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Esta semana
salieron a la luz las
declaraciones de Theo de Raadt, el líder del proyecto OpenBSD, sobre
las ventajas del código de este sistema sobre Linux. La discusión sobre
las bondades de los BSD y las del sistema del pingüino es una de las
tradicionales de Internet (junto a las de KDE-Gnome, Vi-Emacs o
Mac-Windows). Los partidarios de uno y otro pueden pelearse durante horas
en los foros alabando sus respectivos códigos y criticando el del
oponente, sin llegar a una conclusión. No es mi intención llevar esa
polémica a estas líneas, sino reflexionar sobre algo más mundano que el
código: la licencia.
Son dos maneras
de ver el código abierto. Por un lado, la licencia
GNU-GPL tiene lo que algunos vienen en denominar un componente vírico.
Si usamos código GPL, el resultante tiene que llevar la misma licencia. Si
cogemos, por ejemplo, el núcleo Linux y creamos un sistema basado en el
(como la multitud de pequeñas appliances que lo usan), es
obligatorio poner a disposición del público el código fuente modificado
que estemos usando. Ya han habido denuncias sobre el tema, contra empresas
que, al final, tuvieron que colgar en Internet las fuentes de su sistema,
al estar basado en Linux.
Por otro lado,
la licencia
BSD es mucho más abierta. Simplemente, exige el reconocimiento del
origen, pero el incorporar este código no implica que el resultante tiene
que ser necesariamente libre. Así, parece comprobado que dentro del código
de Windows existen trozos de código BSD, y, evidentemente, Windows no es
precisamente un modelo de Open Source.
Dicen las malas
lenguas que "Linux es para los que odian a Microsoft; BSD es para los
que adoran Unix". No creo que sea exactamente así. Cualquier linuxero
es, al mismo tiempo, un amante del Unix. Pero si es cierto que, en el
origen de la GPL, hay mucho más componente político que en la licencia
BSD. Cualquiera que haya asistido a una conferencia de Richard M. Stallman
sabe de que le hablo. Y sin llegar al extremismo libertario del apreciado
RMS, se ha discutido y se sigue discutiendo en el marco del proyecto
Debian sobre la conveniencia de retirar el código no libre de la
distribución. Y no por cuestiones de funcionalidad, sino por el mero hecho
de no ser libre. Está claro que la componente política es elevada. Es el
exponente más claro de aquella máxima hacker de que la información debe de
ser libre.
En mi entender,
ni una ni la otra son perfectas. A la hora de liberar un código, puede
interesarme una u otra, dependiendo de la ocasión. Pero el decantarse de
forma absoluta por una u otra, me parece demasiado extremista. Os
invitamos a que expreséis vuestra opinión en esta encuesta.
Luisma Miembro de
la AIH.
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