ASTILLERO
Julio
Hernández López
JAMES D.
RICKARDS FUE un día
de agosto del año pasado a una agencia de automóviles en Portland, Oregon, a
comprar un vehículo. Días después regresó para adquirir otro, pues no recordaba
tener ninguno. Y así volvió en cinco ocasiones más, hasta convertirse en el
comprador estrella, con siete unidades en un mes, según lo publicado en The
Oregonian. Gastó casi un cuarto de millón de dólares en hacerse de esos
vehículos en la Hillsboro Chrysler Plymouth Jeep Warehouse. Sin embargo, el
fiscal general, Ardi Myers, decidió anular las operaciones y multó con 120 mil
dólares a la empresa vendedora. Es que... el señor Rickards tenía el mal de
Alzheimer.
AFORTUNADAMENTE, EL FISCAL GENERAL de aquella localidad estadunidense no
tenía ese mal ni era secretario de la contraloría de algún gobierno, pues, de
otra manera, en lugar de andar castigando injusticias se la pasaría sumando
compras o realizando despropósitos numéricos sin darse cuenta. Por desgracia,
según una voz muy autorizada del gobierno mexicano, ni más ni menos que la del
secretario de Hacienda, en México podría estarse dando el extraordinario caso de
que sufriera de esa forma de demencia quien funge como comisionado oficial para
vigilar la rectitud de los procedimientos y las operaciones gubernamentales
presentes y pasadas.
DE NO
SUFRIR ESA enfermedad progresiva, degenerativa del cerebro, que ocasiona deterioro
de memoria, pensamiento y conducta, el secretario Francisco Barrio Terrazas
sería simplemente un mentiroso. Tales son las dos opciones ofrecidas por
Francisco Gil para negar que el pensamiento político del presidente Fox funcione
con criterios de tianguista, como había hecho ver el contralor Barrio, al
revelar que su jefe había clasificado en diciembre del año pasado al proceso
llamado Pemexgate como "lingotes de oro" que no iba a cambalachear o
catafixiar por "cacahuates" disfrazados de reforma fiscal.
MENTIRA O
DEMENCIA. ENGAÑO U olvido. Falsedad consciente y voluntaria o atrofias cerebrales y
degeneraciones neuronales. Diagnóstico en familia: el
priísta-salinista-zedillista Gil, arremetiendo contra el panista Barrio para
salvar el honor de un presidente que ha sido denunciado por su propia gente como
hábil abarrotero que no canjea unos pinchurrientos espejitos fiscales por el oro
molido del escándalo mediático Pemex-PRI. Mentira o demencia, pero no sólo en el
caso del contralor que, como se ha dicho aquí una y otra vez, demerita
cotidianamente la alta investidura de su función mediante sus maniobras
politiqueras chihuahuenses y su vocación declarativa desbordada. Cacique
chihuahuense y prematuro precandidato presidencial, Barrio utiliza la maquinaria
del gobierno federal para favorecer sus proyectos políticos en la entidad que
gobernó y pretende recuperar, y además se desfonda en relatos y atrevimientos
como los hechos la semana pasada en una reunión relacionada con el turismo.
Mentira o demencia, pues, como signo del régimen, como distintivo general: ha
mentido el Presidente en el caso Cuba, y también lo ha hecho reiteradamente su
canciller-tutor, y se miente diariamente al decir una cosa mientras se hace
otra. Un gabinete de todos contra todos porque no hay salud ni memoria
políticas. El sexenio Alzheimer, o el sexenio de la mentira, si se quiere
extrapolar la tesis Gil.
