botes de
polvos llevaban una etiqueta con tal nombre, nombre que en ese momento
no
correspondía a ninguna entidad pública o privada. La habilidad del Dr.
Meléndez para
prescindir de las minucias legales e incluso lógicas, tales como que un
nombre en una
etiqueta debe corresponder a una entidad existente, empieza a ser
legendaria. Es verdad
que a lo largo de este año la sede social de dicho instituto ha cambiado
varias veces de
lugar, incluyendo en su momento un laboratorio de la Universidad de La
Laguna donde
no tenía nada que hacer. Ese instituto, ya he dicho, existe. Pero nadie
sabe cuales son
sus miembros (aparte de los dos Doctores Meléndez, padre e
hijo).
Y ahora empieza lo realmente preocupante. En estos meses el Dr. Meléndez
ha
seguido actuando con total impunidad. Ha vendido kilos y kilos de un
producto sin
identificar a varios miles de personas (según el mismo afirma) sin que la
sanidad
pública, o las autoridades responsables del control alimentario tomen
cartas en el
asunto. Y, sería curioso saber, además, si ese movimiento de dinero ha
contado con el
conocimiento de la hacienda pública. Ha estado “tratando” a personas con
diversos
problemas médicos sin ser médico, con total irresponsabilidad. Dice que
cuenta con la
asesoría de varios médicos, pero lo cierto es que, si ahora cuenta con
alguno, que no lo
sé, hasta marzo del 2005 jamás dio nombre de ningún médico que colaborase
con él o
que controlase sus experimentos, tratamientos o lo que sea que esté
haciendo.
Basándose exclusivamente en sus ideas, desconocidas y por ello no
valoradas por la
comunidad científica, ha promovido peculiares regímenes de adelgazamiento
fuera de lo
aconsejado por especialistas en el tema. A pesar de sus afirmaciones
sobre el 100% de
éxitos, ha habido problemas entre sus “pacientes”, que en algún caso
requirieron su
ingreso hospitalario. Ha estado empleando su laboratorio en la
universidad para recibir
pacientes –y cobrarles-, a pesar de estar formalmente prohibido. Claro
que para ello ha
contando con el autismo del Excelentísimo y Magnífico Señor Rector de la
Universidad de
La Laguna, que ha hecho gala de una notable presbicia
administrativa.
En resumen, ha hecho lo que le ha parecido, sin que en ningún momento
las
autoridades que tienen como misión velar por la salud de todos nosotros
se hayan
dignado investigar. El argumento para la no intervención es siempre “si
no hay denuncia
no podemos hacer nada”. Así que ya sabemos: a esperar que alguien tenga
un problema
grave, y lo denuncie.
La pregunta del millón es, evidentemente, ¿por qué se le permite actuar
con tanta
libertad? Y aquí viene lo peculiar del asunto. El Dr. Meléndez, muy
democráticamente,
trata a toda clase de personas. Pero ha mostrado desde el principio un
notable interés en
la clase política. Y, se dice, se cuenta, se rumorea, que algunos
importantes políticos
insulares y autonómicos, y familias de esos políticos, y amigos de la
familia de los
políticos, y ex políticos, y algún periodista, han perdido magras y
tocinillos gracias al
tratamiento adelgazante del mentado doctor. Sería mucho pedir a nuestra
cultivada clase
política que fuese consciente de que se encuentran ante un potencialmente
peligroso
curandero con estudios. Porque es un curandero, al que la sociedad
tinerfeña bien puede
aplicar la famosa frase de un alto responsable de EEUU sobre el general
Noriega,
cuando éste era el dictador de Panamá: “Meléndez será un curandero, pero
es Nuestro
curandero”. Claro que, cuando se sobrepasó, los propios norteamericanos
acabaron
tronando a Noriega. Esperemos que el asunto Meléndez no termine con
desgracias
personales, como pasó en Panamá.
