Envío el
Palenque de 3 de junio, sobre el desorden en que se desenvuelve la
administración foxista.
Va como
texto.
Saludos
cordiales de Julio Pomar.
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Palenque
El
desorden foxista
Julio
Pomar
Creo que nadie en México votó el 2 de julio del 2000 por el desorden en
la política del gobierno, a menos que estuviera loco. Más allá de lo que el
domingo pasado dijo Andrés Manuel López Obrador, los hechos establecen
irrefutablemente que el gobierno de Vicente Fox navega
en medio de la desavenencia, la estolidez en cuanto a políticas públicas y la
falta de rumbo.
Hace falta una mano, la presidencial, que maneje el timón con mano
segura, pues a un año y medio de asumida la cabeza del gobierno ya debía haber
terminado el tiempo del “aprendizaje”. La sociedad reclama, cada vez en mayor
medida, que los actuales gobernantes en realidad gobiernen, no simplemente se
dejen llevar por la inercia del execrado estilo priísta para
conducir.
López Obrador dijo algo que los hechos convalidan: en el gobierno de
Vicente Fox “cada quien hace lo que quiere” y, en
consecuencia, todo va de mal en peor. Consignó asimismo, por si hubiese duda del
significado de sus críticas, que por permitir la libertad entre los secretarios
de Estado, “no hay orden, no hay concierto, no hay conducción, están peleados
entre ellos y es una perdedera de tiempo nada
más”.
En esta materia es donde se ve que la democracia que no es dirigida no es
democracia. Alguna conducción debe tener todo sistema democrático, so pena de
perder el control del movimiento, no poder cumplir las exageradas promesas de
campaña y, por ende, desencantar gradualmente a la población que confió en el de
las botas para presidir los destinos nacionales durante 6 años. La Consulta
Mitofski da cuenta de que en el mes de mayo se detuvo
levemente la caída persistente de la popularidad de Fox entre encuestados a los que preguntó sobre el asunto.
Pero es tan leve tal detención que sería fútil que ahora el gobierno foxista quisiera echar las campanas al vuelo sobre tal
fenómeno.
Ni la situación económica ni la forma de conducir el gobierno le dan a la
administración de Fox la señal de que va bien. Sus
pleitos internos y el yerro persistente del Presidente y sus colaboradores hacen
pensar que nos encontramos en los linderos de una ingobernabilidad, o
desgobierno, que sólo es contrarrestada por la fuerza de la inercia de origen
priísta de las anteriores administraciones. Un amigo periodista me decía hace
poco, mucho antes de las declaraciones de López Obrador, que ello es la
consecuencia lógica de lo que Fox se propuso hacer
cuando andaba en campaña, y no ha salido de ello, no lo ha trascendido: “Su meta
fue sacar al PRI de Los Pinos; ahora que lo obtuvo ya no sabe que hacer con el
tigre que se ganó en la rifa, no tiene visión estratégica ni de la transición
que exige el país, ni de los cambios que toda nueva administración debe asumir
para simplemente poder actuar con desahogo en sus tareas”. Frente a esta
incapacidad para ir hacia metas realistas y certeras, que es insolvencia
estratégica, opone gestos mediáticos de carácter puramente contingente, del
momento, al día, o de “bote pronto”.
Cuando hasta el dirigente del PAN capitalino, el vociferante José Luis
Luege Tamargo plantea: “O se
disciplinan (los ministros pleitosos) o que se vayan y
dejen trabajar al Presidente de la República”, significa que ya ni la extrema
derecha, de la que proviene Luege, confía en su adalid
ni en su forma de hacer las cosas. Todos los desacuerdos en el gabinete, el
último de los cuales fue protagonizado por el secretario de Hacienda, Gil Díaz,
cuando señaló que el contralor Barrio Terrazas “o miente o tiene mal de Alzheimer”, están corroborando lo que hemos venido diciendo
en este espacio, no de hoy, sino desde que empezó a ascender la estrellita
marinera de Fox.
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