MIENTRAS,
EL PRESIDENTE FOX ha
dicho en Colima que "la ley no es y no será nunca moneda de cambio" (paradójica
e irónicamente se celebró una reunión sobre honestidad y transparencia en el
ejercicio del gobierno precisamente donde el poder estatal se funda en el
control de la universidad pública y en el uso de los recursos de esas
instituciones para la sujeción política, la represión a disidentes y la
cobertura complicitaria de unos a otros en negocios compartidos). Ah, además,
por cierto, para que nadie ande diciendo quién sabe qué, el Presidente también
se vio motivado a decir en ese emblemático lugar, con mucha enjundia, que su
gobierno trabaja "con las manos limpias y no tiene nada qué esconder". ¿Alguien
había sugerido lo contrario?, pregunta esta columna cacahuatera.
Adolfo
Gilly
Una carta del
secretario de Gobernación
Al regreso de
la recepción a Ericka Zamora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM -el
Aula Magna desbordada, el público muy alegre-, encontré en mi casa una carta del
licenciado Santiago Creel Miranda, fechada ese mismo 31 de mayo de 2002,
contestación a la que el 20 de mayo le había dirigido en La Jornada. Siendo la
mía carta abierta, me parece obligado publicar en estas páginas la respuesta del
secretario de Gobernación. Dice así:
Sr. Adolfo
Gilly
Presente
No hay mejor
forma de contestar a su carta publicada en el periódico La Jornada el 20
de mayo, y a su aclaración del día siguiente, que con la resolución emitida
recientemente por el Poder Judicial de la Federación.
En esta
ocasión, la decisión correspondió a los Tribunales. En otros casos, la
responsabilidad ha recaído en el Poder Ejecutivo.
Lo
fundamental, en un Estado de Derecho, es que se encuentre siempre una salida
institucional a los problemas de la justicia.
Ahora que
hemos construido un gobierno democrático, nuestro deber es probar, en los
hechos, que las instituciones tienen la capacidad de solucionar las demandas de
la gente.
Nuestra tarea
es seguir haciendo camino con el resto de las instituciones del país.
Reciba usted
un cordial saludo.
Santiago
Creel Miranda
El
Secretario del Despacho
Un funcionario
de Gobernación se comunicó conmigo esa noche pa- ra asegurar que la carta estaba
ya en mis manos. Por su intermedio agradecí su mensaje al licenciado Santiago
Creel.
El escrito,
como el lector ha podido comprobar, es escueto en sus términos y preciso en cada
uno de sus cinco breves párrafos. Tres veces menciona a las instituciones el
secretario de Gobernación en su atenta carta. En lo que a mí toca sólo me atrevo
aquí a formular tres deseos, como en los cuentos de hadas de la infancia o como
en la noche de San Lorenzo, cuando el cielo se puebla de estrellas
fugaces:
Que las instituciones, por el camino
que sea, encuentren la vía rápida para poner en libertad de inmediato a los
zapatistas todavía encarcelados y a todos los presos políticos del país.
Que, por las mismas vías
institucionales, se detenga ya el acoso militar y paramilitar a las comunidades
indígenas y campesinas de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y otras regiones del
país.
Que esas instituciones, por todos los
medios legales a su alcance, protejan y aseguren la integridad física y la vida
de Bárbara Zamora, Pilar Noriega y todos los abogados defensores de los presos
políticos y los derechos humanos, hoy bajo la amenaza de los ilegales poderes a
los cuales desafían.
Sin embargo,
tanto las instituciones como el cielo de las estrellas fugaces están
habitualmente lejos del común de la gente. Para que las estrellas oigan nuestros
deseos o para que las instituciones se muevan hacia un acto de justicia es
necesario, es indispensable, siempre, la movilización, la organización
independiente y la acción de muchas personas solidarias como las que lograron,
por fin, la libertad de Ericka Zamora y Efrén Cortez
Javier Oliva
Posadas
Algunas
diferencias entre gobernar y administrar
A raíz de la
gira de trabajo por Europa del Presidente de la República, Vicente Fox Quesada,
así como por el cumplimiento de 18 meses en la responsabilidad del Poder
Ejecutivo, nuevamente se han retomado las críticas a su estilo de comunicar, a
la conformación del gabinete y a la forma de hacer política.
