Asunto: | [MensajesPanyVida] Reflexión de Hoy- Martes 4-12-05 (Peregrino del amor ). | Fecha: | Lunes, 11 de Abril, 2005 22:05:07 (-0400) | Autor: | Pan y Vida <administracion @................org>
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Peregrino del amor
“Yo he manifestado tu gloria aquí en el mundo, cumpliendo la obra que
me encomendaste” Jn 17, 4
La ruta emprendida en el seguimiento de
Cristo que nos ha legado el Santo Padre Juan Pablo II, nos señala que la
apertura a este peregrinaje hacia la casa del Padre, se realizará cuando
logremos abandonar la morada del miedo para construir la vida en el amor
¡Cristo! Tales fueron sus primeras palabras al asomarse al balcón del
mundo para indicarnos esta realidad ¡No tengáis miedo, abridle las
puertas del corazón a Cristo! El
Santo Padre Juan Pablo II, peregrino infatigable del amor, de la
concordia, del diálogo, de la fraternidad, adalid de la paz y de la
verdad, testimonio indomable de lucha por rescatar la vivencia de la
caridad entre la humanidad.
El Santo Padre percibe en la lectura
de la historia la necesidad de concentrarse particularmente en la
penitencia por los pecados cometidos contra la unidad querida por Dios
para su pueblo y pedida por Cristo en la hora de su sacrificio supremo,
en la Eucaristía, centro y culmen de la vida del cristiano, la vida de
gracia que de la recepción de los sacramentos dimanan y nos encauzarán
de hecho, a la vida de oración y de acción a favor de la unidad de los
cristianos, considerada y pedida como un don del Espíritu Santo, pero
también, buscada mediante un compromiso fuerte y sincero de reparación
de las divisiones del segundo milenio, de victoria completa sobre los
métodos, de la intolerancia e incluso de la violencia, de profundización
y de expansión del espíritu de caridad y de paz.
Por su lado,
también nos señaló su Santidad, las Iglesias particulares deberán
prepararse para asumir con entrega, fortaleza y dinamismo el compromiso
adquirido, recogiendo los recuerdos de los mártires y de los otros
santos que la han enriquecido espiritual y pastoralmente en todos los
tiempos y también en el nuestro, realizando la vocación cristiana con la
práctica de las virtudes heroicas en todas las condiciones de vida,
incluso en las del matrimonio y la familia, aureola de santidad que
constituye la gloria más verdadera del cristianismo y de la Iglesia. Las
Iglesias particulares, asimismo, han de asumir el reto de continuar
impulsando con nuevos bríos la evangelización, que comenzó al principio
del primer milenio cristiano, para que avance con la verdad revelada por
él propagada por caminos también nuevos, especialmente por lo que
respecta a las culturas, a las condiciones étnicas, políticas y
sociales, de la mano segura y recia del gran Papa Juan Pablo II, dándole
un nuevo impulso a la conversión auténtica, en la cual deberemos darle
especial atención al sacramento de la Penitencia, de la Eucaristía, a la
vida de gracia y a la valorización de la virtud de la caridad.
A
la luz del Padre Eterno, y con la fuerza de la caridad en Cristo Jesús,
Su Santidad nos señaló que podremos escuchar las indicaciones y
orientaciones del Espíritu Santo que nos mostrarán el camino para
acometer los temas que estuvieron siempre presentes en su gran corazón
de Pastor, de Vicario de Cristo, para que desterrado el miedo acometamos
con renovada energía su deseo por la promoción de las familias, de las
obras a favor de los pobres y de la nueva comunión entre los pueblos y
las naciones según las enseñanzas y el espíritu del Evangelio. En esta
misma clave evangélica tendremos que afrontar el problema del
secularismo y de la consiguiente crisis de la civilización, cuya
solución es y será siempre la fuerza del amor.
