Editorial
GABINETE:
PLEITOS Y RECONCILIACIONES
Ayer, en una
reunión que tuvo lugar en la Secretaría de Gobernación, los secretarios de
Hacienda, Francisco Gil Díaz, y de la Contraloría, Francisco Barrio Terrazas,
acompañados por el anfitrión del encuentro, Santiago Creel Miranda, declararon
el fin de la destemplada confrontación verbal que han venido sosteniendo,
informaron de un "borrón y cuenta nueva" en el pleito y anunciaron que el
gabinete del presidente Vicente Fox inicia "una etapa de colaboración cordial
(y) de trabajo".
Como se
recordará, el jueves pasado, en el marco del Congreso Nacional Turístico, Barrio
atribuyó al Presidente una valoración por demás desafortunada en la que vinculó
la fallida reforma fiscal con la investigación por presuntos desvíos en Pemex
para financiar la campaña presidencial priísta del año antepasado.
En versión de
Barrio, Fox habría dicho: "Para mí, ese asunto (los desvíos en Pemex) es un
lingote y no cambio cacahuates (en alusión al intento de reforma fiscal) por
lingotes de oro". Dos días más tarde, Gil Díaz, en el mismo foro, desmintió al
contralor en términos poco corteses, por decir lo menos: "o es un mentiroso o
tiene Alzheimer", dijo el secretario de Hacienda sobre su compañero de gabinete.
Un día después, el domingo, el subsecretario de Gobernación Juan Molinar
Horcasitas se sumó a la descalificación -aunque con palabras más corteses y
prudentes que las de Gil Díaz- de lo dicho por Barrio Terrazas.
Sin duda, el
encuentro de ayer y la reconciliación resultantes son hechos positivos,
saludables y necesarios. A nadie en el país conviene el ahondamiento de las
evidentes fracturas y los públicos enconos que afectan al equipo de gobierno, y
si bien cabe felicitarse por el fin del monolitismo, el verticalismo y la férrea
disciplina que caracterizaban a los regímenes emanados del PRI -y que se
traducían, entre los funcionarios de los primeros niveles, en un mutismo
blindado lindante con la abyección-, es patente que el primer gobierno no
priísta de la historia se ha ido, con frecuencia, al extremo opuesto, y que las
discordancias declarativas entre el Presidente y sus más cercanos colaboradores,
así como las divergencias entre éstos, han desempeñado un papel central en el
desgaste político de la actual administración y en la erosión de su
credibilidad.
Las
contradicciones y hasta las descalificaciones personales ofensivas -como la que
emitió Gil Díaz contra Barrio Terrazas-, proferidas en el seno de un equipo de
gobierno, conducen más temprano que tarde a la ingobernabilidad. Atribuir esos
encontronazos verbales a "la diversidad de opiniones que ocurren en una sociedad
democrática", como pretendió justificarlas el sábado el subsecretario Molinar
Horcasitas, equivale al intento de tapar el sol con un dedo o a una política del
avestruz.
Ante tales
actitudes, resulta preferible, a todas luces, tomar el toro por los cuernos y
sentar a los funcionarios en disputa a limar sus dife- rencias, como hizo ayer
el secretario Creel. Por el bien de la república, ojalá que los propósitos
formulados a la salida del encuentro por Gil Díaz y Barrio Terrazas sean sólidos
y perdurables y, sobre todo, que puedan aplicarse al conjunto de colaboradores
del presidente Fox.
La Jornada, México,
DF,. México, 04.06.02 |