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La cultura
colaborativa de Internet es el asunto que trata este texto de Aris
Papathéodorou
La comunicación
digital está indisolublemente ligada a la informática, hasta el punto que
la propia historia de las redes se confunde en más de un momento con la de
sus tecnologías tanto materiales como informáticas. Internet es el
producto de la revolución microinformática y de Unix; del mismo modo que
los progresos del «saber-hacer» informático, y en particular del software
libre, deben muchísimo a las potencialidades cooperativas ofrecidas por la
red de redes.
En el interior de
este proceso se han constituido sujetos colectivos múltiples, las famosas
comunidades virtuales de Howard Rheingold, que han adquirido y/o
desarrollado formas de saber-hacer particulares y específicas. De la
simple utilización de los instrumentos informáticos de comunicación a
través de Internet al desarrollo del código informático; de la invención
de los usos (por ejemplo, el uso de los grupos de noticias por parte de
las ONG) a la invención de nuevos lenguajes de programación (Perl, Python,
PHP...por citar apenas los más conocidos) y a la creación de sistemas de
desarrollo libre (BSD, GNU/Linux, pero también muchos otros).
Hoy en día, con
la «masificación» del acceso a Internet, con el creciente interés que
suscita un sistema como GNU/Linux, me parece que una de las apuestas más
importantes --para el software libre y para Internet-- reside en la
cuestión de la transmisión de la pericia, en la difusión del
saber-hacer, en la expansión de los procesos cooperativos.
«El acto técnico
pone en marcha un saber-hacer y unos conocimientos tácitos que se
depositan en el cuerpo del operador bajo la forma de memoria encarnada, al
igual que los gestos y las posturas». El proceso de apropiación individual
de las competencias a través de las estructuras comunitarias ha superado
la prueba y sigue resultando en buena medida operativo. Al mismo tiempo,
el cierre «identitario», un cierto elitismo difuso, así como la afluencia
masiva de usuarios neófitos, comportan el riesgo de que se desarrolle un
dualismo entre un cuerpo indistinto de usuarios y círculos restringidos de
iniciados, por más que se se trate de sujetos híbridos a caballo entre
culturas técnicas y modalidades de uso social.
Es preciso oponer
a la trayectoria iniciática individualizada y, por fuerza, altamente
selectiva, otro modelo de circulación de los saberes, un proceso abierto
de adquisición del saber-hacer y de circulación de las experiencias. Las
mismas posibilidades de intercambio ofrecidas por las redes y las recursos
instrumentales de trabajo cooperativo ofrecidas por el software libre
hacen que una hipótesis tal no sólo parezca posible sino también
practicable.
Quisiera por lo
tanto partir ahora de un conjunto de apuntes generales, de una veloz
observación del proceso de cristalización de una inteligencia colectiva en
torno al ciberespacio, para intentar argumentar la necesidad de redes de
intercambio de saberes tecno-científicos. Una cuenca de inteligencia social
La multiplicidad
de prácticas de hacking que se han desarrollado en estos últimos
veinte o treinta años gracias al crecimiento de Internet y a la explosión
microinformática, constituyen, en su diversidad y dispersión, una
verdadera cuenca de inteligencia social de la que el software libre es
hoy, de algún modo, la producción más completa.
Pero sería
erróneo limitar el fenómeno a la sola aparición en el mercado de
«productos acabados» --software con mayores prestaciones, más
user-friendly [«amigable»] o más fácil de adaptar para el usuario
consciente--, o no ver en todo esto más que el simple surgimiento de un
nuevo paradigma económico (en resumidas cuentas, el de la «nueva
economía») particularmente extensible.
La cultura hacker
primero, en tanto que práctica empírica de un derecho consuetudinario, el
movimiento del software libre después, como afirmación directamente
política, que coloca en el centro la necesaria libertad de circulación y
de uso del código fuente y practica de hecho la cooperación productiva en
la innovación informática, han producido mucho más que líneas de código:
han contribuido a una amplia difusión de los saberes tecno-científicos más
allá de los meros círculos de expertos; han difuminado en gran medida la
distinción entre productor (del código) y usuario (del software, es decir,
del código compilado).
Así pues, nos
encontramos, quizá por primera vez de forma tan evidente, frente a un
ciclo de producción y de innovación social cooperativo, colectivo y
comunitario, que inviste a una multitud de sujetos fuera de todos los
esquemas clásicos --empresa capitalista o iniciativa pública-- de la
división del trabajo, más allá de la sola sobredeterminación del mercado,
y que repropone la primacía del valor de uso, de la utilidad social, no
sólo del «producto» sino también de lo que este contiene en tanto que
saber, innovación, proceso y afecto.