Como nota final, diré que la afirmación de que el Dr. Enrique Meléndez es
un
curandero no es gratuita. El mismo me lo explicó hace unos meses, y de
hecho afirmó
que actuaba como curandero completamente a propósito, para evitar
posibles problemas
legales. De hecho, el no “receta”; se limita a “acosejar”. No “vende” el
producto; pide
“un donativo libre para la investigación”. En el exterior de los diversos
locales que
ocupa no hay ningún nombre, ni ninguna identificación, ni siquiera la del
“Instituto del
metabolismo celular”, por lo menos hasta principios de septiembre de este
año. Ese es
uno de los atractivos de “ir a Meléndez”: el aire semiclandestino de su
operación.
(Francisco Javier Corzo Varillas es Profesor Titular de Bioquímica de la
Universidad de La Laguna y Director del Departamento de Biología
Molecular y Bioquímica de la citada institución académica).
12.- DICIEMBRE 2005: CARTA A UN DEFENSOR DE LA HOMEOPATÍA
Basilio Ruiz Cobo
Estimado Amigo,
El tratamiento homeopático consiste en la ausencia de tratamiento
terapéutico.
Te tratan amablemente y te consuelan y te aconsejan que hagas vida sana.
Todo muy bonito,
e incluso útil a veces. Pero no es ningún tratamiento. Y, lo siento
mucho, pero esto que te digo
no es impresión personal mia. Está demostrado repetidamente. Y
repetidamente se ha encontrado
que tratamiento homeopático es exactamente igual a la ausencia de
tratamiento.
Pones el ejemplo de tu hijo. Y te entiendo. En un caso así es lógico
hacer todo lo posible..., pero,
querido Angel, está demostrado que tu hijo se curó sólo. No fueron las
pastillitas homeopáticas
lo que le curó, como tampoco le hubieran curado rezos a la virgen de
Lourdes ni ritos africanos.
Le curó su propio organismo. Y hay miles de casos documentados de
autocuración. En esto se
apoyan los vendedores de remedios mágicos, y los naturistas, y los
homeópatas.
Por cierto, el que el niño lleve 4 años sin crisis no implica
necesariamente curación, hace falta
un periodo más prolongado para afirmar eso y un nº determinado de
electroencefalogramas sin
actividad patológica. Aún así lo más probable es que esa
"curación" se deba a que el niño tenía
una forma de convulsiones infantiles que normalmente desaparecen con la
edad y que las
amigdalitis, otitis y faringitis sean de origen vírico, que es lo más
común......pero esto son sólo
suposiciones, (plausibles, eso sí)
Dices "a mi hijo le hemos curado muchas amigdalitis,
faringitis, otitis, etc., con homeopatía"
creo que sería más preciso decir: "Hemos asistido como espectadores
a como el sistema inmune de
nuestro hijo derrotaba una infección tras otra como era de esperar en
estas enfermedades cuando
no surgen complicaciones" El día que surja alguna tendrán que
recurrir al antibiótico. Los antibóticos
esta demostrado que curan, a muchos millones de personas. Hay casos que
no, es evidente. La
homeopatía está demostrado que no cura. Al menos no más que la ausencia
de tratamiento.
Pero, además, andar jugando con el "no tratamiento" o con el
tratamiento homeopático, que es equivalente,
es muy peligroso. A una conocida casi se le muere su hijo al intentar
quitarle una fiebre con un
tratamiento homeopático. Al final tuvo que darle un medicamento
"normal" para que se le bajara.
Y puestos a conocer, yo conozco a una que estuvo tratando un constipado
de su hijo con homeopatía
hasta que tuvo que ingresarlo en un hospital de lo más alopático con una
pneumonía de caballo.
Será que el pobre niño no entendió el efecto placebo.
