2-
DOMINANDO LOS IMPULSOS
"Eres un leoncillo Iehudá, de la presa, hijo
mío, te has elevado" (Bereshit/Génesis
49:9)
Rashi
(Comentarista clásico de la Torá, Troyes,
Francia, siglo XII) explica que Iehudá se elevó
en su status por dos acciones. Primero al detener a sus
hermanos impidiendo que dañaran a Iosef. Luego cuando
se avergonzó a sí mismo a fin de salvar a
Tamar.
El
rabino Ierujam Lebobitz zt'l, trataba en sus clases el
interrogante
sobre quién es verdaderamente íntegro. Expresaba
que alguien que tiene dominio sobre sí mismo y sobre
sus impulsos es el que ha alcanzado el nivel de integridad
deseado. Tal persona es la indicada para gobernar sobre
otros pues va a guiarlos con la misma rectitud con la que
se maneja a sí mismo.
Fue
por eso, explicaba Reb Ierujam, que Iehudá mereció
convertirse en el shebet (tribu) de los futuros reyes
de Israel. Iehudá representaba la fuerza de carácter
y el autocontrol. Fueron estas características las
que lo ayudaron a cumplir con éxito su misión
en la vida.
La
base de todos los rasgos de personalidad es la capacidad
para dominar los impulsos. Tal como dice el rey Salomón
en Kohelet (Eclesiastés 3:19): "Umotar
ha'adam min habehemá ain", que los rabinos explican
como que la única cualidad que posee el hombre por
encima de los animales es su habilidad para decir "no".
Alcanzar tal nivel no es pequeño triunfo. A veces,
no se trata sólo de una batalla interna sino que
puede ser una lucha externa al tratar, por ejemplo, de no
ceder ante la presión de un compañero o de
la sociedad circundante que nos empuja hacia algo no
correcto.
He aquí sólo algunos de los miles de desafíos
que se nos pueden presentar:
1)
Puede que veamos la acción de alguien y no la entendamos.
Ello no nos da el derecho a juzgarlo. Sin conocer lo que
puede haber oculto en las circunstancias de otros, es
imposible
que hagamos juicios de valores. ¿Juzgamos frecuentemente
a nuestros semejantes?
2) ¿Reaccionamos mal ante algo que nos molesta "perdiendo
los estribos" o permanecemos calmos y evaluamos cuál
debe ser la reacción apropiada?
3) ¿Permitimos a nuestros hijos ver una película
que, según 'todos' dicen, versa sobre una de las
porciones de nuestra sagrada Torá, o nos ponemos
fuertes defendiendo el principio de que los niños
deben aprender únicamente de fuentes puras? Mucha
gente queda atrapada por la suntuosidad y la técnica
de las superproducciones fílmicas, especialmente
los jóvenes, pero, de más está decirlo,
no es correcto permitir que Hollywood enseñe Torá
a nuestros hijos. Hay imprecisiones y errores que pueden
dejar una marca indeleble en las impresionables mentes
juveniles
haciéndolos errar de por vida.
4) ¿Tenemos el hábito de escuchar a nuestros
semejantes para comprenderlos y ayudarlos?
5) ¿Asumimos sin falsas justificaciones ni excusas
nuestras propias responsabilidades con la familia,
trabajo,
estudio, etc.?
El
autodominio permite a la persona, por ejemplo, expresar
deseos y emociones sin dejarse llevar por la ira, el
rencor,
el resentimiento, la ansiedad ni la impaciencia,
controlando
todo lo que hace o dice. Hay gente que demuestra control
en su ámbito de trabajo pero las relaciones familiares
se les escapan de las manos. Si identificamos la conducta
que deseamos rectificar, si establecemos, en términos
de conducta, qué actitud deseamos cambiar, si seguimos
los consejos de nuestros Sabios del Talmud que tan bien
nos instruyen en la Ética de los Padres y asistimos
a cursos de musar (introspección y autoperfeccionamiento
según el enfoque de la Torá), nos resultará
más fácil alcanzar nuestros objetivos. Nuestra
Torá no nos marca metas que no podamos alcanzar.
Una vez que tengamos claro lo que queremos cambiar,
dediquemos
algún tiempo a visualizar cómo será
nuestra vida una vez conseguido dicho cambio, poniendo el
énfasis en los beneficios y ventajas obtenidas. El
resultado bien vale la pena. Nos convertiremos así
en los dignos herederos de Iehudá