La revolución del
software libre consagra así un modelo en el que la innovación y la
producción ya no se fundan en una lógica jerárquica de empresa, sino en la
verdadera cuenca de inteligencia social constituida, sin duda en
diferentes grados, por equipos de desarrolladores y de usuarios, por
fundadores de proyectos y por aquellos a quienes estos se dirigen.
La estructura de
conexión
Sin lugar a
dudas, la revolución informática (desde el nacimiento de Unix al de
«Linux», pasando por el proyecto GNU) no habría tenido lugar sin el
desarrollo simultáneo de las redes y sin su posterior unión en Internet.
Los grupos de noticias y las listas de correo, en particular, han
desempeñado un papel determinante en la circulación, pero también en la
extensión de las posibilidades de cooperación y de desarrollo común para
la producción de una multitud de componentes de software.
Por plantearlo
más claramente, Internet ha sido lo que ha permitido que este proceso --en
un principio limitado exclusivamente a las «comunidades virtuales» de
hackers-- se extendiera de forma espectacular a una masa de sujetos
diversificados: simples usuarios deseosos de convertirse también en
«actores», estudiantes que querían aumentar sus instrumentos de
investigación pese a la insuficiencia de dotaciones de las universidades,
adolescentes excitados por el desafío «técnico», militantes de
asociaciones en busca de soluciones informáticas «a bajo coste», etc. La
innovación del software ha salido así de los laboratorios de investigación
científica punta, en los que se jugaba todo a lo largo de los años 60 y
70, y de los equipos de las empresas para investir un campo social mucho
más vasto.
De hecho,
Internet, como estructura de conexión, constituye hoy en día la forma
misma de organización molecular de este formidable ciclo de producción
inmaterial. Los grupos de programadores de GNU/Linux --los famosos LUG--,
las comunidades de programadores en Perl o en PHP, diversos equipos
tipo hacklabs o medialabs, algunos proyectos de software
libre o inclusive el formidable esfuerzo por poner on-line
documentación, traducciones o tutoriales varios y diversos, encuentran en
la web una visibilidad absolutamente favorable para su desarrollo.
Una visibilidad
que no es, en este caso, simple puesta en escena, pura representación
espectacular, sino sobre todo una apertura a posibilidades efectivas de
colaboración y de enriquecimiento recíproco, no sólo entre los equipos de
desarrollo y los usuarios, sino también entre los propios usuarios. Los
foros por web ("webBBS» o weblogs) o las listas de correo de
usuarios de software, se muestran tan ricos en esta circulación productiva
de saberes, en este intercambio de experiencias y de inventiva entre
éstos, que, sin lugar a dudas, contribuyen a una mejora del código pero
que, sobre todo, permiten la constitución y difusión de un «saber-hacer»
entre usuarios, así como la innovación de los usos posibles de determinado
software o determinado script.
El ciberespacio
es actualmente, por definición, el territorio sin límites en el que se
despliega esta formidable inteligencia colectiva. Autonomía y cooperación
Al mismo tiempo,
no estamos ante el advenimiento profético de la inteligencia
colectiva.6 La difusión masiva del
uso de Internet y el formidable crecimiento del desarrollo del software
libre y/o open source, aunque fundado esencialmente sobre la
potencia de creación y de producción social de las «comunidades
virtuales», determina también, simultáneamente, ciertos límites.
En efecto, el
paradigma comunitario, aunque sigue siendo, sin duda, enormemente eficaz
dentro del estricto marco del desarrollo informático --y, en todo caso,
enormemente más eficaz que el modelo «taylorista», en el que la innovación
se ve separada de la producción y de los usos, encerrada en laboratorios
profesionales y en el sistema del código propietario-- se revela al mismo
tiempo decididamente demasiado cerrado para hacer frente a la
multiplicación y diversificación de las figuras sociales que actúan sobre
los territorios de la comunicación.
Junto al modelo
del usuario/actor cualificado, simbolizado por la figura del hacker, junto
a las formas de autoorganización comunitaria que abundan en el
ciberespacio, aparecen asimismo las múltiples declinaciones del
internauta-masa, un conjunto proteiforme de sujetos para los cuales, en el
mejor de los casos, la relación con Internet es por principio una relación
de uso de servicios u, ocasionalmente, de «redireccionamiento» de estos
servicios para un uso personal o colectivo.