Es evidente
que en los meses y años por venir, como sucedió a Mitterrand, De Gaulle,
Clinton, Felipe González, Perón, el ejercicio del poder desgasta prestigios y
posterga el cumplimiento de las promesas. Debe entenderse que esto es natural,
inherente a la práctica política. México y Fox no son ni serán la excepción. No
obstante, es necesario precisar que en el entorno del Presidente no se observan
equilibrios (no contrapesos) a las visiones gerenciales y de marketing
(que no comunicación política), lo cual sí hace una diferencia respecto de
los casos citados.
Me explico:
gobernar será siempre un acto de afectación y beneficio de los intereses y
grupos en contienda. No se puede gobernar esperando los resultados de la
siguiente encuesta de aceptación. La gobernación, señala Yehezkel Dror (La
capacidad de gobernar, FCE, 1996), no ha cambiado en esencia respecto al
proceso decisional. Es decir, acopio de información, reconocimiento de los
antecedentes, consideración de los ámbitos de influencia, dinámica social,
elementos y factores externos, pero sobre todo la aceptación de que cualquier
acto y determinación tienen consecuencias: incluso las decisiones que no se
toman (que es en sí una forma de decidir) parecen no estar ponderadas en la
gestión de Fox.
Bajo esas
consideraciones, la gobernación (o, como está de moda, la gobernabilidad) es una
tarea primordial y fundamental de la estructura política y administrativa del
Estado. De ninguna forma puede ser conferida a partidos políticos, medios de
comunicación ni a la sociedad o a la economía. Es desde las evaluaciones a las
políticas públicas a instrumentar que el gobierno de la República tiene el deber
de preservar y ampliar los procesos que sustentan la convivencia y la paz
social.
La visión
sustentada en criterios gerenciales se diluye por la sencilla razón de que la
política y la gobernación no son susceptibles de ser cuantificadas. Los
resultados, en todo caso, se perciben por el grado de estabilidad, consistencia
y duración de los pactos y acuerdos. Administrar con una visión y proyecto
político es el eje con el que cualquier gobierno y régimen político puede
alcanzar la mayor parte de sus objetivos.
Estamos por
concluir el primer tercio de la administración foxista. Hasta el momento,
comunicar y administrar han sido las prioridades, pero sin una sustancia que las
distinga o precise respecto de cuáles, por qué y cómo habrán de alcanzarse las
metas. Desestimar el quehacer político puede ser atractivo y hasta lógico en una
dinámica donde no hay tiempo y todo urge (¿según quién?). Martín Heidegger
expresó: "Rigor en la meditación, meticulosidad en el decir, frugalidad en las
palabras" a propósito de la comunicación de nuestros objetivos.
El gobierno de
Vicente Fox requiere de un estudio y reconocimiento de las características,
origen, funcionamiento y reglas del sistema político. Si se considera que un
sistema político es el diseño de reglas en la lucha por el poder para dar
estabilidad a las confrontaciones, la ruptura o su simple desconocimiento no
habrán de construir las nuevas normas. Articular la gobernación desde y para el
poder político es una de las principales tareas de cualquier gobierno.
Distinguir
entre gobernar y administrar permite a su vez concluir que ambas actividades son
siempre complementarias y nunca excluyentes. Incluso en el sector privado es
frecuente escuchar la expresión "las políticas de empresa". De allí que
descansar en la mera visión efectista y coyuntural impida sumar aliados y
comunicar con claridad. Recordemos que vivimos en la era de la exactitud.
javieroliva@avantel.net
Víctor
Quintana
¡Ah,
Chihuagua!
Ninguna de las
desafortunadas declaraciones de Vicente Fox ha caído tan mal en el norte del
país como la de que "pagaremos la deuda de agua con Estados Unidos". Se ve que
el Presidente ni se ha informado ni ha sentido la tristeza de ver secos hasta
los arroyos que siempre llevaban agua, requemados los sufridos pastizales,
partida la tierra, las vacas muriéndose y la gente dejando los sedientos
pueblos.
