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A pesar de llevar muchos, muchos años
metido en el tema de las comunicaciones, nunca deja de sorprenderme la
velocidad a la que se expanden las posibilidades de la tecnología. Desde
mis primeros experimentos en los 80, conectándome con un amigo usando un
Spectrum y una emisora de 27 Mhz, hasta el día de hoy, en la que escribo
parte de este artículo sentado frente al mar en mi PDA, he visto
evolucionar las comunicaciones, tanto de datos como de voz, de una forma
espectacular.
Mi primer trabajo fue en una empresa de
servicios informáticos que, entre otras cosas, llevaba el servicio
técnico de los ordenadores empleados para conectar las pantallas de
entrada de datos de la Seguridad Social con los mainframes de Madrid. La
comunicación de todos los datos de todas las pantallas de la provincia se
hacía a través de unas líneas alquiladas de… ¡9600 bps! Si, la velocidad
de la más lenta de las tecnologías inalámbricas de la actualidad
(GSM).
Posteriormente, empecé a usar la primera
red de servicios pública que se instaló en España, el videotexto. Para los
que no lo recuerdan, a unos precios exorbitantes, se podía acceder a
servicios en modo texto (qunque, eso si, con colorines) a 1200/75 bps.
Empezaron los primeros portales de comercio electrónico, los primeros Chat
y, por supuesto, los primeros servicios “para adultos”.
El siguiente descubrimiento que hice
fueron las BBS. Con mi flamante Modem de 2400bps, empecé a descubrir
sitios como LaRadioBBS, a la que accedía con llamada interurbana al coste
de cuando solo existía Telefónica. El siguiente hallazgo fue una BBS en mi
ciudad, y luego, la conexión de esa BBS a una misteriosa red llamada
FidoNet. Una vez pasado un examen para ser miembro (punto) de esa red,
pude enviar mensajes y participar en grupos de discusión con gente de toda
España. Un mensaje privado a una persona de Granada, por ejemplo, tardaba
en llegar sobre 3 días, dependiendo del rutado que se hacía del correo, a
través de llamadas entre BBS pagadas por sus sysop.
Pero el cambio llegó a finales de 1994.
En esa época, además de participar en la versión beta de una primitiva
MSN, que me proporcionó mi primera dirección de correo en Internet,
conseguí una conexión a Internet a través de la cuenta de un amigo en la
Universidad. La cuenta era solo de telnet, así que solo se podía usar
Lynx, un navegador solo texto. Pero era el acceso a un mundo de
información. A medida que pasaron los años, la velocidad fue aumentando y
el coste del acceso disminuyendo.
Otro salto significativo fue la
adquisición de un teléfono móvil que llevaba incorporado un pequeño
organizador personal. Incluía la posibilidad de navegación básica y, para
mi lo que era más importante, acceso al correo electrónico. Fue la
liberación de la oficina, el poder estar en la carretera y conectado.
En la actualidad, aparte de la conexión
de banda ancha en la oficina y en casa, uso con mucha frecuencia un PDA,
bien con 802.11b o GPRS, via bluetooth con el teléfono móvil. Con GPRS se
pueden conseguir velocidades de más de 40 Kbps en repetidores no
saturados, es decir, 4,5 veces la velocidad de mi primera conexión a
Internet desde un fijo.
¿A que viene este rollo? Bien, en estos
días releí un libro que tengo desde hace ya tiempo. Se trata de “Islas en
la Red”, de Bruce Sterling. En medio de una ficción sobre terrorismo
global, con conexiones entre países y guerras por los datos, los
protagonistas van recorriendo el mundo siempre conectados a la red. Los
estados son semi-ocluidos por las multinacionales, aunque otros apoyan el
terrorismo usando armas no convencionales. ¿Os suena actual? Pues fue
escrita hace 16 años, cuando yo estaba intentando chatear con un amigo a
través de un Spectrum y una emisora de 27 MHz. Por eso, cuando leáis algún
libro de ciencia ficción, pensad que ahí están probablemente escondidas
visiones de nuestro futuro inmediato.
Luisma. Miembro de la
AIH.
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