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TRAYENDO ALEGRÍA A D-S Y A LAS PERSONAS
"Y habló Hashem a Moshé diciendo: 'Toma
un censo de los hijos de Guershon, también ellos,
de acuerdo a la casa de sus padres, según sus familias"
(Bamidbar/Números 4:21-22).
Resulta
extraño que al dar la orden de contar a los hijos
de Guershón (el segundo de los hijos de Levi en ser
censado), la Torá utilice la expresión aparentemente
superflua "también ellos". Cuando, más
tarde, los hijos de Merarí (el tercero y último
hijo de Levi) son censados, no dice nada sobre contarlos
"también a ellos".
Los
mefarshim (comentaristas de la Torá) explican
que, simbólicamente, "los hijos de Guershón"
representan a aquellos judíos que se sienten separados
y apartados de la Torá, de su comunidad o, tal vez,
incluso de Hashem. (La palabra Guershón viene de
la raíz guer, extranjero, y de guerush, divorcio,
alejamiento). Se nos ordena: "¡Nasó
et rosh bené Guershón -levanta las cabezas
de estas desafortunadas y apartadas almas!". A la luz
de esto, parece especialmente extraño que la Torá
nos tenga que decir de contarlos "también a
ellos", como si no fuera más que una idea de
último momento.
El
santo Ba'al Shem Tob enseñaba a sus discípulos
que uno debe dar satisfacción a Hashem, al grado
que uno lo pueda expresar, a través de cada faceta
de su personalidad. Incluso un buen sentido del humor,
enseñaba
él, puede ser usado para llenar de alegría
los corazones de los oprimidos y levantar el espíritu
a los desventurados. Y esto brinda enorme satisfacción
al Todopoderoso.
En
este respecto, el santo tzadik R' Naftalí Tzvi
de Ropshitz era alguien destacado. Su aguda mente e
inteligente ingenio eran de gran renombre entre los
discípulos
del sagrado Jozé (vidente) de Lublín,
zt"l, y jamás perdía la oportunidad de
cumplir la mitzvá de alegrar a un novio y
a una novia regalándoles su famoso badjanut
(una forma de humor espontáneo intercalado con palabras
de Torá y de Musar, ética judía).
Por supuesto, eran muchos lo que sabían que, debajo
de la fachada del Rab de Ropshitz, ardía un fuego
de santidad y que, por detrás de sus aparentemente
simples palabras de alegría, se ocultaban en verdad
grandes misterios y combinaciones de los sagrados Nombres
de Hashem, tan sagrados que sólo podían ser
revelados de esa manera tan indirecta.
Cada
noche el Jozé de Dublín solía
levantarse antes de Jatzot (la medianoche) para rezar
Tikún Jatzot, durante el cual se sentaba en
el piso y lamentaba la destrucción del Bet Hamikdash
(Sagrado Templo de Jerusalem) y el exilio de Israel
y de la Presencia Divina de la tierra santa. En una de
esas
noches, el Jozé se levantó como de
costumbre; sin embargo, cuando se agachó hacia el
suelo y comenzó su recitación, supo enseguida
que algo faltaba. Por alguna razón, él simplemente
no podía llorar. Aunque esto pueda no parecernos
extraño a algunos de nosotros, para el Jozé
era algo jamás oído. Normalmente, cuando comenzaba
a pronunciar Tikún Jatzot, las lágrimas
brotaban espontáneamente de sus ojos, y su corazón
se deshacía en pedazos mientras evaluaba el lamentable
estado de nuestra gloriosa nación exilada de su tierra.
Pero esa noche, no había sentimientos, no había
lágrimas.
Después
de unos momentos, el Jozé estaba casi seguro
de que la razón de la ausencia de lágrimas
tenía que ver con algo que estaba pasando en la ciudad,
pese a que, sin embargo, no sabía qué era.
Llamó a su asistente y le dijo que recorriera las
tranquilas calles de Lublin y viera lo que podía
encontrar. Seguramente, la respuesta a su dilema estaría
ahí afuera en algún lugar.
El
asistente salió y recorrió la ciudad pero
no pudo encontrar nada. Frustrado, el tzadik trató
de rezar otra vez con sentimiento pero sin éxito.
Envió nuevamente al bedel a que fuera, incluso, a
los vecindarios más pobres; quizás allí
estuviera la respuesta.
El
bedel otra vez salió y enfiló hacia las afueras
de la ciudad, donde los pobres vivían en lúgubres
chozas y casuchas de paja. Después de un rato estaba
de vuelta ante el Jozé, pero, esta vez, era
claro que tenía algo para relatar. "Todo estaba
tranquilo", comenzó a decir, "excepto que
cuando pasé por una pequeña vivienda, noté
que adentro ardían brillantemente las velas y había
alegres voces cantando. Espié en su interior y vi
que estaban celebrando la boda de una pareja de huérfanos
y el Rab de Ropshitz estaba parado sobre una mesa
entreteniendo
al novio y a la novia con su badjanut".
"¡Ahora
comprendo!", dijo el Jozé triunfantemente.
"Si Reb Naftalí está regocijando al novio
y a la novia, sin dudas todo el séquito Celestial
ha venido a acompañarlo en su júbilo. Y si
el Santo Bendito Sea sonríe, por así decirlo,
ante los chistes del Rab de Ropshitz, ¡entonces
difícilmente
sea momento para Tikún Jatzot!". El humor
del Rab de Ropshitz era único por el hecho de que,
no sólo alegraba los corazones de las personas, sino
que traía felicidad al Todopoderoso también.
Hay
dos formas de sanar un corazón quebrado. Una es "darle
vino al alma amargada" (Mishlé/Proverbios 31:6).
Una copita de vino hace maravillas para el espíritu
abatido. Pero no dura mucho. Una vez que el encanto se va,
nada ha cambiado y la vida sigue siendo tan amarga como
siempre(o quizá peor). El dinero, los placeres, las
adicciones, etc. son cosas que muchos usan para "cubrir"
su amargura.
La
segunda manera es evaluar por qué el corazón
está triste y cómo puede ser remediado. Todas
las formas de amargura, depresión, ansiedad, aislamiento,
etc. (obviamente, la depresión clínica y los
desequilibrios químicos deben ser tratados por un
médico), provienen de una fuente común: el
que sufre ha perdido su conexión con Hashem. Aquel
que tiene una verdadera y profunda relación con el
Todopoderoso (devekut, apego), tiene la capacidad
de superar las más duras y difíciles de las
situaciones, de sonreír frente a la adversidad y
de no perder fe incluso en los momentos más penosos
de la vida. Los bené Guershón -los
apartados y de corazón quebrado- obviamente perdieron
esa conexión. La única forma real de "elevarlos"
es tratando, tanto como podamos, de reconectarlos con su
fe y con Hashem. Ayudándolos tácticamente
a encontrar su propia conexión con Hashem, con la
emuná (fe) y el bitajón (confianza),
traeremos alegría a sus corazones, y también
a Hashem, Quien se regocija tanto como un padre ante el
retorno de su hijo largamente perdido.
Y
a veces somos nosotros los Bené Guershón
y también tenemos que recordar cómo elevar
nuestras propias almas.
(Basado en: Olas Shabbos beShabbato, R' Eliyahu Hoffmann
- Torah.org)