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PRUEBA DE FORTALEZA
"Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno
extraviado, habrás de devolvérselo"
(Shemot/Éxodo 23:4)
De
acuerdo al Jafetz Jaim, aprendemos de este versículo
cuán cuidadosa es la Torá respecto a los bienes
personales. Incluso un buey o un asno vagando extraviado
fuera del camino debe ser devuelto al camino correcto, a
estar con su dueño. ¡Cuánto más
debemos hacer todo lo que está en nuestras manos
para hacer regresar a un judío apartado al camino
de la Torá!
En
la generación actual, la mayoría de aquellos
alejados del estilo de vida de la Torá, no lo están
por rebelión sino por falta de una correcta educación
judía, y son cual ovejas perdidas que desean retornar
al hogar de su amo.
Está
escrito en el libro Reshit Jojmá que la teshubá
(retorno) puede hacerse por cualquier trasgresión
y que nadie debe sentir nunca que ya no tiene esperanzas.
Nuestros Sabios nos dicen en el tratado de Berajot que
el lugar [de privilegio] donde están situados los
ba'alé teshubá (los que retornan a
las fuentes del judaísmo), ni siquiera los que son
completamente íntegros pueden alcanzar. Nuestro primer
impulso es preguntar por qué el nivel de un ba'al
teshubá es tan elevado.
Se
puede entender mejor la respuesta a través de una
parábola. Había una vez un rey que poseía
tres botellas de vino. Eran todas de un vino añejo,
de una rara cosecha que había heredado de su abuelo.
Estas botellas, pasadas de generación en generación,
estaban cuidadosamente resguardadas. Cierta vez el rey
tuvo
que viajar a un país distante. Llamó entonces
a tres de sus amigos más apreciados y le confió
a cada uno una botella. Les advirtió que no osaran
abrirlas. Los hombres sentían gran curiosidad por
saber la razón de una orden tan terminante. Debía
ser, por cierto, que el vino era muy fino y delicado, y
fue precisamente ésa la razón por la cual
quisieron abrir las botellas y probarlo.
El
primero de los amigos del rey abrió su botella, probó
un poquito y halló que era extremadamente bueno.
Sin poder dominar su apetencia, se bebió toda la
botella. El segundo amigo quiso abrir la botella pero, por
el gran cariño que sentía por el rey, se contuvo.
El tercer amigo abrió la botella, probó un
poquito y, aunque deseaba mucho beber más, debido
a su gran cariño por el rey, superó esa tentación,
cerró la botella y dejó el resto intacto.
A
su retorno, el rey llamó a las tres personas a quienes
les había confiado las botellas de vino. Ordenó
que el primero, quien había bebido toda la botella
de vino, fuese castigado. El segundo, que ni había
tocado en absoluto el vino, recibió mil piezas de
oro. El tercero, que probó algo del vino y luego
se contuvo para no seguir bebiendo, recibió diez
mil piezas de oro.
Cuando
el segundo amigo oyó lo que el tercero había
recibido, se sorprendió mucho. Corrió al rey
y le dijo: "Su Alteza Real, yo no bebí nada
de la botella y recibí mil piezas de oro. ¿Por
qué se le dio a quien bebió algo del contenido
tanto más que a mí? Después de todo,
él desafió vuestras órdenes. Habría
sido suficiente con no castigarlo pero ¿por qué
darle una recompensa tanto mayor que la mía?".
El
rey respondió: "La razón es que tú
no probaste el vino. Es probable que si lo hubieses hecho,
habrías bebido la botella entera. No habrías
sido capaz de contenerte debido a su extraordinaria
calidad.
Pero tu amigo, quien sí probó el vino y experimentó
su agradable sabor, fue capaz, sin embargo, de dominar su
voluntad y no beberse el resto, demostrando su gran cariño
hacia mí. Su recompensa, por consiguiente, es mucho
mayor".
Así
también, el tzadik que nunca pecó ni
experimentó jamás el gusto de lo prohibido,
no enfrenta los mismos desafíos en la vida que aquel
que sí los experimentó. Él se ha acostumbrado,
desde su juventud, a hacer sólo mitzvot. No
así el ba'al teshubá. Él ya
ha probado una parte sustancial de averot (trasgresiones)
y se ha acostumbrado a esa vida. Sin embargo, a pesar de
ello, se distancia de las averot por su gran amor
a Hashem. Enfrenta continuamente enormes desafíos.
Por lo tanto, los Sabios afirmaron: "En el lugar donde
están los ba'alé teshubá, incluso
los totalmente íntegros no pueden pararse".
Tomemos
ejemplo de esta historia y esforcémonos por hacer
teshubá shelemá, arrepentimiento completo
y, que por ese mérito, cada integrante de Klal
Israel, pueda ser digno de una recompensa tan grande
que supere su imaginación.