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Existe
gente que se cree el ombligo del mundo. Piensa que todo el universo tiene
que girar en función de sus deseos y necesidades y que, por supuesto, sus
derechos son superiores a los de la mayoría. Esa gente no tiene
inconveniente en arrogarse la representación de grandes colectivos (la
música, la cultura), a pesar de que las bases de estos no están en
absoluto contentas con ellos.
Parece que los
demás debemos acatar sus ideas, y que los que no comulguen con sus ruedas
de molino son la hez de la especie humana. No se ahorran en calificativos
("piratas", "ladrones", "es lo mismo que atracar un banco") contra los
que, simplemente, ejercen el derecho que las leyes le dan. Creen que el
único uso que se le puede dar a la tecnología es la reproducción de obras
protegidas, y así no tienen inconveniente en decir que cualquier medio
digital tiene que pagarles su diezmo.
Y, como se pudo
escuchar esta semana en la Jornada de Periodismo Digital, no les importa
proponer lo absurdo de lo absurdo, en temas que desconocen y que afectan a
mucha gente. Y lo peor es que, a la que nos descuidemos, les harán caso.
La propuesta de
Pedro Farré de un carnet para el acceso a Internet es, cuando menos
preocupante. Y no por la propuesta en sí, que refleja la poca cultura
tecnológica de su patrocinador, sino por el contenido de fondo: se tiene
que controlar los contenidos de la Red, y ellos deben de ser los elegidos
para ese cometido.
Lo primero que
hay que decirle al señor Farré es que, aunque el lo desconozca, todos
tenemos un "DNI digital". Se llama dirección IP, e identifica cada
conexión que hacemos en la red. Es cierto que puede ser falsificada u
ocultada detrás de un proxy anónimo, pero eso es igual de cierto para
cualquier otro tipo de identificación. Señor Farré, infórmese antes de
hablar, por favor. Se ahorrará algún que otro ridículo.
Lo segundo que
hay que comentarle a esta gente es que Internet es un medio para
comunicarse. Igual que el teléfono. Y, además, es un medio de publicar
información. Y como el primer concepto, la Constitución Española en su
artículo 18.3 pone fuera de su alcance lo que hablemos en privado a través
de ese medio. Y como el segundo, el artículo 20 también está de nuestra
parte. Lo sentimos, señores, no nos vamos a callar y ustedes no pueden
hacerlo. Da igual que nos insulten, que presionen para que nos echen del
trabajo o que nos amenacen. No lo van a conseguir. No pueden ocultar la
verdad. Ya no.
Luisma Miembro de
la AIH.
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