Asunto: | [MensajesPanyVida] Reflexión de Hoy- Sábado 4-16-05 (Peregrino del am or). | Fecha: | Viernes, 15 de Abril, 2005 22:59:15 (-0400) | Autor: | Pan y Vida <administracion @................org>
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Peregrino del amor
Autor: Tashia Gutiérrez de Vallenilla.
Fuente: www.churchforum.org
“Yo he manifestado tu gloria aquí en el mundo, cumpliendo la obra que
me encomendaste” Jn 17, 4
La ruta emprendida en el seguimiento de
Cristo que nos ha legado el Santo Padre Juan Pablo II, nos señala que la
apertura a este peregrinaje hacia la casa del Padre, se realizará cuando
logremos abandonar la morada del miedo para construir la vida en el amor
¡Cristo! Tales fueron sus primeras palabras al asomarse al balcón del
mundo para indicarnos esta realidad ¡No tengáis miedo, abridle las
puertas del corazón a Cristo! El Santo Padre Juan Pablo II, peregrino
infatigable del amor, de la concordia, del diálogo, de la fraternidad,
adalid de la paz y de la verdad, testimonio indomable de lucha por
rescatar la vivencia de la caridad entre la humanidad.
El Santo
Padre percibe en la lectura de la historia la necesidad de concentrarse
particularmente en la penitencia por los pecados cometidos contra la
unidad querida por Dios para su pueblo y pedida por Cristo en la hora de
su sacrificio supremo, en la Eucaristía, centro y culmen de la vida del
cristiano, la vida de gracia que de la recepción de los sacramentos
dimanan y nos encauzarán de hecho, a la vida de oración y de acción a
favor de la unidad de los cristianos, considerada y pedida como un don
del Espíritu Santo, pero también, buscada mediante un compromiso fuerte
y sincero de reparación de las divisiones del segundo milenio, de
victoria completa sobre los métodos, de la intolerancia e incluso de la
violencia, de profundización y de expansión del espíritu de caridad y de
paz.
Por su lado, también nos señaló su Santidad, las Iglesias
particulares deberán prepararse para asumir con entrega, fortaleza y
dinamismo el compromiso adquirido, recogiendo los recuerdos de los
mártires y de los otros santos que la han enriquecido espiritual y
pastoralmente en todos los tiempos y también en el nuestro, realizando
la vocación cristiana con la práctica de las virtudes heroicas en todas
las condiciones de vida, incluso en las del matrimonio y la familia,
aureola de santidad que constituye la gloria más verdadera del
cristianismo y de la Iglesia. Las Iglesias particulares, asimismo, han
de asumir el reto de continuar impulsando con nuevos bríos la
evangelización, que comenzó al principio del primer milenio cristiano,
para que avance con la verdad revelada por él propagada por caminos
también nuevos, especialmente por lo que respecta a las culturas, a las
condiciones étnicas, políticas y sociales, de la mano segura y recia del
gran Papa Juan Pablo II, dándole un nuevo impulso a la conversión
auténtica, en la cual deberemos darle especial atención al sacramento de
la Penitencia, de la Eucaristía, a la vida de gracia y a la valorización
de la virtud de la caridad.
A la luz del Padre Eterno, y con la
fuerza de la caridad en Cristo Jesús, Su Santidad nos señaló que
podremos escuchar las indicaciones y orientaciones del Espíritu Santo
que nos mostrarán el camino para acometer los temas que estuvieron
siempre presentes en su gran corazón de Pastor, de Vicario de Cristo,
para que desterrado el miedo acometamos con renovada energía su deseo
por la promoción de las familias, de las obras a favor de los pobres y
de la nueva comunión entre los pueblos y las naciones según las
enseñanzas y el espíritu del Evangelio. En esta misma clave evangélica
tendremos que afrontar el problema del secularismo y de la consiguiente
crisis de la civilización, cuya solución es y será siempre la fuerza del
amor.