Dices que los niños y los animales no "entienden de efecto
placebo"
Creo que esto no es correcto. Los bebés reaccionan de forma sorprendente
ante cambios en
el estado de la madre. En cuanto una madre nerviosa empieza a
tranquilizarse, el bebé lo
nota. Algo parecido pasa con los animales. Además, el estado de un adulto
nos lo cuenta
el propio enfermo, en bebés y en animales, los tiene que interpretar el
"dueño", otro punto
donde puede actuar el efecto placebo.
Y dices finalmente que "detrás de todo esto hay intereses
económicos"
No sé que quieres decir con "todo esto". El grupo de
colegas que hemos escrito esta carta
somos mayoritariamente profesores de la ULL. Y te aseguro que ninguno de
ellos
ha sido empujado, orientado o motivado por ningún interés económico. El
interés
es más bien el de los homeópatas y los farmecéuticos que ganan dinero
vendiendo pastillitas
de nada y remedios de ilusión envueltos en lindas palabras.
Creo que es importante que todos nos involucremos en la lucha contra la
superstición y el
engaño. Quizá sea ésta la labor más importante que pueda hacer un
científico. Quizá sea
ésta una de las labores que tiene que emprender toda persona culta. Yo al
menos así lo
entiendo, por lo que no me importa dedicarle un poco de mi tiempo a estos
temas.
Que tengas tú también un muy buen dia. Pero no te enfades. No obramos con
mala fe.
Yo respeto profundamente a las personas. Pero no a sus ideas. Así que
puedo
pensar que estás equivocado y que es mi deber luchar contra la
homeopatía, pero
esto no significa que deje de apreciar a las personas que piensan de otra
manera.
Un cordial saludo
(Basilio Ruiz Cobo es Profesor Titular de Astrofísica de la Universidad
de La Laguna e Investigador del Instituto Astrofísico de Canarias).
=== ENLACES
=======================================================
1.- i n f o . a s t
r o
(
http://www.infoastro.com)
El Boletín de las estrellas / Información de primera sobre lo que
acontece
en el Universo.
Para suscribirse y recibir los boletines semanales, envíe un mensaje
a
infoastro-subscribe@yahoogroups.com
--------------------
2. El Horror
(
http://www.elhorror.net)
La Biblia, el gran engaño, fraude y mentira de Occidente.
El "Dios del amor y de la misericordia" dejó dicho y ordenado:
"Un hombre de
veinte a sesenta años será estimado en cincuenta siclos de plata... si
se
trata de una mujer, tu estimación será de treinta siclos...", Lv 27,
3ss.
--------------------
3. Divulc@t
(
http://www.divulcat.com/)
El portal de la Ciencia y la Tecnología en el que la divulgación es la
norma
que nos acerca al conocimiento y a la democracia.
Para suscribirse a Divulc@t basta con enviar un mensaje en blanco
a
divulcat-subscribe@egroups.com
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4. Asociación Racional y Escéptica de Venezuela
(
http://www.geocities.com/escepticosvenezuela/)
La Asociación Racional y Escéptica de Venezuela (AREV) es una
organización
independiente y sin fines de lucro, integrada por personas de mente
abierta
que se han unido con la finalidad de divulgar el escepticismo y el
pensamiento racional.
--------------------
5. Egiptomanía
(
http://www.egiptomania.com/)
Completa web sobre el Antiguo Egipto que nos ofrece una visión objetiva
y
crítica, alejada de los titulares de las revistas
pseudocientíficas.
--------------------
6. Círculo Escéptico (
http://www.circuloesceptico.org/)
Asociación cultural que tiene como finalidad principal fomentar la
práctica del escepticismo, entendiendo por éste al pensamiento crítico y
racional, como herramienta indispensable para la comprensión del mundo y
la toma de decisiones en la vida diaria.
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7. Autopista a la Ciencia: La Hora de ACDC
(
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Programa radiofónico del Aula Cultural de Divulgación Científica de la
Universidad de La Laguna en Radio Campus. Una hora semanal para la
difusión de la ciencia y la lucha contra las pseudociencias.
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