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MÁS ALLÁ DE LA SOMBRA DE UNA DUDA
Contenida en la porción de esta semana, Nasó,
se encuentra una de las más excepcionales y peculiares
mitzvot (mandamientos) de la Torá: la de la
Sotá, la mujer sospechada de adulterio. Brevemente,
la Torá urge a un marido que sospecha de que su mujer
le fue infiel, a traerla al Sagrado Templo. Una vez allí,
si la mujer persiste en su alegato de inocencia, es
forzada
a beber una poción que contiene aguas amargas, dentro
de las cuales se ha colocado el Nombre Inefable de Hashem.
Este potente brebaje tiene uno de dos efectos. Si la mujer
ha sido fiel, como alega, las aguas actúan como un
elixir que revitaliza su espíritu y ella es bendecida
con futuros hijos plenos de salud. Sin embargo, si ella
en efecto ha pecado con otro hombre, las aguas se
transforman
en una poción mortal que causa su fin.
Lo
que hace a esta sección de la Sotá
tan destacable es que, tal como lo señala el Ramban
(Najmánides, gran erudito de la Torá, siglo
13), se trata de la única mitzvá en
la cual confiamos en un milagro. En ningún otro lugar
la Torá demanda que recurramos a medios milagrosos
a fin de probar la culpabilidad o inocencia de un
individuo
sospechado. Aunque la Torá ciertamente ofrece un
sistema judicial para resolver las disputas que pudieren
surgir, tal corte, siendo como lo es, compuesta por seres
humanos es inherentemente proclive al error. Por más
grandiosos y sabios que fueran los jueces de una corte
halájica
(según la ley judía), la sombra de una
duda necesariamente va a existir aun después de que
decidan el caso. Obviamente, sólo Hashem sabe el
verdadero veredicto y sólo por el caso de una Sotá
es que Hashem "decide" en última instancia
el caso definitivamente. ¿Qué es lo que hace
a la Sotá tan especial que no podamos confiar en
una corte humana? Claramente, debe de haber algo sumamente
poderoso y profundo acerca del episodio de la Sotá
si Hashem mismo debe intervenir.
Para
tratar efectivamente este tema, debemos retroceder un poco
y observar no sólo a esta familia aislada en particular
que está teniendo dificultades maritales, sino a
la gran familia conocida como el pueblo judío. Mucho
se ha hablado recientemente en diferentes grupos judíos
sobre el tema de "continuidad". En efecto, la
permanencia y la constancia del pueblo judío se cuentan
probablemente como la más importante tarea que enfrentan
los líderes de nuestra nación. Como resulta
obvio, la única forma de asegurar la correcta continuidad
del pueblo judío es a través del intenso estudio
y enseñanza de la Torá. El éxito del
pueblo judío descansa solamente en la apropiada
transmisión
de las palabras de la Torá de una generación
a la siguiente. Claramente, la "familia" judía
debe ser unida y armónica si quiere fructificar y
multiplicarse. Una "familia" que es contenciosa
y dividida no posee probabilidades de éxito.
En
tanto que éstas son las circunstancias concernientes
al pueblo judío como un todo, las mismas y exactas
condiciones y estipulaciones se aplican, en un grado
incluso
mayor en un nivel microcósmico, a todas las familias
judías individuales que juntas conforman la gran
familia judía. No es exageración decir que
el elemento fundamental en el judaísmo es la unidad
familiar. La familia es el bloque de construcción
del pueblo judío y es a través de la estructura
de la familia que la transmisión efectiva de la Torá
y de su mensaje tiene lugar. El triunfo de la nación
judía, por lo tanto, se basa en la fuerza de la familia.
Visiblemente, cumpliendo como lo hace un rol tan esencial
dentro del judaísmo, la unidad familiar debe ser
cual roca sólida. Incluso la más pequeña
grieta o hendidura dentro de una familia judía debilita
las probabilidades de supervivencia del pueblo judío.
Tal como los Sabios del Talmud enseñan (Guitín
90b): "Incluso un divorcio causa que el Altar Sagrado
derrame lágrimas".
Ahora
bien, dentro de este contexto podemos fácilmente
entender la naturaleza especial de la Sotá
que demanda la inmediata y milagrosa intervención
del mismo Hashem. La mujer es sospechada de haber cometido
adulterio. Para asegurar el continuo éxito de este
matrimonio no es suficiente con que el marido esté
razonablemente seguro de que ella no ha sido infiel. La
mera sospecha que permanece en la mente de él es
suficiente para amenazar la estabilidad del lazo tan
importante
entre marido y mujer. Incluso la más leve sombra
de duda no puede ser tolerada, pues no es sólo la
culpa de ella lo que está en cuestión. Hashem
se adelanta y milagrosamente provee la prueba de que ella
es inocente porque, en última instancia, es el destino
del entero pueblo judío lo que está en juego.
(Yoel
Spotts, Baltimore)