A la misma luz y con el mismo espíritu deberemos dar nuevo
impulso al diálogo interreligioso, también con encuentros comunes entre
las diferentes religiones, y especialmente con los judíos y los
musulmanes, en lugares particularmente significativos para el culto
divino de las tres religiones y el descubrimiento de su palabra, como
hemos visto y constatado que hiciera en su vida, a través de los
innumerables viajes que su Santidad efectuó hasta agotar las últimas
fuerzas físicas de las cuales disponía, entregándose en una donación
total que conmueve y nos compromete en el seguimiento de Cristo en la
cruz.
Queda el reto de preparar en este Nuevo Milenio que recién
comienza un encuentro pancristiano, antesala de la unidad para todas las
Iglesias y confesiones, señalándonos el deseo de vernos reunidos como un
solo rebaño bajo un solo Pastor.
Estamos llamados a vivir
intensamente la experiencia cristiana y humana del mundo actual, tal
cual nos los ha enseñado durante estos casi 27 años de su Magno
Pontificado, en los aspectos centrales de la comunión, la caridad y la
esperanza escatológica, que se expresan en la búsqueda y la realización
de la unidad, la paz y la colaboración en todos los niveles, tanto en la
Iglesia como en las relaciones ecuménicas e interreligiosas, en el plano
espiritual y en el social, mediante una vida nueva según el Espíritu y
la ley del Evangelio, pero abierta y rica de proyecciones en todos los
sectores de la sociedad, de la cultura, de las relaciones entre las
ciudades, los pueblos y los países, hasta lograr la unidad deseada y
querida por Dios. Fue esta la enseñanza de este Pontífice marcado por el
sufrimiento, por la perseverancia en su fidelidad y por su gran
veneración a la Madre de Dios a quien entregó y confió la misión que su
amado Hijo, había puesto en sus manos.
Para el Santo Padre, la
Iglesia, en el centro de este cuadro que se abre ante nuestros ojos está
siempre Cristo, y junto a Él su Madre y la misteriosa e inmensa comunión
de los santos, sin embargo, a todos los miembros del Corpus Christi,
actuales y potenciales, conocidos y desconocidos, conscientes o
ignorantes de la vocación recibida ya como hombres, se le ofrece una
ocasión única de reflexión, de revisión de vida, de oración, conversión
y comunión y a todos se nos pide que demos un nuevo testimonio de actuar
lo que la naturaleza y la gracia ponen en el corazón humano como
gérmenes de vida divina; que aceptemos el compromiso de razón y de fe
exigido por las religiones, pero también por las culturas más
importantes, para que podamos hacer realidad en el mundo el amor
fraterno, y que recuperemos los valores que las religiones y las
civilizaciones, especialmente el cristianismo, han introducido en la
humanidad como principios de elevación espiritual y moral, y como fuerza
que produce unidad y paz social
Cristo revelador y redentor
ofrece la “riqueza inescrutable” de su verdad y de su gracia, y toma a
todos – católicos y no católicos, cristianos y no cristianos, creyentes
y ateos – a acercarnos a Él como “puerta sobre el mundo”, abierto a
todos el camino de salvación que, aunque tiene su realización plena en
la eternidad, comienza en el tiempo. La Iglesia, como decía santa
Catalina de Siena (Diálogo, 21ss), está en el puente como ministra de la
Sangre redentora. Con esta imagen podemos expresar el valor
teológico y pastoral con el que el Papa Juan Pablo II inaugurara el
Comienzo del Nuevo Milenio cristiano.
El Gran Peregrino del Amor,
ha llegado a su casa, ha terminado su viaje y ha dado cumplida respuesta
a la pregunta que le hiciera el divino Maestro a su antecesor ¿Me amas
Pedro? Juan Pablo II amó con su vida y con su obra desde la cruz,
construyendo la eternidad donde ya goza en la presencia de su Dios y
Señor. No le decimos adiós… sino A Dios como águila peregrina que nos
lleva a todos prendidos en su amor.
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