Se necesita
estar muy cerca de la Casa Blanca y muy lejos del navegar de los agricultores y
de los ganaderos norteños para declarar, muy quitado de la pena, que les
pagaremos el agua a los agricultores gringos.
Y es que
Chihuahua tiene sus venas abiertas desde 1944. Al estado le toca aportar, a
través del río Conchos, El aventurero del desierto, como lo llamó
Fernando Jordán, 55 por ciento de los 432 millones de metros cúbicos de agua que
México debe entregar anualmente a Estados Unidos, según el tratado de ese año.
Coahuila aporta 24 por ciento y Tamaulipas, el estado donde más llueve de la
cuenca del Bravo, únicamente 21 por ciento. Con el agua que Chihuahua aporta se
garantizaría 80 por ciento del consumo anual de la zona urbana de la entidad...
y sin embargo se va para el otro lado.
Pero siempre
que se ha podido, se ha pagado. Y, ahora, contra todo lo que digan Bush y
Davidow y los rancheros texanos, el estado va llegando al colmo de su
sed.
Las presas
chihuahuenses se encuentran a 23 por ciento de su capacidad. Los escurrimientos
de los ríos y de los arroyos de la cuenca del Bravo registran de 1993 a la fecha
una captación 71 por ciento menor de la que se registró históricamente entre
1944 y 1992. En el Conchos el promedio de lluvia al año de 1994 a 2000 fue de
apenas 267 milímetros cúbicos, 23 por ciento debajo de los promedios
históricos.
La agricultura
y la ganadería del estado están en situación de emergencia, por más que los
tecnicismos del gobierno federal se nieguen a reconocerlo. El hato ganadero, que
llegaba a 2 millones de cabezas de bovinos en 1990, se ha reducido a menos de la
mitad: a 870 mil. Las hectáreas cultivadas en la zona de temporal disminuirán
este año una tercera parte. Las de riego de agua rodada se reducirán por mitad.
Y las de riego por bombeo si no se reducen más es porque hay que buscar el agua
hasta a mil pies de profundidad.
La postura
sumisa del Presidente no tiene en cuenta que la carencia de agua que por acá se
sufre es causada, en parte, por nuestros mismos acreedores. El 60 por ciento de
las lluvias del norte de México depende de los ciclones que se forman en el
océano, mismos que los estadunidenses bombardean para desviar o diluir. Por otro
lado, la sequía de estas latitudes es consecuencia evidente del
sobrecalentamiento global, mismo que Bush no se compromete a detener al negarse
a ratificar el protocolo de Kyoto.
No sólo eso.
Tala de bosques, sobrepastoreo, agricultura intensiva, sobrexplotación de los
mantos, técnicas inadecuadas de riego, saturación de agroquímicos, todo ha
llevado a que 90 por ciento de los suelos de Chihuahua se encuentren gravemente
degenerados, según los especialistas. El desierto se está vengando de los largos
años de furia productivista. Ahora no sólo recupera su espacio: se apodera de
tierras antes fértiles o arboladas.
Por eso, ante
el problema binacional del pago de agua, lo que menos esperaban los
chihuahuenses de su Presidente eran sumisión o descuido. Los tratados se
cumplen, pero deben reconsiderarse las condiciones que hacen posible su
cumplimiento y no son los caprichos de la naturaleza los que hacen que no
llueva.
Hay un
compromiso claro y público del gobierno federal por pagar. Pero no hay ningún
compromiso con productores agropecuarios y usuarios del agua potable por poner
en marcha un programa muy inmediato y operativo de protección de bosques, de
conservación de suelos, de recarga de mantos, de regeneración de pastizales, de
recuperación de espejos de agua.
Entre la
docilidad a Washington del gobierno federal y los desplantes sin soluciones
concretas del gobierno del estado, las y los chihuahuenses se tendrán que
aprestar a librar la más dura de sus batallas: la sed.
Artículos publicados en el diario
La Jornada, México, DF, México,
03.06.06 |