Este
«internautariado», si es capaz de producir usos inteligentes de las redes,
como en el caso del movimiento de los profesores del invierno del 2000 en
Francia, se ve rápidamente encerrado en el espacio marcado por la oferta
comercial que existe en las webs. Un ejemplo significativo: la presencia
masiva de listas de correo del mundo asociativo o militante en los
servicios de portales comerciales como eGroups, Listbot (Microsoft), Voila
(France Télécom), Topica, etc.
No hay que
hacerse ilusiones, el uso del software libre y de los recursos
comunicativos de Internet que se apoyan en él, aunque haya sobrepasado los
círculos restringidos de una «élite» de programadores y haya llegado a
numerosas comunidades amplias y abiertas, sigue siendo un hecho
enormemente minoritario. El modelo del internauta-consumidor, usuario
pasivo y cliente potencial de los portales web, continúa siendo en gran
medida el modelo dominante y lo seguirá siendo, ya que el acceso a
Internet seguirá difundiéndose también entre aquellos que se ven excluidos
tanto de la historia de la red como de la larga marcha de la informática
libre y de las rebeliones subjetivas que han contribuido a construir
Internet por lo menos en la misma medida que la dirección militar de
Arpa. Saberes
tecno-científicos en red
Richard Stallman
insiste en estos días particularmente en la importancia estratégica que
para el software libre tiene la documentación, o más bien el desarrollo de
una documentación libre. En efecto, de lo que hoy en día carecemos hasta
un punto extremo no es tanto de un «código de calidad» --el ciclo
productivo del software lo produce a un ritmo desenfrenado--, sino de
manuales libres que permitan a los usuarios adquirir, compartir y
co-producir saberes y formas de pericia, que permitan avanzar
concretamente hacia el objetivo del usuario-actor, es decir, de un uso
consciente, creativo e innovador generalizado de los instrumentos
informáticos.
La inteligencia
social experimentada en estos últimos años por los diferentes sujetos
sociales que pueblan el ciberespacio debe ahora encontrar, de un cierto
modo, los medios para superar los límites de un cuadro micro-comunitario
--producto de la guetización por afinidad--, para circular y difundirse,
para investir niveles «de masa», para conquistar aperturas hacia el
conjunto de los usuarios actualmente prisioneros del consumo de productos
propietarios no tanto por «conveniencia» como porque el dominio de la
«técnica» constituye en la actualidad un muro que les resulta
infranqueable.
Esto significa,
en concreto, que las prácticas de cooperación productiva, que han superado
la prueba sobre el terreno restringido del software, pueden y deben
extenderse a otros sectores cognitivos, pero sobre todo a otros sujetos
sociales. Más allá de la consigna, la cuestión reside en inventar ahora
instancias materiales y sociales que permitan una circulación efectiva de
los saberes técnicos, de los usos particulares y de las innovaciones
prácticas. Crear instancias de acceso público a la pericia, o más bien a
formas de pericia, que se inscriban en un pleno uso de las potencialidades
del software libre y de Internet, para proporcionar a cualquier usuario la
posibilidad de acceder al «código fuente» de las tecno-ciencias de la
comunicación.
Un proyecto que
consiste, en primer lugar, en potenciar los recursos existentes.
Esencialmente, la experiencia acumulada por los servidores alternativos,
por los sitios especializados y por los grupos de usuarios, por el
circuito de las listas de correo y de los grupos de noticias, pero también
por la trayectoria personal de numerosos internautas y usuarios de
software libre, que constituyen una verdadera minera de riqueza cognitiva.
En segundo lugar, la posibilidad proporcionada hoy por la articulación
entre las bases de datos y la web (en particular, gracias a lenguajes de
script como Perl o PHP) para construir sistemas abiertos,
flexibles, comunicantes y descentralizados de circulación e intercambio de
datos.
Resulta por
consiguiente concebible, a cortísimo plazo, un dispositivo de medios y
voluntades que permitirían una circulación productiva de los saberes
tecno-científicos --bajo la forma de tutoriales, manuales, ficheros de
configuración o lenguajes-- fuera de los circuitos académicos de
aprendizaje y/o de las trayectorias individualizadas de iniciación, como
contribución (si bien mínima) a la constitución real de esta inteligencia
colectiva cuya ebriedad Internet y el software nos permiten saborear.
Traducción
castellana: Marisa Pérez Colina y Miquel Vidal
Copyright
©2000 Aris Papathéodorou Se permite la copia literal e íntegra de este
artículo siempre que esta nota se preserve.
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