A la misma luz y
con el mismo espíritu deberemos dar nuevo impulso al diálogo
interreligioso, también con encuentros comunes entre las diferentes
religiones, y especialmente con los judíos y los musulmanes, en lugares
particularmente significativos para el culto divino de las tres
religiones y el descubrimiento de su palabra, como hemos visto y
constatado que hiciera en su vida, a través de los innumerables viajes
que su Santidad efectuó hasta agotar las últimas fuerzas físicas de las
cuales disponía, entregándose en una donación total que conmueve y nos
compromete en el seguimiento de Cristo en la cruz.
Queda el reto
de preparar en este Nuevo Milenio que recién comienza un encuentro
pancristiano, antesala de la unidad para todas las Iglesias y
confesiones, señalándonos el deseo de vernos reunidos como un solo
rebaño bajo un solo Pastor.
Estamos llamados a vivir intensamente
la experiencia cristiana y humana del mundo actual, tal cual nos los ha
enseñado durante estos casi 27 años de su Magno Pontificado, en los
aspectos centrales de la comunión, la caridad y la esperanza
escatológica, que se expresan en la búsqueda y la realización de la
unidad, la paz y la colaboración en todos los niveles, tanto en la
Iglesia como en las relaciones ecuménicas e interreligiosas, en el plano
espiritual y en el social, mediante una vida nueva según el Espíritu y
la ley del Evangelio, pero abierta y rica de proyecciones en todos los
sectores de la sociedad, de la cultura, de las relaciones entre las
ciudades, los pueblos y los países, hasta lograr la unidad deseada y
querida por Dios. Fue esta la enseñanza de este Pontífice marcado por el
sufrimiento, por la perseverancia en su fidelidad y por su gran
veneración a la Madre de Dios a quien entregó y confió la misión que su
amado Hijo, había puesto en sus manos.
Para el Santo Padre, la
Iglesia, en el centro de este cuadro que se abre ante nuestros ojos está
siempre Cristo, y junto a Él su Madre y la misteriosa e inmensa comunión
de los santos, sin embargo, a todos los miembros del Corpus Christi,
actuales y potenciales, conocidos y desconocidos, conscientes o
ignorantes de la vocación recibida ya como hombres, se le ofrece una
ocasión única de reflexión, de revisión de vida, de oración, conversión
y comunión y a todos se nos pide que demos un nuevo testimonio de actuar
lo que la naturaleza y la gracia ponen en el corazón humano como
gérmenes de vida divina; que aceptemos el compromiso de razón y de fe
exigido por las religiones, pero también por las culturas más
importantes, para que podamos hacer realidad en el mundo el amor
fraterno, y que recuperemos los valores que las religiones y las
civilizaciones, especialmente el cristianismo, han introducido en la
humanidad como principios de elevación espiritual y moral, y como fuerza
que produce unidad y paz social
Cristo revelador y redentor
ofrece la “riqueza inescrutable” de su verdad y de su gracia, y toma a
todos – católicos y no católicos, cristianos y no cristianos, creyentes
y ateos – a acercarnos a Él como “puerta sobre el mundo”, abierto a
todos el camino de salvación que, aunque tiene su realización plena en
la eternidad, comienza en el tiempo. La Iglesia, como decía santa
Catalina de Siena (Diálogo, 21ss), está en el puente como ministra de la
Sangre redentora. Con esta imagen podemos expresar el valor
teológico y pastoral con el que el Papa Juan Pablo II inaugurara el
Comienzo del Nuevo Milenio cristiano.
El Gran Peregrino del Amor,
ha llegado a su casa, ha terminado su viaje y ha dado cumplida respuesta
a la pregunta que le hiciera el divino Maestro a su antecesor ¿Me amas
Pedro? Juan Pablo II amó con su vida y con su obra desde la cruz,
construyendo la eternidad donde ya goza en la presencia de su Dios y
Señor.
No le decimos adiós… sino A Dios como águila peregrina que nos lleva
a todos prendidos en su amor.
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