José Steinsleger
A mí me gusta
que baile Marieta
Nacido en el
oriente de Cuba, el son devino en ritmo universal a causa, precisamente, de ser
nacional. Es por esto que millones de personas no quieren perderse los
conciertos del Buena Vista Social Club, y es por esto que al sonar la trompeta
de Guajiro Mirabal la fiesta empieza, y en el Salón 21 se instaló la
dicha del mundo:
"Esa banda
tan gigante
la tenía
Beny Moré
Decían que
había desaparecido
y aquí
usted lo ve...
¡Qué bueno
que baila usted!"
¿Por qué
renació la energía del Buena Vista si los doctos la habían enviado al desván de
los sentimientos antiguos?
Desde algún
lugar Antonin Artaud dijo: "No me parece que lo más urgente sea tanto salir en
defensa de una cultura que no ha liberado a un solo hombre de la preocupación de
tener que comer, como extraer de eso que llaman cultura ideas cuya fuerza sea
idéntica a la del hambre".
De Oriente,
tierra en la que no casualmente brotaron las gestas libertarias de Cuba, viene
el son. Y al cruzarse con los acordes del pentagrama "carabalí" (negros
provenientes de Nigeria y el Delta del Níger) los Ibrahim Ferrer fueron posibles
y auténticamente modernos:
"Yo soy
carabalí
negro de
nación
Sin la
libertad
no pue'
viví".
El oficio de
los cantantes serios consiste en expresar los movimientos líricos del alma en un
ritmo reglado por una tradición que viene de la colectividad.
Así podemos
entender que si en son de bolero cantamos "confieso que estoy muriendo/que no es
vida sino muerte/ la vida que estoy viviendo", no sólo recreamos el alma de
Santa Teresa sino las coplas populares del siglo XVI junto a Calderón, González
Berceo y Lope de Vega, de donde también viene el son.
En 1992,
Eddie Palmieri le criticaba a los músicos cubanos estar demasiado fijados en la
"salsa" de Nueva York y Miami y olvidados de los boleros, de las guarachas y del
propio son. Con la revolución ocurría algo similar: demasiado perdidos en los
supuestos de la dependencia de la conciencia en el fenómeno de la durabilidad de
algunos valores culturales.
Bien. Con el
renacer del son Cuba volvió a nutrirse de su savia rencontrándole sentido y
proyección a la vida. Pues la cultura sólo puede ser "simulacro" y cosa de
entendidos en sociedades donde parecen haberse perdido para siempre el valor de
las cosas.
Los veteranos
del Buena Vista Social Club han llegado para sacudir y romper la deprimente
situación de una juventud perdida y avejentada antes de vivir, proyectándola con
entusiasmo a lo que todos necesitamos con urgencia: un modelo de vida que nos
permita expresar los sentimientos, no importa si tristes o alegres, ya cada
quien verá.
A los 76 años
Ibrahim Ferrer sólo piensa en "esa cosa que me hiciste, mami/ me gustó. Me
gustó" y Omara Portuondo no quiere que las flores sepan los tormentos que le da
la vida, acercándonos a las enseñanzas del mago Gurdjieff: "Cuanto más cerca
estamos del silencio, más cerca estamos de la libertad".
Ritmos como
los del Buena Vista Social Club sólo pueden brotar de la colectividad y de una
sociedad abierta, donde las ventanas, como en Cuba, son más grandes que las
puertas, donde las calles se enteran de lo que pasa en las casas y donde las
ventanas de las casas están hechas con una saliente que permite mirar desde
dentro, lo que pasa en las calles.
Sólo así fue
posible que volviese a fluir la fuerza, la increible fuerza del son.
La Jornada, México, DF, México.
01.06.02 |