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PROTEGIENDO LA IMAGEN
"Príncipes de la congregación, convocados
a la asamblea, hombres de renombre" (Bamidbar/Números
16:2)
La
Guemará (Sanhedrín 52b) describe cómo
un talmid jajam (erudito de Torá) se ve a
los ojos de un am haharetz (ignorante): "El
talmid jajam brilla reluciente como un utensilio
de oro. Sin embargo", continúa la Guemará,
"una vez que el talmid jajam se beneficia, de
alguna forma, del am haaretz, es contemplado por
él como un recipiente de barro que, una vez roto,
ya no puede repararse".
Rashi
comenta que esta descripción se aplica directamente
a la relación de Koraj con los talmidé
jajamim de los hijos de Israel, quienes eventualmente
vinieron a respaldarlo en su rebelión. Koraj intentó
incitar a una revuelta contra Moshé y Aharón
acusándolos de usurpar todo el liderazgo para ellos.
Koraj, quien era miembro de la familia de Moshé y
un distinguido individuo, tenía un gran poder de
persuasión sobre los hijos de Israel. Encontró
maneras de convencer a la gente y de atraerla hacia su
distorsionada
forma de pensar. Sin embargo, al ver a los talmidé
jajamim, sentía que no podía alcanzarlos.
Ellos eran verdaderamente una brillante gema de oro a sus
ojos, firmes en su integridad y puros en todas sus
acciones.
No
obstante, esta aura se hizo trizas cuando Koraj invitó
a los hombres sabios a una comida y ellos aceptaron. La
Guemará enseña que aceptar esta invitación
fue un error fatal, porque causó un drástico
cambio en la relación de Koraj con ellos. Inmediatamente,
su elevado status quedó disminuido a los ojos de
Koraj. Ya no parecían más invulnerables. Koraj
sintió que ahora podría aproximarse a ellos
e influenciarlos. Lo intentó y triunfó.
Por
una parte esta situación demuestra la fuerza que
existe en los individuos respetados. Koraj, el gran orador
y diplomático que se atrevió a desafiar a
Moshé Rabenu (nuestro maestro), sentía que
los talmidé jajamim eran absolutamente inalcanzables
pues los tenía en elevadísima estima.
Por
otro lado, en una acción ligeramente inapropiada
como fue el aceptar la invitación de Koraj, los hombres
sabios hicieron añicos su imagen de hombres puros
e invenciblemente íntegros a los ojos de Koraj. Él
ya no los miró más desde abajo ni se cuidó
de mantener distancia. Se aproximó a ellos, confiado
en que los iba a ganar ¡y así fue! A raíz
de ese minúsculo error de cálculo de asociarse
con una persona mala como Koraj, ellos, eventualmente,
sufrieron
el mismo destino que él.
A
menudo subestimamos nuestra propia estatura en los ojos
de los demás. Es difícil medir el respeto
que la gente tiene por nosotros y la responsabilidad
acorde
que viene con eso. El Mesilat Iesharim escribe que,
incluso si sabemos que no somos tan meritorios como la
gente
cree, tenemos la obligación de vivir a la altura
del nivel más alto que se espera de nosotros. Esto
se aplica a todas nuestras interacciones, con judíos
y con no judíos, en el trabajo, en la comunidad o
en el hogar con nuestra familia. Manteniendo nuestras
acciones
puras y correctas, no sólo santificamos el Nombre
de Hashem y diseminamos santidad por el mundo sino que
evitamos
dañarnos a nosotros mismos. Dañar una buena
imagen puede conducir a resultados trágicos, como
en el caso de aquellos talmidé jajamim. Cuando
nuestras acciones brillan verdaderamente como oro,
nuestras
vidas, así como las vidas de los que nos rodean,
se enriquecen incalculablemente.
(Majesty of Man-TorahCenter)